Dice el escritor estadounidense Lev Grossman que, con cada nuevo siglo, encontramos un nuevo significado a la leyenda del rey Arturo . «No se me ocurre otra historia que haya durado tanto y es un misterio por qué sigue ocurriendo desde hace 1.400 años», afirma a ABC el autor de la trilogía superventas ‘Los magos’, que ahora publica en España ‘La espada fulgurante’ (Destino), su reinvención del mito, que presentará en el festival Celsius los próximos 17 y 18 de julio.Llegar hasta ella no le ha resultado una tarea nada fácil. « Tardé diez años en escribirla . Un libro no debe tardar diez años. Pero tardé mucho tiempo en comprender lo que es importante de la historia, y encontrar mi lugar en esa tradición. Te sientas a escribir sobre el rey Arturo y te das cuenta de que ya lo han hecho 10.000 personas antes que tú. Y están ahí todas mirándote y diciéndote: ‘¿De verdad crees que mereces la pena?’ Eso me paralizó una temporada», confiesa Grossman.El autor reconoce que lidiar con un éxito como ‘Los magos’ (cuya adaptación televisiva, ‘The magicians’ llegó a las cinco temporadas) contribuyó también a ese bloqueo. «Tuve que encontrar una nueva voz, escuchar cómo esa historia resonaba con el mundo que vivimos ahora. Y entonces me di cuenta de que había partes que nadie había examinado , incluso después de mil años».Noticia Relacionada estandar No Revelan que un monumento ligado a la leyenda del rey Arturo es más antiguo que Stonehenge Ivannia SalazarGrossman decidió empezarla justo donde siempre termina, con la muerte del propio Arturo . «Cuando se me ocurrió la idea, pensé: ‘¡Qué bien, qué listo soy, qué ingenio tengo!’. Pero lo fantástico de ‘Camelot’, de T. H. White , es que cuenta la historia de su infancia, algo que no se había contado antes. A mí me interesaba el otro extremo. Primero, porque no lo había contado nadie, y luego porque la historia de Arturo es una tragedia que siempre acaba con que se muere. Empecé a pensar qué pasaría si mantuviéramos las cámaras rodando y vemos el mundo después».El autor estadounidense reconstruye el mito desde los escombros, en una Britania donde el orden se ha desmoronado . «Mientras él está vivo es el centro de todo. Todo el mundo le mira buscando guía. Él es el que lo organiza todo, pero luego desaparece y el mundo se sume en el caos. La gente no sabe lo que está bien, ni lo que está mal, ni dónde debe ir», explica. La sensación de vacío, de pérdida de referencias, es lo que le impulsó a escribir esta novela: «La historia de cómo vivir en ese mundo, un mundo destrozado, colapsado , eso era lo que me interesaba. Me parecía que había algo muy moderno en esa historia, algo muy importante. Claro, no sé qué dice eso sobre nuestro mundo en estos momentos, pero yo creo que sí que tiene algo que contarnos».Homosexualidad en la Tabla RedondaY tanto. Su versión resuena paralela al fin de ciclo que parece estar viviendo Occidente, especialmente Europa. Unas coordenadas geográficas en las que triunfan las distopías post apocalípticas , de ‘The Last of Us’ a ‘El eternauta’ . ¿No es su visión del mito en cierto modo también una de ellas? «Sí, nos enfrentamos a una historia sobre las ruinas, los restos, lo que queda, gente que intenta recomponer las piezas. En estos momentos es algo que la gente reconoce inmediatamente, un mundo roto», apunta el autor de ‘La espada fulgurante’, que será también llevada a la pantalla por Lionsgate, productora de éxitos como ‘Los juegos del hambre’ .Grossman tampoco elige las piezas más obvias para recomponer el mito. Lanzarote o Gawain no juegan el papel que la leyenda les ha adjudicado tradicionalmente. Camelot solo cuenta con los caballeros más excéntricos de la Tabla Redonda para recuperar su esplendor. Bedivere, Dinadan, el bufón Dagonet, Palomides, el sarraceno… «Cuando desaparece el héroe, los que quedan pasan a ocupar el centro del escenario y tienen que descubrir ellos mismos si son héroes o no . A mí eso me parecía muy interesante, y además me permite contar historias que son las que no suelen aparecer. Palomides, que no es blanco; el caballero que es homosexual …». No se trata, subraya Grossman, de hacer con ello una declaración política, sino de una voluntad de justicia narrativa. «Bueno, yo creo que esto era algo que había que corregir, que ya hacía falta desde hacía tiempo. Hay gente homosexual en equipos de deporte profesional. Estoy seguro de que había gente homosexual en la Tabla Redonda». Lo que le interesaba era imaginar su vivencia real en ese contexto mítico: «Hay que imaginar las vicisitudes de alguien en Camelot que es homosexual y que siente pasión y amor y lo tiene que ocultar. Se tiene que sentir avergonzado. ¡Guau! ¡Qué historia humana más increíble! Y yo creo que eso forma parte de ese mundo que ha estado oculto todo este tiempo y que ha estado esperando que alguien lo contara y que dejara salir esa voz».Otra que pasa a ocupar el primer plano es Ginebra . «Tengo la sensación de que ha sido muy maltratada sobre todo por los autores hombres, incluso T.H. White, que era un genio. Su Ginebra era como un peón con el que jugaban Lanzarote y Arturo, y yo no quería eso. Yo quería explorar la idea de que es una mujer poderosa. Si iba a escribir sobre Ginebra, iba a la más inteligente del reino». Como la del resto de personajes femeninos, su voz resulta tremendamente actual, tanto, que a veces parece anacronismo. Grossman se ríe y da una pista clave: la novela está dedicada, entre otros, a los Monty Python . «Tengo amigos que me rogaron que quitara esa cita del principio. Me decían: ‘¿Pero quién te va a tomar en serio después de eso?’. Igual tenían razón», advierte. Pero el humor, para Grossman, es inseparable del mito artúrico. «Hay algo bastante ridículo en la idea de los caballeros , del rey. Hay un momento en el libro en el que Ginebra mira a todos los caballeros. Están buscando el Santo Grial . Algunos mueren, lo pasan fatal, Arturo está el pobre ahí aguantando… Y ella piensa: ‘¿Y no deberíamos estar recaudando impuestos? ¿No habría que cosechar?’ O sea, ¿no habría cosas más importantes que hacer? Hay algo bastante ridículo en todo eso y yo quería incorporarlo a la ficción. Normalmente suelen ser las mujeres las que lo ven». Dice el escritor estadounidense Lev Grossman que, con cada nuevo siglo, encontramos un nuevo significado a la leyenda del rey Arturo . «No se me ocurre otra historia que haya durado tanto y es un misterio por qué sigue ocurriendo desde hace 1.400 años», afirma a ABC el autor de la trilogía superventas ‘Los magos’, que ahora publica en España ‘La espada fulgurante’ (Destino), su reinvención del mito, que presentará en el festival Celsius los próximos 17 y 18 de julio.Llegar hasta ella no le ha resultado una tarea nada fácil. « Tardé diez años en escribirla . Un libro no debe tardar diez años. Pero tardé mucho tiempo en comprender lo que es importante de la historia, y encontrar mi lugar en esa tradición. Te sientas a escribir sobre el rey Arturo y te das cuenta de que ya lo han hecho 10.000 personas antes que tú. Y están ahí todas mirándote y diciéndote: ‘¿De verdad crees que mereces la pena?’ Eso me paralizó una temporada», confiesa Grossman.El autor reconoce que lidiar con un éxito como ‘Los magos’ (cuya adaptación televisiva, ‘The magicians’ llegó a las cinco temporadas) contribuyó también a ese bloqueo. «Tuve que encontrar una nueva voz, escuchar cómo esa historia resonaba con el mundo que vivimos ahora. Y entonces me di cuenta de que había partes que nadie había examinado , incluso después de mil años».Noticia Relacionada estandar No Revelan que un monumento ligado a la leyenda del rey Arturo es más antiguo que Stonehenge Ivannia SalazarGrossman decidió empezarla justo donde siempre termina, con la muerte del propio Arturo . «Cuando se me ocurrió la idea, pensé: ‘¡Qué bien, qué listo soy, qué ingenio tengo!’. Pero lo fantástico de ‘Camelot’, de T. H. White , es que cuenta la historia de su infancia, algo que no se había contado antes. A mí me interesaba el otro extremo. Primero, porque no lo había contado nadie, y luego porque la historia de Arturo es una tragedia que siempre acaba con que se muere. Empecé a pensar qué pasaría si mantuviéramos las cámaras rodando y vemos el mundo después».El autor estadounidense reconstruye el mito desde los escombros, en una Britania donde el orden se ha desmoronado . «Mientras él está vivo es el centro de todo. Todo el mundo le mira buscando guía. Él es el que lo organiza todo, pero luego desaparece y el mundo se sume en el caos. La gente no sabe lo que está bien, ni lo que está mal, ni dónde debe ir», explica. La sensación de vacío, de pérdida de referencias, es lo que le impulsó a escribir esta novela: «La historia de cómo vivir en ese mundo, un mundo destrozado, colapsado , eso era lo que me interesaba. Me parecía que había algo muy moderno en esa historia, algo muy importante. Claro, no sé qué dice eso sobre nuestro mundo en estos momentos, pero yo creo que sí que tiene algo que contarnos».Homosexualidad en la Tabla RedondaY tanto. Su versión resuena paralela al fin de ciclo que parece estar viviendo Occidente, especialmente Europa. Unas coordenadas geográficas en las que triunfan las distopías post apocalípticas , de ‘The Last of Us’ a ‘El eternauta’ . ¿No es su visión del mito en cierto modo también una de ellas? «Sí, nos enfrentamos a una historia sobre las ruinas, los restos, lo que queda, gente que intenta recomponer las piezas. En estos momentos es algo que la gente reconoce inmediatamente, un mundo roto», apunta el autor de ‘La espada fulgurante’, que será también llevada a la pantalla por Lionsgate, productora de éxitos como ‘Los juegos del hambre’ .Grossman tampoco elige las piezas más obvias para recomponer el mito. Lanzarote o Gawain no juegan el papel que la leyenda les ha adjudicado tradicionalmente. Camelot solo cuenta con los caballeros más excéntricos de la Tabla Redonda para recuperar su esplendor. Bedivere, Dinadan, el bufón Dagonet, Palomides, el sarraceno… «Cuando desaparece el héroe, los que quedan pasan a ocupar el centro del escenario y tienen que descubrir ellos mismos si son héroes o no . A mí eso me parecía muy interesante, y además me permite contar historias que son las que no suelen aparecer. Palomides, que no es blanco; el caballero que es homosexual …». No se trata, subraya Grossman, de hacer con ello una declaración política, sino de una voluntad de justicia narrativa. «Bueno, yo creo que esto era algo que había que corregir, que ya hacía falta desde hacía tiempo. Hay gente homosexual en equipos de deporte profesional. Estoy seguro de que había gente homosexual en la Tabla Redonda». Lo que le interesaba era imaginar su vivencia real en ese contexto mítico: «Hay que imaginar las vicisitudes de alguien en Camelot que es homosexual y que siente pasión y amor y lo tiene que ocultar. Se tiene que sentir avergonzado. ¡Guau! ¡Qué historia humana más increíble! Y yo creo que eso forma parte de ese mundo que ha estado oculto todo este tiempo y que ha estado esperando que alguien lo contara y que dejara salir esa voz».Otra que pasa a ocupar el primer plano es Ginebra . «Tengo la sensación de que ha sido muy maltratada sobre todo por los autores hombres, incluso T.H. White, que era un genio. Su Ginebra era como un peón con el que jugaban Lanzarote y Arturo, y yo no quería eso. Yo quería explorar la idea de que es una mujer poderosa. Si iba a escribir sobre Ginebra, iba a la más inteligente del reino». Como la del resto de personajes femeninos, su voz resulta tremendamente actual, tanto, que a veces parece anacronismo. Grossman se ríe y da una pista clave: la novela está dedicada, entre otros, a los Monty Python . «Tengo amigos que me rogaron que quitara esa cita del principio. Me decían: ‘¿Pero quién te va a tomar en serio después de eso?’. Igual tenían razón», advierte. Pero el humor, para Grossman, es inseparable del mito artúrico. «Hay algo bastante ridículo en la idea de los caballeros , del rey. Hay un momento en el libro en el que Ginebra mira a todos los caballeros. Están buscando el Santo Grial . Algunos mueren, lo pasan fatal, Arturo está el pobre ahí aguantando… Y ella piensa: ‘¿Y no deberíamos estar recaudando impuestos? ¿No habría que cosechar?’ O sea, ¿no habría cosas más importantes que hacer? Hay algo bastante ridículo en todo eso y yo quería incorporarlo a la ficción. Normalmente suelen ser las mujeres las que lo ven».
Dice el escritor estadounidense Lev Grossman que, con cada nuevo siglo, encontramos un nuevo significado a la leyenda del rey Arturo. «No se me ocurre otra historia que haya durado tanto y es un misterio por qué sigue ocurriendo desde hace 1.400 años», … afirma a ABC el autor de la trilogía superventas ‘Los magos’, que ahora publica en España ‘La espada fulgurante’ (Destino), su reinvención del mito, que presentará en el festival Celsius los próximos 17 y 18 de julio.
Llegar hasta ella no le ha resultado una tarea nada fácil. «Tardé diez años en escribirla. Un libro no debe tardar diez años. Pero tardé mucho tiempo en comprender lo que es importante de la historia, y encontrar mi lugar en esa tradición. Te sientas a escribir sobre el rey Arturo y te das cuenta de que ya lo han hecho 10.000 personas antes que tú. Y están ahí todas mirándote y diciéndote: ‘¿De verdad crees que mereces la pena?’ Eso me paralizó una temporada», confiesa Grossman.
El autor reconoce que lidiar con un éxito como ‘Los magos’ (cuya adaptación televisiva, ‘The magicians’ llegó a las cinco temporadas) contribuyó también a ese bloqueo. «Tuve que encontrar una nueva voz, escuchar cómo esa historia resonaba con el mundo que vivimos ahora. Y entonces me di cuenta de que había partes que nadie había examinado, incluso después de mil años».
Grossman decidió empezarla justo donde siempre termina, con la muerte del propio Arturo. «Cuando se me ocurrió la idea, pensé: ‘¡Qué bien, qué listo soy, qué ingenio tengo!’. Pero lo fantástico de ‘Camelot’, de T. H. White, es que cuenta la historia de su infancia, algo que no se había contado antes. A mí me interesaba el otro extremo. Primero, porque no lo había contado nadie, y luego porque la historia de Arturo es una tragedia que siempre acaba con que se muere. Empecé a pensar qué pasaría si mantuviéramos las cámaras rodando y vemos el mundo después».
El autor estadounidense reconstruye el mito desde los escombros, en una Britania donde el orden se ha desmoronado. «Mientras él está vivo es el centro de todo. Todo el mundo le mira buscando guía. Él es el que lo organiza todo, pero luego desaparece y el mundo se sume en el caos. La gente no sabe lo que está bien, ni lo que está mal, ni dónde debe ir», explica.
La sensación de vacío, de pérdida de referencias, es lo que le impulsó a escribir esta novela: «La historia de cómo vivir en ese mundo, un mundo destrozado, colapsado, eso era lo que me interesaba. Me parecía que había algo muy moderno en esa historia, algo muy importante. Claro, no sé qué dice eso sobre nuestro mundo en estos momentos, pero yo creo que sí que tiene algo que contarnos».
Homosexualidad en la Tabla Redonda
Y tanto. Su versión resuena paralela al fin de ciclo que parece estar viviendo Occidente, especialmente Europa. Unas coordenadas geográficas en las que triunfan las distopías post apocalípticas, de ‘The Last of Us’ a ‘El eternauta’. ¿No es su visión del mito en cierto modo también una de ellas? «Sí, nos enfrentamos a una historia sobre las ruinas, los restos, lo que queda, gente que intenta recomponer las piezas. En estos momentos es algo que la gente reconoce inmediatamente, un mundo roto», apunta el autor de ‘La espada fulgurante’, que será también llevada a la pantalla por Lionsgate, productora de éxitos como ‘Los juegos del hambre’.
Grossman tampoco elige las piezas más obvias para recomponer el mito. Lanzarote o Gawain no juegan el papel que la leyenda les ha adjudicado tradicionalmente. Camelot solo cuenta con los caballeros más excéntricos de la Tabla Redonda para recuperar su esplendor. Bedivere, Dinadan, el bufón Dagonet, Palomides, el sarraceno… «Cuando desaparece el héroe, los que quedan pasan a ocupar el centro del escenario y tienen que descubrir ellos mismos si son héroes o no. A mí eso me parecía muy interesante, y además me permite contar historias que son las que no suelen aparecer. Palomides, que no es blanco; el caballero que es homosexual…».
No se trata, subraya Grossman, de hacer con ello una declaración política, sino de una voluntad de justicia narrativa. «Bueno, yo creo que esto era algo que había que corregir, que ya hacía falta desde hacía tiempo. Hay gente homosexual en equipos de deporte profesional. Estoy seguro de que había gente homosexual en la Tabla Redonda». Lo que le interesaba era imaginar su vivencia real en ese contexto mítico: «Hay que imaginar las vicisitudes de alguien en Camelot que es homosexual y que siente pasión y amor y lo tiene que ocultar. Se tiene que sentir avergonzado. ¡Guau! ¡Qué historia humana más increíble! Y yo creo que eso forma parte de ese mundo que ha estado oculto todo este tiempo y que ha estado esperando que alguien lo contara y que dejara salir esa voz».
Otra que pasa a ocupar el primer plano es Ginebra. «Tengo la sensación de que ha sido muy maltratada sobre todo por los autores hombres, incluso T.H. White, que era un genio. Su Ginebra era como un peón con el que jugaban Lanzarote y Arturo, y yo no quería eso. Yo quería explorar la idea de que es una mujer poderosa. Si iba a escribir sobre Ginebra, iba a la más inteligente del reino».
Como la del resto de personajes femeninos, su voz resulta tremendamente actual, tanto, que a veces parece anacronismo. Grossman se ríe y da una pista clave: la novela está dedicada, entre otros, a los Monty Python. «Tengo amigos que me rogaron que quitara esa cita del principio. Me decían: ‘¿Pero quién te va a tomar en serio después de eso?’. Igual tenían razón», advierte.
Pero el humor, para Grossman, es inseparable del mito artúrico. «Hay algo bastante ridículo en la idea de los caballeros, del rey. Hay un momento en el libro en el que Ginebra mira a todos los caballeros. Están buscando el Santo Grial. Algunos mueren, lo pasan fatal, Arturo está el pobre ahí aguantando… Y ella piensa: ‘¿Y no deberíamos estar recaudando impuestos? ¿No habría que cosechar?’ O sea, ¿no habría cosas más importantes que hacer? Hay algo bastante ridículo en todo eso y yo quería incorporarlo a la ficción. Normalmente suelen ser las mujeres las que lo ven».
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