Antes de que Bong Joon-ho ganara el Oscar con ‘Parásitos’, el cine coreano ya había despertado la curiosidad del mundo, primero con Kim Ki-duk y también con P ark Chan-wook, Lee Chang-dong, Kim Jee-woon y otros que también reúnen brutalidad y poesía en sus historias explosivas. Títulos como ‘Old boy’, ‘La doncella’, ‘Hierro 3’, ‘Burning’, ‘Poesía’ y, por supuesto, ‘Parásitos’ han convertido al cine coreano en uno de los más interesantes de lo que va de siglo. Y el más personal de todos, el cineasta al que se le reconoce por cualquiera de sus planos y el único que no ha reunido brutalidad y poesía, sino cotidianidad y poesía es Hong Sang-soo, cuyas películas (no menos de dos al año) tienen la particularidad de no contener ni un grito, ni un acto violento, ni un personaje detestable, ni un conflicto que no parezca pequeño, resoluble y digno de ser hablado entre mucha comida y bebida; películas con más contemplación que tensión y que, sin embargo, te producen pequeños cataclismos de emoción sin que uno sepa muy bien por qué.Estrena ahora ‘En la corriente’ , con sus actores de siempre, Kim Min-hee, Kwon Hae-hyo, Cho Yun-hee… (no sale Isabelle Huppert, habitual también en algunos títulos suyos, el más reciente, ‘La viajera’), y en las localizaciones de siempre, algún apartamento, preferentemente dúplex con interesantes escaleras, algún parque, algún restaurante…, y con un argumento que choca por su sencillez y cercanía y que trata, también, del arte, de la interpretación, del teatro, de la soledad, de la necesidad de compañía, de la influencia del alcohol en la conversación y de las aguas que pasan y el secreto de su corriente.Cualquiera de las películas de Hong Sang-soo es como una porción de tiempo, de vida y pensamiento arrancada a un día; no hay la menor prisa en su cine y sí una extraña sensación de prosa (o de conversaciones prosaicas) que adquiere sin aparente esfuerzo una naturaleza lírica incomprensible; por la pureza de sus personajes, por la elegancia de sus actores, por la música de sus diálogos sin estribillo, porque sabe esconder lo profundo entre lo banal. Y puede resultar muy grata la impresión ante su cine de que estás en la misma película, entre sus personajes y sus actores, pero otro día, con algo nuevo y chiquito que decirte. Por supuesto, hay días, o sea, películas, con Hong Sang-soo que te tocan de distinto modo o en distintas partes, algunas mucho y por todos lados. Es cierto que resulta comprometido alentar a alguien a ver esta o cualquier otra película de este director, porque son antagónicas, incompatibles, incluso discordantes con el cine habitual, de taquilla, de merienda, de aventura, de chiquillos…, pero hay días que se merecen su Hong Sang-soo y películas que se merecen su día. Antes de que Bong Joon-ho ganara el Oscar con ‘Parásitos’, el cine coreano ya había despertado la curiosidad del mundo, primero con Kim Ki-duk y también con P ark Chan-wook, Lee Chang-dong, Kim Jee-woon y otros que también reúnen brutalidad y poesía en sus historias explosivas. Títulos como ‘Old boy’, ‘La doncella’, ‘Hierro 3’, ‘Burning’, ‘Poesía’ y, por supuesto, ‘Parásitos’ han convertido al cine coreano en uno de los más interesantes de lo que va de siglo. Y el más personal de todos, el cineasta al que se le reconoce por cualquiera de sus planos y el único que no ha reunido brutalidad y poesía, sino cotidianidad y poesía es Hong Sang-soo, cuyas películas (no menos de dos al año) tienen la particularidad de no contener ni un grito, ni un acto violento, ni un personaje detestable, ni un conflicto que no parezca pequeño, resoluble y digno de ser hablado entre mucha comida y bebida; películas con más contemplación que tensión y que, sin embargo, te producen pequeños cataclismos de emoción sin que uno sepa muy bien por qué.Estrena ahora ‘En la corriente’ , con sus actores de siempre, Kim Min-hee, Kwon Hae-hyo, Cho Yun-hee… (no sale Isabelle Huppert, habitual también en algunos títulos suyos, el más reciente, ‘La viajera’), y en las localizaciones de siempre, algún apartamento, preferentemente dúplex con interesantes escaleras, algún parque, algún restaurante…, y con un argumento que choca por su sencillez y cercanía y que trata, también, del arte, de la interpretación, del teatro, de la soledad, de la necesidad de compañía, de la influencia del alcohol en la conversación y de las aguas que pasan y el secreto de su corriente.Cualquiera de las películas de Hong Sang-soo es como una porción de tiempo, de vida y pensamiento arrancada a un día; no hay la menor prisa en su cine y sí una extraña sensación de prosa (o de conversaciones prosaicas) que adquiere sin aparente esfuerzo una naturaleza lírica incomprensible; por la pureza de sus personajes, por la elegancia de sus actores, por la música de sus diálogos sin estribillo, porque sabe esconder lo profundo entre lo banal. Y puede resultar muy grata la impresión ante su cine de que estás en la misma película, entre sus personajes y sus actores, pero otro día, con algo nuevo y chiquito que decirte. Por supuesto, hay días, o sea, películas, con Hong Sang-soo que te tocan de distinto modo o en distintas partes, algunas mucho y por todos lados. Es cierto que resulta comprometido alentar a alguien a ver esta o cualquier otra película de este director, porque son antagónicas, incompatibles, incluso discordantes con el cine habitual, de taquilla, de merienda, de aventura, de chiquillos…, pero hay días que se merecen su Hong Sang-soo y películas que se merecen su día.
Cualquiera de sus películas es como una porción de tiempo, de vida y pensamiento arrancada a un día
Antes de que Bong Joon-ho ganara el Oscar con ‘Parásitos’, el cine coreano ya había despertado la curiosidad del mundo, primero con Kim Ki-duk y también con Park Chan-wook, Lee Chang-dong, Kim Jee-woon y otros que también … reúnen brutalidad y poesía en sus historias explosivas. Títulos como ‘Old boy’, ‘La doncella’, ‘Hierro 3’, ‘Burning’, ‘Poesía’ y, por supuesto, ‘Parásitos’ han convertido al cine coreano en uno de los más interesantes de lo que va de siglo. Y el más personal de todos, el cineasta al que se le reconoce por cualquiera de sus planos y el único que no ha reunido brutalidad y poesía, sino cotidianidad y poesía es Hong Sang-soo, cuyas películas (no menos de dos al año) tienen la particularidad de no contener ni un grito, ni un acto violento, ni un personaje detestable, ni un conflicto que no parezca pequeño, resoluble y digno de ser hablado entre mucha comida y bebida; películas con más contemplación que tensión y que, sin embargo, te producen pequeños cataclismos de emoción sin que uno sepa muy bien por qué.
Estrena ahora ‘En la corriente’, con sus actores de siempre, Kim Min-hee, Kwon Hae-hyo, Cho Yun-hee… (no sale Isabelle Huppert, habitual también en algunos títulos suyos, el más reciente, ‘La viajera’), y en las localizaciones de siempre, algún apartamento, preferentemente dúplex con interesantes escaleras, algún parque, algún restaurante…, y con un argumento que choca por su sencillez y cercanía y que trata, también, del arte, de la interpretación, del teatro, de la soledad, de la necesidad de compañía, de la influencia del alcohol en la conversación y de las aguas que pasan y el secreto de su corriente.
Cualquiera de las películas de Hong Sang-soo es como una porción de tiempo, de vida y pensamiento arrancada a un día; no hay la menor prisa en su cine y sí una extraña sensación de prosa (o de conversaciones prosaicas) que adquiere sin aparente esfuerzo una naturaleza lírica incomprensible; por la pureza de sus personajes, por la elegancia de sus actores, por la música de sus diálogos sin estribillo, porque sabe esconder lo profundo entre lo banal. Y puede resultar muy grata la impresión ante su cine de que estás en la misma película, entre sus personajes y sus actores, pero otro día, con algo nuevo y chiquito que decirte. Por supuesto, hay días, o sea, películas, con Hong Sang-soo que te tocan de distinto modo o en distintas partes, algunas mucho y por todos lados. Es cierto que resulta comprometido alentar a alguien a ver esta o cualquier otra película de este director, porque son antagónicas, incompatibles, incluso discordantes con el cine habitual, de taquilla, de merienda, de aventura, de chiquillos…, pero hay días que se merecen su Hong Sang-soo y películas que se merecen su día.
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