La obra narrativa de Juan Manuel de Prada se presenta ante el lector como un ramo exquisito de flores del color y el aroma de lo imperecedero . Nacido en Baracaldo en 1970 y zamorano de adopción, pertenece al linaje de aquellos narradores decimonónicos que, como Balzac, Dickens y Dostoievski, dibujan unos personajes que transmiten vida como si fuesen reales y se mueven, actúan y respiran como si estuviésemos viéndolos a través de una cámara oculta, desnudos y diáfanos en su verdad, que es la verdad de quien los trajo al mundo. De Prada nos ha regalado una obra maestra sin paliativos, lo cual no quiere decir mucho, puesto que el concepto de obra maestra puede aplicarse a toda la producción literaria de nuestro autor, uno de los prosistas españoles más geniales de los últimos cien años. Pero hay obras más maestras que otras, y ‘Mil ojos esconde la noche’, cuya segunda y última entrega sale a la venta ahora, en el mes de marzo de 2025, con el título de ‘Cárcel de tinieblas’, es con toda probabilidad, junto a ‘Las máscaras del héroe’ (1996), el ‘opus magnum’ de Juan Manuel de Prada.NOVELA ‘Mil ojos esconde la noche. 2.- Cárcel de tinieblas’ Autor Juan Manuel de Prada Editorial Espasa Año 2025 Páginas 848 Precio 24,90 euros 5 Innumerables fueron los ‘loci memorabiles’ que poblaban las páginas de ‘La ciudad sin luz’, primera entrega de una saga que tenía lugar en París y contaba como protagonistas con los españoles que, desde diferentes trincheras ideológicas, vivieron en la Ville Lumière durante los dos primeros años de ocupación alemana (1940-1941). Y allí siguieron viviendo a lo largo de los tres años en que se desarrolla la segunda entrega (1942-1944), hasta que el desembarco en Normandía y el avance de los ejércitos aliados obligase al ejército alemán a retroceder sin remedio. Desvelaré a continuación cuáles son los pasajes más dignos de ser recordados en ‘Cárcel de tinieblas’ por su calidad de página o su capacidad para suscitar emoción, siempre según mi gusto personal. Lo primero que debo destacar es la figura de Fernando Navales, a quien ya conocíamos desde ‘Las máscaras del héroe’, un personaje que se erige, gracias a la pericia de su creador, en protagonista absoluto de lo que ocurre en la novela. Cómo podríamos olvidar su maravilloso diálogo con la niña Mariuca (páginas 428-429), que evoca el encuentro entre el monstruo del Dr. Frankenstein y la niña en la película de James Whale (1931). O la actuación impecable y aguerrida, digna de un héroe artúrico, de Navales en Chartres para castigar al marido bígamo de Ana María Martínez Sagi (páginas 452-457). Lo primero que debo destacar es la figura de Fernando Navales, un personaje que se erige en protagonista absoluto de lo que ocurre en la novelaO el humor que destila la narración cuando llega a París José Luis de Arrese, una vez caído en desgracia el cuñadísimo Serrano Súñer (capítulo II del año 1943). O el entrañable «amor blanco» que funde en el mismo crisol las almas —y, al final, los cuerpos— de Fernando y de Ana de Pombo, quien, como Gretchen en el ‘Faust’ goetheano, acaba, en mi opinión, salvando para el bien al amoral Navales y constituyéndose en adalid del ‘Ewig-Weibliche’ (páginas 516-517). Un Eterno Femenino al que también podríamos adscribir a María Casares, Vitoliña, que es capaz de bañarse en un estanque lleno de cocodrilos voraces sin perder un ápice de integridad moral. La figura del Dr. Marañón se dibuja en esta segunda entrega con trazos más positivos que en la primera. Y hay uno de sus magníficos ensayos, el rotulado ‘Tiberio: historia de un resentimiento’ (1939), que es citado varias veces por De Prada para reforzar una opinión o recabar información acerca de tal o cual personaje. Entre estos brilla con luz macilenta y ajada un pintor decadente que me gustó mucho hace años: Federico Beltrán Massés, el Franz von Stuck español. ¿Retrataría o no —quizá Navales lo ha soñado— a la niña Mariuca rozando la pornografía? En las más de mil seiscientas páginas de ‘El derecho a soñar’, biografía de Ana María Martínez Sagi con que Juan Manuel de Prada se doctoró ‘cum laude’ en la Universidad Complutense, se percibían ya unos síntomas de perfección que ahora, con la publicación de las dos entregas de ‘Mil ojos esconde la noche’, se confirman y corroboran. No es de extrañar tratándose de un autor que ha llevado la prosa castellana a un lugar difícilmente superable. La obra narrativa de Juan Manuel de Prada se presenta ante el lector como un ramo exquisito de flores del color y el aroma de lo imperecedero . Nacido en Baracaldo en 1970 y zamorano de adopción, pertenece al linaje de aquellos narradores decimonónicos que, como Balzac, Dickens y Dostoievski, dibujan unos personajes que transmiten vida como si fuesen reales y se mueven, actúan y respiran como si estuviésemos viéndolos a través de una cámara oculta, desnudos y diáfanos en su verdad, que es la verdad de quien los trajo al mundo. De Prada nos ha regalado una obra maestra sin paliativos, lo cual no quiere decir mucho, puesto que el concepto de obra maestra puede aplicarse a toda la producción literaria de nuestro autor, uno de los prosistas españoles más geniales de los últimos cien años. Pero hay obras más maestras que otras, y ‘Mil ojos esconde la noche’, cuya segunda y última entrega sale a la venta ahora, en el mes de marzo de 2025, con el título de ‘Cárcel de tinieblas’, es con toda probabilidad, junto a ‘Las máscaras del héroe’ (1996), el ‘opus magnum’ de Juan Manuel de Prada.NOVELA ‘Mil ojos esconde la noche. 2.- Cárcel de tinieblas’ Autor Juan Manuel de Prada Editorial Espasa Año 2025 Páginas 848 Precio 24,90 euros 5 Innumerables fueron los ‘loci memorabiles’ que poblaban las páginas de ‘La ciudad sin luz’, primera entrega de una saga que tenía lugar en París y contaba como protagonistas con los españoles que, desde diferentes trincheras ideológicas, vivieron en la Ville Lumière durante los dos primeros años de ocupación alemana (1940-1941). Y allí siguieron viviendo a lo largo de los tres años en que se desarrolla la segunda entrega (1942-1944), hasta que el desembarco en Normandía y el avance de los ejércitos aliados obligase al ejército alemán a retroceder sin remedio. Desvelaré a continuación cuáles son los pasajes más dignos de ser recordados en ‘Cárcel de tinieblas’ por su calidad de página o su capacidad para suscitar emoción, siempre según mi gusto personal. Lo primero que debo destacar es la figura de Fernando Navales, a quien ya conocíamos desde ‘Las máscaras del héroe’, un personaje que se erige, gracias a la pericia de su creador, en protagonista absoluto de lo que ocurre en la novela. Cómo podríamos olvidar su maravilloso diálogo con la niña Mariuca (páginas 428-429), que evoca el encuentro entre el monstruo del Dr. Frankenstein y la niña en la película de James Whale (1931). O la actuación impecable y aguerrida, digna de un héroe artúrico, de Navales en Chartres para castigar al marido bígamo de Ana María Martínez Sagi (páginas 452-457). Lo primero que debo destacar es la figura de Fernando Navales, un personaje que se erige en protagonista absoluto de lo que ocurre en la novelaO el humor que destila la narración cuando llega a París José Luis de Arrese, una vez caído en desgracia el cuñadísimo Serrano Súñer (capítulo II del año 1943). O el entrañable «amor blanco» que funde en el mismo crisol las almas —y, al final, los cuerpos— de Fernando y de Ana de Pombo, quien, como Gretchen en el ‘Faust’ goetheano, acaba, en mi opinión, salvando para el bien al amoral Navales y constituyéndose en adalid del ‘Ewig-Weibliche’ (páginas 516-517). Un Eterno Femenino al que también podríamos adscribir a María Casares, Vitoliña, que es capaz de bañarse en un estanque lleno de cocodrilos voraces sin perder un ápice de integridad moral. La figura del Dr. Marañón se dibuja en esta segunda entrega con trazos más positivos que en la primera. Y hay uno de sus magníficos ensayos, el rotulado ‘Tiberio: historia de un resentimiento’ (1939), que es citado varias veces por De Prada para reforzar una opinión o recabar información acerca de tal o cual personaje. Entre estos brilla con luz macilenta y ajada un pintor decadente que me gustó mucho hace años: Federico Beltrán Massés, el Franz von Stuck español. ¿Retrataría o no —quizá Navales lo ha soñado— a la niña Mariuca rozando la pornografía? En las más de mil seiscientas páginas de ‘El derecho a soñar’, biografía de Ana María Martínez Sagi con que Juan Manuel de Prada se doctoró ‘cum laude’ en la Universidad Complutense, se percibían ya unos síntomas de perfección que ahora, con la publicación de las dos entregas de ‘Mil ojos esconde la noche’, se confirman y corroboran. No es de extrañar tratándose de un autor que ha llevado la prosa castellana a un lugar difícilmente superable.
La obra narrativa de Juan Manuel de Prada se presenta ante el lector como un ramo exquisito de flores del color y el aroma de lo imperecedero. Nacido en Baracaldo en 1970 y zamorano de adopción, pertenece al linaje de aquellos narradores decimonónicos que, … como Balzac, Dickens y Dostoievski, dibujan unos personajes que transmiten vida como si fuesen reales y se mueven, actúan y respiran como si estuviésemos viéndolos a través de una cámara oculta, desnudos y diáfanos en su verdad, que es la verdad de quien los trajo al mundo.
De Prada nos ha regalado una obra maestra sin paliativos, lo cual no quiere decir mucho, puesto que el concepto de obra maestra puede aplicarse a toda la producción literaria de nuestro autor, uno de los prosistas españoles más geniales de los últimos cien años. Pero hay obras más maestras que otras, y ‘Mil ojos esconde la noche’, cuya segunda y última entrega sale a la venta ahora, en el mes de marzo de 2025, con el título de ‘Cárcel de tinieblas’, es con toda probabilidad, junto a ‘Las máscaras del héroe’ (1996), el ‘opus magnum’ de Juan Manuel de Prada.

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Autor
Juan Manuel de Prada -
Editorial
Espasa -
Año
2025 -
Páginas
848 -
Precio
24,90 euros
Innumerables fueron los ‘loci memorabiles’ que poblaban las páginas de ‘La ciudad sin luz’, primera entrega de una saga que tenía lugar en París y contaba como protagonistas con los españoles que, desde diferentes trincheras ideológicas, vivieron en la Ville Lumière durante los dos primeros años de ocupación alemana (1940-1941).
Y allí siguieron viviendo a lo largo de los tres años en que se desarrolla la segunda entrega (1942-1944), hasta que el desembarco en Normandía y el avance de los ejércitos aliados obligase al ejército alemán a retroceder sin remedio. Desvelaré a continuación cuáles son los pasajes más dignos de ser recordados en ‘Cárcel de tinieblas’ por su calidad de página o su capacidad para suscitar emoción, siempre según mi gusto personal.
Lo primero que debo destacar es la figura de Fernando Navales, a quien ya conocíamos desde ‘Las máscaras del héroe’, un personaje que se erige, gracias a la pericia de su creador, en protagonista absoluto de lo que ocurre en la novela. Cómo podríamos olvidar su maravilloso diálogo con la niña Mariuca (páginas 428-429), que evoca el encuentro entre el monstruo del Dr. Frankenstein y la niña en la película de James Whale (1931). O la actuación impecable y aguerrida, digna de un héroe artúrico, de Navales en Chartres para castigar al marido bígamo de Ana María Martínez Sagi (páginas 452-457).
Lo primero que debo destacar es la figura de Fernando Navales, un personaje que se erige en protagonista absoluto de lo que ocurre en la novela
O el humor que destila la narración cuando llega a París José Luis de Arrese, una vez caído en desgracia el cuñadísimo Serrano Súñer (capítulo II del año 1943). O el entrañable «amor blanco» que funde en el mismo crisol las almas —y, al final, los cuerpos— de Fernando y de Ana de Pombo, quien, como Gretchen en el ‘Faust’ goetheano, acaba, en mi opinión, salvando para el bien al amoral Navales y constituyéndose en adalid del ‘Ewig-Weibliche’ (páginas 516-517). Un Eterno Femenino al que también podríamos adscribir a María Casares, Vitoliña, que es capaz de bañarse en un estanque lleno de cocodrilos voraces sin perder un ápice de integridad moral.
La figura del Dr. Marañón se dibuja en esta segunda entrega con trazos más positivos que en la primera. Y hay uno de sus magníficos ensayos, el rotulado ‘Tiberio: historia de un resentimiento’ (1939), que es citado varias veces por De Prada para reforzar una opinión o recabar información acerca de tal o cual personaje. Entre estos brilla con luz macilenta y ajada un pintor decadente que me gustó mucho hace años: Federico Beltrán Massés, el Franz von Stuck español. ¿Retrataría o no —quizá Navales lo ha soñado— a la niña Mariuca rozando la pornografía?
En las más de mil seiscientas páginas de ‘El derecho a soñar’, biografía de Ana María Martínez Sagi con que Juan Manuel de Prada se doctoró ‘cum laude’ en la Universidad Complutense, se percibían ya unos síntomas de perfección que ahora, con la publicación de las dos entregas de ‘Mil ojos esconde la noche’, se confirman y corroboran. No es de extrañar tratándose de un autor que ha llevado la prosa castellana a un lugar difícilmente superable.
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