Antes de colarse en EE.UU. como ‘espalda mojada’ desde Canadá, a las bravas de la juventud ni veinteañera y destino la Historia del rock, Neil Young, que fue ilegal hasta 1970 (hola Vox), se llevó a los Squires, su banda primera, a Ontario a tocar en el Fourth Dimension Club, donde hubo epifanía: «Sabía que cuando tocaba así estaba como en otra dimensión. No sabía qué era. ¡Las notas me llegaban de manera inesperada! Me aventuraba por senderos nuevos sin miedo. Fue el comienzo de algo nuevo. Sabía que había algo que me salía de dentro, y no algo que hubiera aprendido. Era mi ser en estado puro», escribió en sus memorias ‘El sueño de un hippie’, de 2012.Sesenta años después, las tormentas eléctricas de Neil Young , sus legendarias improvisaciones, siguen siendo su marca de agua junto al plañido de su voz de niño, que sigue atesorando el haz melancólico, como vimos hace poco en Bruselas en un concierto de su gira europea. Que no pasó por España ni Italia. No consuela lo del ‘fratello’ mediterráneo, en Francia, Bélgica, Suecia, Alemania, Irlanda… sí. Y cómo cubicaba en el Azkena de Vitoria en esas fechas, con John Lydon, o sea Johhny Rotten, actuando con PiL («The King is gone but is not forgotten, Johnny Rotten»). De cabeza del PrimaveraSound y el Mad Cool a la extraña nada, y frisando los 80 anillos de viejo roble… ¿Volverá?Buen repertorio, generosas ‘tormentas’ y ojalá hubiera llovido para aguantar la insospechada flama bruselenseHay más quejíos. Tras una gorra negra, con un cartel cutrongo de amor al planeta detrás, el abismo entre la clase ‘gold’ y la clase desclasada, con una diferencia de apenas 25 euros de los 125 y 150 respectivos, nos ‘premió’ con ver a ‘Young más Small que never’. Buen repertorio, generosas ‘tormentas’ y ojalá hubiera llovido para aguantar la insospechada flama bruselense. Vuelvo a sus memorias: «Me gusta tocar para un público entregado. No me gusta la gente que se sienta en las primeras filas y habla por el móvil. Son los asientos más caros, que ofrecen revendedores y otros servicios que monopolizan las entradas. Los que antes estaban en las primeras filas eran los verdaderos amantes de la música». ¡Anda! Y, pese a todo, pese a tanto, Young aún sigue refutando en vivo su ‘quote’ suicida: «Es mejor quemarse rápido que apagarse lentamente». Antes de colarse en EE.UU. como ‘espalda mojada’ desde Canadá, a las bravas de la juventud ni veinteañera y destino la Historia del rock, Neil Young, que fue ilegal hasta 1970 (hola Vox), se llevó a los Squires, su banda primera, a Ontario a tocar en el Fourth Dimension Club, donde hubo epifanía: «Sabía que cuando tocaba así estaba como en otra dimensión. No sabía qué era. ¡Las notas me llegaban de manera inesperada! Me aventuraba por senderos nuevos sin miedo. Fue el comienzo de algo nuevo. Sabía que había algo que me salía de dentro, y no algo que hubiera aprendido. Era mi ser en estado puro», escribió en sus memorias ‘El sueño de un hippie’, de 2012.Sesenta años después, las tormentas eléctricas de Neil Young , sus legendarias improvisaciones, siguen siendo su marca de agua junto al plañido de su voz de niño, que sigue atesorando el haz melancólico, como vimos hace poco en Bruselas en un concierto de su gira europea. Que no pasó por España ni Italia. No consuela lo del ‘fratello’ mediterráneo, en Francia, Bélgica, Suecia, Alemania, Irlanda… sí. Y cómo cubicaba en el Azkena de Vitoria en esas fechas, con John Lydon, o sea Johhny Rotten, actuando con PiL («The King is gone but is not forgotten, Johnny Rotten»). De cabeza del PrimaveraSound y el Mad Cool a la extraña nada, y frisando los 80 anillos de viejo roble… ¿Volverá?Buen repertorio, generosas ‘tormentas’ y ojalá hubiera llovido para aguantar la insospechada flama bruselenseHay más quejíos. Tras una gorra negra, con un cartel cutrongo de amor al planeta detrás, el abismo entre la clase ‘gold’ y la clase desclasada, con una diferencia de apenas 25 euros de los 125 y 150 respectivos, nos ‘premió’ con ver a ‘Young más Small que never’. Buen repertorio, generosas ‘tormentas’ y ojalá hubiera llovido para aguantar la insospechada flama bruselense. Vuelvo a sus memorias: «Me gusta tocar para un público entregado. No me gusta la gente que se sienta en las primeras filas y habla por el móvil. Son los asientos más caros, que ofrecen revendedores y otros servicios que monopolizan las entradas. Los que antes estaban en las primeras filas eran los verdaderos amantes de la música». ¡Anda! Y, pese a todo, pese a tanto, Young aún sigue refutando en vivo su ‘quote’ suicida: «Es mejor quemarse rápido que apagarse lentamente».
anticasitodo
El ‘rockstar’ está inmerso (que no Imserso) en plena gira europea sin incluir a España. Fuimos a él
Antes de colarse en EE.UU. como ‘espalda mojada’ desde Canadá, a las bravas de la juventud ni veinteañera y destino la Historia del rock, Neil Young, que fue ilegal hasta 1970 (hola Vox), se llevó a los Squires, su banda primera, a Ontario … a tocar en el Fourth Dimension Club, donde hubo epifanía: «Sabía que cuando tocaba así estaba como en otra dimensión. No sabía qué era. ¡Las notas me llegaban de manera inesperada! Me aventuraba por senderos nuevos sin miedo. Fue el comienzo de algo nuevo. Sabía que había algo que me salía de dentro, y no algo que hubiera aprendido. Era mi ser en estado puro», escribió en sus memorias ‘El sueño de un hippie’, de 2012.
Sesenta años después, las tormentas eléctricas de Neil Young, sus legendarias improvisaciones, siguen siendo su marca de agua junto al plañido de su voz de niño, que sigue atesorando el haz melancólico, como vimos hace poco en Bruselas en un concierto de su gira europea. Que no pasó por España ni Italia. No consuela lo del ‘fratello’ mediterráneo, en Francia, Bélgica, Suecia, Alemania, Irlanda… sí.
Y cómo cubicaba en el Azkena de Vitoria en esas fechas, con John Lydon, o sea Johhny Rotten, actuando con PiL («The King is gone but is not forgotten, Johnny Rotten»). De cabeza del PrimaveraSound y el Mad Cool a la extraña nada, y frisando los 80 anillos de viejo roble… ¿Volverá?
Buen repertorio, generosas ‘tormentas’ y ojalá hubiera llovido para aguantar la insospechada flama bruselense
Hay más quejíos. Tras una gorra negra, con un cartel cutrongo de amor al planeta detrás, el abismo entre la clase ‘gold’ y la clase desclasada, con una diferencia de apenas 25 euros de los 125 y 150 respectivos, nos ‘premió’ con ver a ‘Young más Small que never’. Buen repertorio, generosas ‘tormentas’ y ojalá hubiera llovido para aguantar la insospechada flama bruselense.
Vuelvo a sus memorias: «Me gusta tocar para un público entregado. No me gusta la gente que se sienta en las primeras filas y habla por el móvil. Son los asientos más caros, que ofrecen revendedores y otros servicios que monopolizan las entradas. Los que antes estaban en las primeras filas eran los verdaderos amantes de la música». ¡Anda! Y, pese a todo, pese a tanto, Young aún sigue refutando en vivo su ‘quote’ suicida: «Es mejor quemarse rápido que apagarse lentamente».
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