Hace unos días, el Thyssen estrenaba temporada expositiva con una extraña pareja: Jackson Pollock y Andy Warhol . Parece haberle cogido el gusto el museo a los duelos artísticos y ahora son dos Pablos (Picasso y Klee ) los que se miden en sus salas. También a priori es una extraña pareja , aunque no tanto. Nacieron con dos años de diferencia (Paul Klee en 1879, Pablo Picasso en 1881), pero el español murió 33 años después que el suizo. Se conocieron en 1933: Klee visitó el estudio parisino de Picasso. En el 37, éste le devolvió la visita en su casa de Berna. Al parecer, fue un fracaso : llegó muy tarde a la cita. Sentían admiración profesional mutua . Ambos eran artistas prolíficos, radicales, transgresores, les gustaba experimentar, deformar los cuerpos, usar máscaras; amaban la tradición pictórica, eran maestros del dibujo, tiraban de sátira e ironía… Los surrealistas los tenían entre sus favoritos. Pero eran dos personalidades casi antagónicas. No hubo una gran conexión personal : Klee, introvertido, poético, espiritual, estoico; Picasso, extrovertido, terrenal, sensual, epicúreo. Lector de Cervantes, Calderón y Tirso, Klee admiraba a Velázquez, Goya, El Greco… «Mi pensamiento va hacia España, donde crecen los Goyas », escribió en sus diarios. Noticia Relacionada estandar Si Pollock y Warhol, dos mitos ‘made in USA’ en el Museo Thyssen: tan lejos, tan cerca Natividad Pulido Dos estrellas del arte moderno que aparentemente están en las antípodas, cara a cara en una gran exposiciónCoincidiendo con el cierre por reformas del Museo Berggruen de Berlín , las obras maestras de su colección emprendieron en 2022 una gira por Japón, China, Australia y Europa. Hasta el 1 de febrero de 2026 recala en Madrid un cara a cara entre Picasso y Klee (no es inédito; ya en 2010 se midieron en el Centro Klee de Berna) a través de medio centenar de obras, a las que se suman otras catorce del Thyssen (seis, de antiguos maestros). No hay contraprestación económica por los préstamos. A la izquierda, ‘El jersey amarillo’, 1939, de Picasso. A la derecha, ‘La señora R, viajando por el sur’, 1924, de Klee © Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍNLos comisarios, Paloma Alarcó y Gabriel Montua, advierten que la exposición constituye unas miradas cruzadas entre Klee y Picasso, «dos grandes visionarios que transformaron el arte moderno para siempre«. El itinerario de la muestra se ha dividido en cuatro secciones temáticas que los dos artistas compartieron: retratos, paisajes, naturalezas muertas y arlequines y desnudos . Del malagueño cuelgan espléndidos retratos como ‘Dora Maar con uñas verdes’ ( Lee Miller fotografió a ‘la mujer que llora’ picassiana junto a su retrato), un estudio para ‘Las señoritas de Aviñón’, bodegones cubistas, escenas de circo y arlequines, ‘Gran desnudo tumbado’, que adquirió en subasta en 1997… Del suizo, retratos fantasmales como ‘La señora R’, paisajes geométricos, arquitecturas oníricas… Un conjunto de pinturas que en su día pasaron por la galería Berggruen forman parte hoy de la colección Thyssen que el Estado español adquirió en 1993: tres de Klee, otras tantas de Picasso, un Severini, un Chagall, un Léger y un Ernst. Entre los Picassos, una joya, ‘ Arlequín con espejo’ , presente en la muestra, que colgó en el salón de la residencia parisina de los Berggruen. Helmut Newton. Heinz Berggruen y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, 1988 © Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍNLa exposición tiene otra segunda lectura . Supone un reencuentro entre dos de los grandes coleccionistas del siglo XX: Heinz Berggruen (Berlín, 1914-París, 2007) y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (Scheveningen, La Haya, 1921-Sant Feliu de Guíxols, Gerona, 2002). Ambos comparten, al igual que Klee y Picasso, no pocas afinidades : de origen alemán, expatriados, grandes amantes del arte moderno, amasaron espléndidas colecciones con pedigrí (procedían de marchantes como Rosenberg, Kahnweiler, Vollard o Durand-Ruel, lo mejor de lo mejor), las vendieron a países europeos (Berggruen a Alemania, el barón Thyssen a España) y se inauguraron con ellas museos públicos (en Berlín en 2000, como parte de la Neue Nationalgalerie , y en Madrid en 1992). Se conocieron en Nueva York en los 80. En una fotografía tomada en 1988 por otro grande del siglo XX, Helmut Newton , vemos a los dos coleccionistas riendo cómplices con un cuadro al fondoDe familia judía, en 1936 Heinz Berggruen abandona París huyendo del nazismo . Llega a Estados Unidos. Apasionado de la literatura y la poesía, iba para periodista, pero quedó atrapado por el arte. Trabajó un tiempo en el Museo de San Francisco, fue ayudante de Diego Rivera , comisario de Bellas Artes en la Unesco y en 1940 fundó en la Place Dauphine de la capital francesa una pequeña galería. Años después, abría la mítica Galerie Berggruen & Cie en la rue de l’Université. «Era un galerista discreto y dinámico, con empuje y sensibilidad», dicen los comisarios. A la izquierda, ‘Arlequín sentado’, 1905, de Picasso. A la derecha, ‘Arlequín en el puente’, 1920, de Klee © Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍNNunca conoció a Klee ( artista degenerado para los nazis), pero su primera compra, en 1940, fue una acuarela del artista. Era su talismán. Hasta tituló sus memorias como una de las obras del suizo: ‘Camino principal y caminos secundarios’. A Picasso llegaría más tarde, pero con la misma pasión. Los presentó Tristan Tzara. Hubo mucha química entre ellos. « Picasso me resultó seductor , incluso físicamente. Me cautivó desde nuestro primer encuentro», contaba Berggruen, que gestionó parte de su obra gráfica y llegó a atesorar más de 120 Picassos de todos sus periodos. Paul Éluard le vendió el primero, ‘El durmiente’. Berggruen consideraba a Klee y Picasso los dos creadores fundamentales de la primera mitad del siglo XX. Según su hijo Olivier , siempre se mantuvo fiel, y con el mismo entusiasmo, a ambos artistas: «Son dos gigantes del siglo XX, que crearon mundos propios. Para mi padre, simbolizaban la libertad creativa . Sus obras le ofrecían el estímulo que anhelaba». Decía que si fueran música, Picasso sería una gran sinfonía; Klee, música de cámara.En 1980 dejó su trabajo como marchante para centrarse en el coleccionismo. «Yo fui mi mejor cliente» , escribe en sus memorias. Además de Klee y Picasso, coleccionaba a Matisse, Cézanne, Giacometti… Pocos artistas, pero a los que seguía en sus carreras. Fue, además, un filántropo : en 1977 donó 13 obras de Klee al Museo de Arte Moderno de París y en 1984, 90 del mismo artista al Metropolitan neoyorquino. Su retorno tras la caída del Muro y la venta de su colección a la Alemania de la que huyó y contra la que luchó en las filas norteamericanas fue un hito simbólico , una forma de sanar las heridas en un país que renacía de sus cenizas. Hace unos días, el Thyssen estrenaba temporada expositiva con una extraña pareja: Jackson Pollock y Andy Warhol . Parece haberle cogido el gusto el museo a los duelos artísticos y ahora son dos Pablos (Picasso y Klee ) los que se miden en sus salas. También a priori es una extraña pareja , aunque no tanto. Nacieron con dos años de diferencia (Paul Klee en 1879, Pablo Picasso en 1881), pero el español murió 33 años después que el suizo. Se conocieron en 1933: Klee visitó el estudio parisino de Picasso. En el 37, éste le devolvió la visita en su casa de Berna. Al parecer, fue un fracaso : llegó muy tarde a la cita. Sentían admiración profesional mutua . Ambos eran artistas prolíficos, radicales, transgresores, les gustaba experimentar, deformar los cuerpos, usar máscaras; amaban la tradición pictórica, eran maestros del dibujo, tiraban de sátira e ironía… Los surrealistas los tenían entre sus favoritos. Pero eran dos personalidades casi antagónicas. No hubo una gran conexión personal : Klee, introvertido, poético, espiritual, estoico; Picasso, extrovertido, terrenal, sensual, epicúreo. Lector de Cervantes, Calderón y Tirso, Klee admiraba a Velázquez, Goya, El Greco… «Mi pensamiento va hacia España, donde crecen los Goyas », escribió en sus diarios. Noticia Relacionada estandar Si Pollock y Warhol, dos mitos ‘made in USA’ en el Museo Thyssen: tan lejos, tan cerca Natividad Pulido Dos estrellas del arte moderno que aparentemente están en las antípodas, cara a cara en una gran exposiciónCoincidiendo con el cierre por reformas del Museo Berggruen de Berlín , las obras maestras de su colección emprendieron en 2022 una gira por Japón, China, Australia y Europa. Hasta el 1 de febrero de 2026 recala en Madrid un cara a cara entre Picasso y Klee (no es inédito; ya en 2010 se midieron en el Centro Klee de Berna) a través de medio centenar de obras, a las que se suman otras catorce del Thyssen (seis, de antiguos maestros). No hay contraprestación económica por los préstamos. A la izquierda, ‘El jersey amarillo’, 1939, de Picasso. A la derecha, ‘La señora R, viajando por el sur’, 1924, de Klee © Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍNLos comisarios, Paloma Alarcó y Gabriel Montua, advierten que la exposición constituye unas miradas cruzadas entre Klee y Picasso, «dos grandes visionarios que transformaron el arte moderno para siempre«. El itinerario de la muestra se ha dividido en cuatro secciones temáticas que los dos artistas compartieron: retratos, paisajes, naturalezas muertas y arlequines y desnudos . Del malagueño cuelgan espléndidos retratos como ‘Dora Maar con uñas verdes’ ( Lee Miller fotografió a ‘la mujer que llora’ picassiana junto a su retrato), un estudio para ‘Las señoritas de Aviñón’, bodegones cubistas, escenas de circo y arlequines, ‘Gran desnudo tumbado’, que adquirió en subasta en 1997… Del suizo, retratos fantasmales como ‘La señora R’, paisajes geométricos, arquitecturas oníricas… Un conjunto de pinturas que en su día pasaron por la galería Berggruen forman parte hoy de la colección Thyssen que el Estado español adquirió en 1993: tres de Klee, otras tantas de Picasso, un Severini, un Chagall, un Léger y un Ernst. Entre los Picassos, una joya, ‘ Arlequín con espejo’ , presente en la muestra, que colgó en el salón de la residencia parisina de los Berggruen. Helmut Newton. Heinz Berggruen y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, 1988 © Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍNLa exposición tiene otra segunda lectura . Supone un reencuentro entre dos de los grandes coleccionistas del siglo XX: Heinz Berggruen (Berlín, 1914-París, 2007) y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (Scheveningen, La Haya, 1921-Sant Feliu de Guíxols, Gerona, 2002). Ambos comparten, al igual que Klee y Picasso, no pocas afinidades : de origen alemán, expatriados, grandes amantes del arte moderno, amasaron espléndidas colecciones con pedigrí (procedían de marchantes como Rosenberg, Kahnweiler, Vollard o Durand-Ruel, lo mejor de lo mejor), las vendieron a países europeos (Berggruen a Alemania, el barón Thyssen a España) y se inauguraron con ellas museos públicos (en Berlín en 2000, como parte de la Neue Nationalgalerie , y en Madrid en 1992). Se conocieron en Nueva York en los 80. En una fotografía tomada en 1988 por otro grande del siglo XX, Helmut Newton , vemos a los dos coleccionistas riendo cómplices con un cuadro al fondoDe familia judía, en 1936 Heinz Berggruen abandona París huyendo del nazismo . Llega a Estados Unidos. Apasionado de la literatura y la poesía, iba para periodista, pero quedó atrapado por el arte. Trabajó un tiempo en el Museo de San Francisco, fue ayudante de Diego Rivera , comisario de Bellas Artes en la Unesco y en 1940 fundó en la Place Dauphine de la capital francesa una pequeña galería. Años después, abría la mítica Galerie Berggruen & Cie en la rue de l’Université. «Era un galerista discreto y dinámico, con empuje y sensibilidad», dicen los comisarios. A la izquierda, ‘Arlequín sentado’, 1905, de Picasso. A la derecha, ‘Arlequín en el puente’, 1920, de Klee © Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍNNunca conoció a Klee ( artista degenerado para los nazis), pero su primera compra, en 1940, fue una acuarela del artista. Era su talismán. Hasta tituló sus memorias como una de las obras del suizo: ‘Camino principal y caminos secundarios’. A Picasso llegaría más tarde, pero con la misma pasión. Los presentó Tristan Tzara. Hubo mucha química entre ellos. « Picasso me resultó seductor , incluso físicamente. Me cautivó desde nuestro primer encuentro», contaba Berggruen, que gestionó parte de su obra gráfica y llegó a atesorar más de 120 Picassos de todos sus periodos. Paul Éluard le vendió el primero, ‘El durmiente’. Berggruen consideraba a Klee y Picasso los dos creadores fundamentales de la primera mitad del siglo XX. Según su hijo Olivier , siempre se mantuvo fiel, y con el mismo entusiasmo, a ambos artistas: «Son dos gigantes del siglo XX, que crearon mundos propios. Para mi padre, simbolizaban la libertad creativa . Sus obras le ofrecían el estímulo que anhelaba». Decía que si fueran música, Picasso sería una gran sinfonía; Klee, música de cámara.En 1980 dejó su trabajo como marchante para centrarse en el coleccionismo. «Yo fui mi mejor cliente» , escribe en sus memorias. Además de Klee y Picasso, coleccionaba a Matisse, Cézanne, Giacometti… Pocos artistas, pero a los que seguía en sus carreras. Fue, además, un filántropo : en 1977 donó 13 obras de Klee al Museo de Arte Moderno de París y en 1984, 90 del mismo artista al Metropolitan neoyorquino. Su retorno tras la caída del Muro y la venta de su colección a la Alemania de la que huyó y contra la que luchó en las filas norteamericanas fue un hito simbólico , una forma de sanar las heridas en un país que renacía de sus cenizas.
Hace unos días, el Thyssen estrenaba temporada expositiva con una extraña pareja: Jackson Pollock y Andy Warhol. Parece haberle cogido el gusto el museo a los duelos artísticos y ahora son dos Pablos (Picasso y Klee) los que se miden … en sus salas. También a priori es una extraña pareja, aunque no tanto. Nacieron con dos años de diferencia (Paul Klee en 1879, Pablo Picasso en 1881), pero el español murió 33 años después que el suizo. Se conocieron en 1933: Klee visitó el estudio parisino de Picasso. En el 37, éste le devolvió la visita en su casa de Berna. Al parecer, fue un fracaso: llegó muy tarde a la cita.
Sentían admiración profesional mutua. Ambos eran artistas prolíficos, radicales, transgresores, les gustaba experimentar, deformar los cuerpos, usar máscaras; amaban la tradición pictórica, eran maestros del dibujo, tiraban de sátira e ironía… Los surrealistas los tenían entre sus favoritos. Pero eran dos personalidades casi antagónicas. No hubo una gran conexión personal: Klee, introvertido, poético, espiritual, estoico; Picasso, extrovertido, terrenal, sensual, epicúreo. Lector de Cervantes, Calderón y Tirso, Klee admiraba a Velázquez, Goya, El Greco… «Mi pensamiento va hacia España, donde crecen los Goyas», escribió en sus diarios.
Coincidiendo con el cierre por reformas del Museo Berggruen de Berlín, las obras maestras de su colección emprendieron en 2022 una gira por Japón, China, Australia y Europa. Hasta el 1 de febrero de 2026 recala en Madrid un cara a cara entre Picasso y Klee (no es inédito; ya en 2010 se midieron en el Centro Klee de Berna) a través de medio centenar de obras, a las que se suman otras catorce del Thyssen (seis, de antiguos maestros). No hay contraprestación económica por los préstamos.
© Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍN
Los comisarios, Paloma Alarcó y Gabriel Montua, advierten que la exposición constituye unas miradas cruzadas entre Klee y Picasso, «dos grandes visionarios que transformaron el arte moderno para siempre«. El itinerario de la muestra se ha dividido en cuatro secciones temáticas que los dos artistas compartieron: retratos, paisajes, naturalezas muertas y arlequines y desnudos. Del malagueño cuelgan espléndidos retratos como ‘Dora Maar con uñas verdes’ (Lee Miller fotografió a ‘la mujer que llora’ picassiana junto a su retrato), un estudio para ‘Las señoritas de Aviñón’, bodegones cubistas, escenas de circo y arlequines, ‘Gran desnudo tumbado’, que adquirió en subasta en 1997… Del suizo, retratos fantasmales como ‘La señora R’, paisajes geométricos, arquitecturas oníricas…
Un conjunto de pinturas que en su día pasaron por la galería Berggruen forman parte hoy de la colección Thyssen que el Estado español adquirió en 1993: tres de Klee, otras tantas de Picasso, un Severini, un Chagall, un Léger y un Ernst. Entre los Picassos, una joya, ‘Arlequín con espejo’, presente en la muestra, que colgó en el salón de la residencia parisina de los Berggruen.
© Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍN
La exposición tiene otra segunda lectura. Supone un reencuentro entre dos de los grandes coleccionistas del siglo XX: Heinz Berggruen (Berlín, 1914-París, 2007) y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (Scheveningen, La Haya, 1921-Sant Feliu de Guíxols, Gerona, 2002). Ambos comparten, al igual que Klee y Picasso, no pocas afinidades: de origen alemán, expatriados, grandes amantes del arte moderno, amasaron espléndidas colecciones con pedigrí (procedían de marchantes como Rosenberg, Kahnweiler, Vollard o Durand-Ruel, lo mejor de lo mejor), las vendieron a países europeos (Berggruen a Alemania, el barón Thyssen a España) y se inauguraron con ellas museos públicos (en Berlín en 2000, como parte de la Neue Nationalgalerie, y en Madrid en 1992). Se conocieron en Nueva York en los 80. En una fotografía tomada en 1988 por otro grande del siglo XX, Helmut Newton, vemos a los dos coleccionistas riendo cómplices con un cuadro al fondo
De familia judía, en 1936 Heinz Berggruen abandona París huyendo del nazismo. Llega a Estados Unidos. Apasionado de la literatura y la poesía, iba para periodista, pero quedó atrapado por el arte. Trabajó un tiempo en el Museo de San Francisco, fue ayudante de Diego Rivera, comisario de Bellas Artes en la Unesco y en 1940 fundó en la Place Dauphine de la capital francesa una pequeña galería. Años después, abría la mítica Galerie Berggruen & Cie en la rue de l’Université. «Era un galerista discreto y dinámico, con empuje y sensibilidad», dicen los comisarios.
© Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie, BERLÍN
Nunca conoció a Klee (artista degenerado para los nazis), pero su primera compra, en 1940, fue una acuarela del artista. Era su talismán. Hasta tituló sus memorias como una de las obras del suizo: ‘Camino principal y caminos secundarios’. A Picasso llegaría más tarde, pero con la misma pasión. Los presentó Tristan Tzara. Hubo mucha química entre ellos. «Picasso me resultó seductor, incluso físicamente. Me cautivó desde nuestro primer encuentro», contaba Berggruen, que gestionó parte de su obra gráfica y llegó a atesorar más de 120 Picassos de todos sus periodos. Paul Éluard le vendió el primero, ‘El durmiente’. Berggruen consideraba a Klee y Picasso los dos creadores fundamentales de la primera mitad del siglo XX. Según su hijo Olivier, siempre se mantuvo fiel, y con el mismo entusiasmo, a ambos artistas: «Son dos gigantes del siglo XX, que crearon mundos propios. Para mi padre, simbolizaban la libertad creativa. Sus obras le ofrecían el estímulo que anhelaba». Decía que si fueran música, Picasso sería una gran sinfonía; Klee, música de cámara.
En 1980 dejó su trabajo como marchante para centrarse en el coleccionismo. «Yo fui mi mejor cliente», escribe en sus memorias. Además de Klee y Picasso, coleccionaba a Matisse, Cézanne, Giacometti… Pocos artistas, pero a los que seguía en sus carreras. Fue, además, un filántropo: en 1977 donó 13 obras de Klee al Museo de Arte Moderno de París y en 1984, 90 del mismo artista al Metropolitan neoyorquino. Su retorno tras la caída del Muro y la venta de su colección a la Alemania de la que huyó y contra la que luchó en las filas norteamericanas fue un hito simbólico, una forma de sanar las heridas en un país que renacía de sus cenizas.
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