Apenas 600 metros separan en la calle Barquillo de Madrid la sede central del Instituto Cervantes de la que fue la galería Juana de Aizpuru desde 1983 hasta diciembre de 2023, cuando cerró sus puertas, tras la jubilación (a regañadientes y por motivos de salud) de su fundadora. La placa de su galería está ya en la caja 1.300 del Cervantes, junto con un puñado de fotografías que repasan más de 90 años de vida y 53 de carrera . Con ello, el Cervantes ha querido rendir homenaje a una mujer de bandera que, como bien dice Luis García Montero , director de la institución, «se merece todos los reconocimientos. Es un honor recibir este legado». Le acompañaban dos historiadores, comisarios y críticos de arte, Juan Manuel Bonet y Gloria Moure , y Margarita Aizpuru , una de las hijas de Juana. No pudo asistir la homenajeada, quien, por prescripción médica, permanece en Sevilla por problemas de salud. «Os agradece este homenaje y os manda un abrazo. Mental y emocionalmente está aquí presente», dice su hija. En un coloquio posterior, todos ellos esbozaron la trayectoria de esta mujer de pelo encendido, irrepetible , que «exhalaba energía», « adelantada de todo », con una gran «capacidad de convicción y seducción», entusiasta, generosa … Ha donado obras a museos como el CAAC de Sevilla y el Reina Sofía, al que vendió su archivo . Juana marcó una época y fue referente incuestionable en el mundo del arte. Una mujer que se atrevió a abrir en 1970, durante el franquismo y en una ciudad tradicional y conservadora como la Sevilla de entonces, una galería de arte contemporáneo. Tuvo que ver cómo escribían con espray en la fachada «Esto lo hace mi niño» y que las limpiadoras arrasaran en la sala con media exposición de arte conceptual, porque creían que era basura. «No entendían lo que se exponía allí», dice su hija. Noticias relacionadas reportaje Si PhotoEspaña 2025, en diez disparos Natividad Pulido reportaje Si Veronés seduce en el Prado Natividad PulidoNo había antecedentes artísticos en su familia. Nacida en Valladolid, Juana aterrizó en los años 60 en Sevilla debido a su matrimonio con Juan Aizpuru , de quien tomó su apellido: un ingeniero de montes, poeta, ecologista, conservador en Doñana… Y Sevilla ya se quedó en su corazón para siempre. Tras cerrar su galería en Madrid, decidió irse a Sevilla «a aprender a morir» . Comenzó siendo aficionada al arte y coleccionista, y organizando subastas de arte benéficas. Hasta que se armó de valor y con gran valentía decidió abrir en 1970 una galería en Sevilla (la cerró en 2004). Por esta y por la de Madrid (durante muchos años mantuvo ambas abiertas) pasó el mejor arte de vanguardia no solo español, sino internacional. La nómina de artistas es de quitar el hipo. « Activísima, incansable , fichó lo que le pareció más interesante de cada generación», advierte Bonet. Demostró tener un ojo excelente. Además, creó becas para los artistas emergentes. Y es que Juana siempre apoyó a los creadores de su galería , con los que, aparte de comprarles obra, mantenía una estrecha relación personal. Más que amigos, eran familia. «Para Alberto García-Alix era casi un madre», dice Margarita Aizupuru, quien destaca su activismo corporativo , creando asociaciones de galerías, reclamando un IVA reducido para el sector y una ley de Mecenazgo. Juana de Aizpuru, durante una entrevista con ABC en 2023 Ignacio GilIncomprendida, cuando tuvo la idea de crear en España una feria de arte contemporáneo y situar nuestro país en el mapa internacional, muy pocos creyeron en ella. Lo veían como una misión imposible. «¡Cosas de Juana!» , recuerda Bonet que pensó, al igual que muchos. Pero se salió con la suya y en 1982 nació ARCO . Alma mater de la feria, que fundó y dirigió desde la primera edición hasta 1986, le valió el sobrenombre, muy apropiado, de Juana de Arco . Además, puso en marcha otros proyectos como la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS) , para la que contó con un colaborador de excepción, Harald Szeemann. Gloria Moure destaca de Juana que «cuando había que apoyar algo, nada la paraba». Su figura, dice, encarna la visión de « un tipo de galerista que está desapareciendo , como Marian Goodman. Las galerías de arte se han diluido en otras cosas. Juana no quiso ser una institución cultural. Es una mujer que entendía lo que era una galería. Crecía con los artistas y los coleccionistas, le gustaba escuchar, tenía avidez por conocer, y siempre estaba rodeada de gente interesante. Trató de crear la feria en Barcelona, pero no la apoyaron». Margarita Aizpuru recuerda que su madre siempre ha sido « una moderna . Hizo esquí acuático en el Guadalquivir en los 70 , era una animalista convencida… Un día se subió a una grúa con los bomberos para salvar a un gato que estaba en una cornisa. De pequeñas nos llevaba a mis hermanas y a mí con el uniforme del colegio a ver exposiciones. Siempre ligó el arte a la vida. No concibe la vida sin arte. El arte es su vida . Decía que quería morirse en su despacho , pero tuvimos que convencerla para que se jubilara». Apenas 600 metros separan en la calle Barquillo de Madrid la sede central del Instituto Cervantes de la que fue la galería Juana de Aizpuru desde 1983 hasta diciembre de 2023, cuando cerró sus puertas, tras la jubilación (a regañadientes y por motivos de salud) de su fundadora. La placa de su galería está ya en la caja 1.300 del Cervantes, junto con un puñado de fotografías que repasan más de 90 años de vida y 53 de carrera . Con ello, el Cervantes ha querido rendir homenaje a una mujer de bandera que, como bien dice Luis García Montero , director de la institución, «se merece todos los reconocimientos. Es un honor recibir este legado». Le acompañaban dos historiadores, comisarios y críticos de arte, Juan Manuel Bonet y Gloria Moure , y Margarita Aizpuru , una de las hijas de Juana. No pudo asistir la homenajeada, quien, por prescripción médica, permanece en Sevilla por problemas de salud. «Os agradece este homenaje y os manda un abrazo. Mental y emocionalmente está aquí presente», dice su hija. En un coloquio posterior, todos ellos esbozaron la trayectoria de esta mujer de pelo encendido, irrepetible , que «exhalaba energía», « adelantada de todo », con una gran «capacidad de convicción y seducción», entusiasta, generosa … Ha donado obras a museos como el CAAC de Sevilla y el Reina Sofía, al que vendió su archivo . Juana marcó una época y fue referente incuestionable en el mundo del arte. Una mujer que se atrevió a abrir en 1970, durante el franquismo y en una ciudad tradicional y conservadora como la Sevilla de entonces, una galería de arte contemporáneo. Tuvo que ver cómo escribían con espray en la fachada «Esto lo hace mi niño» y que las limpiadoras arrasaran en la sala con media exposición de arte conceptual, porque creían que era basura. «No entendían lo que se exponía allí», dice su hija. Noticias relacionadas reportaje Si PhotoEspaña 2025, en diez disparos Natividad Pulido reportaje Si Veronés seduce en el Prado Natividad PulidoNo había antecedentes artísticos en su familia. Nacida en Valladolid, Juana aterrizó en los años 60 en Sevilla debido a su matrimonio con Juan Aizpuru , de quien tomó su apellido: un ingeniero de montes, poeta, ecologista, conservador en Doñana… Y Sevilla ya se quedó en su corazón para siempre. Tras cerrar su galería en Madrid, decidió irse a Sevilla «a aprender a morir» . Comenzó siendo aficionada al arte y coleccionista, y organizando subastas de arte benéficas. Hasta que se armó de valor y con gran valentía decidió abrir en 1970 una galería en Sevilla (la cerró en 2004). Por esta y por la de Madrid (durante muchos años mantuvo ambas abiertas) pasó el mejor arte de vanguardia no solo español, sino internacional. La nómina de artistas es de quitar el hipo. « Activísima, incansable , fichó lo que le pareció más interesante de cada generación», advierte Bonet. Demostró tener un ojo excelente. Además, creó becas para los artistas emergentes. Y es que Juana siempre apoyó a los creadores de su galería , con los que, aparte de comprarles obra, mantenía una estrecha relación personal. Más que amigos, eran familia. «Para Alberto García-Alix era casi un madre», dice Margarita Aizupuru, quien destaca su activismo corporativo , creando asociaciones de galerías, reclamando un IVA reducido para el sector y una ley de Mecenazgo. Juana de Aizpuru, durante una entrevista con ABC en 2023 Ignacio GilIncomprendida, cuando tuvo la idea de crear en España una feria de arte contemporáneo y situar nuestro país en el mapa internacional, muy pocos creyeron en ella. Lo veían como una misión imposible. «¡Cosas de Juana!» , recuerda Bonet que pensó, al igual que muchos. Pero se salió con la suya y en 1982 nació ARCO . Alma mater de la feria, que fundó y dirigió desde la primera edición hasta 1986, le valió el sobrenombre, muy apropiado, de Juana de Arco . Además, puso en marcha otros proyectos como la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS) , para la que contó con un colaborador de excepción, Harald Szeemann. Gloria Moure destaca de Juana que «cuando había que apoyar algo, nada la paraba». Su figura, dice, encarna la visión de « un tipo de galerista que está desapareciendo , como Marian Goodman. Las galerías de arte se han diluido en otras cosas. Juana no quiso ser una institución cultural. Es una mujer que entendía lo que era una galería. Crecía con los artistas y los coleccionistas, le gustaba escuchar, tenía avidez por conocer, y siempre estaba rodeada de gente interesante. Trató de crear la feria en Barcelona, pero no la apoyaron». Margarita Aizpuru recuerda que su madre siempre ha sido « una moderna . Hizo esquí acuático en el Guadalquivir en los 70 , era una animalista convencida… Un día se subió a una grúa con los bomberos para salvar a un gato que estaba en una cornisa. De pequeñas nos llevaba a mis hermanas y a mí con el uniforme del colegio a ver exposiciones. Siempre ligó el arte a la vida. No concibe la vida sin arte. El arte es su vida . Decía que quería morirse en su despacho , pero tuvimos que convencerla para que se jubilara».
Apenas 600 metros separan en la calle Barquillo de Madrid la sede central del Instituto Cervantes de la que fue la galería Juana de Aizpuru desde 1983 hasta diciembre de 2023, cuando cerró sus puertas, tras la jubilación (a regañadientes y por … motivos de salud) de su fundadora. La placa de su galería está ya en la caja 1.300 del Cervantes, junto con un puñado de fotografías que repasan más de 90 años de vida y 53 de carrera. Con ello, el Cervantes ha querido rendir homenaje a una mujer de bandera que, como bien dice Luis García Montero, director de la institución, «se merece todos los reconocimientos. Es un honor recibir este legado». Le acompañaban dos historiadores, comisarios y críticos de arte, Juan Manuel Bonet y Gloria Moure, y Margarita Aizpuru, una de las hijas de Juana. No pudo asistir la homenajeada, quien, por prescripción médica, permanece en Sevilla por problemas de salud. «Os agradece este homenaje y os manda un abrazo. Mental y emocionalmente está aquí presente», dice su hija.
En un coloquio posterior, todos ellos esbozaron la trayectoria de esta mujer de pelo encendido, irrepetible, que «exhalaba energía», «adelantada de todo», con una gran «capacidad de convicción y seducción», entusiasta, generosa… Ha donado obras a museos como el CAAC de Sevilla y el Reina Sofía, al que vendió su archivo. Juana marcó una época y fue referente incuestionable en el mundo del arte. Una mujer que se atrevió a abrir en 1970, durante el franquismo y en una ciudad tradicional y conservadora como la Sevilla de entonces, una galería de arte contemporáneo. Tuvo que ver cómo escribían con espray en la fachada «Esto lo hace mi niño» y que las limpiadoras arrasaran en la sala con media exposición de arte conceptual, porque creían que era basura. «No entendían lo que se exponía allí», dice su hija.
No había antecedentes artísticos en su familia. Nacida en Valladolid, Juana aterrizó en los años 60 en Sevilla debido a su matrimonio con Juan Aizpuru, de quien tomó su apellido: un ingeniero de montes, poeta, ecologista, conservador en Doñana… Y Sevilla ya se quedó en su corazón para siempre. Tras cerrar su galería en Madrid, decidió irse a Sevilla «a aprender a morir».
Comenzó siendo aficionada al arte y coleccionista, y organizando subastas de arte benéficas. Hasta que se armó de valor y con gran valentía decidió abrir en 1970 una galería en Sevilla (la cerró en 2004). Por esta y por la de Madrid (durante muchos años mantuvo ambas abiertas) pasó el mejor arte de vanguardia no solo español, sino internacional. La nómina de artistas es de quitar el hipo. «Activísima, incansable, fichó lo que le pareció más interesante de cada generación», advierte Bonet. Demostró tener un ojo excelente. Además, creó becas para los artistas emergentes. Y es que Juana siempre apoyó a los creadores de su galería, con los que, aparte de comprarles obra, mantenía una estrecha relación personal. Más que amigos, eran familia. «Para Alberto García-Alix era casi un madre», dice Margarita Aizupuru, quien destaca su activismo corporativo, creando asociaciones de galerías, reclamando un IVA reducido para el sector y una ley de Mecenazgo.
Ignacio Gil
Incomprendida, cuando tuvo la idea de crear en España una feria de arte contemporáneo y situar nuestro país en el mapa internacional, muy pocos creyeron en ella. Lo veían como una misión imposible. «¡Cosas de Juana!», recuerda Bonet que pensó, al igual que muchos. Pero se salió con la suya y en 1982 nació ARCO. Alma mater de la feria, que fundó y dirigió desde la primera edición hasta 1986, le valió el sobrenombre, muy apropiado, de Juana de Arco. Además, puso en marcha otros proyectos como la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS), para la que contó con un colaborador de excepción, Harald Szeemann.
Gloria Moure destaca de Juana que «cuando había que apoyar algo, nada la paraba». Su figura, dice, encarna la visión de «un tipo de galerista que está desapareciendo, como Marian Goodman. Las galerías de arte se han diluido en otras cosas. Juana no quiso ser una institución cultural. Es una mujer que entendía lo que era una galería. Crecía con los artistas y los coleccionistas, le gustaba escuchar, tenía avidez por conocer, y siempre estaba rodeada de gente interesante. Trató de crear la feria en Barcelona, pero no la apoyaron».
Margarita Aizpuru recuerda que su madre siempre ha sido «una moderna. Hizo esquí acuático en el Guadalquivir en los 70, era una animalista convencida… Un día se subió a una grúa con los bomberos para salvar a un gato que estaba en una cornisa. De pequeñas nos llevaba a mis hermanas y a mí con el uniforme del colegio a ver exposiciones. Siempre ligó el arte a la vida. No concibe la vida sin arte. El arte es su vida. Decía que quería morirse en su despacho, pero tuvimos que convencerla para que se jubilara».
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