Es la fila más larga del tercer piso del centro comercial DOT Baires. Y no es para ingresar al cine, ni cargar tarjetas de juegos para niños, ni comprar hamburguesas. Son las ocho de la noche de un lunes en el norte de la Ciudad de Buenos Aires: las decenas de personas que esperan paradas vinieron para cruzar una puerta, pasar a la terraza y bailar cumbia hasta la una de la mañana.
“El género se volvió a imponer. Estamos ante un mercado que no tiene límites porque en Argentina se rompió ese estigma de creer que estaba mal visto escuchar cumbia. La consecuencia es que hoy encontrás fiestas de cumbia hasta en varios centros comerciales”, dice Gaby Gómez, productor de “Feriado”, la fiesta de los lunes en la terraza del patio de comidas.
Cuando las lucen se apaguen, los que la quieran seguir tienen otra opción exclusiva de cumbia a cinco kilómetros de aquí. Termina a las 7 de la mañana. El martes se descansa pero de miércoles a domingo las ofertas son muchas: serán cerca de 40 fiestas y festivales. Se trata de un auge pospandemia que no para de crecer e incluye shows en vivo hasta en parrillas y pizzerías. Muchas de las propuestas agotan sus tickets el día del anuncio, o semanas antes de la fecha. Si de la Ciudad de Buenos Aires se dice, entre tantas cosas, que es la ciudad de la furia y la que nunca duerme, también se debería de contar, de las cosas que no se dicen, que es una de las urbes más cumbieras del mundo.
Primero, porque es el género con más escuchas en la plataforma Spotify, con un crecimiento del 204% entre 2019 y 2023. Segundo, por sus artistas más consagrados, como Damas Gratis, Karina o Ke Personajes, que no paran de hacer giras por Europa, Estados Unidos, México y Sudamérica. Otros que viajan son los productores de las fiestas. En el último año organizaron sus eventos en España, Estados Unidos, Brasil y Paraguay.
“La cumbia es lo más under que vas a encontrar en Argentina. Pero suena a lo largo y a lo ancho del país”, explica Romina Franco, más conocida como “La Romy DJ”, productora y dueña de la cabina de la fiesta “Sin Miedo”. Sobre el auge de las fiestas y el género, dice: “Viene hasta gente que prefiere otros ritmos. En Argentina cualquier fanático del punk o el rock conoce temas de La Nueva Luna. La cumbia se globalizó. Y que tenga letra hace que sea alegría, nostalgia y baile. Aunque lo neguemos, algo nos genera. Lo bueno es que ya no lo negamos más; ya no está mal vista. Es más: la gente con cultura de cumbia no para de aumentar”.
La metamorfosis de la cumbia en Buenos Aires dice que hasta 2007 o 2008 solo se bailaba en las llamadas “bailantas”: grandes galpones ambientados como salones de baile ubicados en las afueras de la ciudad, en territorios populares. Se ofrecían dos shows en vivo por noche, a bajos precios. El primer giro de la historia llega con la moda de la música electrónica. La porción más grande del público bonaerense de la cumbia de a poco cambió las “bailantas” por las pistas y sets.
La gente de la movida tropical casi que no se renovó, y las “bailantas” empezaron a cerrar. Por aquellos años, Gaby Gómez se ganaba la vida como programador. Vendía shows de grupos de cumbia para el interior del país. Dice que de un día para el otro empezó a recibir pedidos que llamaron su atención.
“Eran dueños de discotecas de barrios acomodados de la Ciudad. Querían shows. No solo eso. También me contactaban por contrataciones para fiestas de 15 y casamientos. En ese momento empecé a pensar en un público: pibes de clase media que les gustaba la cumbia pero no irían a una bailanta”, recuerda mientras recibe a los músicos de Rodrigo Tapari, el artista de la noche en “Feriado”.
De un momento a otro se dio algo que parecía impensado: shows de cumbia en discotecas de Palermo, Costanera, Caballito y Belgrano en las que sonaba música de distintos géneros. Como derivación, en 2010 nació “La Mágica”. Se anunció como “una fiesta de cumbia” y fue la primera. Arrancaron en discotecas de Palermo. El ambiente de la cumbia siempre miró con recelo a este tipo de propuestas. Se decía que la esencia del género estaba en las afueras de la ciudad y en las “bailantas”.
“Fue la primera revolución: una fiesta en la que tocaban grupos de cumbia y grupos emergentes con la misma música de las bailantas. Se mezclaba gente de la cumbia, el rock, el punk. Fue una transición. La gente del gran Buenos Aires no quería venir a la ciudad. Tenían un prejuicio. Pero se enteraron de las fiestas, pasó el tiempo y, como cada vez había menos bailantas, empezaron a venir”, explica La Romy, quien durante diez años fue dj de la fiesta.
Ciudad Cultural Konex es un espacio cultural ubicado en el barrio porteño del Abasto, a pocos minutos del Obelisco. En 2016 Gómez fue citado a una reunión. Le pidieron shows para una fiesta que se hizo durante seis meses. Cuando le comunicaron que la dejarían de organizar, tomó coraje, vendió su auto, pidió plata prestada y se la jugó: planteó que quería alquilarles el lugar para hacer su propia fiesta.
De esa apuesta nació “Cumbia Konex”. Ocho años después calcula que agotó tickets en el 80% de sus fiestas. En 2021 volvió a jugársela con el primer festival del género, llamado “Buenos Aires Cumbia”. El debut fue en el Hipódromo de Palermo. Cada vez que lo organiza, convoca unas 15 mil personas y recibe pedidos de marcas internacionales interesadas en pautar. Muchos productores vieron el negocio y fueron detrás su fórmula: cuatro shows en vivo, público de clase media y una discoteca de la ciudad como locación.
“Estilizamos la cumbia con un formato novedoso y cambiamos el mercado. Ofrecimos stand de glitter, metegol, mesas de ping pong”, detalla Gómez y agrega: “El promedio de edad en nuestras fiestas es de 30 años. Ese es nuestro nicho: pibes que fueron adolescentes en los 2000 y hoy volvieron a salir. Son fanáticos de la cumbia y quieren ver a sus artistas en lugares cómodos y tranquilos, en los que no existan peleas. Fue la gente de la ciudad y sus fiestas la que volvió a impulsar la cumbia”.
La Romy DJ habló de una “primera revolución” con las fiestas. Años después fue convocada para pasar cumbias en lugares como La Bombonera, el estadio de Boca Juniors, durante todo un campeonato. Otra invitación fue para actos políticos en Plaza de Mayo y patios gourmet. La cumbia ya estaba instalada. Como nunca antes.
“La segunda revolución llegó por YouTube. Las sesiones de los canales ‘Sin Miedo’ y ‘Un poco de ruido’ lograron que muchos viejos artistas se hicieran virales y vuelvan a trabajar como antes”, opina la dj. Esos canales comenzaron a organizar sus propias fiestas. La particularidad es que agotan sus tickets hasta cuando no anuncian sus shows. El público, que podría describirse como el más “popular” de estas fiestas de cumbia, se entera de los artistas cuando sube el telón del escenario.
¿Pero qué dicen los músicos del fenómeno? Son las diez de la noche de un domingo en el Polideportivo del club Nueva Chicago. Gonzalo Salinas es el cantante de “La Base”. Acaba de terminar el último show de su fin de semana. Fue el noveno, en la fiesta “Cumbia Pallozaa”.
“Trabajar en Buenos Aires siempre fue difícil. Por eso muchos viajaban a las provincias. Hasta hace dos años no hacíamos más de dos shows por fin de semana. La movida repuntó mucho gracias a las fiestas y ya no se viaja tanto. La otra diferencia es que antes por ahí la gente solo cantaba los dos o tres hits del show. Ahora se saben el cancionero entero”, dice.
Mike Rodríguez es la voz de “El Combo Loco”. Llegaron el miércoles desde México e hicieron shows en fiestas, un teatro, una pizzería, un evento privado en una casa y dos de las últimas “bailantas”. En total fueron 14 presentaciones. “Venimos desde 1999. A pesar de la crisis económica que sufren los argentinos, venimos cada vez más seguido y hacemos bailes como en las mejores épocas”, cuenta apurado arriba de la camioneta que lo trajo al Polideportivo y ahora lo llevará a Palermo, para la última fiesta de la gira.
El género musical traspasa barreras sociales y vive un momento de auge con fiestas y conciertos que convocan multitudes en Argentina
Es la fila más larga del tercer piso del centro comercial DOT Baires. Y no es para ingresar al cine, ni cargar tarjetas de juegos para niños, ni comprar hamburguesas. Son las ocho de la noche de un lunes en el norte de la Ciudad de Buenos Aires: las decenas de personas que esperan paradas vinieron para cruzar una puerta, pasar a la terraza y bailar cumbia hasta la una de la mañana.
“El género se volvió a imponer. Estamos ante un mercado que no tiene límites porque en Argentina se rompió ese estigma de creer que estaba mal visto escuchar cumbia. La consecuencia es que hoy encontrás fiestas de cumbia hasta en varios centros comerciales”, dice Gaby Gómez, productor de “Feriado”, la fiesta de los lunes en la terraza del patio de comidas.
Cuando las lucen se apaguen, los que la quieran seguir tienen otra opción exclusiva de cumbia a cinco kilómetros de aquí. Termina a las 7 de la mañana. El martes se descansa pero de miércoles a domingo las ofertas son muchas: serán cerca de 40 fiestas y festivales. Se trata de un auge pospandemia que no para de crecer e incluye shows en vivo hasta en parrillas y pizzerías. Muchas de las propuestas agotan sus tickets el día del anuncio, o semanas antes de la fecha. Si de la Ciudad de Buenos Aires se dice, entre tantas cosas, que es la ciudad de la furia y la que nunca duerme, también se debería de contar, de las cosas que no se dicen, que es una de las urbes más cumbieras del mundo.
Primero, porque es el género con más escuchas en la plataforma Spotify, con un crecimiento del 204% entre 2019 y 2023. Segundo, por sus artistas más consagrados, como Damas Gratis, Karina o Ke Personajes, que no paran de hacer giras por Europa, Estados Unidos, México y Sudamérica. Otros que viajan son los productores de las fiestas. En el último año organizaron sus eventos en España, Estados Unidos, Brasil y Paraguay.
Asistentes a una fiesta de cumbia bailan en el Centro Comercial DOT.Silvina Frydlewsky
“La cumbia es lo más under que vas a encontrar en Argentina. Pero suena a lo largo y a lo ancho del país”, explica Romina Franco, más conocida como “La Romy DJ”, productora y dueña de la cabina de la fiesta “Sin Miedo”. Sobre el auge de las fiestas y el género, dice: “Viene hasta gente que prefiere otros ritmos. En Argentina cualquier fanático del punk o el rock conoce temas de La Nueva Luna. La cumbia se globalizó. Y que tenga letra hace que sea alegría, nostalgia y baile. Aunque lo neguemos, algo nos genera. Lo bueno es que ya no lo negamos más; ya no está mal vista. Es más: la gente con cultura de cumbia no para de aumentar”.
La metamorfosis de la cumbia en Buenos Aires dice que hasta 2007 o 2008 solo se bailaba en las llamadas “bailantas”: grandes galpones ambientados como salones de baile ubicados en las afueras de la ciudad, en territorios populares. Se ofrecían dos shows en vivo por noche, a bajos precios. El primer giro de la historia llega con la moda de la música electrónica. La porción más grande del público bonaerense de la cumbia de a poco cambió las “bailantas” por las pistas y sets.
La gente de la movida tropical casi que no se renovó, y las “bailantas” empezaron a cerrar. Por aquellos años, Gaby Gómez se ganaba la vida como programador. Vendía shows de grupos de cumbia para el interior del país. Dice que de un día para el otro empezó a recibir pedidos que llamaron su atención.
“Eran dueños de discotecas de barrios acomodados de la Ciudad. Querían shows. No solo eso. También me contactaban por contrataciones para fiestas de 15 y casamientos. En ese momento empecé a pensar en un público: pibes de clase media que les gustaba la cumbia pero no irían a una bailanta”, recuerda mientras recibe a los músicos de Rodrigo Tapari, el artista de la noche en “Feriado”.
Un grupo de cumbia se presenta en el Centro Comercial DOT.Silvina Frydlewsky
De un momento a otro se dio algo que parecía impensado: shows de cumbia en discotecas de Palermo, Costanera, Caballito y Belgrano en las que sonaba música de distintos géneros. Como derivación, en 2010 nació “La Mágica”. Se anunció como “una fiesta de cumbia” y fue la primera. Arrancaron en discotecas de Palermo. El ambiente de la cumbia siempre miró con recelo a este tipo de propuestas. Se decía que la esencia del género estaba en las afueras de la ciudad y en las “bailantas”.
“Fue la primera revolución: una fiesta en la que tocaban grupos de cumbia y grupos emergentes con la misma música de las bailantas. Se mezclaba gente de la cumbia, el rock, el punk. Fue una transición. La gente del gran Buenos Aires no quería venir a la ciudad. Tenían un prejuicio. Pero se enteraron de las fiestas, pasó el tiempo y, como cada vez había menos bailantas, empezaron a venir”, explica La Romy, quien durante diez años fue dj de la fiesta.
Ciudad Cultural Konex es un espacio cultural ubicado en el barrio porteño del Abasto, a pocos minutos del Obelisco. En 2016 Gómez fue citado a una reunión. Le pidieron shows para una fiesta que se hizo durante seis meses. Cuando le comunicaron que la dejarían de organizar, tomó coraje, vendió su auto, pidió plata prestada y se la jugó: planteó que quería alquilarles el lugar para hacer su propia fiesta.
De esa apuesta nació “Cumbia Konex”. Ocho años después calcula que agotó tickets en el 80% de sus fiestas. En 2021 volvió a jugársela con el primer festival del género, llamado “Buenos Aires Cumbia”. El debut fue en el Hipódromo de Palermo. Cada vez que lo organiza, convoca unas 15 mil personas y recibe pedidos de marcas internacionales interesadas en pautar. Muchos productores vieron el negocio y fueron detrás su fórmula: cuatro shows en vivo, público de clase media y una discoteca de la ciudad como locación.
Una DJ mezcla música de cumbia en una fiesta en Buenos Aires.
Silvina Frydlewsky
“Estilizamos la cumbia con un formato novedoso y cambiamos el mercado. Ofrecimos stand de glitter, metegol, mesas de ping pong”, detalla Gómez y agrega: “El promedio de edad en nuestras fiestas es de 30 años. Ese es nuestro nicho: pibes que fueron adolescentes en los 2000 y hoy volvieron a salir. Son fanáticos de la cumbia y quieren ver a sus artistas en lugares cómodos y tranquilos, en los que no existan peleas. Fue la gente de la ciudad y sus fiestas la que volvió a impulsar la cumbia”.
La Romy DJ habló de una “primera revolución” con las fiestas. Años después fue convocada para pasar cumbias en lugares como La Bombonera, el estadio de Boca Juniors, durante todo un campeonato. Otra invitación fue para actos políticos en Plaza de Mayo y patios gourmet. La cumbia ya estaba instalada. Como nunca antes.
“La segunda revolución llegó por YouTube. Las sesiones de los canales ‘Sin Miedo’ y ‘Un poco de ruido’ lograron que muchos viejos artistas se hicieran virales y vuelvan a trabajar como antes”, opina la dj. Esos canales comenzaron a organizar sus propias fiestas. La particularidad es que agotan sus tickets hasta cuando no anuncian sus shows. El público, que podría describirse como el más “popular” de estas fiestas de cumbia, se entera de los artistas cuando sube el telón del escenario.
¿Pero qué dicen los músicos del fenómeno? Son las diez de la noche de un domingo en el Polideportivo del club Nueva Chicago. Gonzalo Salinas es el cantante de “La Base”. Acaba de terminar el último show de su fin de semana. Fue el noveno, en la fiesta “Cumbia Pallozaa”.
“Trabajar en Buenos Aires siempre fue difícil. Por eso muchos viajaban a las provincias. Hasta hace dos años no hacíamos más de dos shows por fin de semana. La movida repuntó mucho gracias a las fiestas y ya no se viaja tanto. La otra diferencia es que antes por ahí la gente solo cantaba los dos o tres hits del show. Ahora se saben el cancionero entero”, dice.
Jóvenes durante el festejo de cumbia, en Buenos Aires. Silvina Frydlewsky
Mike Rodríguez es la voz de “El Combo Loco”. Llegaron el miércoles desde México e hicieron shows en fiestas, un teatro, una pizzería, un evento privado en una casa y dos de las últimas “bailantas”. En total fueron 14 presentaciones. “Venimos desde 1999. A pesar de la crisis económica que sufren los argentinos, venimos cada vez más seguido y hacemos bailes como en las mejores épocas”, cuenta apurado arriba de la camioneta que lo trajo al Polideportivo y ahora lo llevará a Palermo, para la última fiesta de la gira.
EL PAÍS