Anda Benigno Pendás (Barcelona, 1956) embarcado en un proyecto monumental: escribir una biografía de la libertad, nada más y nada menos. Le llevará seis tomos. «Reconozco que es ambicioso, pero me satisface y me divierte –dice–. Estos libros pretenden ser un diálogo con un lector culto». Hace un par de años se estrenó con una aproximación al Renacimiento y ahora toca el siglo XVII en ‘Barroco: el gran libro del mundo’ (Tecnos), una época a la que pide acercarse libre de prejuicios. «El Barroco se presta mucho a una interpretación o bien absolutamente positiva y favorable o bien a todo lo contrario: a la denigración como un arte radicalmente complicado, extravagante, teatral, ampuloso… Ninguna de las dos cosas es del todo cierta. Creo que hay que buscar el término medio». Esa es la tarea del historiador.—¿A dónde hay que ir para encontrar esos inicios de la libertad política?—Un poco a todas partes. Pero está claro que la cultura tiene una expansión enorme en todos los países. Francia crea el Estado de cultura, precisamente, eso que todavía sigue manteniéndose en estos tiempos: la cultura como una operación de Estado. La cultura española del XVII, el Siglo de Oro, es formidable. Ahí está Velázquez, que aunque vive en el Barroco yo no lo considero un pintor barroco, están Cervantes, Shakespeare, Bach… los genios de la época. La cultura de la libertad está en todas partes.’Biografía de la libertad (II). Barroco: el gran libro del mundo’ Autor Benigno Pendás Editorial Tecnos Precio 43,95 euros Número de páginas 504—¿Cómo ha llegado hasta nuestra época la concepción de la cultura como una operación de Estado?—Me parece que ha envejecido mal. Entre otras cosas, porque creo que el Estado y la cultura deben seguir caminos diferentes. Una cosa es que apoye, fomente o favorezca a la cultura, pero de ninguna manera el Estado debe dirigir la cultura. Y en la Francia del XVII, lo mismo que se dirigía la economía, con el mercantilismo, la cultura se convirtió en una operación de Estado: el teatro, la pintura, etc. Con el tiempo eso fue superado por la idea más individualista, más de libertad, del gran genio del romanticismo. Pero sobre todo en modelos estatalistas, y todavía un poco en Francia, se sigue pensando que la cultura es una imagen para la grandeza del Estado. No puede ser. La cultura solo vive en un régimen de libertad, de creación competitiva, de búsqueda de nuevas ideas. Unas triunfan y otras se quedan por el camino, pero eso es el riesgo que es inherente a la libertad.—¿Le parece que los responsables actuales del Ministerio de Cultura tienen esa pulsión de querer dirigir la cultura desde el Gobierno?—La tradición francesa, que se traslada a España, tiene un cierto sentido de dirigismo. Sin entrar en debates políticos actuales, hay ciertas cosas que no deberían formar parte de una política estatal, como el tema de la descolonización. La historia es como es, para bien y para mal. Releer la historia desde una perspectiva ideológica concreta es un error. No digo que se esté haciendo talmente, pero creo que hay que evitar esa pulsión y ese deseo de dirigir. La cultura sin libertad no existe. Es la propia calidad del producto la que hace triunfar o fracasar. Velázquez pasa bastante tiempo apagado, pero luego se recupera y se le reconoce seguramente como el mejor pintor. Cervantes no tiene grandes reconocimientos en vida, pero en cambio muy pronto el ‘Quijote’ se convierte en un libro de cabecera en Europa. Dirigir nunca es bueno en la vida humana, y desde luego la cultura es el lápiz de la libertad por naturaleza.—Le hago la pregunta porque el ministro actual dijo que iba a usar la cultura como un arma.—Eso es lo que creo que es ajeno a la esencia misma de la cultura, que es la libertad de los creadores. También esto tiene que ver con una cierta idea postmoderna que conecta un poco con el Barroco. En alguna medida, lo postmoderno es una mala imitación del Barroco sin su grandeza creativa. Es un poco el ‘happening’, la ocurrencia del momento, una cierta frivolidad. Lo que en algunos autores barrocos era genialidad, aquí se convierte en algo que pasa muy rápido porque no tiene consistencia. Y hay un cierto peligro en ello, que magnifiquemos obras que son puramente coyunturales o secundarias y que con toda certeza la historia se las va a llevar por delante.—Mencionó antes a Cervantes. ¿El ‘Quijote’ es un libro sobre la libertad?—El ‘Quijote’ también es un libro sobre la libertad. Las utopías de Don Quijote y su deseo de construir un mundo idílico y de ser el gran caballero solo se explican desde una conciencia creativa que surge de su libertad interior. Siempre considero que entre las tres o cuatro mejores páginas de la historia del pensamiento político están las de la Ínsula Barataria. Cuando Sancho abandona después de sólo diez días, aliviado, dice: Déjenme que recupere mi antigua libertad y quédense vuestras mercedes con Dios, no quiero ser nunca más gobernador.—Hay un tema de actualidad que se relaciona con el Barroco: la descolonización.—La España del XVII ha sido víctima de todos esos prejuicios como una sociedad ya decadente, pero la monarquía termina el siglo siendo todavía una gran potencia. La palabra monarquía incluía a los españoles de ambos hemisferios. La América barroca es un fenómeno cultural apasionante. España es quien lleva esa cultura, quien aporta esas iglesias magníficas y esos edificios civiles impresionantes que hay en muchas ciudades americanas.—¿Estos discursos descolonizadores a los que asistimos son injustos?—Me parece que son sesgados. Son una visión unilateral de una realidad que es más compleja, que tiene muchos elementos positivos: los culturales ante todo, una lengua que identifica a 600 millones de personas, las primeras universidades que nacen en territorio americano, que son muy anteriores a Harvard, el arte, la música, etc. La historia es como es, tiene lo bueno y lo malo. No se puede contar de forma unilateral porque nos impide precisamente la libertad de crítica, que es tener opinión propia sobre las diversas cuestiones. Imponer un relato es algo que va siempre en contra de la libertad. Anda Benigno Pendás (Barcelona, 1956) embarcado en un proyecto monumental: escribir una biografía de la libertad, nada más y nada menos. Le llevará seis tomos. «Reconozco que es ambicioso, pero me satisface y me divierte –dice–. Estos libros pretenden ser un diálogo con un lector culto». Hace un par de años se estrenó con una aproximación al Renacimiento y ahora toca el siglo XVII en ‘Barroco: el gran libro del mundo’ (Tecnos), una época a la que pide acercarse libre de prejuicios. «El Barroco se presta mucho a una interpretación o bien absolutamente positiva y favorable o bien a todo lo contrario: a la denigración como un arte radicalmente complicado, extravagante, teatral, ampuloso… Ninguna de las dos cosas es del todo cierta. Creo que hay que buscar el término medio». Esa es la tarea del historiador.—¿A dónde hay que ir para encontrar esos inicios de la libertad política?—Un poco a todas partes. Pero está claro que la cultura tiene una expansión enorme en todos los países. Francia crea el Estado de cultura, precisamente, eso que todavía sigue manteniéndose en estos tiempos: la cultura como una operación de Estado. La cultura española del XVII, el Siglo de Oro, es formidable. Ahí está Velázquez, que aunque vive en el Barroco yo no lo considero un pintor barroco, están Cervantes, Shakespeare, Bach… los genios de la época. La cultura de la libertad está en todas partes.’Biografía de la libertad (II). Barroco: el gran libro del mundo’ Autor Benigno Pendás Editorial Tecnos Precio 43,95 euros Número de páginas 504—¿Cómo ha llegado hasta nuestra época la concepción de la cultura como una operación de Estado?—Me parece que ha envejecido mal. Entre otras cosas, porque creo que el Estado y la cultura deben seguir caminos diferentes. Una cosa es que apoye, fomente o favorezca a la cultura, pero de ninguna manera el Estado debe dirigir la cultura. Y en la Francia del XVII, lo mismo que se dirigía la economía, con el mercantilismo, la cultura se convirtió en una operación de Estado: el teatro, la pintura, etc. Con el tiempo eso fue superado por la idea más individualista, más de libertad, del gran genio del romanticismo. Pero sobre todo en modelos estatalistas, y todavía un poco en Francia, se sigue pensando que la cultura es una imagen para la grandeza del Estado. No puede ser. La cultura solo vive en un régimen de libertad, de creación competitiva, de búsqueda de nuevas ideas. Unas triunfan y otras se quedan por el camino, pero eso es el riesgo que es inherente a la libertad.—¿Le parece que los responsables actuales del Ministerio de Cultura tienen esa pulsión de querer dirigir la cultura desde el Gobierno?—La tradición francesa, que se traslada a España, tiene un cierto sentido de dirigismo. Sin entrar en debates políticos actuales, hay ciertas cosas que no deberían formar parte de una política estatal, como el tema de la descolonización. La historia es como es, para bien y para mal. Releer la historia desde una perspectiva ideológica concreta es un error. No digo que se esté haciendo talmente, pero creo que hay que evitar esa pulsión y ese deseo de dirigir. La cultura sin libertad no existe. Es la propia calidad del producto la que hace triunfar o fracasar. Velázquez pasa bastante tiempo apagado, pero luego se recupera y se le reconoce seguramente como el mejor pintor. Cervantes no tiene grandes reconocimientos en vida, pero en cambio muy pronto el ‘Quijote’ se convierte en un libro de cabecera en Europa. Dirigir nunca es bueno en la vida humana, y desde luego la cultura es el lápiz de la libertad por naturaleza.—Le hago la pregunta porque el ministro actual dijo que iba a usar la cultura como un arma.—Eso es lo que creo que es ajeno a la esencia misma de la cultura, que es la libertad de los creadores. También esto tiene que ver con una cierta idea postmoderna que conecta un poco con el Barroco. En alguna medida, lo postmoderno es una mala imitación del Barroco sin su grandeza creativa. Es un poco el ‘happening’, la ocurrencia del momento, una cierta frivolidad. Lo que en algunos autores barrocos era genialidad, aquí se convierte en algo que pasa muy rápido porque no tiene consistencia. Y hay un cierto peligro en ello, que magnifiquemos obras que son puramente coyunturales o secundarias y que con toda certeza la historia se las va a llevar por delante.—Mencionó antes a Cervantes. ¿El ‘Quijote’ es un libro sobre la libertad?—El ‘Quijote’ también es un libro sobre la libertad. Las utopías de Don Quijote y su deseo de construir un mundo idílico y de ser el gran caballero solo se explican desde una conciencia creativa que surge de su libertad interior. Siempre considero que entre las tres o cuatro mejores páginas de la historia del pensamiento político están las de la Ínsula Barataria. Cuando Sancho abandona después de sólo diez días, aliviado, dice: Déjenme que recupere mi antigua libertad y quédense vuestras mercedes con Dios, no quiero ser nunca más gobernador.—Hay un tema de actualidad que se relaciona con el Barroco: la descolonización.—La España del XVII ha sido víctima de todos esos prejuicios como una sociedad ya decadente, pero la monarquía termina el siglo siendo todavía una gran potencia. La palabra monarquía incluía a los españoles de ambos hemisferios. La América barroca es un fenómeno cultural apasionante. España es quien lleva esa cultura, quien aporta esas iglesias magníficas y esos edificios civiles impresionantes que hay en muchas ciudades americanas.—¿Estos discursos descolonizadores a los que asistimos son injustos?—Me parece que son sesgados. Son una visión unilateral de una realidad que es más compleja, que tiene muchos elementos positivos: los culturales ante todo, una lengua que identifica a 600 millones de personas, las primeras universidades que nacen en territorio americano, que son muy anteriores a Harvard, el arte, la música, etc. La historia es como es, tiene lo bueno y lo malo. No se puede contar de forma unilateral porque nos impide precisamente la libertad de crítica, que es tener opinión propia sobre las diversas cuestiones. Imponer un relato es algo que va siempre en contra de la libertad.
El historiador y ensayista prosigue su biografía de las ideas con la publicación del segundo tomo, dedicado al Barroco
Anda Benigno Pendás (Barcelona, 1956) embarcado en un proyecto monumental: escribir una biografía de la libertad, nada más y nada menos. Le llevará seis tomos. «Reconozco que es ambicioso, pero me satisface y me divierte –dice–. Estos libros pretenden ser un diálogo con un …
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura