Yo también hago fotos de platos bonitos, comparto historias de días felices y a veces me sorprendo revisando el carrete para ver qué tal ha quedado mi propia vida. Lo hacemos todos, o casi todos. Pero hay días e instantes en los que no saco el móvil. No porque haya decidido hacer una especie de detox digital, ni porque esté haciendo un experimento con mi atención, sino porque estoy dentro del momento. Tan dentro que se me olvida narrarlo. Una conversación absurda en una terraza cualquiera, las risas contagiosas de tus amigos o mirar el cielo. Me doy cuenta de que esos instantes, los que no subo, los que no cuento, los que no filtro, son los que me acompañan cuando apago la pantalla. Los que vuelven cuando cierro los ojos. Los que se parecen más a la vida real que a cualquier publicación. A veces, los pequeños milagros solo ocurren cuando no hay una cámara encendida y hay abrazos que no se convierten en historias de 15 segundos. Quizá no lo subamos, pero lo recordaremos.
Judith López Rueda. Sevilla
Cansada
Un nuevo 15-M nos pillaría mayores. No más viejos, sino más cansados. Porque nos plantamos, rompimos el bipartidismo, confiamos en proyectos distintos. Volvimos a confiar en quienes, desde siglas históricas, prometieron haber cambiado para estar a la altura. Sin embargo, aquí estamos. En medio de un ruido ensordecedor, sin horizonte y con la amarga certeza de que no se podía. Lo que en 2011 fue ilusión colectiva, hoy es decepción crónica. Y nos han arrebatado la esperanza de que alguien vaya a hacerlo mejor. Estoy cansada. Cansada de que no nos tomen en serio, del parlamentarismo de patio de colegio. De una clase política que no habla de la vida, sino de sí misma. Europa nos muestra el espejo de lo que va a venir, pero tampoco parece importar. No fue la gente la que se fue. Fueron los partidos los que se desconectaron.
Zana Viso Muñoz. Madrid
Partes contratantes
Es cierto que Ábalos, Koldo, Cerdán y los cómplices que puedan tener son unos (presuntos) chorizos. Pero su delito no es haberse llevado dinero de la caja, sino haberlo recibido, por causas ilícitas, de manos de unos empresarios. Pongamos también el foco en esos ilustres empresarios y ejemplares empresas.
Leandro Valencia Alonso. Sant Pol de Mar (Barcelona)
El amor a la lectura
Hoy es miércoles y llueve, el día está raro. Vamos hacia una gran librería situada en una importante calle del centro de Madrid, nos acompaña nuestra hija. Desde hace tiempo, sabe que si viene con nosotros saldrá con el libro que ella elija. Va buscando un título concreto y preguntamos al vendedor, que tiene mi edad, es decir, ya no cumplirá los 60. Nos acompaña a la sección, nos indica las diferentes traducciones y nos informa de la que a su juicio es la mejor. Mi hija le pregunta por otro título, y volvemos a repetir la misma operación con la misma cordialidad y profesionalidad por parte del vendedor. Salimos de la librería con tres libros. De camino, mi hija nos dice que si podemos volver a ese sitio, porque le ha gustado mucho ese señor. Los jóvenes leen si somos capaces de transmitir el amor a la lectura.
José Ignacio Vallejo Caldera. Madrid
Los lectores escriben sobre la dependencia de las redes sociales, el escándalo de corrupción en el PSOE y el amor a la lectura
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión
Los lectores escriben sobre la dependencia de las redes sociales, el escándalo de corrupción en el PSOE y el amor a la lectura
Yo también hago fotos de platos bonitos, comparto historias de días felices y a veces me sorprendo revisando el carrete para ver qué tal ha quedado mi propia vida. Lo hacemos todos, o casi todos. Pero hay días e instantes en los que no saco el móvil. No porque haya decidido hacer una especie de detox digital, ni porque esté haciendo un experimento con mi atención, sino porque estoy dentro del momento. Tan dentro que se me olvida narrarlo. Una conversación absurda en una terraza cualquiera, las risas contagiosas de tus amigos o mirar el cielo. Me doy cuenta de que esos instantes, los que no subo, los que no cuento, los que no filtro, son los que me acompañan cuando apago la pantalla. Los que vuelven cuando cierro los ojos. Los que se parecen más a la vida real que a cualquier publicación. A veces, los pequeños milagros solo ocurren cuando no hay una cámara encendida y hay abrazos que no se convierten en historias de 15 segundos. Quizá no lo subamos, pero lo recordaremos.
Judith López Rueda. Sevilla
Cansada
Un nuevo 15-M nos pillaría mayores. No más viejos, sino más cansados. Porque nos plantamos, rompimos el bipartidismo, confiamos en proyectos distintos. Volvimos a confiar en quienes, desde siglas históricas, prometieron haber cambiado para estar a la altura. Sin embargo, aquí estamos. En medio de un ruido ensordecedor, sin horizonte y con la amarga certeza de que no se podía. Lo que en 2011 fue ilusión colectiva, hoy es decepción crónica. Y nos han arrebatado la esperanza de que alguien vaya a hacerlo mejor. Estoy cansada. Cansada de que no nos tomen en serio, del parlamentarismo de patio de colegio. De una clase política que no habla de la vida, sino de sí misma. Europa nos muestra el espejo de lo que va a venir, pero tampoco parece importar. No fue la gente la que se fue. Fueron los partidos los que se desconectaron.
Zana Viso Muñoz. Madrid
Partes contratantes
Es cierto que Ábalos, Koldo, Cerdán y los cómplices que puedan tener son unos (presuntos) chorizos. Pero su delito no es haberse llevado dinero de la caja, sino haberlo recibido, por causas ilícitas, de manos de unos empresarios. Pongamos también el foco en esos ilustres empresarios y ejemplares empresas.
Leandro Valencia Alonso. Sant Pol de Mar (Barcelona)
El amor a la lectura
Hoy es miércoles y llueve, el día está raro. Vamos hacia una gran librería situada en una importante calle del centro de Madrid, nos acompaña nuestra hija. Desde hace tiempo, sabe que si viene con nosotros saldrá con el libro que ella elija. Va buscando un título concreto y preguntamos al vendedor, que tiene mi edad, es decir, ya no cumplirá los 60. Nos acompaña a la sección, nos indica las diferentes traducciones y nos informa de la que a su juicio es la mejor. Mi hija le pregunta por otro título, y volvemos a repetir la misma operación con la misma cordialidad y profesionalidad por parte del vendedor. Salimos de la librería con tres libros. De camino, mi hija nos dice que si podemos volver a ese sitio, porque le ha gustado mucho ese señor. Los jóvenes leen si somos capaces de transmitir el amor a la lectura.
José Ignacio Vallejo Caldera. Madrid
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