Es un día de julio por la mañana en algún lugar de California. Adrianne Lenker (Indiana, 34 años), Buck Meek (Wimberley, Texas, 38 años) y James Krivchenia (Minneapolis, Minnesota, 36 años), los tres integrantes de Big Thief, están sentados en el suelo de una habitación. De tres habitaciones, en realidad, pues a cada uno le corresponde una pequeña pantalla en la videollamada. El motivo de la conversación es presentar su nuevo disco, Double Infinity (4AD/Popstock!), editado ayer. Con él siguen ampliando y redefiniendo el particular alt indie folk con el que se hicieron conocidos seis discos atrás. “El otro día volví a Dragon New Warm Mountain I Believe in You (2022), nuestro anterior álbum, y por primera vez sentí que realmente lo estaba escuchando. Vi de qué forma está todo conectado con quienes éramos entonces. Este disco empezará a hablarnos cuando pase un tiempo”, confiesa, con su susurrante y dulcísima voz Lenker, que parece haberse tumbado en el suelo. Lleva un gorro de lana. Mira a cámara como si pudiera traspasarla con la mirada.
“Uno nunca sabe bien a qué responde un álbum. Recuerdo ir conduciendo un día y decirme, ¡maldita sea! ¿Por qué tuvimos que meterlo todo en el disco anterior?’. Hubo un momento en que pensé que nos habíamos vaciado. Pero al final siempre ocurre: empezamos a escribir y al poco tenemos un puñado de canciones. Entre ellas se produce algún tipo de efecto gravitatorio que las une. Y el álbum toma forma sin más”. El que habla es Krivchenia. Ese efecto gravitatorio, en Double Infinity, toma, además, la forma de una especie de trance. Un tema de siete minutos, como ‘No Fear’, es prácticamente un paisaje sonoro. “En buena parte de las canciones que grabamos hay 11 personas tocando a la vez”, apunta Lenker. “Y en el caso de ‘No Fear,’ el corte original era de 15, y llegamos a grabar una versión de 45. Realmente fue como entrar en trance”, añade Meek. Tocaban en círculo, dice Lenker. “No dimos ninguna indicación especial a los músicos, sólo la base de la canción”, dice Krivchenia. El resultado es un caos controlado que suena muy distinto a todo, algo nuevo, según Lenker, que repite de forma mántrica una suerte de hechizo sobre no pertenecer en ‘No Fear’.
Es en el espacio que se creó en el estudio (el álbum está grabado íntegramente en directo), en el que Double Infinity crece y se libera —“cada vez estamos más liberados en ese sentido”, y a la vez, “más cerca de aquello que pensábamos que podíamos llegar a alcanzar hace unos años”, opinan Adrianne y James—, y toma su forma. “La profundidad de este álbum es posible por la forma. El arte en el ser humano depende básicamente de la forma. Es la forma la que lo vuelve poderoso. Una canción tiene una forma determinada, un disco otra. Son formas en sí mismos. Este disco debía ser una cinta de cassette. Nueve canciones: esa fue su única limitación, y en esa forma, creció todo lo demás. El hecho de no poner límites a los músicos ha permitido que cada parte contenga el todo, lo que es alucinante. Hay una explosión de sonido en el disco que, de alguna forma, está representada por la línea que hay en la portada, por el inexplicable milagro de la naturaleza, y cada pequeña cosa que contiene. Es un álbum encantado, no lo estábamos controlando, adquirió vida propia, y por eso tiene esa profundidad, son todas nuestras almas, juntas», dice Lenker.
La cantante dice cosas profundas, abismalmente profundas, todo el tiempo. Sonríe. Deja de estar tumbada. Se sienta, se apoya en algún tipo de cómoda, y da rienda suelta a algún tipo de desaparición teórico existencial cuando se le pregunta de dónde vienen sus canciones. “Me inspira todo lo que me rodea. La gente. Creo que existen poetas que no saben que lo son. El otro día caminé durante horas con un vecino por el bosque, y no era consciente de qué manera estaba haciendo arte cuando hablaba de cómo era su vida hace 50 años. Qué profundidad de sí mismo había alcanzado y me estaba permitiendo alcanzar a mí. Si te fijas bien, puedes entender a todo aquel que te rodea. Sentir lo que siente. Verle por dentro. Son tus percepciones las que colorean el mundo a tu alrededor. Eres tú de quien todo depende. Hay mensajes ocultos en la naturaleza. En cómo se mueven las nubes. Para mí, todo habla y respira”, dice Lenker, que este mismo año ha publicado un álbum en solitario de 43 temas también grabado en directo, Live At Revolution Hall. Su carrera al margen de la banda es también epatante, fundamental para entender este siglo XXI, y la deriva de un songwriting en comunión con todo eso que está ahí pero no podemos ver.
“Lo cierto es que la idea de Double Infinity proviene de aquello que no sabemos respecto a lo que somos y a de dónde venimos. Lo que pasó antes de nacer y lo que pasará después de la muerte. Una idea de algún tipo de infinito, pero uno que desconocemos por completo. Como seres humanos, estamos atrapados en el presente, y nos hacemos mayores, el cuerpo envejece como un coche, o el motor de cualquier cosa, pero tu alma siente que hay algo más, proviene de un infinito y se dirige a otro. Mi sensación es la de que dentro de cada molécula hay un universo infinito. Lo terrible es que no podemos ver cómo acaba la cosa, ni donde empieza. ¿Es el lugar del que venimos el mismo al que nos dirigimos? Me fascina la idea de la permanencia. ¿De qué forma permanecemos?“, afirma Lenker.
“La manera en que presentamos las cosas y nos representamos dentro de ellas es también ilusoria. Creamos constructos que nos separan, pero vamos todos en el mismo barco, y deseamos lo mismo: ser queridos y aceptados, pertenecer, alcanzar esa otra frecuencia elevada, superior, en la que simplemente te amas por lo que eres. Yo he luchado mucho para quererme de esa forma. Es muy difícil. Pero no hay que dejar de intentarlo. El fin es llegar a sentirte en casa en tu propia piel, porque cada persona es preciosa y especial, como lo son cada árbol y cada río”, sentencia.
Y como lo es este álbum, a ratos luminosamente mántrico (‘Words’), deliciosa pospsicodelia en calma (‘All Night All Day’, con ecos de Stevie Nicks) o simplemente brillante (‘Incomprehensible’, ‘Los Angeles’), como un hechizo capaz de hacerte desaparecer completamente durante un rato (‘ How Could I Have Known’) y llevarte a otro lugar en el que, como ahí fuera, “descubrir algo distinto, algo que no habías visto o escuchado antes”, en palabras de la propia Lenker. No, Double Infinity no es sólo uno de los discos del año. Lo es, al menos, de la década.
Es un día de julio por la mañana en algún lugar de California. Adrianne Lenker (Indiana, 34 años), Buck Meek (Wimberley, Texas, 38 años) y James Krivchenia (Minneapolis, Minnesota, 36 años), los tres integrantes de Big Thief, están sentados en el suelo de una habitación. De tres habitaciones, en realidad, pues a cada uno le corresponde una pequeña pantalla en la videollamada. El motivo de la conversación es presentar su nuevo disco, Double Infinity (4AD/Popstock!), editado ayer. Con él siguen ampliando y redefiniendo el particular alt indie folk con el que se hicieron conocidos seis discos atrás. “El otro día volví a Dragon New Warm Mountain I Believe in You (2022), nuestro anterior álbum, y por primera vez sentí que realmente lo estaba escuchando. Vi de qué forma está todo conectado con quienes éramos entonces. Este disco empezará a hablarnos cuando pase un tiempo”, confiesa, con su susurrante y dulcísima voz Lenker, que parece haberse tumbado en el suelo. Lleva un gorro de lana. Mira a cámara como si pudiera traspasarla con la mirada.“Uno nunca sabe bien a qué responde un álbum. Recuerdo ir conduciendo un día y decirme, ¡maldita sea! ¿Por qué tuvimos que meterlo todo en el disco anterior?’. Hubo un momento en que pensé que nos habíamos vaciado. Pero al final siempre ocurre: empezamos a escribir y al poco tenemos un puñado de canciones. Entre ellas se produce algún tipo de efecto gravitatorio que las une. Y el álbum toma forma sin más”. El que habla es Krivchenia. Ese efecto gravitatorio, en Double Infinity, toma, además, la forma de una especie de trance. Un tema de siete minutos, como ‘No Fear’, es prácticamente un paisaje sonoro. “En buena parte de las canciones que grabamos hay 11 personas tocando a la vez”, apunta Lenker. “Y en el caso de ‘No Fear,’ el corte original era de 15, y llegamos a grabar una versión de 45. Realmente fue como entrar en trance”, añade Meek. Tocaban en círculo, dice Lenker. “No dimos ninguna indicación especial a los músicos, sólo la base de la canción”, dice Krivchenia. El resultado es un caos controlado que suena muy distinto a todo, algo nuevo, según Lenker, que repite de forma mántrica una suerte de hechizo sobre no pertenecer en ‘No Fear’.Es en el espacio que se creó en el estudio (el álbum está grabado íntegramente en directo), en el que Double Infinity crece y se libera —“cada vez estamos más liberados en ese sentido”, y a la vez, “más cerca de aquello que pensábamos que podíamos llegar a alcanzar hace unos años”, opinan Adrianne y James—, y toma su forma. “La profundidad de este álbum es posible por la forma. El arte en el ser humano depende básicamente de la forma. Es la forma la que lo vuelve poderoso. Una canción tiene una forma determinada, un disco otra. Son formas en sí mismos. Este disco debía ser una cinta de cassette. Nueve canciones: esa fue su única limitación, y en esa forma, creció todo lo demás. El hecho de no poner límites a los músicos ha permitido que cada parte contenga el todo, lo que es alucinante. Hay una explosión de sonido en el disco que, de alguna forma, está representada por la línea que hay en la portada, por el inexplicable milagro de la naturaleza, y cada pequeña cosa que contiene. Es un álbum encantado, no lo estábamos controlando, adquirió vida propia, y por eso tiene esa profundidad, son todas nuestras almas, juntas», dice Lenker.La cantante dice cosas profundas, abismalmente profundas, todo el tiempo. Sonríe. Deja de estar tumbada. Se sienta, se apoya en algún tipo de cómoda, y da rienda suelta a algún tipo de desaparición teórico existencial cuando se le pregunta de dónde vienen sus canciones. “Me inspira todo lo que me rodea. La gente. Creo que existen poetas que no saben que lo son. El otro día caminé durante horas con un vecino por el bosque, y no era consciente de qué manera estaba haciendo arte cuando hablaba de cómo era su vida hace 50 años. Qué profundidad de sí mismo había alcanzado y me estaba permitiendo alcanzar a mí. Si te fijas bien, puedes entender a todo aquel que te rodea. Sentir lo que siente. Verle por dentro. Son tus percepciones las que colorean el mundo a tu alrededor. Eres tú de quien todo depende. Hay mensajes ocultos en la naturaleza. En cómo se mueven las nubes. Para mí, todo habla y respira”, dice Lenker, que este mismo año ha publicado un álbum en solitario de 43 temas también grabado en directo, Live At Revolution Hall. Su carrera al margen de la banda es también epatante, fundamental para entender este siglo XXI, y la deriva de un songwriting en comunión con todo eso que está ahí pero no podemos ver.“Lo cierto es que la idea de Double Infinity proviene de aquello que no sabemos respecto a lo que somos y a de dónde venimos. Lo que pasó antes de nacer y lo que pasará después de la muerte. Una idea de algún tipo de infinito, pero uno que desconocemos por completo. Como seres humanos, estamos atrapados en el presente, y nos hacemos mayores, el cuerpo envejece como un coche, o el motor de cualquier cosa, pero tu alma siente que hay algo más, proviene de un infinito y se dirige a otro. Mi sensación es la de que dentro de cada molécula hay un universo infinito. Lo terrible es que no podemos ver cómo acaba la cosa, ni donde empieza. ¿Es el lugar del que venimos el mismo al que nos dirigimos? Me fascina la idea de la permanencia. ¿De qué forma permanecemos?“, afirma Lenker.“La manera en que presentamos las cosas y nos representamos dentro de ellas es también ilusoria. Creamos constructos que nos separan, pero vamos todos en el mismo barco, y deseamos lo mismo: ser queridos y aceptados, pertenecer, alcanzar esa otra frecuencia elevada, superior, en la que simplemente te amas por lo que eres. Yo he luchado mucho para quererme de esa forma. Es muy difícil. Pero no hay que dejar de intentarlo. El fin es llegar a sentirte en casa en tu propia piel, porque cada persona es preciosa y especial, como lo son cada árbol y cada río”, sentencia. Y como lo es este álbum, a ratos luminosamente mántrico (‘Words’), deliciosa pospsicodelia en calma (‘All Night All Day’, con ecos de Stevie Nicks) o simplemente brillante (‘Incomprehensible’, ‘Los Angeles’), como un hechizo capaz de hacerte desaparecer completamente durante un rato (‘ How Could I Have Known’) y llevarte a otro lugar en el que, como ahí fuera, “descubrir algo distinto, algo que no habías visto o escuchado antes”, en palabras de la propia Lenker. No, Double Infinity no es sólo uno de los discos del año. Lo es, al menos, de la década. Seguir leyendo
Es un día de julio por la mañana en algún lugar de California. Adrianne Lenker (Indiana, 34 años), Buck Meek (Wimberley, Texas, 38 años) y James Krivchenia (Minneapolis, Minnesota, 36 años), los tres integrantes de Big Thief, están sentados en el suelo de una habitación. De tres habitaciones, en realidad, pues a cada uno le corresponde una pequeña pantalla en la videollamada. El motivo de la conversación es presentar su nuevo disco, Double Infinity(4AD/Popstock!), editado ayer. Con él siguen ampliando y redefiniendo el particular alt indie folk con el que se hicieron conocidos seis discos atrás. “El otro día volví a Dragon New Warm Mountain I Believe in You (2022), nuestro anterior álbum, y por primera vez sentí que realmente lo estaba escuchando. Vi de qué forma está todo conectado con quienes éramos entonces. Este disco empezará a hablarnos cuando pase un tiempo”, confiesa, con su susurrante y dulcísima voz Lenker, que parece haberse tumbado en el suelo. Lleva un gorro de lana. Mira a cámara como si pudiera traspasarla con la mirada.
“Uno nunca sabe bien a qué responde un álbum. Recuerdo ir conduciendo un día y decirme, ¡maldita sea! ¿Por qué tuvimos que meterlo todo en el disco anterior?’. Hubo un momento en que pensé que nos habíamos vaciado. Pero al final siempre ocurre: empezamos a escribir y al poco tenemos un puñado de canciones. Entre ellas se produce algún tipo de efecto gravitatorio que las une. Y el álbum toma forma sin más”. El que habla es Krivchenia. Ese efecto gravitatorio, en Double Infinity, toma, además, la forma de una especie de trance. Un tema de siete minutos, como ‘No Fear’, es prácticamente un paisaje sonoro. “En buena parte de las canciones que grabamos hay 11 personas tocando a la vez”, apunta Lenker. “Y en el caso de ‘No Fear,’ el corte original era de 15, y llegamos a grabar una versión de 45. Realmente fue como entrar en trance”, añade Meek. Tocaban en círculo, dice Lenker. “No dimos ninguna indicación especial a los músicos, sólo la base de la canción”, dice Krivchenia. El resultado es un caos controlado que suena muy distinto a todo, algo nuevo, según Lenker, que repite de forma mántrica una suerte de hechizo sobre no pertenecer en ‘No Fear’.
Es en el espacio que se creó en el estudio (el álbum está grabado íntegramente en directo), en el que Double Infinity crece y se libera —“cada vez estamos más liberados en ese sentido”, y a la vez, “más cerca de aquello que pensábamos que podíamos llegar a alcanzar hace unos años”, opinan Adrianne y James—, y toma su forma. “La profundidad de este álbum es posible por la forma. El arte en el ser humano depende básicamente de la forma. Es la forma la que lo vuelve poderoso. Una canción tiene una forma determinada, un disco otra. Son formas en sí mismos. Este disco debía ser una cinta de cassette. Nueve canciones: esa fue su única limitación, y en esa forma, creció todo lo demás. El hecho de no poner límites a los músicos ha permitido que cada parte contenga el todo, lo que es alucinante. Hay una explosión de sonido en el disco que, de alguna forma, está representada por la línea que hay en la portada, por el inexplicable milagro de la naturaleza, y cada pequeña cosa que contiene. Es un álbum encantado, no lo estábamos controlando, adquirió vida propia, y por eso tiene esa profundidad, son todas nuestras almas, juntas», dice Lenker.
La cantante dice cosas profundas, abismalmente profundas, todo el tiempo. Sonríe. Deja de estar tumbada. Se sienta, se apoya en algún tipo de cómoda, y da rienda suelta a algún tipo de desaparición teórico existencial cuando se le pregunta de dónde vienen sus canciones. “Me inspira todo lo que me rodea. La gente. Creo que existen poetas que no saben que lo son. El otro día caminé durante horas con un vecino por el bosque, y no era consciente de qué manera estaba haciendo arte cuando hablaba de cómo era su vida hace 50 años. Qué profundidad de sí mismo había alcanzado y me estaba permitiendo alcanzar a mí. Si te fijas bien, puedes entender a todo aquel que te rodea. Sentir lo que siente. Verle por dentro. Son tus percepciones las que colorean el mundo a tu alrededor. Eres tú de quien todo depende. Hay mensajes ocultos en la naturaleza. En cómo se mueven las nubes. Para mí, todo habla y respira”, dice Lenker, que este mismo año ha publicado un álbum en solitario de 43 temas también grabado en directo, Live At Revolution Hall. Su carrera al margen de la banda es también epatante, fundamental para entender este siglo XXI, y la deriva de un songwriting en comunión con todo eso que está ahí pero no podemos ver.
“Lo cierto es que la idea de Double Infinity proviene de aquello que no sabemos respecto a lo que somos y a de dónde venimos. Lo que pasó antes de nacer y lo que pasará después de la muerte. Una idea de algún tipo de infinito, pero uno que desconocemos por completo. Como seres humanos, estamos atrapados en el presente, y nos hacemos mayores, el cuerpo envejece como un coche, o el motor de cualquier cosa, pero tu alma siente que hay algo más, proviene de un infinito y se dirige a otro. Mi sensación es la de que dentro de cada molécula hay un universo infinito. Lo terrible es que no podemos ver cómo acaba la cosa, ni donde empieza. ¿Es el lugar del que venimos el mismo al que nos dirigimos? Me fascina la idea de la permanencia. ¿De qué forma permanecemos?“, afirma Lenker.
“La manera en que presentamos las cosas y nos representamos dentro de ellas es también ilusoria. Creamos constructos que nos separan, pero vamos todos en el mismo barco, y deseamos lo mismo: ser queridos y aceptados, pertenecer, alcanzar esa otra frecuencia elevada, superior, en la que simplemente te amas por lo que eres. Yo he luchado mucho para quererme de esa forma. Es muy difícil. Pero no hay que dejar de intentarlo. El fin es llegar a sentirte en casa en tu propia piel, porque cada persona es preciosa y especial, como lo son cada árbol y cada río”, sentencia.
Y como lo es este álbum, a ratos luminosamente mántrico (‘Words’), deliciosa pospsicodelia en calma (‘All Night All Day’, con ecos de Stevie Nicks) o simplemente brillante (‘Incomprehensible’, ‘Los Angeles’), como un hechizo capaz de hacerte desaparecer completamente durante un rato (‘ How Could I Have Known’) y llevarte a otro lugar en el que, como ahí fuera, “descubrir algo distinto, algo que no habías visto o escuchado antes”, en palabras de la propia Lenker. No, Double Infinity no es sólo uno de los discos del año. Lo es, al menos, de la década.

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