Más allá de la cifra definitiva de asistentes, la Feria del Libro de Madrid, que abre sus puertas en el Parque del Retiro desde hoy y hasta el 15 de junio, sigue figurando entre las citas más concurridas y emocionantes del calendario cultural del año. La afluencia masiva de todo tipo de públicos —la cifra esperada puede superar el millón de visitantes— ratifica la conexión particular de la feria con una sociedad que lee más que nunca y es capaz de moverse con ávida curiosidad ante una oferta literalmente inabarcable: aunque nunca nadie lo ha leído todo (por fortuna), la feria permite ensanchar la propia dieta de lectura con paseos por las casetas o con la asistencia caprichosa o programada a la multitud de actos con escritores y autores de libros, que no siempre son lo mismo.
La horizontalidad de la feria propicia la posibilidad de dejarse tentar por editoriales grandes y de gran tonelaje publicitario, pero también por la infinidad creciente de sellos menores, capaces no solo de resistir en el competitivo ecosistema editorial español, sino de colocar algunos de sus títulos y autores entre los que movilizan la conversación pública. La expansión en la última década de la literatura juvenil e infantil, con un aumento neto en calidad y cantidad, es otro rasgo más de un mapa cultural que no debe medirse solo con números, datos y porcentajes sino con emociones y adhesiones voluntarias. El monocultivo de las pantallas puede no tener la magnitud que tiende a creerse cuando las cifras de lectores no dejan de crecer año tras año, pese a la abrumadora oferta audiovisual. Los libros siguen atrapando la intimidad de centenares de miles de personas: las colas ante las grandes figuras literarias se complementan con otras protagonizadas por youtubers, pero también por autores de perfiles mucho más modestos. La democratización cultural que encarna la Feria de Madrid es en sí misma un bien común obvio y un ejemplo transversal de ciudadanía militante.
El hecho de que este año sea Nueva York la ciudad invitada añade un aliciente doble, cultural y político: no solo sigue siendo uno de los iconos incontestables de la vanguardia cultural global, sino que es un bastión de resistencia intelectual ante la necedad política que avanza en Estados Unidos. Madrid y su Feria del Libro sirven de refugio contra la arbitrariedad y el despotismo. Y supone una buena noticia la incorporación por primera vez de un pabellón iberoamericano. Cuando hace un año la dirección de la feria decidió coordinar la invitación de la ciudad de Nueva York con departamentos de estudios latinoamericanos de Brown, Columbia, Fordham, Cornell, Yale y de la hoy asaltada Universidad de Harvard, no era previsible la connotación reivindicativa de la diversidad de orígenes con una lengua común. Nueva York lee y escribe en español, y desde hoy también a sus escritores e investigadores se les podrá escuchar en el Retiro de Madrid.
La Feria del Libro de Madrid, con Nueva York como invitada, adquiere otro significado en medio del ataque a la cultura y la educación
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional
La Feria del Libro de Madrid, con Nueva York como invitada, adquiere otro significado en medio del ataque a la cultura y la educación
Más allá de la cifra definitiva de asistentes, la Feria del Libro de Madrid, que abre sus puertas en el Parque del Retiro desde hoy y hasta el 15 de junio, sigue figurando entre las citas más concurridas y emocionantes del calendario cultural del año. La afluencia masiva de todo tipo de públicos —la cifra esperada puede superar el millón de visitantes— ratifica la conexión particular de la feria con una sociedad que lee más que nunca y es capaz de moverse con ávida curiosidad ante una oferta literalmente inabarcable: aunque nunca nadie lo ha leído todo (por fortuna), la feria permite ensanchar la propia dieta de lectura con paseos por las casetas o con la asistencia caprichosa o programada a la multitud de actos con escritores y autores de libros, que no siempre son lo mismo.
La horizontalidad de la feria propicia la posibilidad de dejarse tentar por editoriales grandes y de gran tonelaje publicitario, pero también por la infinidad creciente de sellos menores, capaces no solo de resistir en el competitivo ecosistema editorial español, sino de colocar algunos de sus títulos y autores entre los que movilizan la conversación pública. La expansión en la última década de la literatura juvenil e infantil, con un aumento neto en calidad y cantidad, es otro rasgo más de un mapa cultural que no debe medirse solo con números, datos y porcentajes sino con emociones y adhesiones voluntarias. El monocultivo de las pantallas puede no tener la magnitud que tiende a creerse cuando las cifras de lectores no dejan de crecer año tras año, pese a la abrumadora oferta audiovisual. Los libros siguen atrapando la intimidad de centenares de miles de personas: las colas ante las grandes figuras literarias se complementan con otras protagonizadas por youtubers, pero también por autores de perfiles mucho más modestos. La democratización cultural que encarna la Feria de Madrid es en sí misma un bien común obvio y un ejemplo transversal de ciudadanía militante.
El hecho de que este año sea Nueva York la ciudad invitada añade un aliciente doble, cultural y político: no solo sigue siendo uno de los iconos incontestables de la vanguardia cultural global, sino que es un bastión de resistencia intelectual ante la necedad política que avanza en Estados Unidos. Madrid y su Feria del Libro sirven de refugio contra la arbitrariedad y el despotismo. Y supone una buena noticia la incorporación por primera vez de un pabellón iberoamericano. Cuando hace un año la dirección de la feria decidió coordinar la invitación de la ciudad de Nueva York con departamentos de estudios latinoamericanos de Brown, Columbia, Fordham, Cornell, Yale y de la hoy asaltada Universidad de Harvard, no era previsible la connotación reivindicativa de la diversidad de orígenes con una lengua común. Nueva York lee y escribe en español, y desde hoy también a sus escritores e investigadores se les podrá escuchar en el Retiro de Madrid.
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