“Tengo que dejar de fumar”, se dice a sí misma mientras enciende un cigarro y da un sorbo al tercer café del día. Nada más levantarse, Sonsoles Ónega (Madrid, 47 años) escudriña las curvas de audiencia. Después, escribe, lee o hace deporte. Es su único momento de paz. “Me he impuesto no ponerme nada a estas horas salvo tú que me has jodido la mañana…”, dispara con una sonrisa cargada de retranca. Tan firme como tierna, es la “primera soldado” de su equipo en Antena 3, de su casa y de su editorial. Termina el curso con su programa siendo líder de las tardes, pero avisa: “Estoy más hecha de tristeza que de felicidad”. Y solo hay que rascar un poco para descubrirlo.
La periodista de Antena 3 reflexiona sobre su carrera, el dolor, las renuncias que todavía tienen que asumir las madres o el amor maduro tras un divorcio: “Es más sereno, no tiene aspiraciones y ha superado el cuento de Disney”
“Tengo que dejar de fumar”, se dice a sí misma mientras enciende un cigarro y da un sorbo al tercer café del día. Nada más levantarse, Sonsoles Ónega (Madrid, 47 años) escudriña las curvas de audiencia. Después, escribe, lee o hace deporte. Es su único momento de paz. “Me he impuesto no ponerme nada a estas horas salvo tú que me has jodido la mañana…”, dispara con una sonrisa cargada de retranca. Tan firme como tierna, es la “primera soldado” de su equipo en Antena 3, de su casa y de su editorial. Termina el curso con su programa siendo líder de las tardes, pero avisa: “Estoy más hecha de tristeza que de felicidad”. Y solo hay que rascar un poco para descubrirlo.
Pregunta. ¿Cómo lleva lo de “la reina de las tardes”?
Respuesta. No me representa y no es falsa modestia. Me encanta hacer bien mi trabajo, pero a las reinas se las puede destronar y no quiero que me destronen…
P. Antes creía que alguien con su físico no podía presentar un programa de televisión. Se equivocó…
R. Es que pensaba: “¿Quién se va a fijar en mí?“. Supongo que es una de las muchas gilipolleces que he dicho. Me dilapido mucho. Soy muy gusana, bajo mucho a la arena. Es algo que tengo que corregir.
Pude escribir en los años más exigentes de mi vida porque era infeliz en mi matrimonio»
P. ¿Por qué tirarse piedras contra su propio tejado?
R. Quizás por mi educación. Vengo de una familia de abuelos muy humildes y de un padre [el periodista Fernando Ónega] que ha estado muy arriba y muy abajo en esta profesión. Y en casa no alaban mucho nuestras bondades.
P. Al principio, él no quería que siguiese sus pasos…
R. Bueno, lo entiendo. Yo ahora tampoco querría que mis hijos lo fueran porque es una profesión dura y si la vives apasionadamente requiere 24 horas de no desconexión.
P. Nunca le preguntan por su madre. ¿Cómo es?
R. Fue funcionaria del Estado, trabajaba en la Moncloa. Es una mujer optimista, divertida, muy presente en nuestras vidas, más que mi padre por razones obvias, y siempre nos enseñó a ser muy independientes.
P. ¿Pasa mucho tiempo con ella?
R. Menos del que me gustaría, pero soy el pegamento de mi familia y eso que tengo una custodia compartida y mis padres también están divorciados.
P. El complicadomapa emocional de las familias desestructuradas…
R. Es un temazo. Mi generación es hija de un divorcio no regulado. Era legal, pero no tenía reglamento. Se aprobó con muchas lagunas porque no existían los convenios reguladores. Probablemente, en mi clase, era la única hija de padres divorciados.
Una madre feliz y no frustrada es la mejor compañera para un hijo»
P. ¿La entrega al trabajo ha condicionado sus relaciones?
R. Absolutamente. Es el gran timo de la mujer trabajadora. Para nosotras tiene un coste emocional mucho más elevado que los hombres, que están programados para no sentir culpa por no recogerles del cole o no hacer los deberes con ellos, pero no hay que hacer un mundo de esto porque la alternativa es renunciar. Borraría esa palabra del diccionario. Pienso que una madre feliz y no frustrada es la mejor compañera para un hijo.
P. Una vez dijo: “He conocido a hombres extraordinarios, pero no he sido capaz de construir nada”. ¿Cuesta asumir que se ha fracasado?
R. Nunca sabes cómo hacer bien un divorcio, pero es liberador… Aguantar por aguantar no tiene ningún sentido. Creo que hay que divorciarse más. Mis editoras dicen que pude escribir en los años más exigentes de mi vida, cuando estaba desarrollando mi carrera televisiva y fui madre dos veces, porque era infeliz en mi matrimonio. Cerrar la puerta era casi una salvación. Cuando me divorcié liberé a una Sonsoles que llevaba mucho tiempo apresada.
P. ¿Cómo es el amor con 47 años?
R. Más sereno. No tiene aspiraciones. Está construido en lo básico. Ha superado el cuento de Disney. Es como si llegaras con el Estado construido y solamente tienes que no joderla porque no aspiras a tener hijos aunque te hubiera gustado y pienses: “¡Joder, ¿por qué no fue con él?“. Y tienes una sensación de finitud. Entonces no discutes, ves venir el problema, no te enfangas en tonterías y tratas de disfrutar al máximo.
Soy escritora de supermercado con mucho gusto, quiero que me lean las madres del cole»
P. La tildan de presentadora que escribe libros, pero publicó su primera novela con 28 años… ¿Le da rabia?
P. Creo que en mi caso hay un intento de desalmarme y eso me ha dolido, pero, el alma es mía, no me la pueden robar. Mira, me emociono… [Se le humedecen los ojos].
P. ¿Desalmarla?
R. Restar valor y frivolizar con mi vocación. Es injustificado e injusto porque no han profundizado en mi carrera literaria. ¡Probablemente ni me hayan leído! Entiendo casi todo, pero me duele que juzguen por etiquetas, por eso huyo de ellas.
P. Le reprocharon decir que escribía en sus ratos libres en el camerino…
R. Me arrepentí de decirlo porque provocó un juicio equivocado, pero, luego, pensé: “¿Por qué vas a negar tu realidad?“. Sé que es mucho más épico escribir en una celda húmeda como Miguel Hernández, pero es el único espacio de silencio en una televisión es el camerino. A lo mejor les joden los cerebros que pueden concentrarse rápido.
P. ¿Hay un punto de machismo?
R. A la mujer creadora se la juzga con fiereza. Y esto no es un pataleo feminista, las cosas históricamente han sido así. Ahora estoy estoy escribiendo sobre el siglo XIX y es alucinante las mujeronas que había creando, pensando, instruyendo… Y que han sido arrinconadas y no reconocidas.
P. ¿Ha sentido condescendencia?
R. Como periodista, al principio, el “hija de”, pero no me pesó. Como novelista más. ¿Quiénes somos para decidir qué tiene que leer la gente? Yo soy escritora de supermercado con mucho gusto y quiero que me lean las madres del cole. No hay mejor elogio que el que una mujer te diga que había dejado de leer mientras criaba a sus hijos porque se metía en la cama agotada y ha vuelto a leer gracias a ti. Bendigamos los bestsellers. Un libro llama a otro libro.
P. Contó durante años las noticias desde el Congreso de los Diputados. ¿Echa de menos la actualidad política?
R. El discurso político está tan empobrecido que genera poca nostalgia, pero sí echo de menos esa etapa de construir, de no saber qué te iba a deparar el futuro, de andar con miedo a equivocarte… No volverá, o sí, ¿quién sabe?
P. ¿Es de improvisar?
R. Me dejo llevar por el pálpito inicial. Cuando me llamó Pedro Piqueras para irme a Telecinco, supe que me iba a ir. Cuando me reuní con mis jefes de Antena 3, supe que me iba a ir. Supe que iba a divorciarme y me divorcié. Tardé un verano. Recuerdo que estaba cortando un limón.
P. ¿Qué le diría a la periodista que empezaba su carrera literaria?
R. Tenías razón, así que podrías haberte agobiado menos. Lo que tenga que ser será.
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