Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) le quita importancia al hecho de tocar los cinco conciertos para piano de Beethoven en un solo día. «No es ninguna machada… Otra cosa hubiera sido tocar -se ríe- los veintisiete conciertos de Mozart…» Perianes los tocará hoy junto a la Orquestra de la Comunitat Valenciana -a la que también dirigirá desde el teclado- en el Auditorio Nacional , en las dos sesiones que componen la séptima edición de Solo Música, la jornada con la que el Centro Nacional de Difusión Musical (CNMD) celebra el Día de la Música . A las 19.30 tocará el segundo, tercero y cuarto conciertos, y a las 22.30 el primero y el quinto -el conocido como ‘Emperador’, y el más popular-. La conversación, telefónica -Perianes está en Valencia-, comienza con un recuerdo a Alfred Brendel , el legendario pianista fallecido el martes. «Hay personas que no querríamos que desaparecieran nunca. Brendel no solo era un pianista y un músico excepcional, y en los últimos años un conferenciante y un profesor, sino un referente intelectual, musical y artístico. Es una verdadera pena perder a un referente como Alfred Brendel , desde luego que sí».—Solo con estar cerca de figuras así, aunque sea solo artísticamente, ayuda a crecer, ¿no?—Siempre recuerdo lo que mis profesores me decían: que se puede aprender más asistiendo a un concierto de una de estas grandes personalidades que recibiendo una clase. No porque la clase no pueda ser útil, sino por todo lo que aportan los grandes maestros: la diferencia en sus versiones, su personalidad… Son, repito, una referencia, y nutrirse de lo que hacen otros grandes pianistas forma parte del crecimiento personal.—Hablemos de la velada de mañana. ¿Qué le lleva a meterse en este lío, si lo es?—No tanto. Tengo la suerte de haber ido tocando los conciertos de Beethoven a lo largo de los años. La gracia de esta celebración es que se tienen que tocar los cinco en un solo día. Son en total tres horas y media, más o menos. Si hubieran sido los veintisiete de Mozart, eso ya hubiera sido otro panorama completamente distinto… Claro que es exigente, claro que hay un despliegue de energía, pero es algo perfectamente posible. No lo considero una machada, ni una hombrada ni una hazaña ni nada que se le parezca. Por contra, nos permite ver e incluso reflexionar sobre la evolución del lenguaje beethoveniano.—Habla de la evolución del lenguaje de Beethoven, pero los conciertos no se ofrecen de manera cronológica.—No, pero curiosamente sí empiezo por el primero y termino por el último. Todos sabemos que Beethoven compuso el número 2 antes que el número 1, pero por cuestiones de edición les cambió la numeración. El orden lo hemos determinado también por la duración, pero incluso me parece más interesante, porque el verdadero salto estilístico se da entre el segundo y el tercero; el cuarto queda como una especie de oasis en la primera sesión, y en la segunda tocamos el concierto más célebre, el ‘Emperador’, en el que Beethoven abrió las puertas al Romanticismo.«Tocar los cinco conciertos en un día no es una machada, ni una hombrada ni una hazaña ni nada que se le parezca. Por contra, nos permite ver e incluso reflexionar sobre la evolución del lenguaje beethoveniano»—En esta ocasión también los dirige, aunque creo que la palabra ‘dirigir’ no le gusta, que prefiere ‘concertar’.—Dirigir es lo que hacen los directores de orquesta. Concertar desde el piano significa que te levantas, marcas, ayudas… Eres una especie de mediador o el ‘centro de operaciones’ para que desde ahí salgan todas las ideas; en inglés usan el término ‘play conducting’, porque tocas y diriges… A mí me parece más adecuado el término concertar que dirigir, porque lo que haces es poner de acuerdo a todos desde el piano y dar indicaciones que pueden ayudar en cuanto a entradas, a expresión… Pero eso no es dirigir. Ni soy director de orquesta ni tengo ninguna intención de serlo.—¿Tiene algún favorito, o es como si le pregunto si prefiere a papá o a mamá?—Esta semana, al menos, no puedo tener ningún favorito. Además, cada uno, y lo digo con toda sinceridad, tiene algo que te hace quererlo. Tocas el segundo, y dices: ¡qué bueno, que obra de arte, qué segundo movimiento! Tocas el tercero y te parece un regalo… Son cinco gemas, y es difícil escoger entre cinco diamantes. Dicho esto, a mí siempre me ha parecido que el cuarto es el más original, el más único por experimental, el más improvisado y el más lírico… Pero claro, luego te encuentras con la energía del tercero o la originalidad del ‘Emperador’ con ese comienzo, o ese humor, que está presente por otro lado en los cinco… Son cinco obras de arte; quedarse con uno solo sería una pena para los otros cuatro.«En los conciertos están todos los estados de ánimo y diría que incluso todos los colores. ¿Qué necesita un pianista o un músico para llevarlos a cabo? Lo necesita prácticamente todo»— Si Beethoven solo hubiera compuesto estos cinco conciertos y no tuviera más obras, ¿seguiría entre los grandes de la música?—Creo que sí, son cinco obras maestras, como le he dicho. Pero muy afortunadamente tenemos también las sinfonías, la música de cámara, las sonatas para piano. Tenemos a un gigante y a un titán de la composición. Pero sí, creo que solamente la existencia de alguno de estos conciertos ya muestra el genio de un compositor.— ¿Y qué características especiales tienen estos conciertos a la hora de abordarlos?—Están el lirismo, la poesía, lo heroico, lo enormemente dramático, el humor… En los conciertos están todos los estados de ánimo y diría que incluso todos los colores. ¿Qué necesita un pianista o un músico para llevarlos a cabo? Lo necesita prácticamente todo. No estamos hablando del segundo concierto de Bela Bartók, donde el virtuosismo y la complejidad mecánica y rítmica están llevadas al extremo; pero evidentemente, sin tener todos esos elementos que citaba, es muy complicado abordar un concierto de Beethoven.— Ha dicho que no es una machada, pero ¿necesita una preparación especial para abordarlos en un solo día?—Estar fresco mentalmente, muy concentrado, descansado… Habitualmente tocamos un solo concierto, y en este caso son cinco… Y además tienes el rol adicional de concertar, y el desgaste físico es mayor. Pero fundamentalmente hay que estar descansado y, como dice Simeone, ir partido a partido. No tocar el segundo pensando en el quinto. El que estás tocando es el único en el que tienes que pensar.—Técnicamente hay alguno más complicado que otro?—Los compositores son herederos o han recibido influencia de autores anteriores. Y cuantos más conoces, más conectas todos los puntos. Y te das cuenta de la inmensidad del repertorio y de todo lo que te gustaría hacer, que ni en cuatro o cinco vidas podrías llevarlo a cabo. El repertorio es la inmensidad. Como ponerse delante del océano y empezar a coger cubitos de agua; es inabordable. Lo que hay que hacer es disfrutar y apasionarse por cada proyecto.«Con los años te vas acercando más a ese mantra budista que dice que lo que pasa conviene. Con los años todo se va temperando; con 20 años te quieres comer el mundo, a los 45 también, pero a bocaditos pequeños y sabiendo lo vasto que es el océano»—Tiene ahora muchos proyectos…—Me voy siete semanas a Australia y Nueva Zelanda, que eso sí que va a ser un ‘tour de force’, porque son muchas semanas fuera. Y a la vuelta se presenta el disco de Scarlatti que he grabado. Se incluyen 15 de las 550 que compuso; las hemos elegido por duración e inspiración española… Su contacto con nuestra cultura y los años en los que estuvo viviendo en Sevilla es lo que ha motivado este proyecto: queríamos hermanar a Scarlatti y a Albéniz. —¿Cuanto más se amplía el repertorio más se entiende el concepto global de la música?—Los compositores son herederos o han recibido influencia de autores anteriores. Y cuantos más conoces, más conectas todos los puntos. Y te das cuenta de la inmensidad del repertorio y de todo lo que te gustaría hacer, que ni en cuatro o cinco vidas podrías llevarlo a cabo. El repertorio es la inmensidad. Como ponerse delante del océano y empezar a coger cubitos de agua; es inabordable. Lo que hay que hacer es disfrutar y apasionarse por cada proyecto.—Lo que sí se perderá con el tiempo es el ansia por querer hacerlo todo…—Sí, con los años te vas acercando más a ese mantra budista que dice que lo que pasa conviene. Con los años todo se va temperando; con 20 años te quieres comer el mundo, a los 45 también, pero a bocaditos pequeños y sabiendo lo vasto que es el océano. Aprendes a disfrutar de lo que haces, más probablemente que cuando eras más joven y estabas en el proceso de descubrimiento. Ahora descubres también, porque yo no he perdido curiosidad, pero con un ritmo un poco más pausado y una conciencia de evolución y de más tranquilidad. Si no, no te da la vida, se agota la batería.— Curiosidad es una palabra fundamental para cualquier artista…—Es el mayor enemigo de la monotonía y de la rutina, y no hay necesidad ninguna de provocarse a uno mismo esos males. Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) le quita importancia al hecho de tocar los cinco conciertos para piano de Beethoven en un solo día. «No es ninguna machada… Otra cosa hubiera sido tocar -se ríe- los veintisiete conciertos de Mozart…» Perianes los tocará hoy junto a la Orquestra de la Comunitat Valenciana -a la que también dirigirá desde el teclado- en el Auditorio Nacional , en las dos sesiones que componen la séptima edición de Solo Música, la jornada con la que el Centro Nacional de Difusión Musical (CNMD) celebra el Día de la Música . A las 19.30 tocará el segundo, tercero y cuarto conciertos, y a las 22.30 el primero y el quinto -el conocido como ‘Emperador’, y el más popular-. La conversación, telefónica -Perianes está en Valencia-, comienza con un recuerdo a Alfred Brendel , el legendario pianista fallecido el martes. «Hay personas que no querríamos que desaparecieran nunca. Brendel no solo era un pianista y un músico excepcional, y en los últimos años un conferenciante y un profesor, sino un referente intelectual, musical y artístico. Es una verdadera pena perder a un referente como Alfred Brendel , desde luego que sí».—Solo con estar cerca de figuras así, aunque sea solo artísticamente, ayuda a crecer, ¿no?—Siempre recuerdo lo que mis profesores me decían: que se puede aprender más asistiendo a un concierto de una de estas grandes personalidades que recibiendo una clase. No porque la clase no pueda ser útil, sino por todo lo que aportan los grandes maestros: la diferencia en sus versiones, su personalidad… Son, repito, una referencia, y nutrirse de lo que hacen otros grandes pianistas forma parte del crecimiento personal.—Hablemos de la velada de mañana. ¿Qué le lleva a meterse en este lío, si lo es?—No tanto. Tengo la suerte de haber ido tocando los conciertos de Beethoven a lo largo de los años. La gracia de esta celebración es que se tienen que tocar los cinco en un solo día. Son en total tres horas y media, más o menos. Si hubieran sido los veintisiete de Mozart, eso ya hubiera sido otro panorama completamente distinto… Claro que es exigente, claro que hay un despliegue de energía, pero es algo perfectamente posible. No lo considero una machada, ni una hombrada ni una hazaña ni nada que se le parezca. Por contra, nos permite ver e incluso reflexionar sobre la evolución del lenguaje beethoveniano.—Habla de la evolución del lenguaje de Beethoven, pero los conciertos no se ofrecen de manera cronológica.—No, pero curiosamente sí empiezo por el primero y termino por el último. Todos sabemos que Beethoven compuso el número 2 antes que el número 1, pero por cuestiones de edición les cambió la numeración. El orden lo hemos determinado también por la duración, pero incluso me parece más interesante, porque el verdadero salto estilístico se da entre el segundo y el tercero; el cuarto queda como una especie de oasis en la primera sesión, y en la segunda tocamos el concierto más célebre, el ‘Emperador’, en el que Beethoven abrió las puertas al Romanticismo.«Tocar los cinco conciertos en un día no es una machada, ni una hombrada ni una hazaña ni nada que se le parezca. Por contra, nos permite ver e incluso reflexionar sobre la evolución del lenguaje beethoveniano»—En esta ocasión también los dirige, aunque creo que la palabra ‘dirigir’ no le gusta, que prefiere ‘concertar’.—Dirigir es lo que hacen los directores de orquesta. Concertar desde el piano significa que te levantas, marcas, ayudas… Eres una especie de mediador o el ‘centro de operaciones’ para que desde ahí salgan todas las ideas; en inglés usan el término ‘play conducting’, porque tocas y diriges… A mí me parece más adecuado el término concertar que dirigir, porque lo que haces es poner de acuerdo a todos desde el piano y dar indicaciones que pueden ayudar en cuanto a entradas, a expresión… Pero eso no es dirigir. Ni soy director de orquesta ni tengo ninguna intención de serlo.—¿Tiene algún favorito, o es como si le pregunto si prefiere a papá o a mamá?—Esta semana, al menos, no puedo tener ningún favorito. Además, cada uno, y lo digo con toda sinceridad, tiene algo que te hace quererlo. Tocas el segundo, y dices: ¡qué bueno, que obra de arte, qué segundo movimiento! Tocas el tercero y te parece un regalo… Son cinco gemas, y es difícil escoger entre cinco diamantes. Dicho esto, a mí siempre me ha parecido que el cuarto es el más original, el más único por experimental, el más improvisado y el más lírico… Pero claro, luego te encuentras con la energía del tercero o la originalidad del ‘Emperador’ con ese comienzo, o ese humor, que está presente por otro lado en los cinco… Son cinco obras de arte; quedarse con uno solo sería una pena para los otros cuatro.«En los conciertos están todos los estados de ánimo y diría que incluso todos los colores. ¿Qué necesita un pianista o un músico para llevarlos a cabo? Lo necesita prácticamente todo»— Si Beethoven solo hubiera compuesto estos cinco conciertos y no tuviera más obras, ¿seguiría entre los grandes de la música?—Creo que sí, son cinco obras maestras, como le he dicho. Pero muy afortunadamente tenemos también las sinfonías, la música de cámara, las sonatas para piano. Tenemos a un gigante y a un titán de la composición. Pero sí, creo que solamente la existencia de alguno de estos conciertos ya muestra el genio de un compositor.— ¿Y qué características especiales tienen estos conciertos a la hora de abordarlos?—Están el lirismo, la poesía, lo heroico, lo enormemente dramático, el humor… En los conciertos están todos los estados de ánimo y diría que incluso todos los colores. ¿Qué necesita un pianista o un músico para llevarlos a cabo? Lo necesita prácticamente todo. No estamos hablando del segundo concierto de Bela Bartók, donde el virtuosismo y la complejidad mecánica y rítmica están llevadas al extremo; pero evidentemente, sin tener todos esos elementos que citaba, es muy complicado abordar un concierto de Beethoven.— Ha dicho que no es una machada, pero ¿necesita una preparación especial para abordarlos en un solo día?—Estar fresco mentalmente, muy concentrado, descansado… Habitualmente tocamos un solo concierto, y en este caso son cinco… Y además tienes el rol adicional de concertar, y el desgaste físico es mayor. Pero fundamentalmente hay que estar descansado y, como dice Simeone, ir partido a partido. No tocar el segundo pensando en el quinto. El que estás tocando es el único en el que tienes que pensar.—Técnicamente hay alguno más complicado que otro?—Los compositores son herederos o han recibido influencia de autores anteriores. Y cuantos más conoces, más conectas todos los puntos. Y te das cuenta de la inmensidad del repertorio y de todo lo que te gustaría hacer, que ni en cuatro o cinco vidas podrías llevarlo a cabo. El repertorio es la inmensidad. Como ponerse delante del océano y empezar a coger cubitos de agua; es inabordable. Lo que hay que hacer es disfrutar y apasionarse por cada proyecto.«Con los años te vas acercando más a ese mantra budista que dice que lo que pasa conviene. Con los años todo se va temperando; con 20 años te quieres comer el mundo, a los 45 también, pero a bocaditos pequeños y sabiendo lo vasto que es el océano»—Tiene ahora muchos proyectos…—Me voy siete semanas a Australia y Nueva Zelanda, que eso sí que va a ser un ‘tour de force’, porque son muchas semanas fuera. Y a la vuelta se presenta el disco de Scarlatti que he grabado. Se incluyen 15 de las 550 que compuso; las hemos elegido por duración e inspiración española… Su contacto con nuestra cultura y los años en los que estuvo viviendo en Sevilla es lo que ha motivado este proyecto: queríamos hermanar a Scarlatti y a Albéniz. —¿Cuanto más se amplía el repertorio más se entiende el concepto global de la música?—Los compositores son herederos o han recibido influencia de autores anteriores. Y cuantos más conoces, más conectas todos los puntos. Y te das cuenta de la inmensidad del repertorio y de todo lo que te gustaría hacer, que ni en cuatro o cinco vidas podrías llevarlo a cabo. El repertorio es la inmensidad. Como ponerse delante del océano y empezar a coger cubitos de agua; es inabordable. Lo que hay que hacer es disfrutar y apasionarse por cada proyecto.—Lo que sí se perderá con el tiempo es el ansia por querer hacerlo todo…—Sí, con los años te vas acercando más a ese mantra budista que dice que lo que pasa conviene. Con los años todo se va temperando; con 20 años te quieres comer el mundo, a los 45 también, pero a bocaditos pequeños y sabiendo lo vasto que es el océano. Aprendes a disfrutar de lo que haces, más probablemente que cuando eras más joven y estabas en el proceso de descubrimiento. Ahora descubres también, porque yo no he perdido curiosidad, pero con un ritmo un poco más pausado y una conciencia de evolución y de más tranquilidad. Si no, no te da la vida, se agota la batería.— Curiosidad es una palabra fundamental para cualquier artista…—Es el mayor enemigo de la monotonía y de la rutina, y no hay necesidad ninguna de provocarse a uno mismo esos males.
Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) le quita importancia al hecho de tocar los cinco conciertos para piano de Beethoven en un solo día. «No es ninguna machada… Otra cosa hubiera sido tocar -se ríe- los veintisiete conciertos de Mozart…» Perianes los tocará hoy junto … a la Orquestra de la Comunitat Valenciana -a la que también dirigirá desde el teclado- en el Auditorio Nacional, en las dos sesiones que componen la séptima edición de Solo Música, la jornada con la que el Centro Nacional de Difusión Musical (CNMD) celebra el Día de la Música. A las 19.30 tocará el segundo, tercero y cuarto conciertos, y a las 22.30 el primero y el quinto -el conocido como ‘Emperador’, y el más popular-. La conversación, telefónica -Perianes está en Valencia-, comienza con un recuerdo a Alfred Brendel, el legendario pianista fallecido el martes. «Hay personas que no querríamos que desaparecieran nunca. Brendel no solo era un pianista y un músico excepcional, y en los últimos años un conferenciante y un profesor, sino un referente intelectual, musical y artístico. Es una verdadera pena perder a un referente como Alfred Brendel, desde luego que sí».
—Solo con estar cerca de figuras así, aunque sea solo artísticamente, ayuda a crecer, ¿no?
—Siempre recuerdo lo que mis profesores me decían: que se puede aprender más asistiendo a un concierto de una de estas grandes personalidades que recibiendo una clase. No porque la clase no pueda ser útil, sino por todo lo que aportan los grandes maestros: la diferencia en sus versiones, su personalidad… Son, repito, una referencia, y nutrirse de lo que hacen otros grandes pianistas forma parte del crecimiento personal.
—Hablemos de la velada de mañana. ¿Qué le lleva a meterse en este lío, si lo es?
—No tanto. Tengo la suerte de haber ido tocando los conciertos de Beethoven a lo largo de los años. La gracia de esta celebración es que se tienen que tocar los cinco en un solo día. Son en total tres horas y media, más o menos. Si hubieran sido los veintisiete de Mozart, eso ya hubiera sido otro panorama completamente distinto… Claro que es exigente, claro que hay un despliegue de energía, pero es algo perfectamente posible. No lo considero una machada, ni una hombrada ni una hazaña ni nada que se le parezca. Por contra, nos permite ver e incluso reflexionar sobre la evolución del lenguaje beethoveniano.
—Habla de la evolución del lenguaje de Beethoven, pero los conciertos no se ofrecen de manera cronológica.
—No, pero curiosamente sí empiezo por el primero y termino por el último. Todos sabemos que Beethoven compuso el número 2 antes que el número 1, pero por cuestiones de edición les cambió la numeración. El orden lo hemos determinado también por la duración, pero incluso me parece más interesante, porque el verdadero salto estilístico se da entre el segundo y el tercero; el cuarto queda como una especie de oasis en la primera sesión, y en la segunda tocamos el concierto más célebre, el ‘Emperador’, en el que Beethoven abrió las puertas al Romanticismo.
«Tocar los cinco conciertos en un día no es una machada, ni una hombrada ni una hazaña ni nada que se le parezca. Por contra, nos permite ver e incluso reflexionar sobre la evolución del lenguaje beethoveniano»
—En esta ocasión también los dirige, aunque creo que la palabra ‘dirigir’ no le gusta, que prefiere ‘concertar’.
—Dirigir es lo que hacen los directores de orquesta. Concertar desde el piano significa que te levantas, marcas, ayudas… Eres una especie de mediador o el ‘centro de operaciones’ para que desde ahí salgan todas las ideas; en inglés usan el término ‘play conducting’, porque tocas y diriges… A mí me parece más adecuado el término concertar que dirigir, porque lo que haces es poner de acuerdo a todos desde el piano y dar indicaciones que pueden ayudar en cuanto a entradas, a expresión… Pero eso no es dirigir. Ni soy director de orquesta ni tengo ninguna intención de serlo.
—¿Tiene algún favorito, o es como si le pregunto si prefiere a papá o a mamá?
—Esta semana, al menos, no puedo tener ningún favorito. Además, cada uno, y lo digo con toda sinceridad, tiene algo que te hace quererlo. Tocas el segundo, y dices: ¡qué bueno, que obra de arte, qué segundo movimiento! Tocas el tercero y te parece un regalo… Son cinco gemas, y es difícil escoger entre cinco diamantes. Dicho esto, a mí siempre me ha parecido que el cuarto es el más original, el más único por experimental, el más improvisado y el más lírico… Pero claro, luego te encuentras con la energía del tercero o la originalidad del ‘Emperador’ con ese comienzo, o ese humor, que está presente por otro lado en los cinco… Son cinco obras de arte; quedarse con uno solo sería una pena para los otros cuatro.
«En los conciertos están todos los estados de ánimo y diría que incluso todos los colores. ¿Qué necesita un pianista o un músico para llevarlos a cabo? Lo necesita prácticamente todo»
—Si Beethoven solo hubiera compuesto estos cinco conciertos y no tuviera más obras, ¿seguiría entre los grandes de la música?
—Creo que sí, son cinco obras maestras, como le he dicho. Pero muy afortunadamente tenemos también las sinfonías, la música de cámara, las sonatas para piano. Tenemos a un gigante y a un titán de la composición. Pero sí, creo que solamente la existencia de alguno de estos conciertos ya muestra el genio de un compositor.
—¿Y qué características especiales tienen estos conciertos a la hora de abordarlos?
—Están el lirismo, la poesía, lo heroico, lo enormemente dramático, el humor… En los conciertos están todos los estados de ánimo y diría que incluso todos los colores. ¿Qué necesita un pianista o un músico para llevarlos a cabo? Lo necesita prácticamente todo. No estamos hablando del segundo concierto de Bela Bartók, donde el virtuosismo y la complejidad mecánica y rítmica están llevadas al extremo; pero evidentemente, sin tener todos esos elementos que citaba, es muy complicado abordar un concierto de Beethoven.
—Ha dicho que no es una machada, pero ¿necesita una preparación especial para abordarlos en un solo día?
—Estar fresco mentalmente, muy concentrado, descansado… Habitualmente tocamos un solo concierto, y en este caso son cinco… Y además tienes el rol adicional de concertar, y el desgaste físico es mayor. Pero fundamentalmente hay que estar descansado y, como dice Simeone, ir partido a partido. No tocar el segundo pensando en el quinto. El que estás tocando es el único en el que tienes que pensar.
—Técnicamente hay alguno más complicado que otro?
—Los compositores son herederos o han recibido influencia de autores anteriores. Y cuantos más conoces, más conectas todos los puntos. Y te das cuenta de la inmensidad del repertorio y de todo lo que te gustaría hacer, que ni en cuatro o cinco vidas podrías llevarlo a cabo. El repertorio es la inmensidad. Como ponerse delante del océano y empezar a coger cubitos de agua; es inabordable. Lo que hay que hacer es disfrutar y apasionarse por cada proyecto.
«Con los años te vas acercando más a ese mantra budista que dice que lo que pasa conviene. Con los años todo se va temperando; con 20 años te quieres comer el mundo, a los 45 también, pero a bocaditos pequeños y sabiendo lo vasto que es el océano»
—Tiene ahora muchos proyectos…
—Me voy siete semanas a Australia y Nueva Zelanda, que eso sí que va a ser un ‘tour de force’, porque son muchas semanas fuera. Y a la vuelta se presenta el disco de Scarlatti que he grabado. Se incluyen 15 de las 550 que compuso; las hemos elegido por duración e inspiración española… Su contacto con nuestra cultura y los años en los que estuvo viviendo en Sevilla es lo que ha motivado este proyecto: queríamos hermanar a Scarlatti y a Albéniz.
—¿Cuanto más se amplía el repertorio más se entiende el concepto global de la música?
—Los compositores son herederos o han recibido influencia de autores anteriores. Y cuantos más conoces, más conectas todos los puntos. Y te das cuenta de la inmensidad del repertorio y de todo lo que te gustaría hacer, que ni en cuatro o cinco vidas podrías llevarlo a cabo. El repertorio es la inmensidad. Como ponerse delante del océano y empezar a coger cubitos de agua; es inabordable. Lo que hay que hacer es disfrutar y apasionarse por cada proyecto.
—Lo que sí se perderá con el tiempo es el ansia por querer hacerlo todo…
—Sí, con los años te vas acercando más a ese mantra budista que dice que lo que pasa conviene. Con los años todo se va temperando; con 20 años te quieres comer el mundo, a los 45 también, pero a bocaditos pequeños y sabiendo lo vasto que es el océano. Aprendes a disfrutar de lo que haces, más probablemente que cuando eras más joven y estabas en el proceso de descubrimiento. Ahora descubres también, porque yo no he perdido curiosidad, pero con un ritmo un poco más pausado y una conciencia de evolución y de más tranquilidad. Si no, no te da la vida, se agota la batería.
—Curiosidad es una palabra fundamental para cualquier artista…
—Es el mayor enemigo de la monotonía y de la rutina, y no hay necesidad ninguna de provocarse a uno mismo esos males.
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