Crítica de música clásica Quincena Musical Donostiarra Programa Arvo Pärt: ‘Cantus in memoriam of Benjamin Britten’; Dvorák: ‘Concierto para violín’. Sibelius: ‘Sinfonía 2’. Mendelssohn: ‘Sinfonía 5’. Brahms: ‘Un réquiem alemán’ Intérpretes Gewandhausorchester Leipzig. Isabelle Faus, violín. Julia Kleiter, soprano. Christian Gerhaher, barítono Director Andris Nelsons Lugar Auditorio Kursaal, San Sebastián 4La Quincena Musical de San Sebastián se precia de ser el festival más antiguo de España. Este año celebra su edición 86ª, confirmando que es un anciano venerable que, como tal, se mueve procurando que el esfuerzo sea el justo y el rendimiento máximo. Entre las acciones más ambiciosas de la programación de este año se encuentra la clausura con un doble concierto de la también veterana Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig , que visita por primera vez Donostia, dirigida por su titular Andris Nelsons (Riga, 1978). Fundada en 1743, es considerada la orquesta civil más antigua del mundo. En el ambiente de la música clásica, al pedigrí, a la experiencia y al conocimiento heredado se le atribuyen buenos resultados artísticas, de manera que conviene fijarse en su arraigada entidad, con presencia destacada de los vientos, muy activos, sobre el soporte de una cuerda sólida moderadamente apoyada en el grave. Pervive un color singular, de armónicos potentes: una mixtura particularmente penetrante. Andris Nelsons es Gewandhauskapellmeister de la orquesta de Leipzig desde hace siete años y alterna el puesto con la titularidad de la Sinfónica de Boston , con la que mira al futuro relajadamente desde que negoció la prórroga automática de su contrato. Nelsons sufrió una transformación física sorprendente tras haberse sometido a un régimen severo de adelgazamiento, sin disminuir su entrega al trabajo. En los últimos años se ha convertido en uno de los directores más ocupados del mundo por el número de conciertos dirigidos, lo que resulta sorprendente cuando se ve el andar fatigoso con el que se presenta en el escenario. Nelsons aparece retraído (se ve claramente en los saludos finales al público), modesto y educado ante sus músicos (lo demuestra dando la mano reiteradamente al concertino, a su ayudante, incluso a los primeros atriles de la cuerda); en ocasiones carga de prudencia la interpretación mientras apoya el cuerpo en la barra superior trasera de la tarima e incluso, en un gesto muy suyo, la sujeta con la mano izquierda mientras la derecha marca, batuta en mano que deja en el atril ante aquellas obras más expresivas. No es un director de emociones fáciles o inmediatas, se expresa con una emotividad ajustada , aunque la realización sea admirable, se abra a dinámicas extremas y alcance los puntos culminantes con superioridad.Al Nelsons más conformista hay que atribuirle la interpretación simplemente suficiente del ‘Cantus in memory of Benjamin Britten’ de Arvo Pärt , y el acompañamiento del ‘Concierto para violín’ de Dvorák . A pesar de los muchísimos seguidores que se entregan a su hechizo hipnotizador, la música de Pärt tiene desde hace años un interés limitado. Teniendo en cuenta la postura poco comprometida de Nelsons, la inclusión de esta obra en el programa tuvo carácter estrictamente telonero. El ‘Cantus’ es de 1977, y surgió ante la ‘inusual pureza’ de la música de Benjamin Britten , muerto poco antes. Por su parte el concierto de Dvorák contó con la participación de la violinista alemana Isabelle Faust , sustituyendo a Hilary Hahn todavía convaleciente de la doble lesión en el nervio de una mano que le retiró de los escenarios hace un año. En origen, la partitura fue entregada por el autor al violinista Joseph Joachim , quien le vio defectos, de manera que la obra estuvo rebotando entre el intérprete y el compositor en sucesivas revisiones que acabaron por configurar un total demasiado disperso, largo y algo pesante. La violinista Isabelle Faust, que es una intérprete de sutilezas, guarda esta obra entre los hitos de su carrera desde que la grabara en 2003. La interpretación en Donostia puso de manifiesto su sonido redondo y recogido, su buen gusto y la agilidad técnica como elementos sobre los que sostener una interpretación que comenzó de forma insípida y fue, poco a poco, cargándose de razones.Al Nelsons más brillante, al director enérgico, rico en matices y cerebralmente sistemático hay que atribuirle la interpretación del resto de las obras anunciadas: la segunda sinfonía de Sibelius en el primer programa y la quinta, ‘La reforma’, de Mendelssohn, en el segundo. Nelsons es en este punto indisociable de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y de la manera muy especial en la que se genera una textura con una muy singular superposición de planos, lo que en el último movimiento de la sinfonía mendelssohniana alcanzó una sonoridad cuasi organística. La presencia de distintos corales en una obra pensada para el tricentenario de las ‘confesiones de Augsburgo’ de Martin Lutero refuerza la idea, que también estuvo muy presente en la sinfonía de Sibelius , tan lejos de la narración programática que tantas veces se le atribuye, y tan cercana a una artesanal generación de distintas células que acaban por fundirse en entidades melódicas concretas. Todo ello alcanzó el destino final en la interpretación de ‘Un réquiem alemán’ de Brahms junto al Orfeón Donostiarra , la soprano Julia Kleiter y el barítono Christian Gerhaher .Sentado, a veces apoyado en una silla alta, Nelsons concedió a esta partitura una importancia singular buscando el encuentro con el orfeón, en esta ocasión preparado por el director Esteban Urzelai . La agrupación donostiarra preserva un color particular, muy acorde con una emisión natural con capacidad para penetrar (muy propio de la agrupación) en pianísimos casi inaudibles (el mismo arranque de la obra fue revelador, cuando todavía se estaban conociendo coro y orquesta) y grandiosas manifestaciones (el tercer movimiento lo demostró). Es más poderoso el registro agudo que el grave a cargo de los hombres, en curiosa consonancia con la columna sonora de la propia orquesta, lo que promovió una interpretación elevada, cercana a la luz como elemento dialéctico frente al sentido oscuro y dramático de la partitura. Nelsons concedió momentos personales, como el segundo movimiento, ‘Denn alles Fleisch es ist wie Gras’, muy lento hasta desembocar en amplias oleadas orquestales; la versión, sin embargo, cuidó las formas antes que la expansión emocional construyéndose con la ayuda incondicional del concertino implicado de manera gestualmente muy activa en la interpretación. La gran ovación final, grande sin duda aunque no explosiva, se mezcló con los muchos espectadores que salieron rápidamente de la sala, quizá sorprendidos por la duración del concierto que alcanzó las dos horas y cuarto.Noticia Relacionada estandar No Thomas Adès revela en la Quincena donostiarra el abismo de Ravel Alberto González Lapuente La Orchestre de l’Opera national de Paris rindió homenaje al compositor francés en el 150º aniversario de su nacimiento’Un réquiem alemán’ contó con la presencia del soberbio Christian Gerhaher , quien tras permanecer sentado durante la obra y sin apenas mover un músculo, se levantó para proyectar sobre la sala ‘Herr, lehre doch mir’ como si fuera un clamor desde el púlpito. El tercer movimiento de la obra se convirtió así en un eje decisivo, por la manera en la que se construyó y por la muy cuidada colaboración del coro y la orquesta en la parte fugada. Por su parte, a la soprano Julia Kleiter le pilló su parte, el quinto movimiento ‘Ihr habt nun Traurigkeit’, con la voz algo fría y aunque se impuso con autoridad, mantuvo una expresión tirante. Tras los dos conciertos donostiarras, Nelsons y la Gewandhaus de Leipzig partieron desde San Sebastián al Festival Internacional de Santander para cerrar igualmente la edición de este año. La colaboración entre ambos festivales sigue activa como seña de identidad cantábrica: las dos citas musicales con las que se clausura oficiosamente la temporada musical de verano. Crítica de música clásica Quincena Musical Donostiarra Programa Arvo Pärt: ‘Cantus in memoriam of Benjamin Britten’; Dvorák: ‘Concierto para violín’. Sibelius: ‘Sinfonía 2’. Mendelssohn: ‘Sinfonía 5’. Brahms: ‘Un réquiem alemán’ Intérpretes Gewandhausorchester Leipzig. Isabelle Faus, violín. Julia Kleiter, soprano. Christian Gerhaher, barítono Director Andris Nelsons Lugar Auditorio Kursaal, San Sebastián 4La Quincena Musical de San Sebastián se precia de ser el festival más antiguo de España. Este año celebra su edición 86ª, confirmando que es un anciano venerable que, como tal, se mueve procurando que el esfuerzo sea el justo y el rendimiento máximo. Entre las acciones más ambiciosas de la programación de este año se encuentra la clausura con un doble concierto de la también veterana Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig , que visita por primera vez Donostia, dirigida por su titular Andris Nelsons (Riga, 1978). Fundada en 1743, es considerada la orquesta civil más antigua del mundo. En el ambiente de la música clásica, al pedigrí, a la experiencia y al conocimiento heredado se le atribuyen buenos resultados artísticas, de manera que conviene fijarse en su arraigada entidad, con presencia destacada de los vientos, muy activos, sobre el soporte de una cuerda sólida moderadamente apoyada en el grave. Pervive un color singular, de armónicos potentes: una mixtura particularmente penetrante. Andris Nelsons es Gewandhauskapellmeister de la orquesta de Leipzig desde hace siete años y alterna el puesto con la titularidad de la Sinfónica de Boston , con la que mira al futuro relajadamente desde que negoció la prórroga automática de su contrato. Nelsons sufrió una transformación física sorprendente tras haberse sometido a un régimen severo de adelgazamiento, sin disminuir su entrega al trabajo. En los últimos años se ha convertido en uno de los directores más ocupados del mundo por el número de conciertos dirigidos, lo que resulta sorprendente cuando se ve el andar fatigoso con el que se presenta en el escenario. Nelsons aparece retraído (se ve claramente en los saludos finales al público), modesto y educado ante sus músicos (lo demuestra dando la mano reiteradamente al concertino, a su ayudante, incluso a los primeros atriles de la cuerda); en ocasiones carga de prudencia la interpretación mientras apoya el cuerpo en la barra superior trasera de la tarima e incluso, en un gesto muy suyo, la sujeta con la mano izquierda mientras la derecha marca, batuta en mano que deja en el atril ante aquellas obras más expresivas. No es un director de emociones fáciles o inmediatas, se expresa con una emotividad ajustada , aunque la realización sea admirable, se abra a dinámicas extremas y alcance los puntos culminantes con superioridad.Al Nelsons más conformista hay que atribuirle la interpretación simplemente suficiente del ‘Cantus in memory of Benjamin Britten’ de Arvo Pärt , y el acompañamiento del ‘Concierto para violín’ de Dvorák . A pesar de los muchísimos seguidores que se entregan a su hechizo hipnotizador, la música de Pärt tiene desde hace años un interés limitado. Teniendo en cuenta la postura poco comprometida de Nelsons, la inclusión de esta obra en el programa tuvo carácter estrictamente telonero. El ‘Cantus’ es de 1977, y surgió ante la ‘inusual pureza’ de la música de Benjamin Britten , muerto poco antes. Por su parte el concierto de Dvorák contó con la participación de la violinista alemana Isabelle Faust , sustituyendo a Hilary Hahn todavía convaleciente de la doble lesión en el nervio de una mano que le retiró de los escenarios hace un año. En origen, la partitura fue entregada por el autor al violinista Joseph Joachim , quien le vio defectos, de manera que la obra estuvo rebotando entre el intérprete y el compositor en sucesivas revisiones que acabaron por configurar un total demasiado disperso, largo y algo pesante. La violinista Isabelle Faust, que es una intérprete de sutilezas, guarda esta obra entre los hitos de su carrera desde que la grabara en 2003. La interpretación en Donostia puso de manifiesto su sonido redondo y recogido, su buen gusto y la agilidad técnica como elementos sobre los que sostener una interpretación que comenzó de forma insípida y fue, poco a poco, cargándose de razones.Al Nelsons más brillante, al director enérgico, rico en matices y cerebralmente sistemático hay que atribuirle la interpretación del resto de las obras anunciadas: la segunda sinfonía de Sibelius en el primer programa y la quinta, ‘La reforma’, de Mendelssohn, en el segundo. Nelsons es en este punto indisociable de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y de la manera muy especial en la que se genera una textura con una muy singular superposición de planos, lo que en el último movimiento de la sinfonía mendelssohniana alcanzó una sonoridad cuasi organística. La presencia de distintos corales en una obra pensada para el tricentenario de las ‘confesiones de Augsburgo’ de Martin Lutero refuerza la idea, que también estuvo muy presente en la sinfonía de Sibelius , tan lejos de la narración programática que tantas veces se le atribuye, y tan cercana a una artesanal generación de distintas células que acaban por fundirse en entidades melódicas concretas. Todo ello alcanzó el destino final en la interpretación de ‘Un réquiem alemán’ de Brahms junto al Orfeón Donostiarra , la soprano Julia Kleiter y el barítono Christian Gerhaher .Sentado, a veces apoyado en una silla alta, Nelsons concedió a esta partitura una importancia singular buscando el encuentro con el orfeón, en esta ocasión preparado por el director Esteban Urzelai . La agrupación donostiarra preserva un color particular, muy acorde con una emisión natural con capacidad para penetrar (muy propio de la agrupación) en pianísimos casi inaudibles (el mismo arranque de la obra fue revelador, cuando todavía se estaban conociendo coro y orquesta) y grandiosas manifestaciones (el tercer movimiento lo demostró). Es más poderoso el registro agudo que el grave a cargo de los hombres, en curiosa consonancia con la columna sonora de la propia orquesta, lo que promovió una interpretación elevada, cercana a la luz como elemento dialéctico frente al sentido oscuro y dramático de la partitura. Nelsons concedió momentos personales, como el segundo movimiento, ‘Denn alles Fleisch es ist wie Gras’, muy lento hasta desembocar en amplias oleadas orquestales; la versión, sin embargo, cuidó las formas antes que la expansión emocional construyéndose con la ayuda incondicional del concertino implicado de manera gestualmente muy activa en la interpretación. La gran ovación final, grande sin duda aunque no explosiva, se mezcló con los muchos espectadores que salieron rápidamente de la sala, quizá sorprendidos por la duración del concierto que alcanzó las dos horas y cuarto.Noticia Relacionada estandar No Thomas Adès revela en la Quincena donostiarra el abismo de Ravel Alberto González Lapuente La Orchestre de l’Opera national de Paris rindió homenaje al compositor francés en el 150º aniversario de su nacimiento’Un réquiem alemán’ contó con la presencia del soberbio Christian Gerhaher , quien tras permanecer sentado durante la obra y sin apenas mover un músculo, se levantó para proyectar sobre la sala ‘Herr, lehre doch mir’ como si fuera un clamor desde el púlpito. El tercer movimiento de la obra se convirtió así en un eje decisivo, por la manera en la que se construyó y por la muy cuidada colaboración del coro y la orquesta en la parte fugada. Por su parte, a la soprano Julia Kleiter le pilló su parte, el quinto movimiento ‘Ihr habt nun Traurigkeit’, con la voz algo fría y aunque se impuso con autoridad, mantuvo una expresión tirante. Tras los dos conciertos donostiarras, Nelsons y la Gewandhaus de Leipzig partieron desde San Sebastián al Festival Internacional de Santander para cerrar igualmente la edición de este año. La colaboración entre ambos festivales sigue activa como seña de identidad cantábrica: las dos citas musicales con las que se clausura oficiosamente la temporada musical de verano.
‘Un Requiem alemán’, de Brahms, cerró la 86ª edición del festival donostiarra
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Programa
Arvo Pärt: ‘Cantus in memoriam of Benjamin Britten’; Dvorák: ‘Concierto para violín’. Sibelius: ‘Sinfonía 2’. Mendelssohn: ‘Sinfonía 5’. Brahms: ‘Un réquiem alemán’ -
Intérpretes
Gewandhausorchester Leipzig. Isabelle Faus, violín. Julia Kleiter, soprano. Christian Gerhaher, barítono -
Director
Andris Nelsons -
Lugar
Auditorio Kursaal, San Sebastián
La Quincena Musical de San Sebastián se precia de ser el festival más antiguo de España. Este año celebra su edición 86ª, confirmando que es un anciano venerable que, como tal, se mueve procurando que el esfuerzo sea el justo y el rendimiento máximo. Entre las acciones más ambiciosas de la programación de este año se encuentra la clausura con un doble concierto de la también veterana Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, que visita por primera vez Donostia, dirigida por su titular Andris Nelsons (Riga, 1978). Fundada en 1743, es considerada la orquesta civil más antigua del mundo. En el ambiente de la música clásica, al pedigrí, a la experiencia y al conocimiento heredado se le atribuyen buenos resultados artísticas, de manera que conviene fijarse en su arraigada entidad, con presencia destacada de los vientos, muy activos, sobre el soporte de una cuerda sólida moderadamente apoyada en el grave. Pervive un color singular, de armónicos potentes: una mixtura particularmente penetrante.
Andris Nelsons es Gewandhauskapellmeister de la orquesta de Leipzig desde hace siete años y alterna el puesto con la titularidad de la Sinfónica de Boston, con la que mira al futuro relajadamente desde que negoció la prórroga automática de su contrato. Nelsons sufrió una transformación física sorprendente tras haberse sometido a un régimen severo de adelgazamiento, sin disminuir su entrega al trabajo. En los últimos años se ha convertido en uno de los directores más ocupados del mundo por el número de conciertos dirigidos, lo que resulta sorprendente cuando se ve el andar fatigoso con el que se presenta en el escenario. Nelsons aparece retraído (se ve claramente en los saludos finales al público), modesto y educado ante sus músicos (lo demuestra dando la mano reiteradamente al concertino, a su ayudante, incluso a los primeros atriles de la cuerda); en ocasiones carga de prudencia la interpretación mientras apoya el cuerpo en la barra superior trasera de la tarima e incluso, en un gesto muy suyo, la sujeta con la mano izquierda mientras la derecha marca, batuta en mano que deja en el atril ante aquellas obras más expresivas. No es un director de emociones fáciles o inmediatas, se expresa con una emotividad ajustada, aunque la realización sea admirable, se abra a dinámicas extremas y alcance los puntos culminantes con superioridad.
Al Nelsons más conformista hay que atribuirle la interpretación simplemente suficiente del ‘Cantus in memory of Benjamin Britten’ de Arvo Pärt, y el acompañamiento del ‘Concierto para violín’ de Dvorák. A pesar de los muchísimos seguidores que se entregan a su hechizo hipnotizador, la música de Pärt tiene desde hace años un interés limitado. Teniendo en cuenta la postura poco comprometida de Nelsons, la inclusión de esta obra en el programa tuvo carácter estrictamente telonero. El ‘Cantus’ es de 1977, y surgió ante la ‘inusual pureza’ de la música de Benjamin Britten, muerto poco antes. Por su parte el concierto de Dvorák contó con la participación de la violinista alemana Isabelle Faust, sustituyendo a Hilary Hahn todavía convaleciente de la doble lesión en el nervio de una mano que le retiró de los escenarios hace un año. En origen, la partitura fue entregada por el autor al violinista Joseph Joachim, quien le vio defectos, de manera que la obra estuvo rebotando entre el intérprete y el compositor en sucesivas revisiones que acabaron por configurar un total demasiado disperso, largo y algo pesante. La violinista Isabelle Faust, que es una intérprete de sutilezas, guarda esta obra entre los hitos de su carrera desde que la grabara en 2003. La interpretación en Donostia puso de manifiesto su sonido redondo y recogido, su buen gusto y la agilidad técnica como elementos sobre los que sostener una interpretación que comenzó de forma insípida y fue, poco a poco, cargándose de razones.
Al Nelsons más brillante, al director enérgico, rico en matices y cerebralmente sistemático hay que atribuirle la interpretación del resto de las obras anunciadas: la segunda sinfonía de Sibelius en el primer programa y la quinta, ‘La reforma’, de Mendelssohn, en el segundo. Nelsons es en este punto indisociable de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y de la manera muy especial en la que se genera una textura con una muy singular superposición de planos, lo que en el último movimiento de la sinfonía mendelssohniana alcanzó una sonoridad cuasi organística. La presencia de distintos corales en una obra pensada para el tricentenario de las ‘confesiones de Augsburgo’ de Martin Lutero refuerza la idea, que también estuvo muy presente en la sinfonía de Sibelius, tan lejos de la narración programática que tantas veces se le atribuye, y tan cercana a una artesanal generación de distintas células que acaban por fundirse en entidades melódicas concretas. Todo ello alcanzó el destino final en la interpretación de ‘Un réquiem alemán’ de Brahms junto al Orfeón Donostiarra, la soprano Julia Kleiter y el barítono Christian Gerhaher.
Sentado, a veces apoyado en una silla alta, Nelsons concedió a esta partitura una importancia singular buscando el encuentro con el orfeón, en esta ocasión preparado por el director Esteban Urzelai. La agrupación donostiarra preserva un color particular, muy acorde con una emisión natural con capacidad para penetrar (muy propio de la agrupación) en pianísimos casi inaudibles (el mismo arranque de la obra fue revelador, cuando todavía se estaban conociendo coro y orquesta) y grandiosas manifestaciones (el tercer movimiento lo demostró). Es más poderoso el registro agudo que el grave a cargo de los hombres, en curiosa consonancia con la columna sonora de la propia orquesta, lo que promovió una interpretación elevada, cercana a la luz como elemento dialéctico frente al sentido oscuro y dramático de la partitura. Nelsons concedió momentos personales, como el segundo movimiento, ‘Denn alles Fleisch es ist wie Gras’, muy lento hasta desembocar en amplias oleadas orquestales; la versión, sin embargo, cuidó las formas antes que la expansión emocional construyéndose con la ayuda incondicional del concertino implicado de manera gestualmente muy activa en la interpretación. La gran ovación final, grande sin duda aunque no explosiva, se mezcló con los muchos espectadores que salieron rápidamente de la sala, quizá sorprendidos por la duración del concierto que alcanzó las dos horas y cuarto.
‘Un réquiem alemán’ contó con la presencia del soberbio Christian Gerhaher, quien tras permanecer sentado durante la obra y sin apenas mover un músculo, se levantó para proyectar sobre la sala ‘Herr, lehre doch mir’ como si fuera un clamor desde el púlpito. El tercer movimiento de la obra se convirtió así en un eje decisivo, por la manera en la que se construyó y por la muy cuidada colaboración del coro y la orquesta en la parte fugada. Por su parte, a la soprano Julia Kleiter le pilló su parte, el quinto movimiento ‘Ihr habt nun Traurigkeit’, con la voz algo fría y aunque se impuso con autoridad, mantuvo una expresión tirante. Tras los dos conciertos donostiarras, Nelsons y la Gewandhaus de Leipzig partieron desde San Sebastián al Festival Internacional de Santander para cerrar igualmente la edición de este año. La colaboración entre ambos festivales sigue activa como seña de identidad cantábrica: las dos citas musicales con las que se clausura oficiosamente la temporada musical de verano.
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