En ‘ Adolescencia ‘ (Netflix), un chaval de trece años llamado Jamie mata a puñaladas a una niña de su curso. La serie empieza con su detención, digna de un Bin Laden, pero imberbe, y sigue con la investigación del caso, a manos de un tal Luke Bascombe. No hay mucha intriga, porque enseguida descubrimos que el crío es culpable (hay un vídeo de una cámara de seguridad que no deja mucho espacio a la duda) y el guión se centra en sus motivaciones. Por eso se ha convertido en un pequeño fenómeno columnístico: al fin hay una excusa en España para hablar de la masculinidad tóxica, los grupos o sectas de ‘incels’ (célibes involuntarios) que inundan el internet más o menos profundo y la violencia que estos despiertan contra el género femenino. A falta de datos o noticias, una ficción británica ha venido al rescate de los plumillas. La serie es una virguería formal (cada capítulo es un plano secuencia) y actoral, no tanto de escritura. En su insistencia por subrayar el tema de la serie, la historia flojea y se convierte, a ratos, en un mensaje: esto es lo que ocurre cuando sumamos la toxicidad de las redes sociales con la frustración sexual y la incapacidad para expresar nuestros sentimientos, parecen decir. Los creadores, Stephen Graham y Jack Thorne, dan más respuestas que preguntas, descartando el misterio de la ecuación. Y como no hay misterio, hay columnas. Y como ha llovido mucho en marzo, mucha gente ha visto ‘Adolescencia’ y está preocupadísima por el futuro de los niños. «Qué tranquilidad no ser padre», ha escrito Jorge Javier Vázquez en su blog. Hay dos momentos de ‘Adolescencia’ que concretan, sin embargo, la incomprensión a la que están condenados los adultos cuando miran hacia abajo. En el primero, el hijo de Bascombe, que es alumno del mismo instituto que la víctima y el victimario, le explica a su padre el verdadero significado de los emoticonos que utilizan en Instagram. De pronto, por magia de la traducción, el policía empieza a intuir el verdadero motivo del crimen. En el segundo, ya al final, el padre del asesino le pregunta a su mujer cómo han educado a su hija, tan normal. «La criamos igual que a él», le responde ella, cerrando un diálogo perfecto. Lo que ellos no saben no lo sabemos nosotros. En ‘ Adolescencia ‘ (Netflix), un chaval de trece años llamado Jamie mata a puñaladas a una niña de su curso. La serie empieza con su detención, digna de un Bin Laden, pero imberbe, y sigue con la investigación del caso, a manos de un tal Luke Bascombe. No hay mucha intriga, porque enseguida descubrimos que el crío es culpable (hay un vídeo de una cámara de seguridad que no deja mucho espacio a la duda) y el guión se centra en sus motivaciones. Por eso se ha convertido en un pequeño fenómeno columnístico: al fin hay una excusa en España para hablar de la masculinidad tóxica, los grupos o sectas de ‘incels’ (célibes involuntarios) que inundan el internet más o menos profundo y la violencia que estos despiertan contra el género femenino. A falta de datos o noticias, una ficción británica ha venido al rescate de los plumillas. La serie es una virguería formal (cada capítulo es un plano secuencia) y actoral, no tanto de escritura. En su insistencia por subrayar el tema de la serie, la historia flojea y se convierte, a ratos, en un mensaje: esto es lo que ocurre cuando sumamos la toxicidad de las redes sociales con la frustración sexual y la incapacidad para expresar nuestros sentimientos, parecen decir. Los creadores, Stephen Graham y Jack Thorne, dan más respuestas que preguntas, descartando el misterio de la ecuación. Y como no hay misterio, hay columnas. Y como ha llovido mucho en marzo, mucha gente ha visto ‘Adolescencia’ y está preocupadísima por el futuro de los niños. «Qué tranquilidad no ser padre», ha escrito Jorge Javier Vázquez en su blog. Hay dos momentos de ‘Adolescencia’ que concretan, sin embargo, la incomprensión a la que están condenados los adultos cuando miran hacia abajo. En el primero, el hijo de Bascombe, que es alumno del mismo instituto que la víctima y el victimario, le explica a su padre el verdadero significado de los emoticonos que utilizan en Instagram. De pronto, por magia de la traducción, el policía empieza a intuir el verdadero motivo del crimen. En el segundo, ya al final, el padre del asesino le pregunta a su mujer cómo han educado a su hija, tan normal. «La criamos igual que a él», le responde ella, cerrando un diálogo perfecto. Lo que ellos no saben no lo sabemos nosotros.
Televidente
«A falta de datos o noticias, una ficción británica ha venido al rescate de los plumillas»
En ‘Adolescencia‘ (Netflix), un chaval de trece años llamado Jamie mata a puñaladas a una niña de su curso. La serie empieza con su detención, digna de un Bin Laden, pero imberbe, y sigue con la investigación del caso, a manos de un tal … Luke Bascombe. No hay mucha intriga, porque enseguida descubrimos que el crío es culpable (hay un vídeo de una cámara de seguridad que no deja mucho espacio a la duda) y el guión se centra en sus motivaciones. Por eso se ha convertido en un pequeño fenómeno columnístico: al fin hay una excusa en España para hablar de la masculinidad tóxica, los grupos o sectas de ‘incels’ (célibes involuntarios) que inundan el internet más o menos profundo y la violencia que estos despiertan contra el género femenino. A falta de datos o noticias, una ficción británica ha venido al rescate de los plumillas.
La serie es una virguería formal (cada capítulo es un plano secuencia) y actoral, no tanto de escritura. En su insistencia por subrayar el tema de la serie, la historia flojea y se convierte, a ratos, en un mensaje: esto es lo que ocurre cuando sumamos la toxicidad de las redes sociales con la frustración sexual y la incapacidad para expresar nuestros sentimientos, parecen decir. Los creadores, Stephen Graham y Jack Thorne, dan más respuestas que preguntas, descartando el misterio de la ecuación. Y como no hay misterio, hay columnas. Y como ha llovido mucho en marzo, mucha gente ha visto ‘Adolescencia’ y está preocupadísima por el futuro de los niños. «Qué tranquilidad no ser padre», ha escrito Jorge Javier Vázquez en su blog.
Hay dos momentos de ‘Adolescencia’ que concretan, sin embargo, la incomprensión a la que están condenados los adultos cuando miran hacia abajo. En el primero, el hijo de Bascombe, que es alumno del mismo instituto que la víctima y el victimario, le explica a su padre el verdadero significado de los emoticonos que utilizan en Instagram. De pronto, por magia de la traducción, el policía empieza a intuir el verdadero motivo del crimen. En el segundo, ya al final, el padre del asesino le pregunta a su mujer cómo han educado a su hija, tan normal. «La criamos igual que a él», le responde ella, cerrando un diálogo perfecto. Lo que ellos no saben no lo sabemos nosotros.
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