“El atardecer en la sabana muestra…”. No ha acabado la frase cuando estamos todos dormidos. Documentales, ese refugio de las tardes más allá de las pelis de vaqueros, las telenovelas o los programas cargados de griterío. Para quien consiga verlos, grandes historias y hermosas escenas; para el 90% que cierra los ojos en los primeros cinco minutos, un maravilloso sedante. Los documentales llevan medio siglo dando alegrías a sus seguidores o a sus soñadores, pero como todo en el audiovisual que logra alcanzar el siglo XXI, llega su momento de enfrentar una vuelta de tuerca. Porque, ¿quién va a ser capaz de dormirse viendo a los más pringados del mundo animal, a los loosers, a los monos que les roban las gafas a los turistas, a las aves que son incapaces de cuidar a sus crías y enseñarlas a volar, a las tristes cucarachas que son convertidas en zombis, literalmente, por avispas malvadas?
Una serie del sello National Geographic explora un nuevo género, el del documental de naturaleza con humor. El público joven es su objetivo, a lo que ayuda su ingenioso narrador, Ryan Reynolds
“El atardecer en la sabana muestra…”. No ha acabado la frase cuando estamos todos dormidos. Documentales, ese refugio de las tardes más allá de las pelis de vaqueros, las telenovelas o los programas cargados de griterío. Para quien consiga verlos, grandes historias y hermosas escenas; para el 90% que cierra los ojos en los primeros cinco minutos, un maravilloso sedante. Los documentales llevan medio siglo dando alegrías a sus seguidores o a sus soñadores, pero como todo en el audiovisual que logra alcanzar el siglo XXI, llega su momento de enfrentar una vuelta de tuerca. Porque, ¿quién va a ser capaz de dormirse viendo a los más pringados del mundo animal, a los loosers, a los monos que les roban las gafas a los turistas, a las aves que son incapaces de cuidar a sus crías y enseñarlas a volar, a las tristes cucarachas que son convertidas en zombis, literalmente, por avispas malvadas?
Esa es la propuesta que hace Underdogs, una nueva serie con el título en español de Perdedores y salvajes y cinco capítulos que ya pueden verse en Disney+ (en algunos países, también en Apple TV+) bajo el sello de National Geographic. El nombre viene del término underdogs, sin traducción al español y que sería una especie de contrario del favorito; es decir, el que tiene todas las de perder. Porque cuando se habla de documentales se piensa en los grandes leones, en las elegantes jirafas, en los imperiales delfines… y no tanto en los ladronzuelos del reino animal, los feúchos, los tramposos, incluso los que son bastante guarros, que los hay.
Son tres las patas que sustentan este documental. Primero, que no deja de ser una gran producción de la mano de los que más y mejor saben de esto, el sello National Geographic, que ha sacado todo el arsenal para realizar una historia diferente pero, al fin y al cabo, contada de manera exquisita, con los medios más potentes y con más de 1.300 horas de rodaje detrás. Después, la frescura, que engancha: historias cortas, un total de 35, con protagonistas diferentes y sobre todo con mucho humor, presente en cada una de ellas. Y después, la voz: la de actor Ryan Reynolds (en la versión original), que narra cada segmento con tanta sorpresa como la del propio espectador.
El equipo liderado por el británico Dan Rees, responsable también de varios capítulos de la serie America’s National Parks, reconoce que ahora, tras casi cuatro años trabajando en el proyecto y viajando por 27 países, está “algo nervioso” por ver a acogida del público. “Sobre todo queremos conectar con una audiencia joven, es emocionante saber cómo van a reaccionar. Creo que les va a gustar”, explica el showrunner y productor ejecutivo durante una entrevista con EL PAÍS realizada en una reserva de animales en Florida.
“Siempre quisimos ser una fusión de entretenimiento y hechos, algo que nadie había hecho antes, la verdad, no en una serie de calidad premium con una estrella de primer nivel”, cuenta Rees, en referencia a Reynolds, “así que ese fue nuestro punto de partida. Porque, de otro modo, perdemos a la audiencia”. Rees, un nombre habitual en grandes documentales, pero también en ágiles y adictivos reality shows, conoce bien el mundo actual, sobreinformado y con un contenido que, si aburre, desaparece.
Eso es algo que ocurre especialmente en el caso de los documentales, a menudo asociados a la calma, algo poco en boga en este frenético panorama. “Creo que mucha gente los apaga, o los tiene de fondo, pero los ven de manera ocasional, no prestan atención”, reflexiona. “Era clave mantener el ritmo y la atención constante, la sorpresa, nunca sabes qué va a venir después. La capacidad de atención de la audiencia es cada vez menor. Todos lo sabemos, ¿no? Nos bombardean con tantas cosas que intentamos captar la atención en una esfera mediática saturada”. Por eso era el momento de este proyecto, con National Geographic como base, al que le reconoce ser “un gran apoyo durante el camino”. Probablemente, hacer este interesante retrato de los malditos del reino animal nunca estuvo entre sus planes: “Ha sido un gran riesgo para ellos, salir de su zona de confort”.
La directora de varios de los episodios, Elaine Paish, cree que la apuesta por el humor es fundamental para la narrativa en la que los perdedores, como su nombre indica, muchas veces salen perdiendo, algo no siempre fácil de retratar. “Creo que ayuda mucho a contar estas historias de una manera más agradable, porque a veces la gente puede desconectar si les resulta demasiado devastadora emocionalmente. Ocurre, por ejemplo, con el tejón de miel, donde el humor nos permite mostrar imágenes que, de otro modo, serían demasiado incómodas”, explica la también británica. Pobre tejón. Es uno de los protagonistas del primer capítulo, donde se narra su supervivencia durante una semana en la que, día tras día, sale escaldado. Porque, como se explica, son torpes, aunque también difíciles de matar… pero no imposible.
La del tejón, como las de las hienas (a las que se les da fatal ligar), los murciélagos, los perezosos o los hipopótamos, con una higiene personal no demasiado agradable, por ser sutiles —de ahí que su capítulo se llame Totalmente repulsivos—, son historias a veces complicadas. Por ejemplo, la ya comentada de la avispa y la cucaracha. No apta para estómagos sensibles, es una de las más impactantes de las que se pueden ver en todo el documental, entre otras cosas, porque en vez de en plena naturaleza ocurre en una casa. Una avispa se hace con una cucaracha y le clava el aguijón pero, en vez de matarla, la mantiene inconsciente, le coloca sus huevos dentro y la hace incubarlos, todavía viva. Y semanas después, de ella nace otra nueva avispa.
Las microhistorias y el humor van de la mano de Reynolds, que se ha implicado hasta llegar a ser productor ejecutivo, y que ha sabido darle un tono diferente. “Ryan puede decir lo que quiera con libertad, porque siempre es gracioso, así que llega hasta el límite, sabe hacerlo todo accesible. Definitivamente, abrió la puerta a otro tipo de historias, no creo que hubiéramos podido hacer esta serie con otra voz, sería otra, muy distinta”, reconoce Rees, que tuvo muchas conversaciones con el actor para que todos estuvieran en el mismo punto del relato. Además, para él la música también es clave, con una gran banda sonora propia. “Necesitábamos muchos estilos, aunque sea en una misma serie. Hay terror, comedia romántica, wéstern, temas de gángsteres…”, explica, además de conocidas canciones pop, rock, punk…: “Son parte fundamental, porque le dan una personalidad muy viva, son la puerta de entrada a esa faceta humana”.
Para llegar a contar esa treintena de historias, el rodaje de la serie ha sido muy complejo. Hay un guion, cómo no, pero cosa distinta es que se cumpla, o que lo haga a tiempo. Los expertos —biólogos, investigadores— de National Geographic se aliaron con el equipo de rodaje —guionistas, productores, directores— para encontrar las semblanzas animales y el ángulo desde el que contarlas. Pero el rodaje requirió de viajes remotos, largas pausas, infinita paciencia y muchas tomas descartadas. Reconocen Rees y Paish que el montaje fue “muy, muy difícil”, con mucha preparación y un equipo enorme. “Pero gracias a eso llegas a los momentos de oro que nos da esta serie”, reconoce la directora y productora. También hay otros que quedan fuera. “Como mi favorita”, lamenta entre risas la británica, “la de un lagarto que es monísimo, pero monísimo. Espero que llegue algún día, en una escena eliminada o algo así”. Con tanto material acumulado, ¿no sería posible una segunda temporada? “Confiamos en National Geographic…”, dejan caer. Las más de 1.000 horas de bichos raros se lo pone en bandeja.
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