De los 50 hijos conocidos y 40 hijas de Ramsés II hubo uno que fue famoso en su tiempo y recordado siglos después entre los egipcios, que no fue su sucesor en el trono. A Khaemwaset se le describe en ocasiones «como uno de los primeros arqueólogos o el ‘primer egiptólogo’» , tal y como apunta Marc van de Mieroop en su ‘ Historia del Antiguo Egipto ‘, aunque en realidad el cuarto hijo del longevo faraón fue sumo sacerdote del dios Ptah en Menfis. En esta ciudad milenaria situada al sur del delta del Nilo, «parece que representó a la casa real, estableciendo vínculos con el pasado », explica el profesor de la Universidad de Colombia. Una muestra de ello es que « en inscripciones de seis pirámides del Reino Antiguo afirmó haber restaurado dichos monumentos y grabado en ellos los nombres de sus propietarios», añade el autor de este manual documentado y práctico tanto para estudiantes y como para cualquier interesado en la civilización egipcia.Recientemente traducido al español por el egiptólogo Juan Candelas para la Editorial Trotta , el libro relata cronológicamente los distintos periodos de la historia de Egipto (desde el 3.200 a.C. al 395 d.C. ) y sus dinastías, con ilustraciones, fotografías y mapas. Incluye además temas de especial interés, como los Textos de las Pirámides o los Textos de los Ataúdes, y aborda cuestiones sobre las que los expertos aún debaten, como los métodos empleados por los antiguos egipcios para construir la Gran Pirámide. Noticia Relacionada estandar No Jordi Clos o la pasión del coleccionista Sergi Doria El fundador del Museo Egipcio de Barcelona presenta la veintena de piezas incorporadas a la exposición permanentePor sus páginas se pasean desde los primeros reyes a Cleopatra VII, pasando por otras figuras tan conocidas como Tutmosis, Hatshepsut, Akenatón, Nefertiti o Tutankamón. También los faraones que poblaron la meseta de Guiza de complejos funerarios, con sus templos, calzadas procesionales y mastabas que acompañaban a las hoy solitarias pirámides de Khufu, Khafra y Menkaura (Keops, Kefrén y Micerino, en sus nombres castellanizados del griego).En esta obra de 500 páginas, bien surtida de bibliografía, notas y hasta una guía de lecturas adicionales para quien desee saber más, Van de Mieroop presta atención a aspectos didácticos, como el porqué hoy conocemos a los reyes egipcios por sus nombres en griego y empleamos el término de ‘faraón’, también heredado de los griegos, como muchos de los nombres de las ciudades egipcias (Tebas, Menfis). Explica las dificultades de los egiptólogos para equiparar la famosa lista de faraones de Manetón con otros registros reales o las distintas lenguas y sistemas de escritura de los antiguos egipcios. Pero se detiene, además, en un sinfín de detalles y de personajes más desconocidos, como el visir Rekhmira que fue enterrado en una tumba ricamente decorada de la necrópolis tebana (TT 100). O como el citado Khaemwaset, el único hijo de Ramsés que, según Van de Mieroop, «dejó un número sustancial de monumentos propios». Máscara de oro de Khaemwaset encontrada en el Serapeum de Saqqara, hoy en el Museo del Louvre WikimediaDescendiente de Isetnefret , la otra esposa de Ramsés II que convivió con la famosa Nefertari , la figura de Khaemwaset «perduró en la cultura egipcia como un gran mago », según reseña este especialista en la historia del antiguo Oriente Próximo, director del Centro de Columbia sobre el Mediterráneo antiguo. «En épocas posteriores -subraya- los egipcios admiraron a Khaemwaset porque era capaz de leer inscripciones antiguas , pero al mismo tiempo pensaban que era imprudente al entrar en tumbas ». Así se refleja un episodio de un papiro demótico de época grecorromana que el también editor fundador de la revista ‘Journal of Ancient Near Eastern History’ recoge en el libro. No es el único cuento antiguo de su obra. El libro está salpicado de pequeñas historias, así como de temas especiales y de debate . ¿Hubo corregencias? ¿Quiénes fueron los hicsos o los pueblos del mar? ¿A qué se debió la ‘damnatio memoriae’ de Hatshepsut? ¿Qué precipitó el final del periodo de Amarna? Van de Mieroop aborda las polémicas con argumentos actualizados en uno y otro sentido, aportando su parecer. A veces, a contracorriente. Como cuando señala que la idea hoy tan popular que explica el final del Reino Antiguo en un cambio climático «es más un signo de preocupaciones modernas que una realidad histórica».En la apasionante lista de asuntos polémicos, figura el que quizá sea el debate más antiguo del mundo sobre Egipto: ¿Cómo se construyó la Gran Pirámide? Las enormes dimensiones de la única maravilla del mundo antiguo que sigue en pie desconcierta a los investigadores de hoy, como al griego Heródoto en el siglo V a.C. o a Diodoro, 400 años después. Dejando al margen las propuestas relacionadas con fuerzas extraterrestes, el historiador resume las diferentes explicaciones que se han dado hasta ahora para destacar la más teoría más aceptada: que trabajadores egipcios (no esclavos) utilizaron rampas de diferentes tipos para transportar sillares de piedra que llegaban a pesar hasta 16 toneladas hasta la cúspide del monumento, a 146 metros. «Una fuerza de trabajo reacia equipada con herramientas hechas de cobre y de piedra no pudo haber sido controlada por soldados cuyas armas eran básicamente del mismo tipo», argumenta. Estos formidables e intrigantes monumentos fueron levantados por egipcios que trabajaban voluntariamente en ellos, «probablemente cuando estos no eran requeridos en los trabajos agrícolas». «Algunas propuestas recientes hablan de unos 30.000 trabajadores, 10.000 y 20.000-30.000 anuales en periodos de tres meses, quedando así 5.000-7.500 trabajando al mismo tiempo», concluye.El turista que recorre Egipto suele olvidar que « más tiempo ha transcurrido aún entre la construcción de las pirámides de Guiza y la del templo de Filae que hoy podemos ver, que entre la construcción del último templo y nosotros hoy en día », recuerda Van de Mieroop, para quien la civilización del Antiguo Egipto es «una de las más extraordinarias de la humanidad». De los 50 hijos conocidos y 40 hijas de Ramsés II hubo uno que fue famoso en su tiempo y recordado siglos después entre los egipcios, que no fue su sucesor en el trono. A Khaemwaset se le describe en ocasiones «como uno de los primeros arqueólogos o el ‘primer egiptólogo’» , tal y como apunta Marc van de Mieroop en su ‘ Historia del Antiguo Egipto ‘, aunque en realidad el cuarto hijo del longevo faraón fue sumo sacerdote del dios Ptah en Menfis. En esta ciudad milenaria situada al sur del delta del Nilo, «parece que representó a la casa real, estableciendo vínculos con el pasado », explica el profesor de la Universidad de Colombia. Una muestra de ello es que « en inscripciones de seis pirámides del Reino Antiguo afirmó haber restaurado dichos monumentos y grabado en ellos los nombres de sus propietarios», añade el autor de este manual documentado y práctico tanto para estudiantes y como para cualquier interesado en la civilización egipcia.Recientemente traducido al español por el egiptólogo Juan Candelas para la Editorial Trotta , el libro relata cronológicamente los distintos periodos de la historia de Egipto (desde el 3.200 a.C. al 395 d.C. ) y sus dinastías, con ilustraciones, fotografías y mapas. Incluye además temas de especial interés, como los Textos de las Pirámides o los Textos de los Ataúdes, y aborda cuestiones sobre las que los expertos aún debaten, como los métodos empleados por los antiguos egipcios para construir la Gran Pirámide. Noticia Relacionada estandar No Jordi Clos o la pasión del coleccionista Sergi Doria El fundador del Museo Egipcio de Barcelona presenta la veintena de piezas incorporadas a la exposición permanentePor sus páginas se pasean desde los primeros reyes a Cleopatra VII, pasando por otras figuras tan conocidas como Tutmosis, Hatshepsut, Akenatón, Nefertiti o Tutankamón. También los faraones que poblaron la meseta de Guiza de complejos funerarios, con sus templos, calzadas procesionales y mastabas que acompañaban a las hoy solitarias pirámides de Khufu, Khafra y Menkaura (Keops, Kefrén y Micerino, en sus nombres castellanizados del griego).En esta obra de 500 páginas, bien surtida de bibliografía, notas y hasta una guía de lecturas adicionales para quien desee saber más, Van de Mieroop presta atención a aspectos didácticos, como el porqué hoy conocemos a los reyes egipcios por sus nombres en griego y empleamos el término de ‘faraón’, también heredado de los griegos, como muchos de los nombres de las ciudades egipcias (Tebas, Menfis). Explica las dificultades de los egiptólogos para equiparar la famosa lista de faraones de Manetón con otros registros reales o las distintas lenguas y sistemas de escritura de los antiguos egipcios. Pero se detiene, además, en un sinfín de detalles y de personajes más desconocidos, como el visir Rekhmira que fue enterrado en una tumba ricamente decorada de la necrópolis tebana (TT 100). O como el citado Khaemwaset, el único hijo de Ramsés que, según Van de Mieroop, «dejó un número sustancial de monumentos propios». Máscara de oro de Khaemwaset encontrada en el Serapeum de Saqqara, hoy en el Museo del Louvre WikimediaDescendiente de Isetnefret , la otra esposa de Ramsés II que convivió con la famosa Nefertari , la figura de Khaemwaset «perduró en la cultura egipcia como un gran mago », según reseña este especialista en la historia del antiguo Oriente Próximo, director del Centro de Columbia sobre el Mediterráneo antiguo. «En épocas posteriores -subraya- los egipcios admiraron a Khaemwaset porque era capaz de leer inscripciones antiguas , pero al mismo tiempo pensaban que era imprudente al entrar en tumbas ». Así se refleja un episodio de un papiro demótico de época grecorromana que el también editor fundador de la revista ‘Journal of Ancient Near Eastern History’ recoge en el libro. No es el único cuento antiguo de su obra. El libro está salpicado de pequeñas historias, así como de temas especiales y de debate . ¿Hubo corregencias? ¿Quiénes fueron los hicsos o los pueblos del mar? ¿A qué se debió la ‘damnatio memoriae’ de Hatshepsut? ¿Qué precipitó el final del periodo de Amarna? Van de Mieroop aborda las polémicas con argumentos actualizados en uno y otro sentido, aportando su parecer. A veces, a contracorriente. Como cuando señala que la idea hoy tan popular que explica el final del Reino Antiguo en un cambio climático «es más un signo de preocupaciones modernas que una realidad histórica».En la apasionante lista de asuntos polémicos, figura el que quizá sea el debate más antiguo del mundo sobre Egipto: ¿Cómo se construyó la Gran Pirámide? Las enormes dimensiones de la única maravilla del mundo antiguo que sigue en pie desconcierta a los investigadores de hoy, como al griego Heródoto en el siglo V a.C. o a Diodoro, 400 años después. Dejando al margen las propuestas relacionadas con fuerzas extraterrestes, el historiador resume las diferentes explicaciones que se han dado hasta ahora para destacar la más teoría más aceptada: que trabajadores egipcios (no esclavos) utilizaron rampas de diferentes tipos para transportar sillares de piedra que llegaban a pesar hasta 16 toneladas hasta la cúspide del monumento, a 146 metros. «Una fuerza de trabajo reacia equipada con herramientas hechas de cobre y de piedra no pudo haber sido controlada por soldados cuyas armas eran básicamente del mismo tipo», argumenta. Estos formidables e intrigantes monumentos fueron levantados por egipcios que trabajaban voluntariamente en ellos, «probablemente cuando estos no eran requeridos en los trabajos agrícolas». «Algunas propuestas recientes hablan de unos 30.000 trabajadores, 10.000 y 20.000-30.000 anuales en periodos de tres meses, quedando así 5.000-7.500 trabajando al mismo tiempo», concluye.El turista que recorre Egipto suele olvidar que « más tiempo ha transcurrido aún entre la construcción de las pirámides de Guiza y la del templo de Filae que hoy podemos ver, que entre la construcción del último templo y nosotros hoy en día », recuerda Van de Mieroop, para quien la civilización del Antiguo Egipto es «una de las más extraordinarias de la humanidad».
De los 50 hijos conocidos y 40 hijas de Ramsés II hubo uno que fue famoso en su tiempo y recordado siglos después entre los egipcios, que no fue su sucesor en el trono. A Khaemwaset se le describe en ocasiones «como … uno de los primeros arqueólogos o el ‘primer egiptólogo’», tal y como apunta Marc van de Mieroop en su ‘Historia del Antiguo Egipto‘, aunque en realidad el cuarto hijo del longevo faraón fue sumo sacerdote del dios Ptah en Menfis.
En esta ciudad milenaria situada al sur del delta del Nilo, «parece que representó a la casa real, estableciendo vínculos con el pasado», explica el profesor de la Universidad de Colombia. Una muestra de ello es que «en inscripciones de seis pirámides del Reino Antiguo afirmó haber restaurado dichos monumentos y grabado en ellos los nombres de sus propietarios», añade el autor de este manual documentado y práctico tanto para estudiantes y como para cualquier interesado en la civilización egipcia.
Recientemente traducido al español por el egiptólogo Juan Candelas para la Editorial Trotta, el libro relata cronológicamente los distintos periodos de la historia de Egipto (desde el 3.200 a.C. al 395 d.C. ) y sus dinastías, con ilustraciones, fotografías y mapas. Incluye además temas de especial interés, como los Textos de las Pirámides o los Textos de los Ataúdes, y aborda cuestiones sobre las que los expertos aún debaten, como los métodos empleados por los antiguos egipcios para construir la Gran Pirámide.
Por sus páginas se pasean desde los primeros reyes a Cleopatra VII, pasando por otras figuras tan conocidas como Tutmosis, Hatshepsut, Akenatón, Nefertiti o Tutankamón. También los faraones que poblaron la meseta de Guiza de complejos funerarios, con sus templos, calzadas procesionales y mastabas que acompañaban a las hoy solitarias pirámides de Khufu, Khafra y Menkaura (Keops, Kefrén y Micerino, en sus nombres castellanizados del griego).
En esta obra de 500 páginas, bien surtida de bibliografía, notas y hasta una guía de lecturas adicionales para quien desee saber más, Van de Mieroop presta atención a aspectos didácticos, como el porqué hoy conocemos a los reyes egipcios por sus nombres en griego y empleamos el término de ‘faraón’, también heredado de los griegos, como muchos de los nombres de las ciudades egipcias (Tebas, Menfis).
Explica las dificultades de los egiptólogos para equiparar la famosa lista de faraones de Manetón con otros registros reales o las distintas lenguas y sistemas de escritura de los antiguos egipcios. Pero se detiene, además, en un sinfín de detalles y de personajes más desconocidos, como el visir Rekhmira que fue enterrado en una tumba ricamente decorada de la necrópolis tebana (TT 100). O como el citado Khaemwaset, el único hijo de Ramsés que, según Van de Mieroop, «dejó un número sustancial de monumentos propios».
Wikimedia
Descendiente de Isetnefret, la otra esposa de Ramsés II que convivió con la famosa Nefertari, la figura de Khaemwaset «perduró en la cultura egipcia como un gran mago», según reseña este especialista en la historia del antiguo Oriente Próximo, director del Centro de Columbia sobre el Mediterráneo antiguo. «En épocas posteriores -subraya- los egipcios admiraron a Khaemwaset porque era capaz de leer inscripciones antiguas, pero al mismo tiempo pensaban que era imprudente al entrar en tumbas».
Así se refleja un episodio de un papiro demótico de época grecorromana que el también editor fundador de la revista ‘Journal of Ancient Near Eastern History’ recoge en el libro. No es el único cuento antiguo de su obra. El libro está salpicado de pequeñas historias, así como de temas especiales y de debate. ¿Hubo corregencias? ¿Quiénes fueron los hicsos o los pueblos del mar? ¿A qué se debió la ‘damnatio memoriae’ de Hatshepsut? ¿Qué precipitó el final del periodo de Amarna? Van de Mieroop aborda las polémicas con argumentos actualizados en uno y otro sentido, aportando su parecer. A veces, a contracorriente. Como cuando señala que la idea hoy tan popular que explica el final del Reino Antiguo en un cambio climático «es más un signo de preocupaciones modernas que una realidad histórica».
En la apasionante lista de asuntos polémicos, figura el que quizá sea el debate más antiguo del mundo sobre Egipto: ¿Cómo se construyó la Gran Pirámide? Las enormes dimensiones de la única maravilla del mundo antiguo que sigue en pie desconcierta a los investigadores de hoy, como al griego Heródoto en el siglo V a.C. o a Diodoro, 400 años después. Dejando al margen las propuestas relacionadas con fuerzas extraterrestes, el historiador resume las diferentes explicaciones que se han dado hasta ahora para destacar la más teoría más aceptada: que trabajadores egipcios (no esclavos) utilizaron rampas de diferentes tipos para transportar sillares de piedra que llegaban a pesar hasta 16 toneladas hasta la cúspide del monumento, a 146 metros. «Una fuerza de trabajo reacia equipada con herramientas hechas de cobre y de piedra no pudo haber sido controlada por soldados cuyas armas eran básicamente del mismo tipo», argumenta. Estos formidables e intrigantes monumentos fueron levantados por egipcios que trabajaban voluntariamente en ellos, «probablemente cuando estos no eran requeridos en los trabajos agrícolas». «Algunas propuestas recientes hablan de unos 30.000 trabajadores, 10.000 y 20.000-30.000 anuales en periodos de tres meses, quedando así 5.000-7.500 trabajando al mismo tiempo», concluye.
El turista que recorre Egipto suele olvidar que «más tiempo ha transcurrido aún entre la construcción de las pirámides de Guiza y la del templo de Filae que hoy podemos ver, que entre la construcción del último templo y nosotros hoy en día», recuerda Van de Mieroop, para quien la civilización del Antiguo Egipto es «una de las más extraordinarias de la humanidad».
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