El pasado sábado 12 por la tarde, unas castañuelas resonaron en el desierto de California. Eran las de Lara Blanco, conocida como Judeline. La cantante gaditana de 22 años actuaba en Coachella, el festival más grande e importante del mundo, junto a otros casi 170 artistas de la talla de Lady Gaga, Post Malone o Green Day, o los intérpretes latinos Ca7riel y Paco Amoroso (Argentina), Junior H (México) o Rawayana (Venezuela). Aparte del DJ madrileño Dennis Cruz, que pinchó al día siguiente por la noche, Judeline fue la única española. Todo un logro para una veinteañera que, aunque está despegando con fuerza en España, tiene solo un álbum, Bodhiria, publicado en octubre de 2024.
Blanco reunió a su público en la sala Sonora, uno de los ocho escenarios del festival, en la que se oyeron muchos gritos de “Viva Cádiz”, “Viva Jérez”, “Vivan Los Caños”. “Aunque esté actuando en un lugar tan lejano de mi tierra como Tokio, siempre se escucha un ‘Viva Cádiz”, confesó. En un espectáculo de 40 minutos (el tiempo medio que concede Coachella a sus artistas, excepto a los más grandes), Judeline desplegó una docena de canciones junto a dos músicos y un bailarín en una especie de performance, más que actuación musical. Este sábado repetirá su actuación en el mismo escenario. El domingo por la mañana, en plena resaca emocional, contaba a EL PAÍS que para ella era importante mantener su esencia y darse a conocer a nuevos públicos.
“Cuanto más intenso es el concierto, más importante es para mí y más emocionante el día siguiente”, reconoce en la charla. “Y con la serotonina, la adrenalina a todo dar… Después de las subidas siempre viene el bajón, claro“, ríe. “Todavía no he procesado lo que pasó ayer, pero estoy supercontenta”, reconoce la gaditana.
El escenario donde tocó es el más pequeño del festival, pero caben varios centenares de personas. Que la sala sea “más íntima, más oscura”, la ayudó. A veces le parecía que estaba en un recital, en alguna ciudad, pero cuando se daba cuenta de que eso era Coachella, volvían los nervios. “Me gustó mucho, fue muy bonito y sentí un buen recibimiento. A veces, cuando te están descubriendo por primera vez y no te conocen, es un poco raro. Pero aunque hubiera mucha gente que no tuviera controlada mi música, sentí que de verdad estaban apoyando lo que estaban escuchando y disfrutando”.
Para ella, llegar a nuevos oyentes era fundamental en esta cita. Aunque había españoles en primera fila y muchos más conectados al streaming en YouTube del festival, ella tenía otras prioridades. “Sentí que mucha gente me estaba descubriendo. Para mí eso era casi más importante a que me hubiera visto gente que ya me conoce: que me descubrieran personas que no sabían nada de mí. Eso pasa por ser un festival tan mediático como Coachella”.
Entrar en un encuentro musical como Coachella, con 125.000 asistentes al día, es una de las mayores oportunidades que se pueden tener. A ella le llegó, “aunque parezca mentira, de una manera más orgánica de lo que parece”. “Nadie puede hacer ese trabajo por ti. A Coachella le tiene que gustar tu proyecto y deciden que tienes que formar parte”, reflexiona. Recuerda cómo, hace unos años, hubo una persona del festival que se interesó y la apoyó en su proyecto, pero no fue hasta más tarde cuando supo que era parte del cartel. “Yo flipé, entonces tenía 100.000 oyentes mensuales el plataformas digitales”, explica, con ahora más de dos millones de escuchas al mes en Spotify. “Una vez que tienes la lupa, supongo que es fácil que pueda pasar, ¿sabes? Han seguido mi recorrido. Tuvimos la oportunidad de cenar con un par de ellos la última vez que estuve en Los Ángeles, y salió adelante”.
Ya sabiendo que iba a actuar, Judeline decidió mantener su esencia. “No quería traer algo completamente distinto, no hubiera tenido sentido, la gente no me ubica tanto”, reconoce. ”Tenía que traer mi show, mi estética y mi música para que la conocieran”, afirma. Para ese momento, llevó un look muy coachellero, creado por la estilista Morena: una falda muy corta con flecos y unas botas de cowboy, tan típicas del festival.
Además de una canción nueva, se lanzó con las castañuelas. “Mi abuela tocaba muy bien las castañuelas y me intentó enseñar. Pero no había manera: tengo un poco de déficit de atención y me cuesta todo lo que requiera práctica. Lo de anoche fue un guiñito a ella; además, llevo desde diciembre dando clases”, relata. “¡Para esa tontería que hice, que tampoco es muchísimo!”, ríe, “pero, jo, es que son muy complicadas”.
Sabedora de que buena parte del público era estadounidense, se dirigió a ellos en inglés. Pero reconoce que, cuando va a Estados Unidos, habla también mucho en español: “Es un país multicultural, están acostumbrados. Creo que si escribiera en inglés mis letras serían peores, así que llevo mi idioma por bandera y mi acento andaluz también”.
Para Judeline es increíble ser parte del cartel del festival, pero también para Blanco, la persona tras la artista. Ella misma lo dijo durante el concierto: “Si pudiera hacer un FaceTime con mi yo de ocho años, no me lo creería”. Y repite la idea durante la charla: “Es un sueño. Ayer lo pensaba: ‘Esto se lo cuento a mi niña anterior, o de adolescente…’. Siempre estaba obsesionada con Coachella: qué famosos había, quiénes actuaban, los estilismos… Es algo que ves tan, tan lejos y luego pasa y no te has dado cuenta. Es muy raro. Creo que en estos días me pararé a pensar”, ríe.
Tiene unos días para hacerlo: el festival se duplica, por lo que tocará también este sábado 19 de abril. Reconoce que pulirá algunos detalles, pero que quedó contenta con el resultado. Entre medias viajará a Los Ángeles, a un par de horas de carretera, para dar un concierto junto al mexicano El Malilla; después, tiene citas en Ciudad de México y en Nueva York. Y una cosa tiene clara: allá donde vaya, seguirá escuchando gritos de “Viva Cádiz”.
El pasado sábado 12 por la tarde, unas castañuelas resonaron en el desierto de California. Eran las de Lara Blanco, conocida como Judeline. La cantante gaditana de 22 años actuaba en Coachella, el festival más grande e importante del mundo, junto a otros casi 170 artistas de la talla de Lady Gaga, Post Malone o Green Day, o los intérpretes latinos Ca7riel y Paco Amoroso (Argentina), Junior H (México) o Rawayana (Venezuela). Aparte del DJ madrileño Dennis Cruz, que pinchó al día siguiente por la noche, Judeline fue la única española. Todo un logro para una veinteañera que, aunque está despegando con fuerza en España, tiene solo un álbum, Bodhiria, publicado en octubre de 2024.Blanco reunió a su público en la sala Sonora, uno de los ocho escenarios del festival, en la que se oyeron muchos gritos de “Viva Cádiz”, “Viva Jérez”, “Vivan Los Caños”. “Aunque esté actuando en un lugar tan lejano de mi tierra como Tokio, siempre se escucha un ‘Viva Cádiz”, confesó. En un espectáculo de 40 minutos (el tiempo medio que concede Coachella a sus artistas, excepto a los más grandes), Judeline desplegó una docena de canciones junto a dos músicos y un bailarín en una especie de performance, más que actuación musical. Este sábado repetirá su actuación en el mismo escenario. El domingo por la mañana, en plena resaca emocional, contaba a EL PAÍS que para ella era importante mantener su esencia y darse a conocer a nuevos públicos.“Cuanto más intenso es el concierto, más importante es para mí y más emocionante el día siguiente”, reconoce en la charla. “Y con la serotonina, la adrenalina a todo dar… Después de las subidas siempre viene el bajón, claro“, ríe. “Todavía no he procesado lo que pasó ayer, pero estoy supercontenta”, reconoce la gaditana.El escenario donde tocó es el más pequeño del festival, pero caben varios centenares de personas. Que la sala sea “más íntima, más oscura”, la ayudó. A veces le parecía que estaba en un recital, en alguna ciudad, pero cuando se daba cuenta de que eso era Coachella, volvían los nervios. “Me gustó mucho, fue muy bonito y sentí un buen recibimiento. A veces, cuando te están descubriendo por primera vez y no te conocen, es un poco raro. Pero aunque hubiera mucha gente que no tuviera controlada mi música, sentí que de verdad estaban apoyando lo que estaban escuchando y disfrutando”.Para ella, llegar a nuevos oyentes era fundamental en esta cita. Aunque había españoles en primera fila y muchos más conectados al streaming en YouTube del festival, ella tenía otras prioridades. “Sentí que mucha gente me estaba descubriendo. Para mí eso era casi más importante a que me hubiera visto gente que ya me conoce: que me descubrieran personas que no sabían nada de mí. Eso pasa por ser un festival tan mediático como Coachella”.Entrar en un encuentro musical como Coachella, con 125.000 asistentes al día, es una de las mayores oportunidades que se pueden tener. A ella le llegó, “aunque parezca mentira, de una manera más orgánica de lo que parece”. “Nadie puede hacer ese trabajo por ti. A Coachella le tiene que gustar tu proyecto y deciden que tienes que formar parte”, reflexiona. Recuerda cómo, hace unos años, hubo una persona del festival que se interesó y la apoyó en su proyecto, pero no fue hasta más tarde cuando supo que era parte del cartel. “Yo flipé, entonces tenía 100.000 oyentes mensuales el plataformas digitales”, explica, con ahora más de dos millones de escuchas al mes en Spotify. “Una vez que tienes la lupa, supongo que es fácil que pueda pasar, ¿sabes? Han seguido mi recorrido. Tuvimos la oportunidad de cenar con un par de ellos la última vez que estuve en Los Ángeles, y salió adelante”.Ya sabiendo que iba a actuar, Judeline decidió mantener su esencia. “No quería traer algo completamente distinto, no hubiera tenido sentido, la gente no me ubica tanto”, reconoce. ”Tenía que traer mi show, mi estética y mi música para que la conocieran”, afirma. Para ese momento, llevó un look muy coachellero, creado por la estilista Morena: una falda muy corta con flecos y unas botas de cowboy, tan típicas del festival.Además de una canción nueva, se lanzó con las castañuelas. “Mi abuela tocaba muy bien las castañuelas y me intentó enseñar. Pero no había manera: tengo un poco de déficit de atención y me cuesta todo lo que requiera práctica. Lo de anoche fue un guiñito a ella; además, llevo desde diciembre dando clases”, relata. “¡Para esa tontería que hice, que tampoco es muchísimo!”, ríe, “pero, jo, es que son muy complicadas”.Sabedora de que buena parte del público era estadounidense, se dirigió a ellos en inglés. Pero reconoce que, cuando va a Estados Unidos, habla también mucho en español: “Es un país multicultural, están acostumbrados. Creo que si escribiera en inglés mis letras serían peores, así que llevo mi idioma por bandera y mi acento andaluz también”.Para Judeline es increíble ser parte del cartel del festival, pero también para Blanco, la persona tras la artista. Ella misma lo dijo durante el concierto: “Si pudiera hacer un FaceTime con mi yo de ocho años, no me lo creería”. Y repite la idea durante la charla: “Es un sueño. Ayer lo pensaba: ‘Esto se lo cuento a mi niña anterior, o de adolescente…’. Siempre estaba obsesionada con Coachella: qué famosos había, quiénes actuaban, los estilismos… Es algo que ves tan, tan lejos y luego pasa y no te has dado cuenta. Es muy raro. Creo que en estos días me pararé a pensar”, ríe.Tiene unos días para hacerlo: el festival se duplica, por lo que tocará también este sábado 19 de abril. Reconoce que pulirá algunos detalles, pero que quedó contenta con el resultado. Entre medias viajará a Los Ángeles, a un par de horas de carretera, para dar un concierto junto al mexicano El Malilla; después, tiene citas en Ciudad de México y en Nueva York. Y una cosa tiene clara: allá donde vaya, seguirá escuchando gritos de “Viva Cádiz”. Seguir leyendo
El pasado sábado 12 por la tarde, unas castañuelas resonaron en el desierto de California. Eran las de Lara Blanco, conocida como Judeline. La cantante gaditana de 22 años actuaba en Coachella, el festival más grande e importante del mundo, junto a otros casi 170 artistas de la talla de Lady Gaga, Post Malone o Green Day, o los intérpretes latinos Ca7riel y Paco Amoroso (Argentina), Junior H (México) o Rawayana (Venezuela). Aparte del DJ madrileño Dennis Cruz, que pinchó al día siguiente por la noche, Judeline fue la única española. Todo un logro para una veinteañera que, aunque está despegando con fuerza en España, tiene solo un álbum, Bodhiria, publicado en octubre de 2024.
Blanco reunió a su público en la sala Sonora, uno de los ocho escenarios del festival, en la que se oyeron muchos gritos de “Viva Cádiz”, “Viva Jérez”, “Vivan Los Caños”. “Aunque esté actuando en un lugar tan lejano de mi tierra como Tokio, siempre se escucha un ‘Viva Cádiz”, confesó. En un espectáculo de 40 minutos (el tiempo medio que concede Coachella a sus artistas, excepto a los más grandes), Judeline desplegó una docena de canciones junto a dos músicos y un bailarín en una especie de performance, más que actuación musical. Este sábado repetirá su actuación en el mismo escenario. El domingo por la mañana, en plena resaca emocional, contaba a EL PAÍS que para ella era importante mantener su esencia y darse a conocer a nuevos públicos.
“Cuanto más intenso es el concierto, más importante es para mí y más emocionante el día siguiente”, reconoce en la charla. “Y con la serotonina, la adrenalina a todo dar… Después de las subidas siempre viene el bajón, claro“, ríe. “Todavía no he procesado lo que pasó ayer, pero estoy supercontenta”, reconoce la gaditana.
El escenario donde tocó es el más pequeño del festival, pero caben varios centenares de personas. Que la sala sea “más íntima, más oscura”, la ayudó. A veces le parecía que estaba en un recital, en alguna ciudad, pero cuando se daba cuenta de que eso era Coachella, volvían los nervios. “Me gustó mucho, fue muy bonito y sentí un buen recibimiento. A veces, cuando te están descubriendo por primera vez y no te conocen, es un poco raro. Pero aunque hubiera mucha gente que no tuviera controlada mi música, sentí que de verdad estaban apoyando lo que estaban escuchando y disfrutando”.
Para ella, llegar a nuevos oyentes era fundamental en esta cita. Aunque había españoles en primera fila y muchos más conectados al streaming en YouTube del festival, ella tenía otras prioridades. “Sentí que mucha gente me estaba descubriendo. Para mí eso era casi más importante a que me hubiera visto gente que ya me conoce: que me descubrieran personas que no sabían nada de mí. Eso pasa por ser un festival tan mediático como Coachella”.

Entrar en un encuentro musical como Coachella, con 125.000 asistentes al día, es una de las mayores oportunidades que se pueden tener. A ella le llegó, “aunque parezca mentira, de una manera más orgánica de lo que parece”. “Nadie puede hacer ese trabajo por ti. A Coachella le tiene que gustar tu proyecto y deciden que tienes que formar parte”, reflexiona. Recuerda cómo, hace unos años, hubo una persona del festival que se interesó y la apoyó en su proyecto, pero no fue hasta más tarde cuando supo que era parte del cartel. “Yo flipé, entonces tenía 100.000 oyentes mensuales el plataformas digitales”, explica, con ahora más de dos millones de escuchas al mes en Spotify. “Una vez que tienes la lupa, supongo que es fácil que pueda pasar, ¿sabes? Han seguido mi recorrido. Tuvimos la oportunidad de cenar con un par de ellos la última vez que estuve en Los Ángeles, y salió adelante”.
Ya sabiendo que iba a actuar, Judeline decidió mantener su esencia. “No quería traer algo completamente distinto, no hubiera tenido sentido, la gente no me ubica tanto”, reconoce. ”Tenía que traer mi show, mi estética y mi música para que la conocieran”, afirma. Para ese momento, llevó un look muy coachellero, creado por la estilista Morena: una falda muy corta con flecos y unas botas de cowboy, tan típicas del festival.
Además de una canción nueva, se lanzó con las castañuelas. “Mi abuela tocaba muy bien las castañuelas y me intentó enseñar. Pero no había manera: tengo un poco de déficit de atención y me cuesta todo lo que requiera práctica. Lo de anoche fue un guiñito a ella; además, llevo desde diciembre dando clases”, relata. “¡Para esa tontería que hice, que tampoco es muchísimo!”, ríe, “pero, jo, es que son muy complicadas”.

Sabedora de que buena parte del público era estadounidense, se dirigió a ellos en inglés. Pero reconoce que, cuando va a Estados Unidos, habla también mucho en español: “Es un país multicultural, están acostumbrados. Creo que si escribiera en inglés mis letras serían peores, así que llevo mi idioma por bandera y mi acento andaluz también”.
Para Judeline es increíble ser parte del cartel del festival, pero también para Blanco, la persona tras la artista. Ella misma lo dijo durante el concierto: “Si pudiera hacer un FaceTime con mi yo de ocho años, no me lo creería”. Y repite la idea durante la charla: “Es un sueño. Ayer lo pensaba: ‘Esto se lo cuento a mi niña anterior, o de adolescente…’. Siempre estaba obsesionada con Coachella: qué famosos había, quiénes actuaban, los estilismos… Es algo que ves tan, tan lejos y luego pasa y no te has dado cuenta. Es muy raro. Creo que en estos días me pararé a pensar”, ríe.
Tiene unos días para hacerlo: el festival se duplica, por lo que tocará también este sábado 19 de abril. Reconoce que pulirá algunos detalles, pero que quedó contenta con el resultado. Entre medias viajará a Los Ángeles, a un par de horas de carretera, para dar un concierto junto al mexicano El Malilla; después, tiene citas en Ciudad de México y en Nueva York. Y una cosa tiene clara: allá donde vaya, seguirá escuchando gritos de “Viva Cádiz”.
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