Dramaturgia y dirección: Antonio Romera ‘Chipi’. Reparto: Antonio Romera ‘Chipi’, Javier Galiana de la Rosa, Bernardo Parrilla y David León. Gira por toda España hasta mayo de 2026.
El Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT) amplía en esta 40ª edición -la primera que dirige Mónica Yuste- el significado del adjetivo “contemporáneo”, que históricamente, aunque no forme parte del nombre de la cita, se ha entendido como seña de identidad de las obras que aquí se exhiben. De este modo, conviviendo con otras propuestas que podríamos considerar más experimentales, y tratando de mostrar la variedad de estilos que caracteriza realmente hoy la creación escénica -y que va mucho más allá de ese reducido lenguaje al cual algunos se empeñan en limitar lo “contemporáneo”-, este año ha entrado en la programación, para regocijo del numeroso público que lo recibió y lo aplaudió en el Gran Teatro Falla, un espectáculo afable y gamberro, con perfume de chirigota, que tal vez no sea muy novedoso en lo que respecta al tema que aborda, pero sí en cuanto a la estructura de una dramaturgia, bastante ecléctica, que interrumpe sin complejos su narratividad para transitar con soltura y valentía otros terrenos puramente líricos y musicales.
‘El bar nuestro de cada día’ es un sencillo homenaje a todos los parroquianos borrachines, sabios y entrañables que habitan las tabernas de toda la vida y forman parte de ellas como un elemento decisorio de su propia idiosincrasia. En el etílico velatorio de uno de estos personajes, que se llama Malandro y constituye un arquetipo de todos ellos, el protagonista de la función, interpretado por Antonio Romera ‘Chipi’ -artista gaditano muy conocido en Andalucía-, nos cuenta algunas anécdotas del difunto que se van interrumpiendo, o
más bien alimentando, con canciones. En el tono y en el argumento, la obra recuerda muchísimo a ‘El testigo’, el monólogo -probablemente el mejor de todos los suyos- que hizo Rafael Álvarez, ‘el Brujo’, a partir del relato homónimo de otro gaditano: el gran escritor Fernando Quiñones. Pero lo mejor y lo más original, como digo, es la parte musical de la propuesta, donde ‘el Chipi’, sin renunciar al humor y acompañado de tres excelentes intérpretes –Javier Galiana de la Rosa (pianista), Bernardo Parrilla (vientos) y David León (percusión)– alcanza verdaderas cotas de poesía mezclando con estilo muy personal elementos del flamenco, del jazz y del pop. Hay que decir que la imbricación de esta parte musical dentro del contexto teatral se consigue también desde el punto de vista plástico, gracias al vestuario, inteligentemente uniformado; a una sencilla pero cuidada escenografía, donde los instrumentos se funden con el entorno; y a la calidez y la melancolía que proporciona el estupendo diseño de iluminación.
Después de su paso por el FIT de Cádiz, la obra, que se ha alzado con tres premios Lorca y también con el galardón al mejor espectáculo en la Feria de Palma del Río, tiene por delante una larguísima gira por toda España ¡con cerca de 40 bolos ya cerrados en los próximos seis meses! Yo no sé si esto será o no será teatro contemporáneo, ni si eso importa algo; lo que sí sé es que no es pretencioso, que está bien hecho y que gusta.
- Lo mejor: El equilibrio entre lo teatral y lo musical, y la originalidad compositiva y poética de las canciones.
- Lo peor: La literatura de las partes más dramáticas es ocurrente, pero poco novedosa o arriesgada.
Es un sencillo homenaje a todos los parroquianos borrachines, sabios y entrañables que habitan las tabernas de toda la vida
Dramaturgia y dirección: Antonio Romera ‘Chipi’. Reparto: Antonio Romera ‘Chipi’, Javier Galiana de la Rosa, Bernardo Parrilla y David León. Gira por toda España hasta mayo de 2026.
El Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT) amplía en esta 40ª edición -la primera que dirige Mónica Yuste- el significado del adjetivo “contemporáneo”, que históricamente, aunque no forme parte del nombre de la cita, se ha entendido como seña de identidad de las obras que aquí se exhiben. De este modo, conviviendo con otras propuestas que podríamos considerar más experimentales, y tratando de mostrar la variedad de estilos que caracteriza realmente hoy la creación escénica -y que va mucho más allá de ese reducido lenguaje al cual algunos se empeñan en limitar lo “contemporáneo”-, este año ha entrado en la programación, para regocijo del numeroso público que lo recibió y lo aplaudió en el Gran Teatro Falla, un espectáculo afable y gamberro, con perfume de chirigota, que tal vez no sea muy novedoso en lo que respecta al tema que aborda, pero sí en cuanto a la estructura de una dramaturgia, bastante ecléctica, que interrumpe sin complejos su narratividad para transitar con soltura y valentía otros terrenos puramente líricos y musicales.
‘El bar nuestro de cada día’ es un sencillo homenaje a todos los parroquianos borrachines, sabios y entrañables que habitan las tabernas de toda la vida y forman parte de ellas como un elemento decisorio de su propia idiosincrasia. En el etílico velatorio de uno de estos personajes, que se llama Malandro y constituye un arquetipo de todos ellos, el protagonista de la función, interpretado por Antonio Romera ‘Chipi’ -artista gaditano muy conocido en Andalucía-, nos cuenta algunas anécdotas del difunto que se van interrumpiendo, o
más bien alimentando, con canciones. En el tono y en el argumento, la obra recuerda muchísimo a ‘El testigo’, el monólogo -probablemente el mejor de todos los suyos- que hizo Rafael Álvarez, ‘el Brujo’, a partir del relato homónimo de otro gaditano: el gran escritor Fernando Quiñones. Pero lo mejor y lo más original, como digo, es la parte musical de la propuesta, donde ‘el Chipi’, sin renunciar al humor y acompañado de tres excelentes intérpretes –Javier Galiana de la Rosa (pianista), Bernardo Parrilla (vientos) y David León (percusión)– alcanza verdaderas cotas de poesía mezclando con estilo muy personal elementos del flamenco, del jazz y del pop. Hay que decir que la imbricación de esta parte musical dentro del contexto teatral se consigue también desde el punto de vista plástico, gracias al vestuario, inteligentemente uniformado; a una sencilla pero cuidada escenografía, donde los instrumentos se funden con el entorno; y a la calidez y la melancolía que proporciona el estupendo diseño de iluminación.
Después de su paso por el FIT de Cádiz, la obra, que se ha alzado con tres premios Lorca y también con el galardón al mejor espectáculo en la Feria de Palma del Río, tiene por delante una larguísima gira por toda España ¡con cerca de 40 bolos ya cerrados en los próximos seis meses! Yo no sé si esto será o no será teatro contemporáneo, ni si eso importa algo; lo que sí sé es que no es pretencioso, que está bien hecho y que gusta.
- Lo mejor: El equilibrio entre lo teatral y lo musical, y la originalidad compositiva y poética de las canciones.
- Lo peor: La literatura de las partes más dramáticas es ocurrente, pero poco novedosa o arriesgada.
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