Jon Andión ha escrito un libro distinto y luminoso, ‘Cuando me vaya volveré’ , que es un búcaro de relatos que se quieren a veces juegos líricos que resultan en cualquier caso una experiencia de la palabra en vuelo de libertad. No asoma un libro así todos los días. Aquí se reúne un retrato de algún sepulturero que ejerce lo suyo como un orfebre, desde los diez años, y un homenaje a Atticus Grant , peregrino del frío, y un paseo por una medianoche en Bocamanga, un sitio por donde no pasa la luna, y una visita a Kansas City, que es y no es Kansas City, obviamente. Escribe en algún momento Andión que «no se sale de ningún mapa sin encomendarse», y esto nos sirve para encerrar de algún modo este libro, que no tiene frase o clave que lo encierre. Resulta que aquí se entra y se sale de mucho mapa, porque nos movemos en la infinitud de la imaginación, pero en el periplo de tanta entrada y tanta salida el autor se encomienda a la salud del lenguaje, que es una felicidad y una arborescencia y una puntería, según el momento y a veces todo eso junto. Lo que quiero decir es que Jon Andion ha construido un atlas de ensoñaciones perfectamente ciertas, y unas y las otras se hablan y replican, se aúpan y se corrigen, rematando un pueblo de gentes líricas y circunstancias estupefacientes que traen, en el fondo, la biografía del lenguaje, un demorado lenguaje de esmero que las hace posibles, a cada párrafo. Andión, joven de las aguas medias de los ochenta, madrileño íntimo , hijo de su padre sonorísimo, tiene una laboriosa y elaborada ruta de poeta, con varios títulos donde recordamos ‘El calor oculto de las cosas rotas’, de hace un par años. Se le nota el espíritu de poeta , y la honda herramienta celeste de ese mismo oficio, en las páginas de este libro reciente, y esto no lo digo para mal, porque no sobreabunda de lirismo su trabajo, ni tampoco lo colapsa de floritura, pero sí usa de la finura de escoger la palabra exacta y el compás de zarandeo. En algún relato se lee: «Como se baña uno en sueños o fantasías». Para todo el libro nos sirve. Jon Andión ha escrito un libro distinto y luminoso, ‘Cuando me vaya volveré’ , que es un búcaro de relatos que se quieren a veces juegos líricos que resultan en cualquier caso una experiencia de la palabra en vuelo de libertad. No asoma un libro así todos los días. Aquí se reúne un retrato de algún sepulturero que ejerce lo suyo como un orfebre, desde los diez años, y un homenaje a Atticus Grant , peregrino del frío, y un paseo por una medianoche en Bocamanga, un sitio por donde no pasa la luna, y una visita a Kansas City, que es y no es Kansas City, obviamente. Escribe en algún momento Andión que «no se sale de ningún mapa sin encomendarse», y esto nos sirve para encerrar de algún modo este libro, que no tiene frase o clave que lo encierre. Resulta que aquí se entra y se sale de mucho mapa, porque nos movemos en la infinitud de la imaginación, pero en el periplo de tanta entrada y tanta salida el autor se encomienda a la salud del lenguaje, que es una felicidad y una arborescencia y una puntería, según el momento y a veces todo eso junto. Lo que quiero decir es que Jon Andion ha construido un atlas de ensoñaciones perfectamente ciertas, y unas y las otras se hablan y replican, se aúpan y se corrigen, rematando un pueblo de gentes líricas y circunstancias estupefacientes que traen, en el fondo, la biografía del lenguaje, un demorado lenguaje de esmero que las hace posibles, a cada párrafo. Andión, joven de las aguas medias de los ochenta, madrileño íntimo , hijo de su padre sonorísimo, tiene una laboriosa y elaborada ruta de poeta, con varios títulos donde recordamos ‘El calor oculto de las cosas rotas’, de hace un par años. Se le nota el espíritu de poeta , y la honda herramienta celeste de ese mismo oficio, en las páginas de este libro reciente, y esto no lo digo para mal, porque no sobreabunda de lirismo su trabajo, ni tampoco lo colapsa de floritura, pero sí usa de la finura de escoger la palabra exacta y el compás de zarandeo. En algún relato se lee: «Como se baña uno en sueños o fantasías». Para todo el libro nos sirve.
ladrón de fuego
Jon Andión ha escrito un libro distinto y luminoso, ‘Cuando me vaya volveré’, que es un búcaro de relatos que se quieren a veces juegos líricos que resultan en cualquier caso una experiencia de la palabra en vuelo de libertad. No asoma … un libro así todos los días. Aquí se reúne un retrato de algún sepulturero que ejerce lo suyo como un orfebre, desde los diez años, y un homenaje a Atticus Grant, peregrino del frío, y un paseo por una medianoche en Bocamanga, un sitio por donde no pasa la luna, y una visita a Kansas City, que es y no es Kansas City, obviamente.
Escribe en algún momento Andión que «no se sale de ningún mapa sin encomendarse», y esto nos sirve para encerrar de algún modo este libro, que no tiene frase o clave que lo encierre. Resulta que aquí se entra y se sale de mucho mapa, porque nos movemos en la infinitud de la imaginación, pero en el periplo de tanta entrada y tanta salida el autor se encomienda a la salud del lenguaje, que es una felicidad y una arborescencia y una puntería, según el momento y a veces todo eso junto.
Lo que quiero decir es que Jon Andion ha construido un atlas de ensoñaciones perfectamente ciertas, y unas y las otras se hablan y replican, se aúpan y se corrigen, rematando un pueblo de gentes líricas y circunstancias estupefacientes que traen, en el fondo, la biografía del lenguaje, un demorado lenguaje de esmero que las hace posibles, a cada párrafo. Andión, joven de las aguas medias de los ochenta, madrileño íntimo, hijo de su padre sonorísimo, tiene una laboriosa y elaborada ruta de poeta, con varios títulos donde recordamos ‘El calor oculto de las cosas rotas’, de hace un par años.
Se le nota el espíritu de poeta, y la honda herramienta celeste de ese mismo oficio, en las páginas de este libro reciente, y esto no lo digo para mal, porque no sobreabunda de lirismo su trabajo, ni tampoco lo colapsa de floritura, pero sí usa de la finura de escoger la palabra exacta y el compás de zarandeo. En algún relato se lee: «Como se baña uno en sueños o fantasías». Para todo el libro nos sirve.
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