«La voz multidimensional de Anne Bogart es una de las más lúcidas e influyentes del teatro norteamericano contemporáneo». Son las ajustadas palabras de Blanca Doménech , dramaturga y autora del prólogo de ‘ El arte de la resonancia’ (Alba-Teatro de La Abadía) , cuya edición en español será presentada hoy en el espacio que dirige Juan Mayorga . Anne Bogart (Newport, Rhode Island, EEUU, 1951) ha aprovechado su visita a Madrid para impartir un taller a una veintena de alumnos; su título, una pregunta: ‘¿Dónde termino yo y dónde empiezas tú?’ «Con el taller lo que quiero es aprender quiénes son estos actores -la actividad está dirigida a actores, actrices, directores y directoras de escena y dramaturgistas- y ayudarles a que descubran quiénes son y cómo los demás pueden formar parte de su vida -dice Anne Bogart minutos después de haber terminado la primera sesión del taller, y mientras le espera una focaccia de jamón y queso a la que mira de reojo-. El teatro es comunidad, y mi interés es que creen una sensación de comunidad muy rápidamente y sepan qué identidad tiene ese nosotros». «De hecho -interviene Blanca Doménech, presente en la conversación y que ayuda a la directora durante el taller-, han hecho un ejercicio al final de la sesión y se movían como si fuera una sola persona».¿El trabajo del actor no es individual entonces? «Sí es individual, y normalmente lo es demasiado. Pero para mí es importante descubrir cómo trabajar con otra persona, cómo nos convertimos en un grupo y hacemos algo juntos. Es sobre lo que tenemos que reflexionar». El trabajo individual se modifica cuando se entra en contacto con el otro, sigue. «Yo cambio contigo y tú cambias conmigo solo al encontrarnos. Me gusta la palabra ‘conversación’, porque tiene la misma raíz que ‘convertir’, y se refiere al hecho de girar y girar, de modo que al final de nuestra conversación, por ejemplo, yo debería estar en su lugar y usted en el mío; habremos creado un círculo. Y yo intento encontrar un entrenamiento en el que los actores y el público creen un círculo. Por supuesto el entrenamiento de los actores se centra mucho en ellos mismos, pero mi enfoque es en el grupo, en cómo hacer a un actor mejor si se une con otros».El trabajo de Anne Bogart se ha desarrollado tanto en el plano teórico y formativo como en las puestas en escena. Es la creadora, junto al japonés Tadashi Suzuki (maestro del teatro físico), de la SITI Company, que ha funcionado durante treinta años en Nueva York (de 1992 a 2022), buena parte de ellos vinculada a la Universidad de Columbia y que se basaba en la experimentación y la creación colectiva. Bogart creó y desarrolló el método ‘Viewpoints’, que ella misma definió como «un lenguaje de observación y respuesta; es una filosofía de improvisación que permite a los artistas trabajar desde el cuerpo y el espacio en tiempo real, sin la necesidad de un texto o un personaje predefinido». Hay nueve ‘ viewpoints ‘ (puntos de vista) físicos y otros cinco vocales. Aquellos son espacio, forma, arquitectura, respuesta kinestésica, ‘tempo’, duración, repetición, gesto y relación. Los vocales son tono, volumen, timbre, ‘tempo’ del habla y duración del sonido. El método, está desarrollado en el libro ‘The Viewpoints Book: A Practical Guide to Viewpoints and Composition’, escrito junto a Tina Landau hace un par de décadas (en España lo publicó la Asociación de Directores de Escena bajo el título ‘Los puntos de vista escénicos’).El libro que ha venido a presentar a Madrid, ‘El arte de la resonancia’, lo escribió durante la pandemia «en mi pequeño estudio de un sótano de Londres» (la directora vive a caballo entre Nueva York y Londres), y la idea partió, cuenta, después de una conversación con su amigo Leon Ingulsrud -uno de sus colaboradores habituales en la SITI Company-. Yo pensaba que el teatro trataba de crear memorias en el público. La memoria es una proteína y si tienes una gran experiencia que te ha provocado emoción, la recuerdas. Es algo que se queda en el cerebro y a lo que tienes acceso a través de sinapsis [proceso mediante el cual las neuronas se comunican entre sí para transmitir información]. Y yo pensaba que el teatro se refería a la memoria, y que nuestro trabajo en el teatro era crear recuerdos en el público… Pero León me dijo que su madre tenía alzhéimer y me preguntó qué podía hacer el teatro por su madre… Pensé en ello y me di cuenta de que, más que memorias, el teatro crea resonancias». Anne Bogart define ‘resonancia’ como «lo que sucede cuando algo en la sala -un gesto, una mirada, un sonido- toca algo profundo en el espectador y en los intérpretes al mismo tiempo. No es emoción. Es energía que persiste». «A mí me ocurre a menudo -sigue Bogart- que leo un libro y dos semanas después sigo tocada por su lectura, que ha cambiado además algo en mí, pero he olvidado el título. Y me di cuenta de que el teatro no es solo sobre la memoria, sino sobre lo que sucede en el momento, con las resonancias entre el público y los actores. Y eso que ocurre en ese momento se llama resonancia. Y no es tanto cognitivo, sino algo que les cambia, algo que afecta al cerebro y al corazón, pero algo también espiritual».Se crea, dice la directora, un solo cuerpo con el espectador. «Hay algo que se llama ‘neuronas espejo’, que son las encargadas de la empatía. El público, cuando va al teatro, ve dos obras distintas: una que tiene que ver con su corteza prefrontal, que le hace comprender el argumento, y otra menos consciente que habla de la comunidad que los actores están creando entre ellos pero también con los espectadores». Hay estudios, cita Blanca Doménech a Bogart en su prólogo, que demuestran que «en el teatro los corazones del público también laten al mismo son». ¿Y qué papel juegan los textos en esta concepción del teatro? «¡Ah! ¡Un gran papel! El periodista tiene las cinco preguntas: qué, quién, cuándo, dónde y por qué; el escritor tiene el cómo, el por qué y el quién, y los actores tienen que poner el dónde y el cuándo. El texto es la base, pero en el teatro hay que llevarlo a un espacio y a un tiempo, es como una traducción. El arte, dijo Picasso, es ‘la mentira que intenta contar la verdad’. Y en el teatro creas una mentira que intenta contar la verdad del texto. Como escritor escribes algo que no es real pero intentas encontrar el corazón debajo de ello». Noticia Relacionada estandar Si ‘Los amores feroces’: Octavio Paz y las mujeres Diego Doncel El Teatro de La Abadía presenta una dramaturgia de Jorge Volpi sobre textos del poeta mexicano que dirige Rosario Ruiz RodgersAnne Bogart escribió ‘El arte de la resonancia’ durante el confinamiento. ¿Aprenderemos de esa situación? «Espero que sí. Creo que sí, porque el mundo iba demasiado rápido y todos tuvimos que pararnos y, al hacerlo, nos vimos obligados a preguntarnos quiénes somos y a valorar la experiencia humana, algo muy importante, sobre todo en nuestros días, con el auge de la tecnología y la inteligencia artificial». «La voz multidimensional de Anne Bogart es una de las más lúcidas e influyentes del teatro norteamericano contemporáneo». Son las ajustadas palabras de Blanca Doménech , dramaturga y autora del prólogo de ‘ El arte de la resonancia’ (Alba-Teatro de La Abadía) , cuya edición en español será presentada hoy en el espacio que dirige Juan Mayorga . Anne Bogart (Newport, Rhode Island, EEUU, 1951) ha aprovechado su visita a Madrid para impartir un taller a una veintena de alumnos; su título, una pregunta: ‘¿Dónde termino yo y dónde empiezas tú?’ «Con el taller lo que quiero es aprender quiénes son estos actores -la actividad está dirigida a actores, actrices, directores y directoras de escena y dramaturgistas- y ayudarles a que descubran quiénes son y cómo los demás pueden formar parte de su vida -dice Anne Bogart minutos después de haber terminado la primera sesión del taller, y mientras le espera una focaccia de jamón y queso a la que mira de reojo-. El teatro es comunidad, y mi interés es que creen una sensación de comunidad muy rápidamente y sepan qué identidad tiene ese nosotros». «De hecho -interviene Blanca Doménech, presente en la conversación y que ayuda a la directora durante el taller-, han hecho un ejercicio al final de la sesión y se movían como si fuera una sola persona».¿El trabajo del actor no es individual entonces? «Sí es individual, y normalmente lo es demasiado. Pero para mí es importante descubrir cómo trabajar con otra persona, cómo nos convertimos en un grupo y hacemos algo juntos. Es sobre lo que tenemos que reflexionar». El trabajo individual se modifica cuando se entra en contacto con el otro, sigue. «Yo cambio contigo y tú cambias conmigo solo al encontrarnos. Me gusta la palabra ‘conversación’, porque tiene la misma raíz que ‘convertir’, y se refiere al hecho de girar y girar, de modo que al final de nuestra conversación, por ejemplo, yo debería estar en su lugar y usted en el mío; habremos creado un círculo. Y yo intento encontrar un entrenamiento en el que los actores y el público creen un círculo. Por supuesto el entrenamiento de los actores se centra mucho en ellos mismos, pero mi enfoque es en el grupo, en cómo hacer a un actor mejor si se une con otros».El trabajo de Anne Bogart se ha desarrollado tanto en el plano teórico y formativo como en las puestas en escena. Es la creadora, junto al japonés Tadashi Suzuki (maestro del teatro físico), de la SITI Company, que ha funcionado durante treinta años en Nueva York (de 1992 a 2022), buena parte de ellos vinculada a la Universidad de Columbia y que se basaba en la experimentación y la creación colectiva. Bogart creó y desarrolló el método ‘Viewpoints’, que ella misma definió como «un lenguaje de observación y respuesta; es una filosofía de improvisación que permite a los artistas trabajar desde el cuerpo y el espacio en tiempo real, sin la necesidad de un texto o un personaje predefinido». Hay nueve ‘ viewpoints ‘ (puntos de vista) físicos y otros cinco vocales. Aquellos son espacio, forma, arquitectura, respuesta kinestésica, ‘tempo’, duración, repetición, gesto y relación. Los vocales son tono, volumen, timbre, ‘tempo’ del habla y duración del sonido. El método, está desarrollado en el libro ‘The Viewpoints Book: A Practical Guide to Viewpoints and Composition’, escrito junto a Tina Landau hace un par de décadas (en España lo publicó la Asociación de Directores de Escena bajo el título ‘Los puntos de vista escénicos’).El libro que ha venido a presentar a Madrid, ‘El arte de la resonancia’, lo escribió durante la pandemia «en mi pequeño estudio de un sótano de Londres» (la directora vive a caballo entre Nueva York y Londres), y la idea partió, cuenta, después de una conversación con su amigo Leon Ingulsrud -uno de sus colaboradores habituales en la SITI Company-. Yo pensaba que el teatro trataba de crear memorias en el público. La memoria es una proteína y si tienes una gran experiencia que te ha provocado emoción, la recuerdas. Es algo que se queda en el cerebro y a lo que tienes acceso a través de sinapsis [proceso mediante el cual las neuronas se comunican entre sí para transmitir información]. Y yo pensaba que el teatro se refería a la memoria, y que nuestro trabajo en el teatro era crear recuerdos en el público… Pero León me dijo que su madre tenía alzhéimer y me preguntó qué podía hacer el teatro por su madre… Pensé en ello y me di cuenta de que, más que memorias, el teatro crea resonancias». Anne Bogart define ‘resonancia’ como «lo que sucede cuando algo en la sala -un gesto, una mirada, un sonido- toca algo profundo en el espectador y en los intérpretes al mismo tiempo. No es emoción. Es energía que persiste». «A mí me ocurre a menudo -sigue Bogart- que leo un libro y dos semanas después sigo tocada por su lectura, que ha cambiado además algo en mí, pero he olvidado el título. Y me di cuenta de que el teatro no es solo sobre la memoria, sino sobre lo que sucede en el momento, con las resonancias entre el público y los actores. Y eso que ocurre en ese momento se llama resonancia. Y no es tanto cognitivo, sino algo que les cambia, algo que afecta al cerebro y al corazón, pero algo también espiritual».Se crea, dice la directora, un solo cuerpo con el espectador. «Hay algo que se llama ‘neuronas espejo’, que son las encargadas de la empatía. El público, cuando va al teatro, ve dos obras distintas: una que tiene que ver con su corteza prefrontal, que le hace comprender el argumento, y otra menos consciente que habla de la comunidad que los actores están creando entre ellos pero también con los espectadores». Hay estudios, cita Blanca Doménech a Bogart en su prólogo, que demuestran que «en el teatro los corazones del público también laten al mismo son». ¿Y qué papel juegan los textos en esta concepción del teatro? «¡Ah! ¡Un gran papel! El periodista tiene las cinco preguntas: qué, quién, cuándo, dónde y por qué; el escritor tiene el cómo, el por qué y el quién, y los actores tienen que poner el dónde y el cuándo. El texto es la base, pero en el teatro hay que llevarlo a un espacio y a un tiempo, es como una traducción. El arte, dijo Picasso, es ‘la mentira que intenta contar la verdad’. Y en el teatro creas una mentira que intenta contar la verdad del texto. Como escritor escribes algo que no es real pero intentas encontrar el corazón debajo de ello». Noticia Relacionada estandar Si ‘Los amores feroces’: Octavio Paz y las mujeres Diego Doncel El Teatro de La Abadía presenta una dramaturgia de Jorge Volpi sobre textos del poeta mexicano que dirige Rosario Ruiz RodgersAnne Bogart escribió ‘El arte de la resonancia’ durante el confinamiento. ¿Aprenderemos de esa situación? «Espero que sí. Creo que sí, porque el mundo iba demasiado rápido y todos tuvimos que pararnos y, al hacerlo, nos vimos obligados a preguntarnos quiénes somos y a valorar la experiencia humana, algo muy importante, sobre todo en nuestros días, con el auge de la tecnología y la inteligencia artificial».
«La voz multidimensional de Anne Bogart es una de las más lúcidas e influyentes del teatro norteamericano contemporáneo». Son las ajustadas palabras de Blanca Doménech, dramaturga y autora del prólogo de ‘El arte de la resonancia’ (Alba-Teatro de La Abadía), cuya … edición en español será presentada hoy en el espacio que dirige Juan Mayorga. Anne Bogart (Newport, Rhode Island, EEUU, 1951) ha aprovechado su visita a Madrid para impartir un taller a una veintena de alumnos; su título, una pregunta: ‘¿Dónde termino yo y dónde empiezas tú?’ «Con el taller lo que quiero es aprender quiénes son estos actores -la actividad está dirigida a actores, actrices, directores y directoras de escena y dramaturgistas- y ayudarles a que descubran quiénes son y cómo los demás pueden formar parte de su vida -dice Anne Bogart minutos después de haber terminado la primera sesión del taller, y mientras le espera una focaccia de jamón y queso a la que mira de reojo-. El teatro es comunidad, y mi interés es que creen una sensación de comunidad muy rápidamente y sepan qué identidad tiene ese nosotros». «De hecho -interviene Blanca Doménech, presente en la conversación y que ayuda a la directora durante el taller-, han hecho un ejercicio al final de la sesión y se movían como si fuera una sola persona».
¿El trabajo del actor no es individual entonces? «Sí es individual, y normalmente lo es demasiado. Pero para mí es importante descubrir cómo trabajar con otra persona, cómo nos convertimos en un grupo y hacemos algo juntos. Es sobre lo que tenemos que reflexionar». El trabajo individual se modifica cuando se entra en contacto con el otro, sigue. «Yo cambio contigo y tú cambias conmigo solo al encontrarnos. Me gusta la palabra ‘conversación’, porque tiene la misma raíz que ‘convertir’, y se refiere al hecho de girar y girar, de modo que al final de nuestra conversación, por ejemplo, yo debería estar en su lugar y usted en el mío; habremos creado un círculo. Y yo intento encontrar un entrenamiento en el que los actores y el público creen un círculo. Por supuesto el entrenamiento de los actores se centra mucho en ellos mismos, pero mi enfoque es en el grupo, en cómo hacer a un actor mejor si se une con otros».
El trabajo de Anne Bogart se ha desarrollado tanto en el plano teórico y formativo como en las puestas en escena. Es la creadora, junto al japonés Tadashi Suzuki (maestro del teatro físico), de la SITI Company, que ha funcionado durante treinta años en Nueva York (de 1992 a 2022), buena parte de ellos vinculada a la Universidad de Columbia y que se basaba en la experimentación y la creación colectiva. Bogart creó y desarrolló el método ‘Viewpoints’, que ella misma definió como «un lenguaje de observación y respuesta; es una filosofía de improvisación que permite a los artistas trabajar desde el cuerpo y el espacio en tiempo real, sin la necesidad de un texto o un personaje predefinido».
Hay nueve ‘viewpoints‘ (puntos de vista) físicos y otros cinco vocales. Aquellos son espacio, forma, arquitectura, respuesta kinestésica, ‘tempo’, duración, repetición, gesto y relación. Los vocales son tono, volumen, timbre, ‘tempo’ del habla y duración del sonido. El método, está desarrollado en el libro ‘The Viewpoints Book: A Practical Guide to Viewpoints and Composition’, escrito junto a Tina Landau hace un par de décadas (en España lo publicó la Asociación de Directores de Escena bajo el título ‘Los puntos de vista escénicos’).
El libro que ha venido a presentar a Madrid, ‘El arte de la resonancia’, lo escribió durante la pandemia «en mi pequeño estudio de un sótano de Londres» (la directora vive a caballo entre Nueva York y Londres), y la idea partió, cuenta, después de una conversación con su amigo Leon Ingulsrud -uno de sus colaboradores habituales en la SITI Company-. Yo pensaba que el teatro trataba de crear memorias en el público. La memoria es una proteína y si tienes una gran experiencia que te ha provocado emoción, la recuerdas. Es algo que se queda en el cerebro y a lo que tienes acceso a través de sinapsis [proceso mediante el cual las neuronas se comunican entre sí para transmitir información]. Y yo pensaba que el teatro se refería a la memoria, y que nuestro trabajo en el teatro era crear recuerdos en el público… Pero León me dijo que su madre tenía alzhéimer y me preguntó qué podía hacer el teatro por su madre… Pensé en ello y me di cuenta de que, más que memorias, el teatro crea resonancias». Anne Bogart define ‘resonancia’ como «lo que sucede cuando algo en la sala -un gesto, una mirada, un sonido- toca algo profundo en el espectador y en los intérpretes al mismo tiempo. No es emoción. Es energía que persiste». «A mí me ocurre a menudo -sigue Bogart- que leo un libro y dos semanas después sigo tocada por su lectura, que ha cambiado además algo en mí, pero he olvidado el título. Y me di cuenta de que el teatro no es solo sobre la memoria, sino sobre lo que sucede en el momento, con las resonancias entre el público y los actores. Y eso que ocurre en ese momento se llama resonancia. Y no es tanto cognitivo, sino algo que les cambia, algo que afecta al cerebro y al corazón, pero algo también espiritual».
Se crea, dice la directora, un solo cuerpo con el espectador. «Hay algo que se llama ‘neuronas espejo’, que son las encargadas de la empatía. El público, cuando va al teatro, ve dos obras distintas: una que tiene que ver con su corteza prefrontal, que le hace comprender el argumento, y otra menos consciente que habla de la comunidad que los actores están creando entre ellos pero también con los espectadores». Hay estudios, cita Blanca Doménech a Bogart en su prólogo, que demuestran que «en el teatro los corazones del público también laten al mismo son».
¿Y qué papel juegan los textos en esta concepción del teatro? «¡Ah! ¡Un gran papel! El periodista tiene las cinco preguntas: qué, quién, cuándo, dónde y por qué; el escritor tiene el cómo, el por qué y el quién, y los actores tienen que poner el dónde y el cuándo. El texto es la base, pero en el teatro hay que llevarlo a un espacio y a un tiempo, es como una traducción. El arte, dijo Picasso, es ‘la mentira que intenta contar la verdad’. Y en el teatro creas una mentira que intenta contar la verdad del texto. Como escritor escribes algo que no es real pero intentas encontrar el corazón debajo de ello».
Anne Bogart escribió ‘El arte de la resonancia’ durante el confinamiento. ¿Aprenderemos de esa situación? «Espero que sí. Creo que sí, porque el mundo iba demasiado rápido y todos tuvimos que pararnos y, al hacerlo, nos vimos obligados a preguntarnos quiénes somos y a valorar la experiencia humana, algo muy importante, sobre todo en nuestros días, con el auge de la tecnología y la inteligencia artificial».
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