«Sonaba la medianoche en los relojes de París cuando entraron por la puerta de Saint-Jacques cuatro jinetes tan seguros de sí mismos como el trote firme de sus caballos». Así comienza ‘Misión en París’, la nueva entrega del capitán Alatriste, el héroe de Arturo Pérez-Reverte , que saldrá a la venta el 3 de septiembre. ¿Cómo le irá a este Alatriste junto al Sena? ¿Conocerá allí a los más grandes espadachines salidos de la prosa de Alejandro Dumas: los mosqueteros? ¿Pelearán ellos también con nuestro capitán? ¿Cuál será el resultado? ¿Y por qué ha vuelto Alatriste para llevarnos de vuelta a la trepidante vida del veterano de los Tercios en el siglo XVII? Noticia Relacionada opinion Si «Vuelve» Alatriste, las claves del nuevo libro de Arturo Pérez-Reverte: todos somos sus ahijados Adrián J. Sáez Hay libros que hacemos nuestros y que, al mismo tiempo, nos forjan a su imagen y semejanzaNo hay victorias limpias en las novelas de Arturo Pérez-Reverte. Sus páginas, como la vida, lo van enseñando. Alatriste, entre todas las novelas de aventuras, destaca por esa certidumbre amarga. El héroe que nos permitió conocer el Siglo de Oro español (desconocido para el gran público) en los noventa, mientras juraba en germanías y se batía contra todos por el rey, a menudo se ve condenado a lamerse las heridas en soledad, traicionado por muchos, siempre fiel a unos pocos leales. Alatriste se ensucia con el mundo, con las botas metidas en el barro de nuestra historia. Y así aclara nuestra mirada. Por él sabemos que no hay victorias limpias, siempre hay coste. Es la vida. Es el tiempo. El tiempo pasará, ¿cuántas veces lo has pensado?Cuando levantas los ojos del libro, hay algo que sigue vibrando en el presente. Es un regusto de aventura, agridulce, que tiñe después todo, las calles, las noticias y lo que te cuenta la luz de tu móvil. Sabor amargo, pez, al fondo. Pero hay grandeza en Alatriste, no de la estupefaciente, de la que deslumbra y atonta. Es grandeza desencantada, lucidez escéptica en la que florece, sin embargo, la alegría. Y la amistad, aunque sea crepuscular, ‘contra todo y contra todos, eso a menudo era España’. Esta frase, que el escritor puso en el anverso del cuadro ‘La última aventura de El Glorioso’, que Augusto Ferrer-Dalmau pintó para el Museo Naval, resume bien esa insistencia en no rendirse nunca, pese a los golpes. En regresar, como Alatriste hace ahora. ¡Qué ganas de leerlo!Hace catorce años que dejamos a Alatriste muy jodido en un puente veneciano. Ha dado tiempo a releer las novelas desde entonces. Si lo has hecho, habrás descubierto que este clásico te habla de otra manera en otra edad. La lectura juvenil es trepidante, destilada de la acción, puro nervio, puro ingenio, entre esgrima y navajeo, puro Pérez-Reverte. Luchas a la española, donde la verdadera destreza se remata con alguna cuchillada trapera. Porque hay que sobrevivir. Cuando llevas media vida y vuelves a los libros, en la lectura de madurez brillan menos los metales y resuenan más los afectos, la amistad, la lealtad, todo lo que mana entre la sangre, lo que puede florecer en mitad de la más horrible batalla y nos salva. Recuerdo que tras ‘El puente de los asesinos’ (2011), Alfaguara reunió en un solo volumen las siete novelas de Alatriste. Entonces, en 2016, al presentar el tomo, los periodistas preguntamos a Pérez-Reverte si el viejo capitán regresaría. Entonces ya estaba embarcado en la serie de novelas de ‘Falcó’, el espía en la Guerra Civil. El escritor respondió negando, pero sólo un poco, con la cabeza, que no planeaba un regreso de Alatriste. Dijo que sentía el personaje como dormido, todavía, junto a él: esa mirada. Y que si con los años, esa visión evolucionaba hasta un punto que pudiera interesarle, volvería. Si su experiencia del mundo le hacía despertar para traer otro poco de lo suyo -ya se sabe, ese guiso sabroso de aventura con rigor histórico y humor amargo-, lo haría, naturalmente. Pero no todavía, dijo. Dejaré el tiempo pasar. El tiempo pasará.No sabes por qué hay frases que se quedan esperando encajar, palabras que resuenan durante un tiempo más largo de lo habitual. Como si trajesen un significado oculto, que estás esperando descifrar, un eco extraño e interior que las repite. Y hoy, cuando se anuncia una nueva entrega de las aventuras del capitán Diego Alatriste, lo he vuelto a recordar. Vuelve el viejo veterano capitán, al cumplir treinta años la saga, más allá de los catorce años desde la anterior novela. Casi veinte años después, que diría Dumas. Es el tiempo, que ha pasado ya. «Sonaba la medianoche en los relojes de París cuando entraron por la puerta de Saint-Jacques cuatro jinetes tan seguros de sí mismos como el trote firme de sus caballos». Así comienza ‘Misión en París’, la nueva entrega del capitán Alatriste, el héroe de Arturo Pérez-Reverte , que saldrá a la venta el 3 de septiembre. ¿Cómo le irá a este Alatriste junto al Sena? ¿Conocerá allí a los más grandes espadachines salidos de la prosa de Alejandro Dumas: los mosqueteros? ¿Pelearán ellos también con nuestro capitán? ¿Cuál será el resultado? ¿Y por qué ha vuelto Alatriste para llevarnos de vuelta a la trepidante vida del veterano de los Tercios en el siglo XVII? Noticia Relacionada opinion Si «Vuelve» Alatriste, las claves del nuevo libro de Arturo Pérez-Reverte: todos somos sus ahijados Adrián J. Sáez Hay libros que hacemos nuestros y que, al mismo tiempo, nos forjan a su imagen y semejanzaNo hay victorias limpias en las novelas de Arturo Pérez-Reverte. Sus páginas, como la vida, lo van enseñando. Alatriste, entre todas las novelas de aventuras, destaca por esa certidumbre amarga. El héroe que nos permitió conocer el Siglo de Oro español (desconocido para el gran público) en los noventa, mientras juraba en germanías y se batía contra todos por el rey, a menudo se ve condenado a lamerse las heridas en soledad, traicionado por muchos, siempre fiel a unos pocos leales. Alatriste se ensucia con el mundo, con las botas metidas en el barro de nuestra historia. Y así aclara nuestra mirada. Por él sabemos que no hay victorias limpias, siempre hay coste. Es la vida. Es el tiempo. El tiempo pasará, ¿cuántas veces lo has pensado?Cuando levantas los ojos del libro, hay algo que sigue vibrando en el presente. Es un regusto de aventura, agridulce, que tiñe después todo, las calles, las noticias y lo que te cuenta la luz de tu móvil. Sabor amargo, pez, al fondo. Pero hay grandeza en Alatriste, no de la estupefaciente, de la que deslumbra y atonta. Es grandeza desencantada, lucidez escéptica en la que florece, sin embargo, la alegría. Y la amistad, aunque sea crepuscular, ‘contra todo y contra todos, eso a menudo era España’. Esta frase, que el escritor puso en el anverso del cuadro ‘La última aventura de El Glorioso’, que Augusto Ferrer-Dalmau pintó para el Museo Naval, resume bien esa insistencia en no rendirse nunca, pese a los golpes. En regresar, como Alatriste hace ahora. ¡Qué ganas de leerlo!Hace catorce años que dejamos a Alatriste muy jodido en un puente veneciano. Ha dado tiempo a releer las novelas desde entonces. Si lo has hecho, habrás descubierto que este clásico te habla de otra manera en otra edad. La lectura juvenil es trepidante, destilada de la acción, puro nervio, puro ingenio, entre esgrima y navajeo, puro Pérez-Reverte. Luchas a la española, donde la verdadera destreza se remata con alguna cuchillada trapera. Porque hay que sobrevivir. Cuando llevas media vida y vuelves a los libros, en la lectura de madurez brillan menos los metales y resuenan más los afectos, la amistad, la lealtad, todo lo que mana entre la sangre, lo que puede florecer en mitad de la más horrible batalla y nos salva. Recuerdo que tras ‘El puente de los asesinos’ (2011), Alfaguara reunió en un solo volumen las siete novelas de Alatriste. Entonces, en 2016, al presentar el tomo, los periodistas preguntamos a Pérez-Reverte si el viejo capitán regresaría. Entonces ya estaba embarcado en la serie de novelas de ‘Falcó’, el espía en la Guerra Civil. El escritor respondió negando, pero sólo un poco, con la cabeza, que no planeaba un regreso de Alatriste. Dijo que sentía el personaje como dormido, todavía, junto a él: esa mirada. Y que si con los años, esa visión evolucionaba hasta un punto que pudiera interesarle, volvería. Si su experiencia del mundo le hacía despertar para traer otro poco de lo suyo -ya se sabe, ese guiso sabroso de aventura con rigor histórico y humor amargo-, lo haría, naturalmente. Pero no todavía, dijo. Dejaré el tiempo pasar. El tiempo pasará.No sabes por qué hay frases que se quedan esperando encajar, palabras que resuenan durante un tiempo más largo de lo habitual. Como si trajesen un significado oculto, que estás esperando descifrar, un eco extraño e interior que las repite. Y hoy, cuando se anuncia una nueva entrega de las aventuras del capitán Diego Alatriste, lo he vuelto a recordar. Vuelve el viejo veterano capitán, al cumplir treinta años la saga, más allá de los catorce años desde la anterior novela. Casi veinte años después, que diría Dumas. Es el tiempo, que ha pasado ya.
Si su experiencia del mundo le hacía despertar para traer otro poco de lo suyo -ya se sabe, ese guiso sabroso de aventura con rigor histórico y humor amargo-, lo haría, naturalmente. «Pero no todavía -dijo Pérez-Reverte-. Dejaré el tiempo pasar»
«Sonaba la medianoche en los relojes de París cuando entraron por la puerta de Saint-Jacques cuatro jinetes tan seguros de sí mismos como el trote firme de sus caballos». Así comienza ‘Misión en París’, la nueva entrega del capitán Alatriste, el héroe … de Arturo Pérez-Reverte, que saldrá a la venta el 3 de septiembre.
¿Cómo le irá a este Alatriste junto al Sena? ¿Conocerá allí a los más grandes espadachines salidos de la prosa de Alejandro Dumas: los mosqueteros? ¿Pelearán ellos también con nuestro capitán? ¿Cuál será el resultado? ¿Y por qué ha vuelto Alatriste para llevarnos de vuelta a la trepidante vida del veterano de los Tercios en el siglo XVII?
No hay victorias limpias en las novelas de Arturo Pérez-Reverte. Sus páginas, como la vida, lo van enseñando. Alatriste, entre todas las novelas de aventuras, destaca por esa certidumbre amarga. El héroe que nos permitió conocer el Siglo de Oro español (desconocido para el gran público) en los noventa, mientras juraba en germanías y se batía contra todos por el rey, a menudo se ve condenado a lamerse las heridas en soledad, traicionado por muchos, siempre fiel a unos pocos leales. Alatriste se ensucia con el mundo, con las botas metidas en el barro de nuestra historia. Y así aclara nuestra mirada. Por él sabemos que no hay victorias limpias, siempre hay coste. Es la vida. Es el tiempo. El tiempo pasará, ¿cuántas veces lo has pensado?
Cuando levantas los ojos del libro, hay algo que sigue vibrando en el presente. Es un regusto de aventura, agridulce, que tiñe después todo, las calles, las noticias y lo que te cuenta la luz de tu móvil. Sabor amargo, pez, al fondo. Pero hay grandeza en Alatriste, no de la estupefaciente, de la que deslumbra y atonta. Es grandeza desencantada, lucidez escéptica en la que florece, sin embargo, la alegría. Y la amistad, aunque sea crepuscular, ‘contra todo y contra todos, eso a menudo era España’. Esta frase, que el escritor puso en el anverso del cuadro ‘La última aventura de El Glorioso’, que Augusto Ferrer-Dalmau pintó para el Museo Naval, resume bien esa insistencia en no rendirse nunca, pese a los golpes. En regresar, como Alatriste hace ahora. ¡Qué ganas de leerlo!
Hace catorce años que dejamos a Alatriste muy jodido en un puente veneciano. Ha dado tiempo a releer las novelas desde entonces. Si lo has hecho, habrás descubierto que este clásico te habla de otra manera en otra edad. La lectura juvenil es trepidante, destilada de la acción, puro nervio, entre esgrima y navajeo, puro Pérez-Reverte. Luchas a la española, donde la verdadera destreza se remata con alguna cuchillada trapera. Porque hay que sobrevivir. Cuando llevas media vida y vuelves a los libros, en la lectura de madurez brillan menos los metales y resuenan más los afectos, la amistad, la lealtad, todo lo que mana entre la sangre, lo que puede florecer en mitad de la más horrible batalla y nos salva.
Recuerdo que tras ‘El puente de los asesinos’ (2011), Alfaguara reunió en un solo volumen las siete novelas de Alatriste. Entonces, en 2016, al presentar el tomo, los periodistas ya preguntamos a Pérez-Reverte si el viejo capitán regresaría. Entonces ya estaba embarcado en la serie de novelas de ‘Falcó’, el espía en la Guerra Civil. El escritor respondió negando, pero sólo un poco, con la cabeza, que no planeaba un regreso de Alatriste. Dijo que sentía el personaje como dormido, todavía, junto a él: esa mirada. Y que si con los años, esa visión evolucionaba hasta un punto que pudiera interesarle, volvería. Si su experiencia del mundo le hacía despertar para traer otro poco de lo suyo -ya se sabe, ese guiso sabroso de aventura con rigor histórico y humor amargo-, lo haría, naturalmente. Pero no todavía, dijo. Dejaré el tiempo pasar. El tiempo pasará.
No sabes por qué hay frases que se quedan esperando encajar, palabras que resuenan durante un tiempo más largo de lo habitual. Como si trajesen un significado oculto, que estás esperando descifrar, un eco extraño e interior que las repite. Y hoy, cuando se anuncia una nueva entrega de las aventuras del capitán Diego Alatriste, lo he vuelto a recordar. Vuelve el viejo veterano capitán, al cumplir treinta años la saga, más allá de los catorce años desde la anterior novela. Casi veinte años después, que diría Dumas. Es el tiempo, que ha pasado ya.
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