Las dos personas normales visitan el huerto urbano que acaban de abrir en el barrio, sobre un viejo solar. El huerto está lleno de neumáticos semienterrados pintados de mil colores, niños vociferantes, madres que hablan entre sí, padres con bebés mochila. Y proyección de cine los viernes en el costado de una furgoneta blanca. Las dos personas normales están de lo más animadas.—Qué alegría todo, ¿no?—Pues sí.—Qué luz y qué color y qué de todo.—Y qué frío y qué tomates. Mira.—Pero si no hay nada.—Pero está la tomatera, mírala, mira qué palos más bien puestos. Le salen ahora los tomates, ya verás.—No creo, ahora no sale nada, aún no habrán ni plantado. ¿No ves que el huerto es nuevo?—Pues saldrán tomates nuevos.—Los tomates se recogen en verano, me parece.—Pero igual los han traído ya sembrados.—¿De dónde los van a traer? Los tomates se siembran en marzo, ¿no ves que ahora hiela?—Pues olvídate de los tomates, lo importante es que la idea es buena.—Eso sí.—Mira. Romero, tomillo, lavanda. Para que huelan los armarios bien. Y qué bien podan los jipis, míralos.—¿Los jipis?—¿No son jipis?—Yo creo que no. Yo creo que los jipis se acabaron ya.—¿Y los de Ibiza?—En Ibiza igual hay una reserva, pero esta gente, mira, es casi normal.—¿Los jipis no son normales?—Serán, pero estos se calzan y todo, y viven con la novia, míralos. Y los niños van con ropa puesta.—Ah, es verdad. Pero qué buena idea en general, que aquí había ratas y somieres, y, ahora, mira, una chica.Una joven muy simpática con gafas redondas, peto a rayas y plumífero les entrega una octavilla.—Y fíjate —continúa la persona, consultando ahora el papel—, qué de actividades culturales. El lunes, cocina para todos, el martes, concierto de marimba, el miércoles, charla sobre si necesitas lo que tienes…—Está muy bien.—¿Verdad? Y mira los críos cómo corren, que van a abrirse la cabeza o algo, te lo digo yo. Aunque seguro que aquí saben curarlos, que seguro que te sale un jipi…—O una jipi.—… O una jipi, o como se llamen ahora, y le pone bien puesta una venda y te sale el niño tan contento, directo a la tirolina.—¿Hay tirolina? —Busca con la mirada. La otra persona normal se la señala—. Ah, sí.—Y seguro que por allí hay lechugas, en el invernadero, digo, que mira, lo han hecho con puertas de las de antes, de las de cristales cuadrados. Qué listos.—¿Y el jueves?—¿Cómo el jueves? ¿El jueves qué?—Que si no echan nada el jueves.—Ah, sí. —La persona consulta el folleto—. El jueves, recital de Lorca.—Pero ¿viene Lorca?—¿Cómo va a venir Lorca? ¿Estamos tontos o qué?—Tampoco digo Lorca Lorca, pero como ahora hacen conciertos con Elvis Presley…—Ah, sí, y con Michael Jackson. Por halitosis, le dicen. Que proyectan una halitosis transparente y va y baila el señor.—O la señora, que también tienen a la Whitney Houston.—O la señora. Que canta por telegrama.—Pues eso es lo que te decía, que igual traían a Lorca, aunque sea por telegrama.—¿Preguntamos?—Preguntamos, venga. Pero tú.La segunda persona normal se acerca a un chaval con anorak del ejército ruso y le hace la pregunta. El chaval se ríe, se coloca bien una rasta que le sale del cráneo pelado y, muy amable, se deshace en explicaciones, asintiendo mucho. La segunda persona normal le tiende la mano y el chico se la sacude encantado, le señala un palio con bombillas y le da el mismo folleto de antes. Y sigue vigilando a los niños, para que no se maten.La persona normal regresa tan contenta.—Que no, que no sale por filigranas, que vienen unas chicas de Cáceres y te dicen las poesías ellas, que por lo visto las dicen muy bien.—¿Y villancicos no cantan?—Pues no le he preguntado. ¿Le pregunto?—No, no, déjalo tranquilo. Bastante tiene.El muchacho, efectivamente, acaba de pescar a una niña por la capucha justo antes de que se estampe contra una valla en la que hay pintado un sol.—Pues dices tú —dice la segunda persona—, pero lo que ponía yo aquí es un olivo.—¿Y eso?—Como viene Lorca…—El de las aceitunas era otro, me parece. El que no se sabe si es de Murcia o de Alicante.—Ah, ya. Pero ¿ese no era más de cebollas?—También.—Pues que planten cebollas, ¿no?—Ya, sí, pero el que viene es Lorca.—Pero en Cáceres también habrá cebollas…—Pero Lorca es de Granada.—Por eso te lo decía, ¿no hay olivos en Granada o qué? ¿Les decimos que planten uno? —En Granada hay teteras, me parece. Y fuman por un tubo largo.—Pues que planten un poco de tabaco y luego un poco de té, ¿se lo digo? O que planten granadas mismo, aunque sea en marzo. Que le den un poco de vida a esto, que, con la excusa de que es invierno, aquí al final no tienen nada.—Igual es una inversión a medio plazo.—¿Inversión de qué, si esto será del ayuntamiento? ¿Les pregunto?—No, no, deja, mejor no preguntes nada. Venimos el jueves y ya está. Las dos personas normales visitan el huerto urbano que acaban de abrir en el barrio, sobre un viejo solar. El huerto está lleno de neumáticos semienterrados pintados de mil colores, niños vociferantes, madres que hablan entre sí, padres con bebés mochila. Y proyección de cine los viernes en el costado de una furgoneta blanca. Las dos personas normales están de lo más animadas.—Qué alegría todo, ¿no?—Pues sí.—Qué luz y qué color y qué de todo.—Y qué frío y qué tomates. Mira.—Pero si no hay nada.—Pero está la tomatera, mírala, mira qué palos más bien puestos. Le salen ahora los tomates, ya verás.—No creo, ahora no sale nada, aún no habrán ni plantado. ¿No ves que el huerto es nuevo?—Pues saldrán tomates nuevos.—Los tomates se recogen en verano, me parece.—Pero igual los han traído ya sembrados.—¿De dónde los van a traer? Los tomates se siembran en marzo, ¿no ves que ahora hiela?—Pues olvídate de los tomates, lo importante es que la idea es buena.—Eso sí.—Mira. Romero, tomillo, lavanda. Para que huelan los armarios bien. Y qué bien podan los jipis, míralos.—¿Los jipis?—¿No son jipis?—Yo creo que no. Yo creo que los jipis se acabaron ya.—¿Y los de Ibiza?—En Ibiza igual hay una reserva, pero esta gente, mira, es casi normal.—¿Los jipis no son normales?—Serán, pero estos se calzan y todo, y viven con la novia, míralos. Y los niños van con ropa puesta.—Ah, es verdad. Pero qué buena idea en general, que aquí había ratas y somieres, y, ahora, mira, una chica.Una joven muy simpática con gafas redondas, peto a rayas y plumífero les entrega una octavilla.—Y fíjate —continúa la persona, consultando ahora el papel—, qué de actividades culturales. El lunes, cocina para todos, el martes, concierto de marimba, el miércoles, charla sobre si necesitas lo que tienes…—Está muy bien.—¿Verdad? Y mira los críos cómo corren, que van a abrirse la cabeza o algo, te lo digo yo. Aunque seguro que aquí saben curarlos, que seguro que te sale un jipi…—O una jipi.—… O una jipi, o como se llamen ahora, y le pone bien puesta una venda y te sale el niño tan contento, directo a la tirolina.—¿Hay tirolina? —Busca con la mirada. La otra persona normal se la señala—. Ah, sí.—Y seguro que por allí hay lechugas, en el invernadero, digo, que mira, lo han hecho con puertas de las de antes, de las de cristales cuadrados. Qué listos.—¿Y el jueves?—¿Cómo el jueves? ¿El jueves qué?—Que si no echan nada el jueves.—Ah, sí. —La persona consulta el folleto—. El jueves, recital de Lorca.—Pero ¿viene Lorca?—¿Cómo va a venir Lorca? ¿Estamos tontos o qué?—Tampoco digo Lorca Lorca, pero como ahora hacen conciertos con Elvis Presley…—Ah, sí, y con Michael Jackson. Por halitosis, le dicen. Que proyectan una halitosis transparente y va y baila el señor.—O la señora, que también tienen a la Whitney Houston.—O la señora. Que canta por telegrama.—Pues eso es lo que te decía, que igual traían a Lorca, aunque sea por telegrama.—¿Preguntamos?—Preguntamos, venga. Pero tú.La segunda persona normal se acerca a un chaval con anorak del ejército ruso y le hace la pregunta. El chaval se ríe, se coloca bien una rasta que le sale del cráneo pelado y, muy amable, se deshace en explicaciones, asintiendo mucho. La segunda persona normal le tiende la mano y el chico se la sacude encantado, le señala un palio con bombillas y le da el mismo folleto de antes. Y sigue vigilando a los niños, para que no se maten.La persona normal regresa tan contenta.—Que no, que no sale por filigranas, que vienen unas chicas de Cáceres y te dicen las poesías ellas, que por lo visto las dicen muy bien.—¿Y villancicos no cantan?—Pues no le he preguntado. ¿Le pregunto?—No, no, déjalo tranquilo. Bastante tiene.El muchacho, efectivamente, acaba de pescar a una niña por la capucha justo antes de que se estampe contra una valla en la que hay pintado un sol.—Pues dices tú —dice la segunda persona—, pero lo que ponía yo aquí es un olivo.—¿Y eso?—Como viene Lorca…—El de las aceitunas era otro, me parece. El que no se sabe si es de Murcia o de Alicante.—Ah, ya. Pero ¿ese no era más de cebollas?—También.—Pues que planten cebollas, ¿no?—Ya, sí, pero el que viene es Lorca.—Pero en Cáceres también habrá cebollas…—Pero Lorca es de Granada.—Por eso te lo decía, ¿no hay olivos en Granada o qué? ¿Les decimos que planten uno? —En Granada hay teteras, me parece. Y fuman por un tubo largo.—Pues que planten un poco de tabaco y luego un poco de té, ¿se lo digo? O que planten granadas mismo, aunque sea en marzo. Que le den un poco de vida a esto, que, con la excusa de que es invierno, aquí al final no tienen nada.—Igual es una inversión a medio plazo.—¿Inversión de qué, si esto será del ayuntamiento? ¿Les pregunto?—No, no, deja, mejor no preguntes nada. Venimos el jueves y ya está.
PUES DICES TÚ
Las dos personas normales visitan el huerto urbano que acaban de abrir en el barrio, sobre un viejo solar. Están de lo más animadas
Las dos personas normales visitan el huerto urbano que acaban de abrir en el barrio, sobre un viejo solar. El huerto está lleno de neumáticos semienterrados pintados de mil colores, niños vociferantes, madres que hablan entre sí, padres con bebés mochila. Y proyección de cine …
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