Nada hay más literario que soñar. Y si la imaginación se acabara desbocando por lecturas o acumulación de libros, no deja de convertirse el sueño en una novela con algo quijotesco. Porque vivimos a tientas entre una realidad esquiva y aquello que deseamos ver, o provocar. Nada hay más humano que soñar. Pero hay un límite. Si a esa ecuación onírica le añadiésemos un poco de ansia de poder o la versión más antigua del selfi, que no es otra que imaginarse en mármol, o como hito singular de una historia, la cosa se va de las manos muy deprisa, se desmorona el sueño, se avería la realidad. Vayamos explicando, ya que de libros hablamos, que la naturaleza única de la Biblioteca Nacional de España está fuera de toda duda. Fundada como Real Biblioteca Pública por voluntad de Felipe V en 1711, ahora sufre el envite de un director al que le agrada que la corona desaparezca del logo de la institución tricentenaria. La demagogia opera por debajo: dicen que es una biblioteca que debe abrirse a la sociedad y que la visita poca gente. Cualquier ciudadano ya puede visitarla o consultar sus fondos y es responsabilidad de quien gestiona hacerla atractiva por lo que es (y no es una biblioteca de barrio). Hubo hace veinte años otro intento de ‘abrir’ así la BNE y el resultado fue una merma de la seguridad y el mayor r obo de sus fondos que recuerdo. Para dejar huella no bastan sueños, para ser hito de la historia hay que trascender el marketing. Cualquier sueño no hace Quijote. Y dice Cervantes: «Es la enmienda en el que yerra su salvación» Nada hay más literario que soñar. Y si la imaginación se acabara desbocando por lecturas o acumulación de libros, no deja de convertirse el sueño en una novela con algo quijotesco. Porque vivimos a tientas entre una realidad esquiva y aquello que deseamos ver, o provocar. Nada hay más humano que soñar. Pero hay un límite. Si a esa ecuación onírica le añadiésemos un poco de ansia de poder o la versión más antigua del selfi, que no es otra que imaginarse en mármol, o como hito singular de una historia, la cosa se va de las manos muy deprisa, se desmorona el sueño, se avería la realidad. Vayamos explicando, ya que de libros hablamos, que la naturaleza única de la Biblioteca Nacional de España está fuera de toda duda. Fundada como Real Biblioteca Pública por voluntad de Felipe V en 1711, ahora sufre el envite de un director al que le agrada que la corona desaparezca del logo de la institución tricentenaria. La demagogia opera por debajo: dicen que es una biblioteca que debe abrirse a la sociedad y que la visita poca gente. Cualquier ciudadano ya puede visitarla o consultar sus fondos y es responsabilidad de quien gestiona hacerla atractiva por lo que es (y no es una biblioteca de barrio). Hubo hace veinte años otro intento de ‘abrir’ así la BNE y el resultado fue una merma de la seguridad y el mayor r obo de sus fondos que recuerdo. Para dejar huella no bastan sueños, para ser hito de la historia hay que trascender el marketing. Cualquier sueño no hace Quijote. Y dice Cervantes: «Es la enmienda en el que yerra su salvación»
palabras contadas
La Biblioteca Nacional de España ahora sufre el envite de un director al que le agrada que la corona desaparezca del logo de la institución tricentenaria
Nada hay más literario que soñar. Y si la imaginación se acabara desbocando por lecturas o acumulación de libros, no deja de convertirse el sueño en una novela con algo quijotesco. Porque vivimos a tientas entre una realidad esquiva y aquello que deseamos ver, o … provocar. Nada hay más humano que soñar. Pero hay un límite. Si a esa ecuación onírica le añadiésemos un poco de ansia de poder o la versión más antigua del selfi, que no es otra que imaginarse en mármol, o como hito singular de una historia, la cosa se va de las manos muy deprisa, se desmorona el sueño, se avería la realidad.
Vayamos explicando, ya que de libros hablamos, que la naturaleza única de la Biblioteca Nacional de España está fuera de toda duda. Fundada como Real Biblioteca Pública por voluntad de Felipe V en 1711, ahora sufre el envite de un director al que le agrada que la corona desaparezca del logo de la institución tricentenaria. La demagogia opera por debajo: dicen que es una biblioteca que debe abrirse a la sociedad y que la visita poca gente. Cualquier ciudadano ya puede visitarla o consultar sus fondos y es responsabilidad de quien gestiona hacerla atractiva por lo que es (y no es una biblioteca de barrio).
Hubo hace veinte años otro intento de ‘abrir’ así la BNE y el resultado fue una merma de la seguridad y el mayor robo de sus fondos que recuerdo. Para dejar huella no bastan sueños, para ser hito de la historia hay que trascender el marketing. Cualquier sueño no hace Quijote. Y dice Cervantes: «Es la enmienda en el que yerra su salvación»
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