El complejo subtítulo de la exposición de Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986) queda condicionado por la propia naturaleza compositiva de lo exhibido. Las salas T2 y T3 de este monumento a la desnudez del hormigón armado que es el C3A separan dos propuestas, distintas pero interconectadas. ‘Cantantes silenciosas’ es producción nueva, realizada exprofeso para el proyecto. ‘Aprendices errantes’, un conjunto de piezas originalmente producidas en 2023 para el Museo Patio Herreriano adaptadas a este nuevo marco.Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: ‘Si el sol o el corazón se esconden’, en el Museo Barjola: Javier Garcerá o la belleza del misterio Ángel Antonio Rodríguez estandar Si CRÍTICA DE: ‘En el corazón de la ciudad’, en el Museo de Artes Decorativas: Javier de Juan, pisando fuerte Fernando Castro FlórezDecíamos hace un par de temporadas en estas mismas páginas que la obra de la creadora andaluza se desarrollaba en el fértil equilibrio que se modula entre memoria, fragilidad, arquitectura y saberes ancestrales, definición también aplicable a la producción presente. Y aún deberíamos añadir la recuperación de antiguas técnicas artesanales, de secretos de taller que transporta al presente con absoluta maestría. Ahora, además, Mejías suma nuevas aptitudes que la llevan a dominar los espacios, a conquistarlos mediante una acción global que encadena instalaciones y vídeo-creaciones con sutileza y sin discontinuidadesUn desorden esclarecedorLa comisaria de la muestra hace hincapié en la noción de ‘claro’, tomada de la filósofa María Zambrano como lugar –más emocional que físico– que en mitad de toda espesura existencial, de toda vorágine vital, permite establecer un orden distinto a la reglamentación social, esto es, fuerza a admitir un desorden esclarecedor, un soplo de luz y cielo que invita a detener(se) y escuchar(se).La obra de Cristina Mejías tiene múltiples lecturas e intencionalidades, toda vez que comienza a manifestarse con un lenguaje maduro y propio. Por un lado, en ‘Aprendices errantes’, las instalaciones con láminas de madera natural o teñida, excepcionalmente iluminadas por Víctor Colmenero, trasladan al espectador a un escenario selvático, retorciendo el género paisajístico tradicional hasta transformarlo en práctica tridimensional. Esa experiencia, sin embargo, debe ser completada por el público, al ser recorrida y convertida en tal por este que, con su dinamismo, activa sonidos y movimientos. Envolvente. En las imágenes, distintas propuestas de ‘Saber de oído’, de Cristina Mejías en Córdoba Guillermo GarridoEl golpeo de los metales, ecos de martillo y fragua, y el desplazamiento circular sobre el agua de manos de siete dedos (a medio camino entre la Hamsa o amuleto protector oriental, la atracción de feria basada en la subversión genética o el futuro de la humanidad, que pergeña la implantación de dos dedos robóticos extra, como ha demostrado el MIT), fuerza a repensar tanto en el poder cíclico del rito cuanto en la pérdida u olvido de tales acervos culturales.’Cantantes silenciosas’, connotada por el vídeo donde se sobreimpresiona un diálogo entre la artista y su hermano, presenta instalaciones escultóricas que no renuncian a establecer puentes con la Historia del Arte. Labores textiles femeninas emergen en los trenzados de cáñamo o en las maderas entrelazadas que recuerdan arquitecturas primigenias. ‘Marsias’, tronco invertido e intervenido, encontrado en el macizo de Turbón, remite al ‘objet trouvé’. Cristina Mejías ‘Saber de oído. Cantantes silenciosas; aprendices errantes’. Centro de Creación Contemporánea de Andalucía. Córdoba. C/ Carmen Olmedo Checa, s/n .Comisaria: Claudia Rodríguez-Ponga. Hasta el 21 de octubre. Cuatro estrellas.’We’re Stepping on the Bottom of the Sea II’ (2019-25), embalaje entreabierto e iluminado que encierra elementos sobrantes de otras instalaciones, representa un inteligente guiño al poder simbólico de la maleta en su doble dimensión objetual y depositaria, como ya demostraron Duchamp, Man Ray, Breton o, más cercanos en el tiempo y en el espacio, Brossa, Valldosera o Alvargonzález. El complejo subtítulo de la exposición de Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986) queda condicionado por la propia naturaleza compositiva de lo exhibido. Las salas T2 y T3 de este monumento a la desnudez del hormigón armado que es el C3A separan dos propuestas, distintas pero interconectadas. ‘Cantantes silenciosas’ es producción nueva, realizada exprofeso para el proyecto. ‘Aprendices errantes’, un conjunto de piezas originalmente producidas en 2023 para el Museo Patio Herreriano adaptadas a este nuevo marco.Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: ‘Si el sol o el corazón se esconden’, en el Museo Barjola: Javier Garcerá o la belleza del misterio Ángel Antonio Rodríguez estandar Si CRÍTICA DE: ‘En el corazón de la ciudad’, en el Museo de Artes Decorativas: Javier de Juan, pisando fuerte Fernando Castro FlórezDecíamos hace un par de temporadas en estas mismas páginas que la obra de la creadora andaluza se desarrollaba en el fértil equilibrio que se modula entre memoria, fragilidad, arquitectura y saberes ancestrales, definición también aplicable a la producción presente. Y aún deberíamos añadir la recuperación de antiguas técnicas artesanales, de secretos de taller que transporta al presente con absoluta maestría. Ahora, además, Mejías suma nuevas aptitudes que la llevan a dominar los espacios, a conquistarlos mediante una acción global que encadena instalaciones y vídeo-creaciones con sutileza y sin discontinuidadesUn desorden esclarecedorLa comisaria de la muestra hace hincapié en la noción de ‘claro’, tomada de la filósofa María Zambrano como lugar –más emocional que físico– que en mitad de toda espesura existencial, de toda vorágine vital, permite establecer un orden distinto a la reglamentación social, esto es, fuerza a admitir un desorden esclarecedor, un soplo de luz y cielo que invita a detener(se) y escuchar(se).La obra de Cristina Mejías tiene múltiples lecturas e intencionalidades, toda vez que comienza a manifestarse con un lenguaje maduro y propio. Por un lado, en ‘Aprendices errantes’, las instalaciones con láminas de madera natural o teñida, excepcionalmente iluminadas por Víctor Colmenero, trasladan al espectador a un escenario selvático, retorciendo el género paisajístico tradicional hasta transformarlo en práctica tridimensional. Esa experiencia, sin embargo, debe ser completada por el público, al ser recorrida y convertida en tal por este que, con su dinamismo, activa sonidos y movimientos. Envolvente. En las imágenes, distintas propuestas de ‘Saber de oído’, de Cristina Mejías en Córdoba Guillermo GarridoEl golpeo de los metales, ecos de martillo y fragua, y el desplazamiento circular sobre el agua de manos de siete dedos (a medio camino entre la Hamsa o amuleto protector oriental, la atracción de feria basada en la subversión genética o el futuro de la humanidad, que pergeña la implantación de dos dedos robóticos extra, como ha demostrado el MIT), fuerza a repensar tanto en el poder cíclico del rito cuanto en la pérdida u olvido de tales acervos culturales.’Cantantes silenciosas’, connotada por el vídeo donde se sobreimpresiona un diálogo entre la artista y su hermano, presenta instalaciones escultóricas que no renuncian a establecer puentes con la Historia del Arte. Labores textiles femeninas emergen en los trenzados de cáñamo o en las maderas entrelazadas que recuerdan arquitecturas primigenias. ‘Marsias’, tronco invertido e intervenido, encontrado en el macizo de Turbón, remite al ‘objet trouvé’. Cristina Mejías ‘Saber de oído. Cantantes silenciosas; aprendices errantes’. Centro de Creación Contemporánea de Andalucía. Córdoba. C/ Carmen Olmedo Checa, s/n .Comisaria: Claudia Rodríguez-Ponga. Hasta el 21 de octubre. Cuatro estrellas.’We’re Stepping on the Bottom of the Sea II’ (2019-25), embalaje entreabierto e iluminado que encierra elementos sobrantes de otras instalaciones, representa un inteligente guiño al poder simbólico de la maleta en su doble dimensión objetual y depositaria, como ya demostraron Duchamp, Man Ray, Breton o, más cercanos en el tiempo y en el espacio, Brossa, Valldosera o Alvargonzález.
El complejo subtítulo de la exposición de Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986) queda condicionado por la propia naturaleza compositiva de lo exhibido. Las salas T2 y T3 de este monumento a la desnudez del hormigón armado que es el C3A separan dos … propuestas, distintas pero interconectadas.
‘Cantantes silenciosas’ es producción nueva, realizada exprofeso para el proyecto. ‘Aprendices errantes’, un conjunto de piezas originalmente producidas en 2023 para el Museo Patio Herreriano adaptadas a este nuevo marco.
Decíamos hace un par de temporadas en estas mismas páginas que la obra de la creadora andaluza se desarrollaba en el fértil equilibrio que se modula entre memoria, fragilidad, arquitectura y saberes ancestrales, definición también aplicable a la producción presente. Y aún deberíamos añadir la recuperación de antiguas técnicas artesanales, de secretos de taller que transporta al presente con absoluta maestría. Ahora, además, Mejías suma nuevas aptitudes que la llevan a dominar los espacios, a conquistarlos mediante una acción global que encadena instalaciones y vídeo-creaciones con sutileza y sin discontinuidades
Un desorden esclarecedor
La comisaria de la muestra hace hincapié en la noción de ‘claro’, tomada de la filósofa María Zambrano como lugar –más emocional que físico– que en mitad de toda espesura existencial, de toda vorágine vital, permite establecer un orden distinto a la reglamentación social, esto es, fuerza a admitir un desorden esclarecedor, un soplo de luz y cielo que invita a detener(se) y escuchar(se).
La obra de Cristina Mejías tiene múltiples lecturas e intencionalidades, toda vez que comienza a manifestarse con un lenguaje maduro y propio. Por un lado, en ‘Aprendices errantes’, las instalaciones con láminas de madera natural o teñida, excepcionalmente iluminadas por Víctor Colmenero, trasladan al espectador a un escenario selvático, retorciendo el género paisajístico tradicional hasta transformarlo en práctica tridimensional. Esa experiencia, sin embargo, debe ser completada por el público, al ser recorrida y convertida en tal por este que, con su dinamismo, activa sonidos y movimientos.



En las imágenes, distintas propuestas de ‘Saber de oído’, de Cristina Mejías en Córdoba
Guillermo Garrido
El golpeo de los metales, ecos de martillo y fragua, y el desplazamiento circular sobre el agua de manos de siete dedos (a medio camino entre la Hamsa o amuleto protector oriental, la atracción de feria basada en la subversión genética o el futuro de la humanidad, que pergeña la implantación de dos dedos robóticos extra, como ha demostrado el MIT), fuerza a repensar tanto en el poder cíclico del rito cuanto en la pérdida u olvido de tales acervos culturales.
‘Cantantes silenciosas’, connotada por el vídeo donde se sobreimpresiona un diálogo entre la artista y su hermano, presenta instalaciones escultóricas que no renuncian a establecer puentes con la Historia del Arte. Labores textiles femeninas emergen en los trenzados de cáñamo o en las maderas entrelazadas que recuerdan arquitecturas primigenias. ‘Marsias’, tronco invertido e intervenido, encontrado en el macizo de Turbón, remite al ‘objet trouvé’.
Cristina Mejías
‘Saber de oído. Cantantes silenciosas; aprendices errantes’. Centro de Creación Contemporánea de Andalucía. Córdoba. C/ Carmen Olmedo Checa, s/n .Comisaria: Claudia Rodríguez-Ponga. Hasta el 21 de octubre. Cuatro estrellas.
‘We’re Stepping on the Bottom of the Sea II’ (2019-25), embalaje entreabierto e iluminado que encierra elementos sobrantes de otras instalaciones, representa un inteligente guiño al poder simbólico de la maleta en su doble dimensión objetual y depositaria, como ya demostraron Duchamp, Man Ray, Breton o, más cercanos en el tiempo y en el espacio, Brossa, Valldosera o Alvargonzález.
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