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  Arte  Veinte pases con forma de Giraldillo: Pablo Aguado cambia su durito en la Maestranza
Arte

Veinte pases con forma de Giraldillo: Pablo Aguado cambia su durito en la Maestranza

9 de mayo de 2025
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El durito lo cambia quien lo tiene. Y Pablo Aguado llevaba demasiado tiempo guardándolo en lo más profundo de su bolsillo hasta que este jueves de farolillos decidió sacarlo en la Maestranza e introducirlo por la ranura del corazón de Sevilla. Veinte pases , a modo de reconquista. Salían toreando de la plaza y hablaban del único que no había cortado orejas. Ésas que le hubieran dado de Victorioso, el cupón premiado que le había regalado ‘Juampedro’ para que volviera a cantar Victoria. El toro con el que ambos soñaban, ése magno animal que confirmó al matador como cardenal del toreo sevillano y que reconcilió y reivindicó a su criador. Fue ésta la obra cimera de Pablo Aguado, la pieza catedralicia de su era pospandémica. Y posiblemente de toda su carrera. Por lo que hizo, y por cómo lo hizo. El tempo del toreo. Poco y bueno . Una genialidad que brotaba por el caudal de San Bernardo. Bendecida por Curro Romero y escrita por Antonio Burgos , que la vieron por los ojos de Carmen Tello e Isabel Herce, sentadas en la barrera del 7 junto a Miquel Barceló, que se llevó el brindis de Victorioso. De artista a artista, pasando por el toro artista. Honores también para Juan Pedro Domecq Solís , que lo vio a través de la mirada de su hijo, necesitado de esta victoria. Y Ramón Ybarr a. Y tantos otros partidarios de torero y ganadero…No se podía ser ya más Pepe Luis que Aguado frente a Victorioso. Victoria para la sevillanía. Se desmayaba cuando le pasaba por la bragueta y se aligeraba fuera de su cara. Era la evidencia del hambre que traía. Ya lo dijo el Faraón: « ¡Qué difícil es comer despacito cuando hay ganas de comer! ». Y con tanta prisa pinchó sobre lo alto de Victorioso. Una obra fugaz, aunque intensa. ¿Cómo es posible torear más despacio con toro que sin toro? Si pocos fueron los muletazos, menos fue el tiempo que estuvo en la cara del hermoso y victorioso animal. Cuatro tandas y se fue a por la espada . Lo había calado rápido cuando en la primera raya del tercio giró en redondo y, sobre sus pies juntitos, crujió la cintura. Y crujió Sevilla. Galopaba Victorioso con un son extraordinario. Ayudados por alto, trincherillas y kikirikís… Veinte pases con forma de Giraldillo . Trajo Juan Pedro Domecq la corrida que tanta falta le hacía. Posiblemente la más completa y variada que se le recuerde: toros con humillación, toros calidad, toros con emoción… Hasta cuatro salieron con las orejas colgando: segundo, tercero, cuarto y quinto. Sin desmerecer al primero, noble y manejable. Competirá, con permiso de las tres que vengan, con Alcurrucén por el conjunto global, en tipo y forma. Como Redactor –cuarto–, que traía manuscrita la esencia del « toro artista » que tanto se le recuerda al grandioso genio que fue Juan Pedro padre: clase, ritmo y humillación . Si te tiene que coger uno, que sea éste. Que fue lo que pareció pensar el riojano cuando pasada media faena asumió que no se lo podía dejar ir y tiró la moneda, en forma de pañosa: al hocico y enroscado . Toreaba en curvas, con la cintura partida y el alma rota. Entregado en su final, quitando la muleta y volviéndola a echar. Hermoso. Como su estocada, en toda la yema. Pero hasta en las tardes más memorables se cuecen habas. Y alguien tenía que meter la pata. Fue Gabriel Fernández Rey, decadente presidente que si no dimite ‘motu proprio’ debe ser cesado con urgencia . No hay una razón evidente que lo justifique en el palco de la Maestranza. Si sorprendente fue su dadivosidad en la primera oreja de Castella –recordemos las que viene de negarle, por ejemplo, a Morante y a Ventura–, no menos fue la cicatería con la que le negó ante el quinto. Más vibrante esta faena, como el toro, cumbre de emoción, o la estocada, mejor colocada y más letal. La bronca arrancó a toda la plaza, y con razón: « ¡Fuera, fuera, fuera! » y «¡Fuera del palco!». A Del Nido junior lo tratan con más cariño en Nervión. Tuvo demasiada mala suerte Sebastián Castella . Vale que se encontró con un lote de incuestionable Puerta del Príncipe –que tampoco es que hubiera logrado a pesar del nefasto presidente–, pero es que salir a torear por ese palo suyo después de cómo torearon Aguado y Urdiales es una auténtica putada. Porque entre el látigo y la seda hay un mundo . Justo le rogaba a Dios el Sumo Pontífice que nos permitiera construir puentes con «todos aquellos que necesitan caridad, diálogo, cariño» cuando Gabriel Fernández Rey, otras veces severo, sacó con cariño y caridad esa primera oreja tras una floja petición y una eterna llegada de las mulillas (fue descarado). No pasó Castella con el bravo y sutil Mágico de dos quebrantes chicuelinas. Se lo brindó al empresario mexicanos Don Bull, uno de los grandes defensores de las corridas incruentas como solución de futuro para la fiesta, y, sin concretar nada, mató de estocada trasera. Esto es muy difícil de defender, Gabriel. Más impacto tuvo lo de Castella con Predicador, el vibrante y muy emocionante quinto, al que había asado en banderillas José Chacón . Ligó varias series el francés, más aplaudidas por el galope y transmisión del ‘juampedro’ que por el fondo de su conjunto. Para justificar el petardo anterior, Gabriel se puso duro y negó una petición mayor y más justificada. ¡Vaya mitin!FERIA DE ABRIL Plaza de Toros de Sevilla. Jueves 8 de mayo de 2025. Decimotercera del abono. Lleno en los tendidos. Dos horas y veinticinco minutos de festejo. Presidió, de manera nefasta, Gabriel Fernández Rey. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, de excelente presentación y juego. 1º, buena condición aunque faltó empuje; 2º, con empuje y calidad; 3º, de extraordinaria nobleza y son; 4º, humillador y enclasado; 5º de emocionante vibración y entrega; 6º, descompuesto. Diego Urdiales, de tabaco y oro. Estocada larga (silencio); estocada (oreja). Sebastián Castella, de rosa palo y oro. Estocada trasera (oreja); estocada (vuelta al ruedo). Pablo Aguado, de fucsia y oro. Pinchazo y mete y saca tras ser arrollado (vuelta al ruedo); estocada (silencio). . El durito lo cambia quien lo tiene. Y Pablo Aguado llevaba demasiado tiempo guardándolo en lo más profundo de su bolsillo hasta que este jueves de farolillos decidió sacarlo en la Maestranza e introducirlo por la ranura del corazón de Sevilla. Veinte pases , a modo de reconquista. Salían toreando de la plaza y hablaban del único que no había cortado orejas. Ésas que le hubieran dado de Victorioso, el cupón premiado que le había regalado ‘Juampedro’ para que volviera a cantar Victoria. El toro con el que ambos soñaban, ése magno animal que confirmó al matador como cardenal del toreo sevillano y que reconcilió y reivindicó a su criador. Fue ésta la obra cimera de Pablo Aguado, la pieza catedralicia de su era pospandémica. Y posiblemente de toda su carrera. Por lo que hizo, y por cómo lo hizo. El tempo del toreo. Poco y bueno . Una genialidad que brotaba por el caudal de San Bernardo. Bendecida por Curro Romero y escrita por Antonio Burgos , que la vieron por los ojos de Carmen Tello e Isabel Herce, sentadas en la barrera del 7 junto a Miquel Barceló, que se llevó el brindis de Victorioso. De artista a artista, pasando por el toro artista. Honores también para Juan Pedro Domecq Solís , que lo vio a través de la mirada de su hijo, necesitado de esta victoria. Y Ramón Ybarr a. Y tantos otros partidarios de torero y ganadero…No se podía ser ya más Pepe Luis que Aguado frente a Victorioso. Victoria para la sevillanía. Se desmayaba cuando le pasaba por la bragueta y se aligeraba fuera de su cara. Era la evidencia del hambre que traía. Ya lo dijo el Faraón: « ¡Qué difícil es comer despacito cuando hay ganas de comer! ». Y con tanta prisa pinchó sobre lo alto de Victorioso. Una obra fugaz, aunque intensa. ¿Cómo es posible torear más despacio con toro que sin toro? Si pocos fueron los muletazos, menos fue el tiempo que estuvo en la cara del hermoso y victorioso animal. Cuatro tandas y se fue a por la espada . Lo había calado rápido cuando en la primera raya del tercio giró en redondo y, sobre sus pies juntitos, crujió la cintura. Y crujió Sevilla. Galopaba Victorioso con un son extraordinario. Ayudados por alto, trincherillas y kikirikís… Veinte pases con forma de Giraldillo . Trajo Juan Pedro Domecq la corrida que tanta falta le hacía. Posiblemente la más completa y variada que se le recuerde: toros con humillación, toros calidad, toros con emoción… Hasta cuatro salieron con las orejas colgando: segundo, tercero, cuarto y quinto. Sin desmerecer al primero, noble y manejable. Competirá, con permiso de las tres que vengan, con Alcurrucén por el conjunto global, en tipo y forma. Como Redactor –cuarto–, que traía manuscrita la esencia del « toro artista » que tanto se le recuerda al grandioso genio que fue Juan Pedro padre: clase, ritmo y humillación . Si te tiene que coger uno, que sea éste. Que fue lo que pareció pensar el riojano cuando pasada media faena asumió que no se lo podía dejar ir y tiró la moneda, en forma de pañosa: al hocico y enroscado . Toreaba en curvas, con la cintura partida y el alma rota. Entregado en su final, quitando la muleta y volviéndola a echar. Hermoso. Como su estocada, en toda la yema. Pero hasta en las tardes más memorables se cuecen habas. Y alguien tenía que meter la pata. Fue Gabriel Fernández Rey, decadente presidente que si no dimite ‘motu proprio’ debe ser cesado con urgencia . No hay una razón evidente que lo justifique en el palco de la Maestranza. Si sorprendente fue su dadivosidad en la primera oreja de Castella –recordemos las que viene de negarle, por ejemplo, a Morante y a Ventura–, no menos fue la cicatería con la que le negó ante el quinto. Más vibrante esta faena, como el toro, cumbre de emoción, o la estocada, mejor colocada y más letal. La bronca arrancó a toda la plaza, y con razón: « ¡Fuera, fuera, fuera! » y «¡Fuera del palco!». A Del Nido junior lo tratan con más cariño en Nervión. Tuvo demasiada mala suerte Sebastián Castella . Vale que se encontró con un lote de incuestionable Puerta del Príncipe –que tampoco es que hubiera logrado a pesar del nefasto presidente–, pero es que salir a torear por ese palo suyo después de cómo torearon Aguado y Urdiales es una auténtica putada. Porque entre el látigo y la seda hay un mundo . Justo le rogaba a Dios el Sumo Pontífice que nos permitiera construir puentes con «todos aquellos que necesitan caridad, diálogo, cariño» cuando Gabriel Fernández Rey, otras veces severo, sacó con cariño y caridad esa primera oreja tras una floja petición y una eterna llegada de las mulillas (fue descarado). No pasó Castella con el bravo y sutil Mágico de dos quebrantes chicuelinas. Se lo brindó al empresario mexicanos Don Bull, uno de los grandes defensores de las corridas incruentas como solución de futuro para la fiesta, y, sin concretar nada, mató de estocada trasera. Esto es muy difícil de defender, Gabriel. Más impacto tuvo lo de Castella con Predicador, el vibrante y muy emocionante quinto, al que había asado en banderillas José Chacón . Ligó varias series el francés, más aplaudidas por el galope y transmisión del ‘juampedro’ que por el fondo de su conjunto. Para justificar el petardo anterior, Gabriel se puso duro y negó una petición mayor y más justificada. ¡Vaya mitin!FERIA DE ABRIL Plaza de Toros de Sevilla. Jueves 8 de mayo de 2025. Decimotercera del abono. Lleno en los tendidos. Dos horas y veinticinco minutos de festejo. Presidió, de manera nefasta, Gabriel Fernández Rey. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, de excelente presentación y juego. 1º, buena condición aunque faltó empuje; 2º, con empuje y calidad; 3º, de extraordinaria nobleza y son; 4º, humillador y enclasado; 5º de emocionante vibración y entrega; 6º, descompuesto. Diego Urdiales, de tabaco y oro. Estocada larga (silencio); estocada (oreja). Sebastián Castella, de rosa palo y oro. Estocada trasera (oreja); estocada (vuelta al ruedo). Pablo Aguado, de fucsia y oro. Pinchazo y mete y saca tras ser arrollado (vuelta al ruedo); estocada (silencio). .  

TOROS | FERIA DE ABRIL

Logró su gran faena pospandémica, una delicia de la sevillanía, frente a uno de los cuatro grandiosos toros que lidió Juan Pedro Domecq en su corrida más completa y esperanzadora en la Maestranza

El presidente Gabriel Fernández Rey, si no dimite por propia decisión, debe ser destituido cuanto antes: no está a la altura de la categoría de Sevilla

Pablo Aguado bordó una extraordinaria faena ante el tercero de Juan Pedro Domecq Juan Flores

El durito lo cambia quien lo tiene. Y Pablo Aguado llevaba demasiado tiempo guardándolo en lo más profundo de su bolsillo hasta que este jueves de farolillos decidió sacarlo en la Maestranza e introducirlo por la ranura del corazón de Sevilla. Veinte pases, a modo … de reconquista. Salían toreando de la plaza y hablaban del único que no había cortado orejas. Ésas que le hubieran dado de Victorioso, el cupón premiado que le había regalado ‘Juampedro’ para que volviera a cantar Victoria. El toro con el que ambos soñaban, ése magno animal que confirmó al matador como cardenal del toreo sevillano y que reconcilió y reivindicó a su criador. Fue ésta la obra cimera de Pablo Aguado, la pieza catedralicia de su era pospandémica. Y posiblemente de toda su carrera. Por lo que hizo, y por cómo lo hizo. El tempo del toreo. Poco y bueno. Una genialidad que brotaba por el caudal de San Bernardo. Bendecida por Curro Romero y escrita por Antonio Burgos, que la vieron por los ojos de Carmen Tello e Isabel Herce, sentadas en la barrera del 7 junto a Miquel Barceló, que se llevó el brindis de Victorioso. De artista a artista, pasando por el toro artista. Honores también para Juan Pedro Domecq Solís, que lo vio a través de la mirada de su hijo, necesitado de esta victoria. Y Ramón Ybarra. Y tantos otros partidarios de torero y ganadero…

No se podía ser ya más Pepe Luis que Aguado frente a Victorioso. Victoria para la sevillanía. Se desmayaba cuando le pasaba por la bragueta y se aligeraba fuera de su cara. Era la evidencia del hambre que traía. Ya lo dijo el Faraón: «¡Qué difícil es comer despacito cuando hay ganas de comer!». Y con tanta prisa pinchó sobre lo alto de Victorioso. Una obra fugaz, aunque intensa. ¿Cómo es posible torear más despacio con toro que sin toro? Si pocos fueron los muletazos, menos fue el tiempo que estuvo en la cara del hermoso y victorioso animal. Cuatro tandas y su fue a por la espada. Lo había calado rápido cuando en la primera raya del tercio giró en redondo y, sobre sus pies juntitos, crujió la cintura. Y crujió Sevilla. Galopaba Victorioso con un son extraordinario. Ayudados por alto, trincherillas y kikirikís… Veinte pases con forma de Giraldillo.

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Pero hasta en las tardes más memorables se cuecen habas. Y alguien tenía que meter la pata. Fue Gabriel Fernández Rey, decadente presidente que si no dimite ‘motu proprio’ debe ser cesado con urgencia. No hay una razón evidente que lo justifique en el palco de la Maestranza. Si sorprendente fue su dadivosidad en la primera oreja de Castella –recordemos las que viene de negarle, por ejemplo, a Morante y a Ventura–, no menos fue la cicatería con la que le negó ante el quinto. Más vibrante esta faena, como el toro, cumbre de emoción, o la estocada, mejor colocada y más letal. La bronca arrancó a toda la plaza, y con razón: «¡Fuera, fuera, fuera!» y «¡Fuera del palco!». A Del Nido junior lo tratan con más cariño en Nervión.

Tuvo demasiada mala suerte Sebastián Castella. Vale que se encontró con un lote de incuestionable Puerta del Príncipe –que tampoco es que hubiera logrado a pesar del nefasto presidente–, pero es que salir a torear por ese palo suyo después de cómo torearon Aguado y Urdiales es una auténtica putada. Porque entre el látigo y la seda hay un mundo.

  • Plaza de Toros de Sevilla.
    Jueves 8 de mayo de 2025. Decimotercera del abono. Lleno en los tendidos. Dos horas y veinticinco minutos de festejo. Presidió, de manera nefasta, Gabriel Fernández Rey. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, de excelente presentación y juego. 1º, buena condición aunque faltó empuje; 2º, con empuje y calidad; 3º, de extraordinaria nobleza y son; 4º, humillador y enclasado; 5º de emocionante vibración y entrega; 6º, descompuesto.
  • Diego Urdiales,
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    de rosa palo y oro. Estocada trasera (oreja); estocada (vuelta al ruedo).
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