4 de abril de 1963Sin darme cuenta, ensancho la brecha entre mis padres y yo, pero me resultan necesarios y, por ellos, sería capaz de muchas cosas, como si quisiera cargar con todo el sufrimiento, con todas las humillaciones que han padecido, para luego vengarlos. Si he escrito, ha sido en parte por ellos, pero no era la novela adecuada; volveré a empezar; novelas cortas, sin duda. Por qué, desde siempre, siento deseo de hacer daño y al mismo tiempo sufro. A veces, como hoy, tengo miedo: «escrúpulos».Diciembre de 1963Hace dos meses que no nos vemos, algo que parece importarme solo a mí. Qué va a ser de mí, que tanto he amado la libertad.Junio de 1988Hay una cosa que deseo más que nada: volver a la soledad, al anonimato, a la insignificancia en el mundo; recuperar la irresponsabilidad de la infancia, las tardes en el jardín, los pájaros, cuando soñaba que me iría a países remotos, a conocer mundo, que me sucederían cosas. Y todo eso ha pasado y seguirá pasándome, quizá, y, sin embargo, lo que más deseo es retornar a ese tiempo en que aún no había ocurrido nada. No para recuperar mi deseo y mi sueño, sino precisamente lo que ni me gustaba ni detestaba; es decir, mi vida real: el campo, los ruidos lejanos de los coches, de una sierra de madera, la voz de mi padre, los ladridos de los perros, la campanilla de la puerta de la tienda. Todo lo que me hace revivir eso -Venecia, un domingo por la mañana; escribir; el amor, a veces, en 1984- es felicidad. Me parece que aquí me acerco a algo importante, a esa verdad que estoy buscando.Archivo de la autora De arriba abajo: Con Odile en la Rue le Mail, con su gato Sam (2021) y de niña en Lillebone (1944) ABCEnero de 1991Me he despertado a las cuatro de la mañana. Faltaban dos horas para el ultimátum americano. He vuelto a dormirme y he soñado que Sadam Husein se retiraba de Kuwait.11 h. Los aviones siguen surcando el cielo, rápidos. Me vuelve todo, sin imágenes. Lloro. Ausencia de recuerdos, salvo unos pocos: el bombardeo en el bosque. Solo el miedo de los primeros años de mi vida. 1944. Tengo cuatro años. Eso es todo. Los v2, los ‘robots’, las sirenas de alerta. Los relatos espantosos: «Las ocas corrían desplumadas», «En la silla de ruedas del minusválido no quedaba nadie», etcétera. Solo se aprehende el pasado al revivirlo, al repetirlo. Esta mañana, algo empieza a repetirse para mí, la guerra. Como el amor, como la muerte, son cosas insólitas, imprevisibles.Agosto de 1993Con respecto a mis hijos, tengo la misma impresión que en otro tiempo frente a mi madre. No sé decir cuál, solo que es del mismo orden: la existencia de ellos, como la de ella, es mi vida, la vida. El dolor de la separación. No poder hablar, o en tan pocas ocasiones, de eso, de mi relación con mis hijos, de esa posibilidad, de esa certeza, de poder «ir al fin del mundo» por ellos. Reproduciendo así la madre loba que fue mi madre para mí.Noticia Relacionada reportaje Si Jon Fosse, premio Nobel: «Si no fuera por la literatura tal vez me habría matado bebiendo» Bruno Pardo Porto El Nobel de Literatura charla con ABC a su paso por Santander, donde fue investido doctor ‘honoris causa’ por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo29 de noviembre de 2008La voz de Odile evoca nombres, cosas, a menudo olvidados, que me llevan de vuelta a las clases del internado de Saint-Michel con una nitidez, con una impresión de estar ahí muy fuerte. Por ejemplo, en clase de Latín con el padre Schoutarden, minúsculo, con la sotana llena de manchas, a la luz débil y amarillenta del ‘Aula Saint-Louis’. O paseando por la Rue Le Mail con Odile. Una impresión de realidad tal que me noto los muslos ceñidos por mi falda gris de tergal, el cuello chimenea de mi jersey azul marino de lana alrededor del cuello. Llevaba bailarinas azules en otoño, con dieciséis años, y me imaginaba que los rusos habían invadido Francia, a causa de Budapest, donde Imre Nagy fue sustituido por Kádár. Pero ¿en qué me parezco a mí misma?Diciembre de 2001¿Y si creer que he venido a este mundo para escribir fuera una pura construcción? ¿Una construcción a lo largo de los años?Jueves, 3 de noviembre de 2022«Ellos» me han dado el Premio Nobel. Ese jueves, en la cocina, me pareció que otra mujer se desprendía de la mujer real. Esa otra mujer asumió el papel, habló en una rueda de prensa abarrotada en Gallimard y siguió haciéndolo en todas partes sin ningún gusto. Viajar con David a Estados Unidos, a Italia, por la película, me impidió ponerme a trabajar en el discurso que tengo que pronunciar. Solo dispongo de una semana, más o menos, para redactarlo. Me he despertado a las 3:30h de la madrugada y ya no me he vuelto a dormir; me angustia no poder hacerlo por falta de tiempo. 4 de abril de 1963Sin darme cuenta, ensancho la brecha entre mis padres y yo, pero me resultan necesarios y, por ellos, sería capaz de muchas cosas, como si quisiera cargar con todo el sufrimiento, con todas las humillaciones que han padecido, para luego vengarlos. Si he escrito, ha sido en parte por ellos, pero no era la novela adecuada; volveré a empezar; novelas cortas, sin duda. Por qué, desde siempre, siento deseo de hacer daño y al mismo tiempo sufro. A veces, como hoy, tengo miedo: «escrúpulos».Diciembre de 1963Hace dos meses que no nos vemos, algo que parece importarme solo a mí. Qué va a ser de mí, que tanto he amado la libertad.Junio de 1988Hay una cosa que deseo más que nada: volver a la soledad, al anonimato, a la insignificancia en el mundo; recuperar la irresponsabilidad de la infancia, las tardes en el jardín, los pájaros, cuando soñaba que me iría a países remotos, a conocer mundo, que me sucederían cosas. Y todo eso ha pasado y seguirá pasándome, quizá, y, sin embargo, lo que más deseo es retornar a ese tiempo en que aún no había ocurrido nada. No para recuperar mi deseo y mi sueño, sino precisamente lo que ni me gustaba ni detestaba; es decir, mi vida real: el campo, los ruidos lejanos de los coches, de una sierra de madera, la voz de mi padre, los ladridos de los perros, la campanilla de la puerta de la tienda. Todo lo que me hace revivir eso -Venecia, un domingo por la mañana; escribir; el amor, a veces, en 1984- es felicidad. Me parece que aquí me acerco a algo importante, a esa verdad que estoy buscando.Archivo de la autora De arriba abajo: Con Odile en la Rue le Mail, con su gato Sam (2021) y de niña en Lillebone (1944) ABCEnero de 1991Me he despertado a las cuatro de la mañana. Faltaban dos horas para el ultimátum americano. He vuelto a dormirme y he soñado que Sadam Husein se retiraba de Kuwait.11 h. Los aviones siguen surcando el cielo, rápidos. Me vuelve todo, sin imágenes. Lloro. Ausencia de recuerdos, salvo unos pocos: el bombardeo en el bosque. Solo el miedo de los primeros años de mi vida. 1944. Tengo cuatro años. Eso es todo. Los v2, los ‘robots’, las sirenas de alerta. Los relatos espantosos: «Las ocas corrían desplumadas», «En la silla de ruedas del minusválido no quedaba nadie», etcétera. Solo se aprehende el pasado al revivirlo, al repetirlo. Esta mañana, algo empieza a repetirse para mí, la guerra. Como el amor, como la muerte, son cosas insólitas, imprevisibles.Agosto de 1993Con respecto a mis hijos, tengo la misma impresión que en otro tiempo frente a mi madre. No sé decir cuál, solo que es del mismo orden: la existencia de ellos, como la de ella, es mi vida, la vida. El dolor de la separación. No poder hablar, o en tan pocas ocasiones, de eso, de mi relación con mis hijos, de esa posibilidad, de esa certeza, de poder «ir al fin del mundo» por ellos. Reproduciendo así la madre loba que fue mi madre para mí.Noticia Relacionada reportaje Si Jon Fosse, premio Nobel: «Si no fuera por la literatura tal vez me habría matado bebiendo» Bruno Pardo Porto El Nobel de Literatura charla con ABC a su paso por Santander, donde fue investido doctor ‘honoris causa’ por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo29 de noviembre de 2008La voz de Odile evoca nombres, cosas, a menudo olvidados, que me llevan de vuelta a las clases del internado de Saint-Michel con una nitidez, con una impresión de estar ahí muy fuerte. Por ejemplo, en clase de Latín con el padre Schoutarden, minúsculo, con la sotana llena de manchas, a la luz débil y amarillenta del ‘Aula Saint-Louis’. O paseando por la Rue Le Mail con Odile. Una impresión de realidad tal que me noto los muslos ceñidos por mi falda gris de tergal, el cuello chimenea de mi jersey azul marino de lana alrededor del cuello. Llevaba bailarinas azules en otoño, con dieciséis años, y me imaginaba que los rusos habían invadido Francia, a causa de Budapest, donde Imre Nagy fue sustituido por Kádár. Pero ¿en qué me parezco a mí misma?Diciembre de 2001¿Y si creer que he venido a este mundo para escribir fuera una pura construcción? ¿Una construcción a lo largo de los años?Jueves, 3 de noviembre de 2022«Ellos» me han dado el Premio Nobel. Ese jueves, en la cocina, me pareció que otra mujer se desprendía de la mujer real. Esa otra mujer asumió el papel, habló en una rueda de prensa abarrotada en Gallimard y siguió haciéndolo en todas partes sin ningún gusto. Viajar con David a Estados Unidos, a Italia, por la película, me impidió ponerme a trabajar en el discurso que tengo que pronunciar. Solo dispongo de una semana, más o menos, para redactarlo. Me he despertado a las 3:30h de la madrugada y ya no me he vuelto a dormir; me angustia no poder hacerlo por falta de tiempo.
4 de abril de 1963
Sin darme cuenta, ensancho la brecha entre mis padres y yo, pero me resultan necesarios y, por ellos, sería capaz de muchas cosas, como si quisiera cargar con todo el sufrimiento, con todas las humillaciones que han padecido, para luego vengarlos. Si he escrito, ha … sido en parte por ellos, pero no era la novela adecuada; volveré a empezar; novelas cortas, sin duda. Por qué, desde siempre, siento deseo de hacer daño y al mismo tiempo sufro. A veces, como hoy, tengo miedo: «escrúpulos».
Diciembre de 1963
Hace dos meses que no nos vemos, algo que parece importarme solo a mí. Qué va a ser de mí, que tanto he amado la libertad.
Junio de 1988
Hay una cosa que deseo más que nada: volver a la soledad, al anonimato, a la insignificancia en el mundo; recuperar la irresponsabilidad de la infancia, las tardes en el jardín, los pájaros, cuando soñaba que me iría a países remotos, a conocer mundo, que me sucederían cosas. Y todo eso ha pasado y seguirá pasándome, quizá, y, sin embargo, lo que más deseo es retornar a ese tiempo en que aún no había ocurrido nada. No para recuperar mi deseo y mi sueño, sino precisamente lo que ni me gustaba ni detestaba; es decir, mi vida real: el campo, los ruidos lejanos de los coches, de una sierra de madera, la voz de mi padre, los ladridos de los perros, la campanilla de la puerta de la tienda. Todo lo que me hace revivir eso -Venecia, un domingo por la mañana; escribir; el amor, a veces, en 1984- es felicidad. Me parece que aquí me acerco a algo importante, a esa verdad que estoy buscando.



De arriba abajo: Con Odile en la Rue le Mail, con su gato Sam (2021) y de niña en Lillebone (1944)
ABC
Enero de 1991
Me he despertado a las cuatro de la mañana. Faltaban dos horas para el ultimátum americano. He vuelto a dormirme y he soñado que Sadam Husein se retiraba de Kuwait.
11 h. Los aviones siguen surcando el cielo, rápidos. Me vuelve todo, sin imágenes. Lloro. Ausencia de recuerdos, salvo unos pocos: el bombardeo en el bosque. Solo el miedo de los primeros años de mi vida. 1944. Tengo cuatro años. Eso es todo. Los v2, los ‘robots’, las sirenas de alerta. Los relatos espantosos: «Las ocas corrían desplumadas», «En la silla de ruedas del minusválido no quedaba nadie», etcétera. Solo se aprehende el pasado al revivirlo, al repetirlo. Esta mañana, algo empieza a repetirse para mí, la guerra. Como el amor, como la muerte, son cosas insólitas, imprevisibles.
Agosto de 1993
Con respecto a mis hijos, tengo la misma impresión que en otro tiempo frente a mi madre. No sé decir cuál, solo que es del mismo orden: la existencia de ellos, como la de ella, es mi vida, la vida. El dolor de la separación. No poder hablar, o en tan pocas ocasiones, de eso, de mi relación con mis hijos, de esa posibilidad, de esa certeza, de poder «ir al fin del mundo» por ellos. Reproduciendo así la madre loba que fue mi madre para mí.
29 de noviembre de 2008
La voz de Odile evoca nombres, cosas, a menudo olvidados, que me llevan de vuelta a las clases del internado de Saint-Michel con una nitidez, con una impresión de estar ahí muy fuerte. Por ejemplo, en clase de Latín con el padre Schoutarden, minúsculo, con la sotana llena de manchas, a la luz débil y amarillenta del ‘Aula Saint-Louis’. O paseando por la Rue Le Mail con Odile. Una impresión de realidad tal que me noto los muslos ceñidos por mi falda gris de tergal, el cuello chimenea de mi jersey azul marino de lana alrededor del cuello. Llevaba bailarinas azules en otoño, con dieciséis años, y me imaginaba que los rusos habían invadido Francia, a causa de Budapest, donde Imre Nagy fue sustituido por Kádár. Pero ¿en qué me parezco a mí misma?
Diciembre de 2001
¿Y si creer que he venido a este mundo para escribir fuera una pura construcción? ¿Una construcción a lo largo de los años?
Jueves, 3 de noviembre de 2022
«Ellos» me han dado el Premio Nobel. Ese jueves, en la cocina, me pareció que otra mujer se desprendía de la mujer real. Esa otra mujer asumió el papel, habló en una rueda de prensa abarrotada en Gallimard y siguió haciéndolo en todas partes sin ningún gusto. Viajar con David a Estados Unidos, a Italia, por la película, me impidió ponerme a trabajar en el discurso que tengo que pronunciar. Solo dispongo de una semana, más o menos, para redactarlo. Me he despertado a las 3:30h de la madrugada y ya no me he vuelto a dormir; me angustia no poder hacerlo por falta de tiempo.
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