En el domicilio de Andrés Amorós hay muestras de su condición de amante de la tauromaquia. Al hablar de la Fiesta s e aprecia su pasión por este arte, aunque esa pasión nunca se viste de ese sectarismo presente no pocas veces en los antitaurinos. A la tauromaquia le ha dedicado sus desvelos como crítico taurino y numerosos trabajos: ‘Toros y cultura’; ‘Luis Miguel Dominguín: el número uno’; ‘La tauromaquia de Marcial Lalanda’ y ‘El arte del toreo. Enciclopedia práctica’, entre otros. Por otro lado, Amorós, acreedor de numerosos galardones, como el Premio Fastenrath, el Nacional de Crítica literaria…, tiene en su haber un sinfín de ediciones críticas, artículos y obras ensayísticas —entre muchas otras, ‘Filosofía vulgar’; ‘Momentos mágicos de la literatura’, ‘La obra literaria de don Juan Valera—, sin olvidar alguna incursión en el relato y la novela: ‘Retratos’ y ‘La nueva vida de Alfonso Quesada’, entre otros títulos.Ahora el catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense, escritor y crítico taurino y literario, nos presenta en su último libro, ‘Las cien mejores poesías taurinas (De Gonzalo de Berceo a Joaquín Sabina)’ (El Paseíllo), un centenar de primeras espadas de las letras españolas, junto a dos muestras de extranjeros, Lord Byron y Rilke. Una extraordinaria antología comentada.—Cien es un número redondo. ¿Qué criterio ha seguido?, ¿le ha resultado complicada la selección?—El criterio ha sido la calidad del poema, aunque, naturalmente, como ocurre en este tipo de libros, hay una selección personal. He tratado de mantener la mayor variedad de autores, enfoques y tonos posibles. Me interesaba una antología que cubriese muchas épocas, desde prácticamente el comienzo de la literatura para demostrar la permanencia del toro en todas nuestras letras, y en literatura culta y popular, pues a mí siempre me ha gustado estudiar y conjugar las dos. Aquí están Quevedo, Lope de Vega, Alberti, García Lorca, Antonio Gala… pero también Rafael de León, y cantantes actuales como Andrés Calamaro o Joaquín Sabina porque forman parte de la presencia viva del mundo taurino. Y asimismo me he propuesto sacar de un cierto olvido a poetas valiosos, un tanto relegados hoy como Blas de Otero. Al preparar la antología, he vuelto a constatar que la tauromaquia ha generado una inmensa bibliografía en todos los géneros, si bien en algunos su presencia es menor, como en el teatral, aunque hay maravillosas excepciones como ‘Coronada y el toro’, de Francisco Nieva . No obstante, la poesía es el género más proclive a expresar la belleza y la complejidad de la Fiesta.ENSAYO ‘Las cien mejores poesías taurinas (De Gonzalo de Berceo a Joaquín Sabina) Autor Andrés Amorós Editorial El Paseíllo Año 2025 Páginas 384 Precio 23,95 euros—En efecto, ofrece la poesía taurina una gran multiplicidad de perspectivas, como comprobamos en su trabajo…—La variedad es absoluta, hay a quienes les interesa lo sensual, el espectáculo, lo pictórico, así a Manuel Machado. Pero a otros les atrae el toro en el campo: Vicente Aleixandre, otros, que entienden de toros, destacan la pluralidad de las suertes, la forma de torear: Gerardo Diego, que es quien más sabe de toros, escribió un tratado de tauromaquia, hizo crítica taurina. Hay otros que ponen los toros en relación con España, como Miguel Hernández: «Alza, toro de España:/ levántate, despierta. /Despiértate del todo, toro de negra espuma, /que respiras la luz y rezumas la sombra, /y concentras los mares bajo tu piel cerrada»..…, o como símbolo del ser humano, también Miguel Hernández.—¿Hay algún autor o poema que le atraiga especialmente?—El mismo Miguel Hernández con ese simbolismo. Miguel Hernández es uno de los autores más cercanos a la tauromaquia. Cuando vino a Madrid lo pasó muy mal por muchas razones. Cossío para hacerle un favor le da el trabajo de que vaya a la Biblioteca Nacional a investigar biografías de toreros y redactara algunos textos para ‘Los toros’. En esta enciclopedia, las biografías aparecen sin firma. Pero sabemos cuáles fueron a través de sus cartas. Por ejemplo, escribió la de Tragabuches, un diestro que tiene una historia muy novelesca. Arrastrado por los celos, mató a su pareja y a su amante y se hizo bandolero. Los franceses se inventan el ‘amour fou’, que conduce a la ruina. Es una construcción intelectual. El poeta de Orihuela lo explica muy poéticamente con un término taurino muy sugerente y misterioso, la querencia. Cada toro tiene una querencia distinta, una fuerza irresistible, fatal, que lo empuja hacia el picador, aun después de haber sido castigado en la suerte de varas. «Una querencia tengo por tu acento…», escribe Hernández. Todos en esta vida huimos del que nos trata mal. Pero el toro vuelve y dice Miguel Hernández: «Como el toro, me crezco en el castigo». Se lo comenté a Mario Vargas Llosa, de cuya amistad me enorgullezco, y con quien fui a los toros en varias ocasiones y me dijo «uy, qué bonito. Pues esto lo voy a usar yo». Es el tipo de poesía taurina que más me motiva. También, por supuesto, ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, de García Lorca, de una riqueza única y extraordinaria. Tan célebre como difícil de comprender en toda su profundidad, sus metáforas, sus imágenes simbólicas… Federico no se refiere a cómo toreaba Sánchez Mejías, se centra en la lucidez y la serenidad con las que afronta el fin, que a todos nos llega: «No se cerraron sus ojos / cuando vio la muerte cerca».«La Fiesta no tiene ideología. Es una interesada falacia total decir que es de derechas»—Usted lo desentraña en el comentario que acompaña a cada poema, y que me parece un gran acierto en su antología.—A mi juicio, el comentario sobre cada autor y poema era obligado. No quiero pecar de inmodestia, pero creo que al unir mi condición de profesor de Literatura con la de amante de la tauromaquia, esos comentarios, en una doble vertiente, literaria y taurina, le pueden resultar muy útiles al lector para comprender mejor y disfrutar más de cada poema. Y he tratado de hacerlos accesibles. Mi libro no es para especialistas, aunque para estos también puede resultar atractivo, sino para un lector medio, a quien le interese la Fiesta, pero sobre la mejor poesía, sea cuál sea el tema. —Hay muchos tópicos sobre los toreros. Por ejemplo, que estos son incultos.—Para ser buen torero no hace falta ser muy culto, pero sí ser inteligente. Para todo, pero no digamos para una profesión en la que te juegas la vida. Y hay figuras decisivas, como la Ignacio Sánchez Mejías, para la cultura. Fue un capital punto de unión de la Generación del 27. Les lleva a Sevilla, donde celebran el homenaje a Góngora en el Ateneo de la ciudad, les paga el viaje, los pasea por el Guadalquivir… Es un auténtico mecenas del 27. Es la llamada Generación de la amistad, pero entre algunos de ellos, había sus más y sus menos, pensemos entre Lorca y Alberti. Ignacio Sánchez Mejías era amigo de todos, y en buena medida limaba asperezas. —Y sobre la Fiesta, quizás el más repetido que es de derechas.—Una interesada falacia total. La Fiesta no tiene ideología. Y no olvidemos su interés por ella de escritores, Alberti entre otros, que se declaran de izquierdas. Los toros son el gran tótem de la cultura española, les guste o no a los antitaurinos. —¿Cómo ve el futuro de la Fiesta? ¿Hay más antitaurinos?—Siempre los ha habido. Lo que nunca había pasado es que un ministro de Cultura del gobierno de España que no solo se sitúe en contra de la tauromaquia, sino que arremeta contra ella. Igual que es un disparate que dé alas a la Leyenda Negra. Y hay un asunto político. En el Parlamento catalán un personaje dijo: «A mí no me gustan los toros porque huelen a España». Ernest Urtasun, que es pura ideología ‘woke’, quedará como una anécdota lamentable, los toros, la Fiesta continuarán. La Fiesta será lo que el pueblo español quiera. En el domicilio de Andrés Amorós hay muestras de su condición de amante de la tauromaquia. Al hablar de la Fiesta s e aprecia su pasión por este arte, aunque esa pasión nunca se viste de ese sectarismo presente no pocas veces en los antitaurinos. A la tauromaquia le ha dedicado sus desvelos como crítico taurino y numerosos trabajos: ‘Toros y cultura’; ‘Luis Miguel Dominguín: el número uno’; ‘La tauromaquia de Marcial Lalanda’ y ‘El arte del toreo. Enciclopedia práctica’, entre otros. Por otro lado, Amorós, acreedor de numerosos galardones, como el Premio Fastenrath, el Nacional de Crítica literaria…, tiene en su haber un sinfín de ediciones críticas, artículos y obras ensayísticas —entre muchas otras, ‘Filosofía vulgar’; ‘Momentos mágicos de la literatura’, ‘La obra literaria de don Juan Valera—, sin olvidar alguna incursión en el relato y la novela: ‘Retratos’ y ‘La nueva vida de Alfonso Quesada’, entre otros títulos.Ahora el catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense, escritor y crítico taurino y literario, nos presenta en su último libro, ‘Las cien mejores poesías taurinas (De Gonzalo de Berceo a Joaquín Sabina)’ (El Paseíllo), un centenar de primeras espadas de las letras españolas, junto a dos muestras de extranjeros, Lord Byron y Rilke. Una extraordinaria antología comentada.—Cien es un número redondo. ¿Qué criterio ha seguido?, ¿le ha resultado complicada la selección?—El criterio ha sido la calidad del poema, aunque, naturalmente, como ocurre en este tipo de libros, hay una selección personal. He tratado de mantener la mayor variedad de autores, enfoques y tonos posibles. Me interesaba una antología que cubriese muchas épocas, desde prácticamente el comienzo de la literatura para demostrar la permanencia del toro en todas nuestras letras, y en literatura culta y popular, pues a mí siempre me ha gustado estudiar y conjugar las dos. Aquí están Quevedo, Lope de Vega, Alberti, García Lorca, Antonio Gala… pero también Rafael de León, y cantantes actuales como Andrés Calamaro o Joaquín Sabina porque forman parte de la presencia viva del mundo taurino. Y asimismo me he propuesto sacar de un cierto olvido a poetas valiosos, un tanto relegados hoy como Blas de Otero. Al preparar la antología, he vuelto a constatar que la tauromaquia ha generado una inmensa bibliografía en todos los géneros, si bien en algunos su presencia es menor, como en el teatral, aunque hay maravillosas excepciones como ‘Coronada y el toro’, de Francisco Nieva . No obstante, la poesía es el género más proclive a expresar la belleza y la complejidad de la Fiesta.ENSAYO ‘Las cien mejores poesías taurinas (De Gonzalo de Berceo a Joaquín Sabina) Autor Andrés Amorós Editorial El Paseíllo Año 2025 Páginas 384 Precio 23,95 euros—En efecto, ofrece la poesía taurina una gran multiplicidad de perspectivas, como comprobamos en su trabajo…—La variedad es absoluta, hay a quienes les interesa lo sensual, el espectáculo, lo pictórico, así a Manuel Machado. Pero a otros les atrae el toro en el campo: Vicente Aleixandre, otros, que entienden de toros, destacan la pluralidad de las suertes, la forma de torear: Gerardo Diego, que es quien más sabe de toros, escribió un tratado de tauromaquia, hizo crítica taurina. Hay otros que ponen los toros en relación con España, como Miguel Hernández: «Alza, toro de España:/ levántate, despierta. /Despiértate del todo, toro de negra espuma, /que respiras la luz y rezumas la sombra, /y concentras los mares bajo tu piel cerrada»..…, o como símbolo del ser humano, también Miguel Hernández.—¿Hay algún autor o poema que le atraiga especialmente?—El mismo Miguel Hernández con ese simbolismo. Miguel Hernández es uno de los autores más cercanos a la tauromaquia. Cuando vino a Madrid lo pasó muy mal por muchas razones. Cossío para hacerle un favor le da el trabajo de que vaya a la Biblioteca Nacional a investigar biografías de toreros y redactara algunos textos para ‘Los toros’. En esta enciclopedia, las biografías aparecen sin firma. Pero sabemos cuáles fueron a través de sus cartas. Por ejemplo, escribió la de Tragabuches, un diestro que tiene una historia muy novelesca. Arrastrado por los celos, mató a su pareja y a su amante y se hizo bandolero. Los franceses se inventan el ‘amour fou’, que conduce a la ruina. Es una construcción intelectual. El poeta de Orihuela lo explica muy poéticamente con un término taurino muy sugerente y misterioso, la querencia. Cada toro tiene una querencia distinta, una fuerza irresistible, fatal, que lo empuja hacia el picador, aun después de haber sido castigado en la suerte de varas. «Una querencia tengo por tu acento…», escribe Hernández. Todos en esta vida huimos del que nos trata mal. Pero el toro vuelve y dice Miguel Hernández: «Como el toro, me crezco en el castigo». Se lo comenté a Mario Vargas Llosa, de cuya amistad me enorgullezco, y con quien fui a los toros en varias ocasiones y me dijo «uy, qué bonito. Pues esto lo voy a usar yo». Es el tipo de poesía taurina que más me motiva. También, por supuesto, ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, de García Lorca, de una riqueza única y extraordinaria. Tan célebre como difícil de comprender en toda su profundidad, sus metáforas, sus imágenes simbólicas… Federico no se refiere a cómo toreaba Sánchez Mejías, se centra en la lucidez y la serenidad con las que afronta el fin, que a todos nos llega: «No se cerraron sus ojos / cuando vio la muerte cerca».«La Fiesta no tiene ideología. Es una interesada falacia total decir que es de derechas»—Usted lo desentraña en el comentario que acompaña a cada poema, y que me parece un gran acierto en su antología.—A mi juicio, el comentario sobre cada autor y poema era obligado. No quiero pecar de inmodestia, pero creo que al unir mi condición de profesor de Literatura con la de amante de la tauromaquia, esos comentarios, en una doble vertiente, literaria y taurina, le pueden resultar muy útiles al lector para comprender mejor y disfrutar más de cada poema. Y he tratado de hacerlos accesibles. Mi libro no es para especialistas, aunque para estos también puede resultar atractivo, sino para un lector medio, a quien le interese la Fiesta, pero sobre la mejor poesía, sea cuál sea el tema. —Hay muchos tópicos sobre los toreros. Por ejemplo, que estos son incultos.—Para ser buen torero no hace falta ser muy culto, pero sí ser inteligente. Para todo, pero no digamos para una profesión en la que te juegas la vida. Y hay figuras decisivas, como la Ignacio Sánchez Mejías, para la cultura. Fue un capital punto de unión de la Generación del 27. Les lleva a Sevilla, donde celebran el homenaje a Góngora en el Ateneo de la ciudad, les paga el viaje, los pasea por el Guadalquivir… Es un auténtico mecenas del 27. Es la llamada Generación de la amistad, pero entre algunos de ellos, había sus más y sus menos, pensemos entre Lorca y Alberti. Ignacio Sánchez Mejías era amigo de todos, y en buena medida limaba asperezas. —Y sobre la Fiesta, quizás el más repetido que es de derechas.—Una interesada falacia total. La Fiesta no tiene ideología. Y no olvidemos su interés por ella de escritores, Alberti entre otros, que se declaran de izquierdas. Los toros son el gran tótem de la cultura española, les guste o no a los antitaurinos. —¿Cómo ve el futuro de la Fiesta? ¿Hay más antitaurinos?—Siempre los ha habido. Lo que nunca había pasado es que un ministro de Cultura del gobierno de España que no solo se sitúe en contra de la tauromaquia, sino que arremeta contra ella. Igual que es un disparate que dé alas a la Leyenda Negra. Y hay un asunto político. En el Parlamento catalán un personaje dijo: «A mí no me gustan los toros porque huelen a España». Ernest Urtasun, que es pura ideología ‘woke’, quedará como una anécdota lamentable, los toros, la Fiesta continuarán. La Fiesta será lo que el pueblo español quiera.
En el domicilio de Andrés Amorós hay muestras de su condición de amante de la tauromaquia. Al hablar de la Fiesta se aprecia su pasión por este arte, aunque esa pasión nunca se viste de ese sectarismo presente no pocas veces en los antitaurinos. … A la tauromaquia le ha dedicado sus desvelos como crítico taurino y numerosos trabajos: ‘Toros y cultura’; ‘Luis Miguel Dominguín: el número uno’; ‘La tauromaquia de Marcial Lalanda’ y ‘El arte del toreo. Enciclopedia práctica’, entre otros. Por otro lado, Amorós, acreedor de numerosos galardones, como el Premio Fastenrath, el Nacional de Crítica literaria…, tiene en su haber un sinfín de ediciones críticas, artículos y obras ensayísticas —entre muchas otras, ‘Filosofía vulgar’; ‘Momentos mágicos de la literatura’, ‘La obra literaria de don Juan Valera—, sin olvidar alguna incursión en el relato y la novela: ‘Retratos’ y ‘La nueva vida de Alfonso Quesada’, entre otros títulos.
Ahora el catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense, escritor y crítico taurino y literario, nos presenta en su último libro, ‘Las cien mejores poesías taurinas (De Gonzalo de Berceo a Joaquín Sabina)’ (El Paseíllo), un centenar de primeras espadas de las letras españolas, junto a dos muestras de extranjeros, Lord Byron y Rilke. Una extraordinaria antología comentada.
—Cien es un número redondo. ¿Qué criterio ha seguido?, ¿le ha resultado complicada la selección?
—El criterio ha sido la calidad del poema, aunque, naturalmente, como ocurre en este tipo de libros, hay una selección personal. He tratado de mantener la mayor variedad de autores, enfoques y tonos posibles. Me interesaba una antología que cubriese muchas épocas, desde prácticamente el comienzo de la literatura para demostrar la permanencia del toro en todas nuestras letras, y en literatura culta y popular, pues a mí siempre me ha gustado estudiar y conjugar las dos. Aquí están Quevedo, Lope de Vega, Alberti, García Lorca, Antonio Gala… pero también Rafael de León, y cantantes actuales como Andrés Calamaro o Joaquín Sabina porque forman parte de la presencia viva del mundo taurino. Y asimismo me he propuesto sacar de un cierto olvido a poetas valiosos, un tanto relegados hoy como Blas de Otero. Al preparar la antología, he vuelto a constatar que la tauromaquia ha generado una inmensa bibliografía en todos los géneros, si bien en algunos su presencia es menor, como en el teatral, aunque hay maravillosas excepciones como ‘Coronada y el toro’, de Francisco Nieva. No obstante, la poesía es el género más proclive a expresar la belleza y la complejidad de la Fiesta.

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Autor
Andrés Amorós -
Editorial
El Paseíllo -
Año
2025 -
Páginas
384 -
Precio
23,95 euros
—En efecto, ofrece la poesía taurina una gran multiplicidad de perspectivas, como comprobamos en su trabajo…
—La variedad es absoluta, hay a quienes les interesa lo sensual, el espectáculo, lo pictórico, así a Manuel Machado. Pero a otros les atrae el toro en el campo: Vicente Aleixandre, otros, que entienden de toros, destacan la pluralidad de las suertes, la forma de torear: Gerardo Diego, que es quien más sabe de toros, escribió un tratado de tauromaquia, hizo crítica taurina. Hay otros que ponen los toros en relación con España, como Miguel Hernández: «Alza, toro de España:/ levántate, despierta. /Despiértate del todo, toro de negra espuma, /que respiras la luz y rezumas la sombra, /y concentras los mares bajo tu piel cerrada»..…, o como símbolo del ser humano, también Miguel Hernández.
—¿Hay algún autor o poema que le atraiga especialmente?
—El mismo Miguel Hernández con ese simbolismo. Miguel Hernández es uno de los autores más cercanos a la tauromaquia. Cuando vino a Madrid lo pasó muy mal por muchas razones. Cossío para hacerle un favor le da el trabajo de que vaya a la Biblioteca Nacional a investigar biografías de toreros y redactara algunos textos para ‘Los toros’. En esta enciclopedia, las biografías aparecen sin firma. Pero sabemos cuáles fueron a través de sus cartas. Por ejemplo, escribió la de Tragabuches, un diestro que tiene una historia muy novelesca. Arrastrado por los celos, mató a su pareja y a su amante y se hizo bandolero. Los franceses se inventan el ‘amour fou’, que conduce a la ruina. Es una construcción intelectual.
El poeta de Orihuela lo explica muy poéticamente con un término taurino muy sugerente y misterioso, la querencia. Cada toro tiene una querencia distinta, una fuerza irresistible, fatal, que lo empuja hacia el picador, aun después de haber sido castigado en la suerte de varas. «Una querencia tengo por tu acento…», escribe Hernández. Todos en esta vida huimos del que nos trata mal. Pero el toro vuelve y dice Miguel Hernández: «Como el toro, me crezco en el castigo». Se lo comenté a Mario Vargas Llosa, de cuya amistad me enorgullezco, y con quien fui a los toros en varias ocasiones y me dijo «uy, qué bonito. Pues esto lo voy a usar yo». Es el tipo de poesía taurina que más me motiva.
También, por supuesto, ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, de García Lorca, de una riqueza única y extraordinaria. Tan célebre como difícil de comprender en toda su profundidad, sus metáforas, sus imágenes simbólicas… Federico no se refiere a cómo toreaba Sánchez Mejías, se centra en la lucidez y la serenidad con las que afronta el fin, que a todos nos llega: «No se cerraron sus ojos / cuando vio la muerte cerca».
«La Fiesta no tiene ideología. Es una interesada falacia total decir que es de derechas»
—Usted lo desentraña en el comentario que acompaña a cada poema, y que me parece un gran acierto en su antología.
—A mi juicio, el comentario sobre cada autor y poema era obligado. No quiero pecar de inmodestia, pero creo que al unir mi condición de profesor de Literatura con la de amante de la tauromaquia, esos comentarios, en una doble vertiente, literaria y taurina, le pueden resultar muy útiles al lector para comprender mejor y disfrutar más de cada poema. Y he tratado de hacerlos accesibles. Mi libro no es para especialistas, aunque para estos también puede resultar atractivo, sino para un lector medio, a quien le interese la Fiesta, pero sobre la mejor poesía, sea cuál sea el tema.
—Hay muchos tópicos sobre los toreros. Por ejemplo, que estos son incultos.
—Para ser buen torero no hace falta ser muy culto, pero sí ser inteligente. Para todo, pero no digamos para una profesión en la que te juegas la vida. Y hay figuras decisivas, como la Ignacio Sánchez Mejías, para la cultura. Fue un capital punto de unión de la Generación del 27. Les lleva a Sevilla, donde celebran el homenaje a Góngora en el Ateneo de la ciudad, les paga el viaje, los pasea por el Guadalquivir… Es un auténtico mecenas del 27. Es la llamada Generación de la amistad, pero entre algunos de ellos, había sus más y sus menos, pensemos entre Lorca y Alberti. Ignacio Sánchez Mejías era amigo de todos, y en buena medida limaba asperezas.
—Y sobre la Fiesta, quizás el más repetido que es de derechas.
—Una interesada falacia total. La Fiesta no tiene ideología. Y no olvidemos su interés por ella de escritores, Alberti entre otros, que se declaran de izquierdas. Los toros son el gran tótem de la cultura española, les guste o no a los antitaurinos.
—¿Cómo ve el futuro de la Fiesta? ¿Hay más antitaurinos?
—Siempre los ha habido. Lo que nunca había pasado es que un ministro de Cultura del gobierno de España que no solo se sitúe en contra de la tauromaquia, sino que arremeta contra ella. Igual que es un disparate que dé alas a la Leyenda Negra. Y hay un asunto político. En el Parlamento catalán un personaje dijo: «A mí no me gustan los toros porque huelen a España». Ernest Urtasun, que es pura ideología ‘woke’, quedará como una anécdota lamentable, los toros, la Fiesta continuarán. La Fiesta será lo que el pueblo español quiera.
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