El éxito debe ser algo así como que un taxista te pregunte por Alatriste. «Y tú sabes que no lo ha leído, y eso sienta muy bien. Gente que no ha leído Alatriste sabe quién es Alatriste», cuenta Arturo Pérez-Reverte , que ahora presenta ‘Misión en París’ (Alfaguara), la octava novela de una serie que acumula siete millones de ejemplares vendidos y que sale con una tirada inicial de 180.000, una cifra casi de otro tiempo, como su protagonista. «Los lectores me han presionado mucho para este regreso, algunos hasta me han insultado públicamente porque los he dejado con Alatriste sin terminar, pero es una presión grata», confesó el escritor, sonrisa mediante, durante la rueda de prensa celebrada en el Palace de Madrid. El académico empezó recordando el origen de esta aventura: el día en que descubrió en el libro de texto de su hija que el Siglo de Oro se resumía «en cuatro líneas, en cuatro tópicos elementales». «La época más importante de España, cuando éramos los amos del mundo, para bien y para mal, estaba siendo olvidada. Así que decidí que iba a devolverle a mi hija, que entonces tenía doce años, un recorrido por ese mundo fascinante y del que uno se enorgullece y se espanta», relató. Luego añadió, ya sobre la recepción del libro: «Hay algo divertido en esto, y muy español también, y es que la serie ha sido muy bien acogida, pero ha sido rechazada por dos extremos muy interesantes: la extrema izquierda y la extrema derecha. Cuando salió, la extrema izquierda decía que era un libro imperial, con los tercios, la bandera… En fin: España, España, España. Y la extrema derecha decía que era un libro que hablaba de la inquisición, de la parte oscura, que decía cosas muy negativas y avivaba la leyenda negra. Y aún lo dicen. No se dan cuenta ni unos ni otros de que el libro busca esa expresión, que los libros de Alatriste quieren contar un mundo, una época, y que esa época fue de luz y de sombra. Fuimos gloriosos e infames, fuimos crueles y magnánimos, fuimos brillantes y grises. Esos dos siglos fascinantes, los siglos de Quevedo , Góngora, Lope y Cervantes, para entenderlos, para asumirlos y conocerlos bien, hay que mirarlos así. Esa crítica de los dos extremos me ha confirmado que realmente tenía razón: era necesario hacer un libro así». Arturo Pérez-Reverte, durante la presentación de ‘Misión en París’ EPEse agujero en la historia, señaló Pérez-Reverte , tiene varias explicaciones. La primera es que el teatro del Siglo de Oro fue tan potente, tan rico, que agotó el tema para los escritores posteriores. «Si uno lee a Calderón, a Tirso, a Lope, ve que todo está ahí. Y ese teatro fue muy representado hasta el comienzo del siglo XX. El imaginario narrativo de esa época estaba muy machacado por el teatro y estaba exprimido como un limón de paella. Por otra parte, el franquismo se apropió de los mitos históricos españoles: el Cid, los tercios, América, la guerra de Independencia… Son elementos que el franquismo utilizó, ocultando la parte oscura y enseñando solo la gloriosa. ¿Y qué pasó? Que cuando acabó el franquismo y llegó la democracia cometimos el error de arrinconar todo eso. No se hablaba de eso, y si hablabas de eso es que eras reaccionario o fascista. Se buscaron otros temas narrativos que no tenían que ver con la historia, y la historia desapareció de la narración española en España. Yo no tenía ese complejo, ni ese problema, así que hice Alatriste. Y la gente descubrió ese mundo y para mi sorpresa se volcaron de una manera muy generosa. Por eso el libro funcionó tan bien».También hubo tiempo para el presente. «La palabra España tenía mala prensa, había sido tan abusada en el franquismo… Fue un error renunciar a limpiar la palabra España, y lo seguimos pagando. La derecha ha heredado la palabra España porque la izquierda, por su propia estupidez, renunció a ella», subrayó. «El mundo ahora es confuso. Antes había intelectuales, Anguita, Arrabal, Berlinger, que se habían ganado el derecho a opinar. Esa figura ha muerto: el intelectual europeo ya no existe. Ahora cualquier youtuber se convierte en intérprete del mundo. Y al no haber una cultura que filtre el diluvio de material que inunda las redes, el lector queda indefenso, no sabe lo que es verdad y lo que no. Alatriste ayuda a entender y a que el lector vea ciertos mensajes con serenidad, que tenga herramientas de filtro más afinadas. Yo no soluciono nada, solo soy novelista, pero en esa pequeña parte puedo ser útil».«Fue un error renunciar a limpiar la palabra España, y lo seguimos pagando»En esta entrega, Pérez-Reverte viaja al París de ‘Los tres mosqueteros’, una ciudad que ya solo existe en los grabados y los mapas antiguos que ha consultado. «Es un libro que ha marcado mi vida. Milady ha marcado mi vida. En todas mis novelas las mujeres, esas mujeres misteriosas, mujeres que luchan en un mundo de hombres, están emparentadas con Milady. Y todas ellas valen más que los hombres. Me las he llevado de mi vida a la imaginación», aseguró. Aunque han pasado catorce años entre una entrega y la siguiente, en la trama solo pasa uno. Volver a Alatriste ha sido volver a un tono. «Volví con miedo, porque Alatriste es un tono muy concreto, un lenguaje que tiene que tener el aroma del siglo XVII pero a la vez tiene que funcionar para el público de hoy. Ha sido un gran trabajo. Pero claro, ahí hay otra cosa, y es que yo he envejecido. La vida me ha causado estragos físicos y también intelectuales, y era inevitable que Alatriste se contaminase de ellos. He notado al corregir la novela que es un personaje más amargo, más desesperado, tiene más remordimientos que en los otros libros. Ha envejecido. Ahí está mi huella», reconoció. Y al poco: «Alatriste es un héroe oscuro que ha hecho cosas de las que no está orgulloso: yo también. Cuando tienes mi edad [73 años] a veces los fantasmas del pasado vienen a hacerte compañía». Noticia Relacionada estandar Si Biografía de Alatriste: cuatrocientos años de claroscuro español Rogorn Moradan Para Íñigo, Alatriste fue un padre sustituto y luego un ejemplo de vida, y para el lector un personaje fascinante que provoca sensaciones continuamenteEl novelista acabó hablando de un poema del Siglo de Oro en el que dos veteranos de los tercios de Flandes echan pestes de España, del rey, de las pagas que aún no han cobrado, jurando que van a dejarlo. Y sin embargo, al final del poema, vuelven a cumplir con su deber: «Pues estos dos que osaron decir esto, / ha seis días, cobradas cuatro pagas / y conforme razón, puestos a gesto, / con solas sus espadas y sus dagas, / pasando a nado un foso hicieron cosas / que plegue a Dios que en ocasión las hagas». «Eso es España. Puteados, engañados, manipulados, antes y ahora, siempre, en nuestra historia, pero cuando aparece una dana, una epidemia, una pandemia, unos fuegos, siempre está el español que se levanta con su manguera o su jeringuilla o su pala para el barro y va para allá. ¿Por qué? Porque eso es lo bueno que tenemos. Los héroes están ahí. Y Alatriste es eso. Reconociendo lo oscuro, la sombra, la tragedia, el engaño, la mentira, la corrupción, todo lo que hubo y hay, todavía hay gente capaz de cruzar el foso a nado para hacer cosas admirables. Por eso escribiendo ‘Alatriste’ me reconcilio con España. Pienso en esa gente y digo: a veces no está nada mal ser español». El éxito debe ser algo así como que un taxista te pregunte por Alatriste. «Y tú sabes que no lo ha leído, y eso sienta muy bien. Gente que no ha leído Alatriste sabe quién es Alatriste», cuenta Arturo Pérez-Reverte , que ahora presenta ‘Misión en París’ (Alfaguara), la octava novela de una serie que acumula siete millones de ejemplares vendidos y que sale con una tirada inicial de 180.000, una cifra casi de otro tiempo, como su protagonista. «Los lectores me han presionado mucho para este regreso, algunos hasta me han insultado públicamente porque los he dejado con Alatriste sin terminar, pero es una presión grata», confesó el escritor, sonrisa mediante, durante la rueda de prensa celebrada en el Palace de Madrid. El académico empezó recordando el origen de esta aventura: el día en que descubrió en el libro de texto de su hija que el Siglo de Oro se resumía «en cuatro líneas, en cuatro tópicos elementales». «La época más importante de España, cuando éramos los amos del mundo, para bien y para mal, estaba siendo olvidada. Así que decidí que iba a devolverle a mi hija, que entonces tenía doce años, un recorrido por ese mundo fascinante y del que uno se enorgullece y se espanta», relató. Luego añadió, ya sobre la recepción del libro: «Hay algo divertido en esto, y muy español también, y es que la serie ha sido muy bien acogida, pero ha sido rechazada por dos extremos muy interesantes: la extrema izquierda y la extrema derecha. Cuando salió, la extrema izquierda decía que era un libro imperial, con los tercios, la bandera… En fin: España, España, España. Y la extrema derecha decía que era un libro que hablaba de la inquisición, de la parte oscura, que decía cosas muy negativas y avivaba la leyenda negra. Y aún lo dicen. No se dan cuenta ni unos ni otros de que el libro busca esa expresión, que los libros de Alatriste quieren contar un mundo, una época, y que esa época fue de luz y de sombra. Fuimos gloriosos e infames, fuimos crueles y magnánimos, fuimos brillantes y grises. Esos dos siglos fascinantes, los siglos de Quevedo , Góngora, Lope y Cervantes, para entenderlos, para asumirlos y conocerlos bien, hay que mirarlos así. Esa crítica de los dos extremos me ha confirmado que realmente tenía razón: era necesario hacer un libro así». Arturo Pérez-Reverte, durante la presentación de ‘Misión en París’ EPEse agujero en la historia, señaló Pérez-Reverte , tiene varias explicaciones. La primera es que el teatro del Siglo de Oro fue tan potente, tan rico, que agotó el tema para los escritores posteriores. «Si uno lee a Calderón, a Tirso, a Lope, ve que todo está ahí. Y ese teatro fue muy representado hasta el comienzo del siglo XX. El imaginario narrativo de esa época estaba muy machacado por el teatro y estaba exprimido como un limón de paella. Por otra parte, el franquismo se apropió de los mitos históricos españoles: el Cid, los tercios, América, la guerra de Independencia… Son elementos que el franquismo utilizó, ocultando la parte oscura y enseñando solo la gloriosa. ¿Y qué pasó? Que cuando acabó el franquismo y llegó la democracia cometimos el error de arrinconar todo eso. No se hablaba de eso, y si hablabas de eso es que eras reaccionario o fascista. Se buscaron otros temas narrativos que no tenían que ver con la historia, y la historia desapareció de la narración española en España. Yo no tenía ese complejo, ni ese problema, así que hice Alatriste. Y la gente descubrió ese mundo y para mi sorpresa se volcaron de una manera muy generosa. Por eso el libro funcionó tan bien».También hubo tiempo para el presente. «La palabra España tenía mala prensa, había sido tan abusada en el franquismo… Fue un error renunciar a limpiar la palabra España, y lo seguimos pagando. La derecha ha heredado la palabra España porque la izquierda, por su propia estupidez, renunció a ella», subrayó. «El mundo ahora es confuso. Antes había intelectuales, Anguita, Arrabal, Berlinger, que se habían ganado el derecho a opinar. Esa figura ha muerto: el intelectual europeo ya no existe. Ahora cualquier youtuber se convierte en intérprete del mundo. Y al no haber una cultura que filtre el diluvio de material que inunda las redes, el lector queda indefenso, no sabe lo que es verdad y lo que no. Alatriste ayuda a entender y a que el lector vea ciertos mensajes con serenidad, que tenga herramientas de filtro más afinadas. Yo no soluciono nada, solo soy novelista, pero en esa pequeña parte puedo ser útil».«Fue un error renunciar a limpiar la palabra España, y lo seguimos pagando»En esta entrega, Pérez-Reverte viaja al París de ‘Los tres mosqueteros’, una ciudad que ya solo existe en los grabados y los mapas antiguos que ha consultado. «Es un libro que ha marcado mi vida. Milady ha marcado mi vida. En todas mis novelas las mujeres, esas mujeres misteriosas, mujeres que luchan en un mundo de hombres, están emparentadas con Milady. Y todas ellas valen más que los hombres. Me las he llevado de mi vida a la imaginación», aseguró. Aunque han pasado catorce años entre una entrega y la siguiente, en la trama solo pasa uno. Volver a Alatriste ha sido volver a un tono. «Volví con miedo, porque Alatriste es un tono muy concreto, un lenguaje que tiene que tener el aroma del siglo XVII pero a la vez tiene que funcionar para el público de hoy. Ha sido un gran trabajo. Pero claro, ahí hay otra cosa, y es que yo he envejecido. La vida me ha causado estragos físicos y también intelectuales, y era inevitable que Alatriste se contaminase de ellos. He notado al corregir la novela que es un personaje más amargo, más desesperado, tiene más remordimientos que en los otros libros. Ha envejecido. Ahí está mi huella», reconoció. Y al poco: «Alatriste es un héroe oscuro que ha hecho cosas de las que no está orgulloso: yo también. Cuando tienes mi edad [73 años] a veces los fantasmas del pasado vienen a hacerte compañía». Noticia Relacionada estandar Si Biografía de Alatriste: cuatrocientos años de claroscuro español Rogorn Moradan Para Íñigo, Alatriste fue un padre sustituto y luego un ejemplo de vida, y para el lector un personaje fascinante que provoca sensaciones continuamenteEl novelista acabó hablando de un poema del Siglo de Oro en el que dos veteranos de los tercios de Flandes echan pestes de España, del rey, de las pagas que aún no han cobrado, jurando que van a dejarlo. Y sin embargo, al final del poema, vuelven a cumplir con su deber: «Pues estos dos que osaron decir esto, / ha seis días, cobradas cuatro pagas / y conforme razón, puestos a gesto, / con solas sus espadas y sus dagas, / pasando a nado un foso hicieron cosas / que plegue a Dios que en ocasión las hagas». «Eso es España. Puteados, engañados, manipulados, antes y ahora, siempre, en nuestra historia, pero cuando aparece una dana, una epidemia, una pandemia, unos fuegos, siempre está el español que se levanta con su manguera o su jeringuilla o su pala para el barro y va para allá. ¿Por qué? Porque eso es lo bueno que tenemos. Los héroes están ahí. Y Alatriste es eso. Reconociendo lo oscuro, la sombra, la tragedia, el engaño, la mentira, la corrupción, todo lo que hubo y hay, todavía hay gente capaz de cruzar el foso a nado para hacer cosas admirables. Por eso escribiendo ‘Alatriste’ me reconcilio con España. Pienso en esa gente y digo: a veces no está nada mal ser español».
El éxito debe ser algo así como que un taxista te pregunte por Alatriste. «Y tú sabes que no lo ha leído, y eso sienta muy bien. Gente que no ha leído Alatriste sabe quién es Alatriste», cuenta Arturo Pérez-Reverte, que ahora presenta ‘Misión en París’ (Alfaguara), la octava novela de una serie que acumula siete millones de ejemplares vendidos y que sale con una tirada inicial de 180.000, una cifra casi de otro tiempo, como su protagonista. «Los lectores me han presionado mucho para este regreso, algunos hasta me han insultado públicamente porque los he dejado con Alatriste sin terminar, pero es una presión grata», confesó el escritor, sonrisa mediante, durante la rueda de prensa celebrada en el Palace de Madrid.
El académico empezó recordando el origen de esta aventura: el día en que descubrió en el libro de texto de su hija que el Siglo de Oro se resumía «en cuatro líneas, en cuatro tópicos elementales». «La época más importante de España, cuando éramos los amos del mundo, para bien y para mal, estaba siendo olvidada. Así que decidí que iba a devolverle a mi hija, que entonces tenía doce años, un recorrido por ese mundo fascinante y del que uno se enorgullece y se espanta», relató. Luego añadió, ya sobre la recepción del libro: «Hay algo divertido en esto, y muy español también, y es que la serie ha sido muy bien acogida, pero ha sido rechazada por dos extremos muy interesantes: la extrema izquierda y la extrema derecha. Cuando salió, la extrema izquierda decía que era un libro imperial, con los tercios, la bandera… En fin: España, España, España. Y la extrema derecha decía que era un libro que hablaba de la inquisición, de la parte oscura, que decía cosas muy negativas y avivaba la leyenda negra. Y aún lo dicen. No se dan cuenta ni unos ni otros de que el libro busca esa expresión, que los libros de Alatriste quieren contar un mundo, una época, y que esa época fue de luz y de sombra. Fuimos gloriosos e infames, fuimos crueles y magnánimos, fuimos brillantes y grises. Esos dos siglos fascinantes, los siglos de Quevedo, Góngora, Lope y Cervantes, para entenderlos, para asumirlos y conocerlos bien, hay que mirarlos así. Esa crítica de los dos extremos me ha confirmado que realmente tenía razón: era necesario hacer un libro así».
EP
Ese agujero en la historia, señaló Pérez-Reverte, tiene varias explicaciones. La primera es que el teatro del Siglo de Oro fue tan potente, tan rico, que agotó el tema para los escritores posteriores. «Si uno lee a Calderón, a Tirso, a Lope, ve que todo está ahí. Y ese teatro fue muy representado hasta el comienzo del siglo XX. El imaginario narrativo de esa época estaba muy machacado por el teatro y estaba exprimido como un limón de paella. Por otra parte, el franquismo se apropió de los mitos históricos españoles: el Cid, los tercios, América, la guerra de Independencia… Son elementos que el franquismo utilizó, ocultando la parte oscura y enseñando solo la gloriosa. ¿Y qué pasó? Que cuando acabó el franquismo y llegó la democracia cometimos el error de arrinconar todo eso. No se hablaba de eso, y si hablabas de eso es que eras reaccionario o fascista. Se buscaron otros temas narrativos que no tenían que ver con la historia, y la historia desapareció de la narración española en España. Yo no tenía ese complejo, ni ese problema, así que hice Alatriste. Y la gente descubrió ese mundo y para mi sorpresa se volcaron de una manera muy generosa. Por eso el libro funcionó tan bien».
También hubo tiempo para el presente. «La palabra España tenía mala prensa, había sido tan abusada en el franquismo… Fue un error renunciar a limpiar la palabra España, y lo seguimos pagando. La derecha ha heredado la palabra España porque la izquierda, por su propia estupidez, renunció a ella», subrayó. «El mundo ahora es confuso. Antes había intelectuales, Anguita, Arrabal, Berlinger, que se habían ganado el derecho a opinar. Esa figura ha muerto: el intelectual europeo ya no existe. Ahora cualquier youtuber se convierte en intérprete del mundo. Y al no haber una cultura que filtre el diluvio de material que inunda las redes, el lector queda indefenso, no sabe lo que es verdad y lo que no. Alatriste ayuda a entender y a que el lector vea ciertos mensajes con serenidad, que tenga herramientas de filtro más afinadas. Yo no soluciono nada, solo soy novelista, pero en esa pequeña parte puedo ser útil».
«Fue un error renunciar a limpiar la palabra España, y lo seguimos pagando»
En esta entrega, Pérez-Reverte viaja al París de ‘Los tres mosqueteros’, una ciudad que ya solo existe en los grabados y los mapas antiguos que ha consultado. «Es un libro que ha marcado mi vida. Milady ha marcado mi vida. En todas mis novelas las mujeres, esas mujeres misteriosas, mujeres que luchan en un mundo de hombres, están emparentadas con Milady. Y todas ellas valen más que los hombres. Me las he llevado de mi vida a la imaginación», aseguró.
Aunque han pasado catorce años entre una entrega y la siguiente, en la trama solo pasa uno. Volver a Alatriste ha sido volver a un tono. «Volví con miedo, porque Alatriste es un tono muy concreto, un lenguaje que tiene que tener el aroma del siglo XVII pero a la vez tiene que funcionar para el público de hoy. Ha sido un gran trabajo. Pero claro, ahí hay otra cosa, y es que yo he envejecido. La vida me ha causado estragos físicos y también intelectuales, y era inevitable que Alatriste se contaminase de ellos. He notado al corregir la novela que es un personaje más amargo, más desesperado, tiene más remordimientos que en los otros libros. Ha envejecido. Ahí está mi huella», reconoció. Y al poco: «Alatriste es un héroe oscuro que ha hecho cosas de las que no está orgulloso: yo también. Cuando tienes mi edad [73 años] a veces los fantasmas del pasado vienen a hacerte compañía».
El novelista acabó hablando de un poema del Siglo de Oro en el que dos veteranos de los tercios de Flandes echan pestes de España, del rey, de las pagas que aún no han cobrado, jurando que van a dejarlo. Y sin embargo, al final del poema, vuelven a cumplir con su deber: «Pues estos dos que osaron decir esto, / ha seis días, cobradas cuatro pagas / y conforme razón, puestos a gesto, / con solas sus espadas y sus dagas, / pasando a nado un foso hicieron cosas / que plegue a Dios que en ocasión las hagas». «Eso es España. Puteados, engañados, manipulados, antes y ahora, siempre, en nuestra historia, pero cuando aparece una dana, una epidemia, una pandemia, unos fuegos, siempre está el español que se levanta con su manguera o su jeringuilla o su pala para el barro y va para allá. ¿Por qué? Porque eso es lo bueno que tenemos. Los héroes están ahí. Y Alatriste es eso. Reconociendo lo oscuro, la sombra, la tragedia, el engaño, la mentira, la corrupción, todo lo que hubo y hay, todavía hay gente capaz de cruzar el foso a nado para hacer cosas admirables. Por eso escribiendo ‘Alatriste’ me reconcilio con España. Pienso en esa gente y digo: a veces no está nada mal ser español».
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