Dan las seis de la tarde y Jaime Arriola se disculpa porque, en cualquier momento, su teléfono móvil empezará a sonar. Recibe varias llamadas de un número desconocido, pero la última le arranca una sonrisa. “Ya lo tenemos”, anuncia la voz al otro lado. Al colgar, Arriola revela su última adquisición en una subasta telemática: un manuscrito de Felipe II. No es el primer documento de este estilo que guarda. Ya ha perdido la cuenta, porque atesora en torno a 15.000, la gran mayoría de enorme valor documental y artístico. A esta colección se suman otros 20.000 volúmenes impresos, algunos de ellos incunables.
La mayor parte se encuentra en la Biblioteca Arriola Lerchundi, la biblioteca privada más importante de Europa en materias de Derecho e Historia, tal y como está considerada por varios expertos internacionales. También alberga secciones de Ciencia, Astronomía, Economía o Biblias. Pertenece a su familia y Jaime Arriola lleva unos meses cogiendo el testigo de su padre, José María, el artífice y principal recolector de este tesoro en papel.
Entre las joyas de su catálogo, figuran las primeras ediciones de obras que transformaron el pensamiento: Principia Mathematica, de Isaac Newton (1687), El Diálogo sobre los máximos sistemas del mundo, tolemaico y copernicano, de Galileo Galilei (1632), La riqueza de las naciones, de Adam Smith (1776) o los tres volúmenes de El Capital, de Karl Marx (1867). También custodia Sobre las revoluciones (De las orbes celestes), de Nicolás Copérnico (1543), en su segunda edición, entre muchos otros.
En el apartado de manuscritos, destaca la bula de excomunión de Enrique VIII, enviada por el papa Clemente VII a la Corte española para informar de su ruptura con la Iglesia católica. Los Arriola Lerchundi conservan con especial cariño otros textos medievales, códices, documentos notariales y dedicatorias, como la que el pintor Pedro Pérez de Castro hizo a su hijo en un documento bellamente ilustrado. También guardan ediciones originales de los Fueros de Aragón, o los Fueros de Vizcaya.
La familia, compuesta por un padre, una madre y cinco hijos, decidió establecer su colección en un piso del Casco Viejo de Bilbao. “Uno de los logros más importantes de mi vida ha sido la creación de esta biblioteca”, resume José María Arriola a sus 88 años. Nacido en Gernika-Lumo (Bizkaia, 17.000 habitantes) tres meses antes del bombardeo que devastó la villa, siempre ha mantenido un fuerte vínculo con la historia y la memoria, “valores que también han guiado la formación de mi biblioteca”.
Este coleccionista ejerció como notario durante 45 años para una importante empresa tubera de Álava. “Mi pasión por los libros comenzó en mi juventud, influenciado por el jurista Juan Vallet de Goytisolo y por los bibliófilos Ignacio y Juan Ramón Urquijo, con quienes mantenía amistad. Con el tiempo, mi interés se convirtió en una auténtica vocación”, narra desde uno de los sillones de la biblioteca que lleva su apellido y el de su mujer, quien también colabora en la causa desde un taller de restauración ubicado en el mismo piso.
Ejemplares incunables
“Todo lo logrado ha sido a base de esfuerzo y paciencia, sin contar con herencias bibliográficas, sino adquiriendo cada ejemplar de manera individual”, se congratula mirando las estanterías. Y detiene su mirada en los ocho volúmenes de la Biblia Regia de Cristóbal Plantino, encargada por Felipe II para reemplazar la Biblia Políglota del cardenal Cisneros y fruto de 15 años de trabajo de 200 eruditos.
La librería tiene su máximo valor en una colección de 140 incunables, libros anteriores a 1501 que marcan el paso de la producción de libros manuscritos a la producción de libros impresos. “Estos ejemplares son considerados muy valiosos tanto por su antigüedad como por su importancia histórica, y se suman a otro grupo de postincunables”, explica José María Arriola. “No hay ninguna otra biblioteca privada con un número semejante de incunables”.
Jaime Arriola está recogiendo el legado de su padre “a tiempo completo” y se dedica a la conservación, catalogación, adquisición y, en ocasiones, venta de libros, si no encajan en su línea temática o están duplicados. “La venta no es algo que nos tomemos a la ligera. A mi aita le cuesta desprenderse de cualquier ejemplar, ya que todos tienen un valor histórico que lo convierte en único. Aun así, necesitamos generar ingresos para el mantenimiento de la biblioteca, dado que no recibimos ninguna financiación pública, ni privada”, cuenta el hijo.
La compraventa de libros históricos ha ido decreciendo con el paso de los años. “La adquisición es más compleja, ya que muchas instituciones, como la Biblioteca Nacional, o grandes universidades como Harvard han monopolizado las compras y reducido la oferta en el mercado”. Y una vez en sus estanterías, “es complicado que ese libro pueda volver al mercado”. Tampoco ha ayudado, a su parecer, el afloramiento de pequeñas universidades privadas en España: “Todas quieren tener una buena biblioteca ya que en ella va, en parte, su prestigio”.
“Ni exhibicionismo, ni ocultismo”
La familia Arriola Lerchundi tiene claro que este proyecto no es para vanagloriarse, pero tampoco es un secreto. “No abrimos las puertas a cualquiera, pero recibimos visitas concertadas de investigadores, estudiantes y personalidades”, explica José María Arriola señalando el libro de visitas.
“Siempre lo hacemos con mucha cautela por varios factores, entre ellos, la dificultad para concertar horarios de consulta o la seguridad de la colección. Muchos robos en bibliotecas son cometidos por expertos con acceso a los fondos. Un ladrón común causaría poco daño, pero alguien que conoce los libros sabe qué ejemplares robar y cómo hacerlo sin dejar rastro”, admite Jaime Arriola.
De hecho, mil libros de toda la colección están almacenados fuera de esta biblioteca, en una cámara de seguridad. “Lo hacemos como medida de protección y porque las compañías de seguros nos exigen distribuir los riesgos. La colección está asegurada con pólizas de alto valor”.
La familia Arriola Lerchundi pretende que su biblioteca sea conocida y valorada socialmente. En unos años, “querríamos que pudiera mantenerse única, como un legado cultural de Bizkaia”. En este sentido, sus testamentos contienen cláusulas para garantizar que la colección no se disperse y que, en caso de venta, se haga en condiciones favorables para una institución vizcaína.
“No queremos que esta biblioteca termine desmembrada en el mercado, sino que permanezca como un referente cultural en nuestra tierra”, explica Arriola hijo. “No solo se trata de coleccionar libros, sino de preservar el conocimiento y la historia para futuras generaciones”, concluye Arriola padre.
Dan las seis de la tarde y Jaime Arriola se disculpa porque, en cualquier momento, su teléfono móvil empezará a sonar. Recibe varias llamadas de un número desconocido, pero la última le arranca una sonrisa. “Ya lo tenemos”, anuncia la voz al otro lado. Al colgar, Arriola revela su última adquisición en una subasta telemática: un manuscrito de Felipe II. No es el primer documento de este estilo que guarda. Ya ha perdido la cuenta, porque atesora en torno a 15.000, la gran mayoría de enorme valor documental y artístico. A esta colección se suman otros 20.000 volúmenes impresos, algunos de ellos incunables.La mayor parte se encuentra en la Biblioteca Arriola Lerchundi, la biblioteca privada más importante de Europa en materias de Derecho e Historia, tal y como está considerada por varios expertos internacionales. También alberga secciones de Ciencia, Astronomía, Economía o Biblias. Pertenece a su familia y Jaime Arriola lleva unos meses cogiendo el testigo de su padre, José María, el artífice y principal recolector de este tesoro en papel.Entre las joyas de su catálogo, figuran las primeras ediciones de obras que transformaron el pensamiento: Principia Mathematica, de Isaac Newton (1687), El Diálogo sobre los máximos sistemas del mundo, tolemaico y copernicano, de Galileo Galilei (1632), La riqueza de las naciones, de Adam Smith (1776) o los tres volúmenes de El Capital, de Karl Marx (1867). También custodia Sobre las revoluciones (De las orbes celestes), de Nicolás Copérnico (1543), en su segunda edición, entre muchos otros.En el apartado de manuscritos, destaca la bula de excomunión de Enrique VIII, enviada por el papa Clemente VII a la Corte española para informar de su ruptura con la Iglesia católica. Los Arriola Lerchundi conservan con especial cariño otros textos medievales, códices, documentos notariales y dedicatorias, como la que el pintor Pedro Pérez de Castro hizo a su hijo en un documento bellamente ilustrado. También guardan ediciones originales de los Fueros de Aragón, o los Fueros de Vizcaya.La familia, compuesta por un padre, una madre y cinco hijos, decidió establecer su colección en un piso del Casco Viejo de Bilbao. “Uno de los logros más importantes de mi vida ha sido la creación de esta biblioteca”, resume José María Arriola a sus 88 años. Nacido en Gernika-Lumo (Bizkaia, 17.000 habitantes) tres meses antes del bombardeo que devastó la villa, siempre ha mantenido un fuerte vínculo con la historia y la memoria, “valores que también han guiado la formación de mi biblioteca”.Este coleccionista ejerció como notario durante 45 años para una importante empresa tubera de Álava. “Mi pasión por los libros comenzó en mi juventud, influenciado por el jurista Juan Vallet de Goytisolo y por los bibliófilos Ignacio y Juan Ramón Urquijo, con quienes mantenía amistad. Con el tiempo, mi interés se convirtió en una auténtica vocación”, narra desde uno de los sillones de la biblioteca que lleva su apellido y el de su mujer, quien también colabora en la causa desde un taller de restauración ubicado en el mismo piso.Ejemplares incunables“Todo lo logrado ha sido a base de esfuerzo y paciencia, sin contar con herencias bibliográficas, sino adquiriendo cada ejemplar de manera individual”, se congratula mirando las estanterías. Y detiene su mirada en los ocho volúmenes de la Biblia Regia de Cristóbal Plantino, encargada por Felipe II para reemplazar la Biblia Políglota del cardenal Cisneros y fruto de 15 años de trabajo de 200 eruditos.La librería tiene su máximo valor en una colección de 140 incunables, libros anteriores a 1501 que marcan el paso de la producción de libros manuscritos a la producción de libros impresos. “Estos ejemplares son considerados muy valiosos tanto por su antigüedad como por su importancia histórica, y se suman a otro grupo de postincunables”, explica José María Arriola. “No hay ninguna otra biblioteca privada con un número semejante de incunables”.Jaime Arriola está recogiendo el legado de su padre “a tiempo completo” y se dedica a la conservación, catalogación, adquisición y, en ocasiones, venta de libros, si no encajan en su línea temática o están duplicados. “La venta no es algo que nos tomemos a la ligera. A mi aita le cuesta desprenderse de cualquier ejemplar, ya que todos tienen un valor histórico que lo convierte en único. Aun así, necesitamos generar ingresos para el mantenimiento de la biblioteca, dado que no recibimos ninguna financiación pública, ni privada”, cuenta el hijo.La compraventa de libros históricos ha ido decreciendo con el paso de los años. “La adquisición es más compleja, ya que muchas instituciones, como la Biblioteca Nacional, o grandes universidades como Harvard han monopolizado las compras y reducido la oferta en el mercado”. Y una vez en sus estanterías, “es complicado que ese libro pueda volver al mercado”. Tampoco ha ayudado, a su parecer, el afloramiento de pequeñas universidades privadas en España: “Todas quieren tener una buena biblioteca ya que en ella va, en parte, su prestigio”.“Ni exhibicionismo, ni ocultismo”La familia Arriola Lerchundi tiene claro que este proyecto no es para vanagloriarse, pero tampoco es un secreto. “No abrimos las puertas a cualquiera, pero recibimos visitas concertadas de investigadores, estudiantes y personalidades”, explica José María Arriola señalando el libro de visitas.“Siempre lo hacemos con mucha cautela por varios factores, entre ellos, la dificultad para concertar horarios de consulta o la seguridad de la colección. Muchos robos en bibliotecas son cometidos por expertos con acceso a los fondos. Un ladrón común causaría poco daño, pero alguien que conoce los libros sabe qué ejemplares robar y cómo hacerlo sin dejar rastro”, admite Jaime Arriola.De hecho, mil libros de toda la colección están almacenados fuera de esta biblioteca, en una cámara de seguridad. “Lo hacemos como medida de protección y porque las compañías de seguros nos exigen distribuir los riesgos. La colección está asegurada con pólizas de alto valor”.La familia Arriola Lerchundi pretende que su biblioteca sea conocida y valorada socialmente. En unos años, “querríamos que pudiera mantenerse única, como un legado cultural de Bizkaia”. En este sentido, sus testamentos contienen cláusulas para garantizar que la colección no se disperse y que, en caso de venta, se haga en condiciones favorables para una institución vizcaína.“No queremos que esta biblioteca termine desmembrada en el mercado, sino que permanezca como un referente cultural en nuestra tierra”, explica Arriola hijo. “No solo se trata de coleccionar libros, sino de preservar el conocimiento y la historia para futuras generaciones”, concluye Arriola padre. Seguir leyendo
Dan las seis de la tarde y Jaime Arriola se disculpa porque, en cualquier momento, su teléfono móvil empezará a sonar. Recibe varias llamadas de un número desconocido, pero la última le arranca una sonrisa. “Ya lo tenemos”, anuncia la voz al otro lado. Al colgar, Arriola revela su última adquisición en una subasta telemática: un manuscrito de Felipe II. No es el primer documento de este estilo que guarda. Ya ha perdido la cuenta, porque atesora en torno a 15.000, la gran mayoría de enorme valor documental y artístico. A esta colección se suman otros 20.000 volúmenes impresos, algunos de ellos incunables.
La mayor parte se encuentra en la Biblioteca Arriola Lerchundi, la biblioteca privada más importante de Europa en materias de Derecho e Historia, tal y como está considerada por varios expertos internacionales. También alberga secciones de Ciencia, Astronomía, Economía o Biblias. Pertenece a su familia y Jaime Arriola lleva unos meses cogiendo el testigo de su padre, José María, el artífice y principal recolector de este tesoro en papel.
Entre las joyas de su catálogo, figuran las primeras ediciones de obras que transformaron el pensamiento: Principia Mathematica, de Isaac Newton (1687), El Diálogo sobre los máximos sistemas del mundo, tolemaico y copernicano, de Galileo Galilei (1632), La riqueza de las naciones, de Adam Smith (1776) o los tres volúmenes de El Capital, de Karl Marx (1867). También custodia Sobre las revoluciones (De las orbes celestes), de Nicolás Copérnico (1543), en su segunda edición, entre muchos otros.
En el apartado de manuscritos, destaca la bula de excomunión de Enrique VIII, enviada por el papa Clemente VII a la Corte española para informar de su ruptura con la Iglesia católica. Los Arriola Lerchundi conservan con especial cariño otros textos medievales, códices, documentos notariales y dedicatorias, como la que el pintor Pedro Pérez de Castro hizo a su hijo en un documento bellamente ilustrado. También guardan ediciones originales de los Fueros de Aragón, o los Fueros de Vizcaya.
La familia, compuesta por un padre, una madre y cinco hijos, decidió establecer su colección en un piso del Casco Viejo de Bilbao. “Uno de los logros más importantes de mi vida ha sido la creación de esta biblioteca”, resume José María Arriola a sus 88 años. Nacido en Gernika-Lumo (Bizkaia, 17.000 habitantes) tres meses antes del bombardeo que devastó la villa, siempre ha mantenido un fuerte vínculo con la historia y la memoria, “valores que también han guiado la formación de mi biblioteca”.
Este coleccionista ejerció como notario durante 45 años para una importante empresa tubera de Álava. “Mi pasión por los libros comenzó en mi juventud, influenciado por el jurista Juan Vallet de Goytisolo y por los bibliófilos Ignacio y Juan Ramón Urquijo, con quienes mantenía amistad. Con el tiempo, mi interés se convirtió en una auténtica vocación”, narra desde uno de los sillones de la biblioteca que lleva su apellido y el de su mujer, quien también colabora en la causa desde un taller de restauración ubicado en el mismo piso.
Ejemplares incunables
“Todo lo logrado ha sido a base de esfuerzo y paciencia, sin contar con herencias bibliográficas, sino adquiriendo cada ejemplar de manera individual”, se congratula mirando las estanterías. Y detiene su mirada en los ocho volúmenes de la Biblia Regia de Cristóbal Plantino, encargada por Felipe II para reemplazar la Biblia Políglota del cardenal Cisneros y fruto de 15 años de trabajo de 200 eruditos.
La librería tiene su máximo valor en una colección de 140 incunables, libros anteriores a 1501 que marcan el paso de la producción de libros manuscritos a la producción de libros impresos. “Estos ejemplares son considerados muy valiosos tanto por su antigüedad como por su importancia histórica, y se suman a otro grupo de postincunables”, explica José María Arriola. “No hay ninguna otra biblioteca privada con un número semejante de incunables”.
Jaime Arriola está recogiendo el legado de su padre “a tiempo completo” y se dedica a la conservación, catalogación, adquisición y, en ocasiones, venta de libros, si no encajan en su línea temática o están duplicados. “La venta no es algo que nos tomemos a la ligera. A mi aita le cuesta desprenderse de cualquier ejemplar, ya que todos tienen un valor histórico que lo convierte en único. Aun así, necesitamos generar ingresos para el mantenimiento de la biblioteca, dado que no recibimos ninguna financiación pública, ni privada”, cuenta el hijo.
La compraventa de libros históricos ha ido decreciendo con el paso de los años. “La adquisición es más compleja, ya que muchas instituciones, como la Biblioteca Nacional, o grandes universidades como Harvard han monopolizado las compras y reducido la oferta en el mercado”. Y una vez en sus estanterías, “es complicado que ese libro pueda volver al mercado”. Tampoco ha ayudado, a su parecer, el afloramiento de pequeñas universidades privadas en España: “Todas quieren tener una buena biblioteca ya que en ella va, en parte, su prestigio”.
“Ni exhibicionismo, ni ocultismo”
La familia Arriola Lerchundi tiene claro que este proyecto no es para vanagloriarse, pero tampoco es un secreto. “No abrimos las puertas a cualquiera, pero recibimos visitas concertadas de investigadores, estudiantes y personalidades”, explica José María Arriola señalando el libro de visitas.
“Siempre lo hacemos con mucha cautela por varios factores, entre ellos, la dificultad para concertar horarios de consulta o la seguridad de la colección. Muchos robos en bibliotecas son cometidos por expertos con acceso a los fondos. Un ladrón común causaría poco daño, pero alguien que conoce los libros sabe qué ejemplares robar y cómo hacerlo sin dejar rastro”, admite Jaime Arriola.
De hecho, mil libros de toda la colección están almacenados fuera de esta biblioteca, en una cámara de seguridad. “Lo hacemos como medida de protección y porque las compañías de seguros nos exigen distribuir los riesgos. La colección está asegurada con pólizas de alto valor”.
La familia Arriola Lerchundi pretende que su biblioteca sea conocida y valorada socialmente. En unos años, “querríamos que pudiera mantenerse única, como un legado cultural de Bizkaia”. En este sentido, sus testamentos contienen cláusulas para garantizar que la colección no se disperse y que, en caso de venta, se haga en condiciones favorables para una institución vizcaína.
“No queremos que esta biblioteca termine desmembrada en el mercado, sino que permanezca como un referente cultural en nuestra tierra”, explica Arriola hijo. “No solo se trata de coleccionar libros, sino de preservar el conocimiento y la historia para futuras generaciones”, concluye Arriola padre.
EL PAÍS