La catástrofe sobrevuela por encima de nuestras cabezas. De hecho, lo hace de manera literal en la instalación ‘Blind’, de Carlos Aires (Ronda, 1974) en la sede de Sabrina Amrani en Carabanchel. Y a nosotros parece que nos da lo mismo. Por eso, el creador andaluz nos pone a prueba con esta potente pieza que en su tercera versión (la preparó para el CACMálaga hará ya más de una década y recaló después en Centro de Arte de Alcobendas ) se hace si cabe más grande, y, con ella, la angustia que genera.Noticias relacionadas estandar No DARÁN QUE HABLAR Lara Ruiz: «Me considero una artista abierta, una incitadora a que sucedan cosas» Javier Díaz-Guardiola estandar Si CRÍTICA DE: ‘Flamboyant’ en el Palacio de Liria: Joana Vasconcelos en el país de sus maravillas Javier Díaz-GuardiolaLes pongo sobre aviso: decenas, centenas de festivos farolillos con escenas de lo más variopinto, en las que el concepto ‘catástrofe’ sería lo que las aglutina, término que Aires empleó como #hastag en multitud de archivos y repositorios de imágenes (entre ellos, y principalmente, el histórico e inabarcable de ABC ). Por eso, y por el capricho de los algoritmos, da pie a que en ellas se encuentren heridos, mutilados, afectados de la realidad pero también de la ficción; hasta escenas pornográficas (por algo el orgasmo es ‘la pequeña muerte’ en francés)…Todo aquello de lo que de natural, nuestra mirada debería retirarse por pura supervivencia. Pero ahí estamos: contemplando, anestesiados, como si nada, recibiendo el flujo constante de las redes como si realmente fuéramos capaces de controlarlo. Y entonces (les hago spoiler) se hace el apagón. Sucede cada tres minutos. Durante uno, nos quedamos a ciegas. Y percibimos, ¡así de miserables somos!, que nos sentimos más cómodos con los ojos abiertos ante el desastre que cegados en la oscuridad.Sangre de su sangre. De arriba abajo, el político ‘The End: A Love Song’, la versión de la pieza compuesta con sangre del artista; y detalle de una de las obras de ‘Mirrors’ ABCCegados. Siempre hay mucho de autobiográfico en lo de Carlos Aires. El propio artista sufrió el año pasado un percance que a punto le deja ciego. Y quedarse ciego es casi como morir en vida. Y la muerte, esa que ha rondado siempre la labor de este autor (cuenta la leyenda, y no es broma, que el artista carga exposición tras exposición con su propio ataúd, que expuso en la anterior comparecencia en esta misma galería, la primera, con aquella memorable instalación, ‘The End’, que estos días recala en la Fundación DIDAC de Santiago de Compostela), tiene mucho que decir también en esta propuesta.Muerte del amigo, que antes de suicidarse deja una carta en la que pide a los seres queridos no dejar de bailar el ‘Blind’ de Hercules and Love Affair. Y que cita a Rilke, el poeta que en la ciudad natal de Aires asumió la muerte no como fin sino como compañero de viaje en la vida. Muerte y música que son sinónimos de Carlos Aires, quien ha grabado títulos de canciones sobre cuchillos y ha reproducido las letras de las palabras de letras de canciones en papel moneda. Lo hace aquí de nuevo en una especie de altar barroco (la sangre tira, y Aires es muy andaluz) con la letra de ‘The End’, de Doors (es la pieza ‘The End: A Love Song’), mientras emplea su propia sangre (y la del coleccionista que se preste) para reescribir la partitura de este himno mítico. Recordemos que Carlos vivió la resaca de esa generación de homosexuales que temió al sida, que se transmitía por la sangre, y que no olvida que en países como EE.UU. le está prohibido aún donar sangre a estas personas. Sangre no como vida, sino como muerte.Carlos Aires ‘Blind’. Galería Sabrina Amrani. Madrid. C/ Salaberry, 52. Hasta el 12 de abrilY fundido a negro. Negro negrísimo. Otra vez: aún quedan tres piezas con siluetas de ese color (de desastres, de placeres, de países) que funcionan como espejos en los que buscamos o apartamos la vista, según el momento… Pónganse ciegos, y no mueran en el intento, de Carlos Aires. La catástrofe sobrevuela por encima de nuestras cabezas. De hecho, lo hace de manera literal en la instalación ‘Blind’, de Carlos Aires (Ronda, 1974) en la sede de Sabrina Amrani en Carabanchel. Y a nosotros parece que nos da lo mismo. Por eso, el creador andaluz nos pone a prueba con esta potente pieza que en su tercera versión (la preparó para el CACMálaga hará ya más de una década y recaló después en Centro de Arte de Alcobendas ) se hace si cabe más grande, y, con ella, la angustia que genera.Noticias relacionadas estandar No DARÁN QUE HABLAR Lara Ruiz: «Me considero una artista abierta, una incitadora a que sucedan cosas» Javier Díaz-Guardiola estandar Si CRÍTICA DE: ‘Flamboyant’ en el Palacio de Liria: Joana Vasconcelos en el país de sus maravillas Javier Díaz-GuardiolaLes pongo sobre aviso: decenas, centenas de festivos farolillos con escenas de lo más variopinto, en las que el concepto ‘catástrofe’ sería lo que las aglutina, término que Aires empleó como #hastag en multitud de archivos y repositorios de imágenes (entre ellos, y principalmente, el histórico e inabarcable de ABC ). Por eso, y por el capricho de los algoritmos, da pie a que en ellas se encuentren heridos, mutilados, afectados de la realidad pero también de la ficción; hasta escenas pornográficas (por algo el orgasmo es ‘la pequeña muerte’ en francés)…Todo aquello de lo que de natural, nuestra mirada debería retirarse por pura supervivencia. Pero ahí estamos: contemplando, anestesiados, como si nada, recibiendo el flujo constante de las redes como si realmente fuéramos capaces de controlarlo. Y entonces (les hago spoiler) se hace el apagón. Sucede cada tres minutos. Durante uno, nos quedamos a ciegas. Y percibimos, ¡así de miserables somos!, que nos sentimos más cómodos con los ojos abiertos ante el desastre que cegados en la oscuridad.Sangre de su sangre. De arriba abajo, el político ‘The End: A Love Song’, la versión de la pieza compuesta con sangre del artista; y detalle de una de las obras de ‘Mirrors’ ABCCegados. Siempre hay mucho de autobiográfico en lo de Carlos Aires. El propio artista sufrió el año pasado un percance que a punto le deja ciego. Y quedarse ciego es casi como morir en vida. Y la muerte, esa que ha rondado siempre la labor de este autor (cuenta la leyenda, y no es broma, que el artista carga exposición tras exposición con su propio ataúd, que expuso en la anterior comparecencia en esta misma galería, la primera, con aquella memorable instalación, ‘The End’, que estos días recala en la Fundación DIDAC de Santiago de Compostela), tiene mucho que decir también en esta propuesta.Muerte del amigo, que antes de suicidarse deja una carta en la que pide a los seres queridos no dejar de bailar el ‘Blind’ de Hercules and Love Affair. Y que cita a Rilke, el poeta que en la ciudad natal de Aires asumió la muerte no como fin sino como compañero de viaje en la vida. Muerte y música que son sinónimos de Carlos Aires, quien ha grabado títulos de canciones sobre cuchillos y ha reproducido las letras de las palabras de letras de canciones en papel moneda. Lo hace aquí de nuevo en una especie de altar barroco (la sangre tira, y Aires es muy andaluz) con la letra de ‘The End’, de Doors (es la pieza ‘The End: A Love Song’), mientras emplea su propia sangre (y la del coleccionista que se preste) para reescribir la partitura de este himno mítico. Recordemos que Carlos vivió la resaca de esa generación de homosexuales que temió al sida, que se transmitía por la sangre, y que no olvida que en países como EE.UU. le está prohibido aún donar sangre a estas personas. Sangre no como vida, sino como muerte.Carlos Aires ‘Blind’. Galería Sabrina Amrani. Madrid. C/ Salaberry, 52. Hasta el 12 de abrilY fundido a negro. Negro negrísimo. Otra vez: aún quedan tres piezas con siluetas de ese color (de desastres, de placeres, de países) que funcionan como espejos en los que buscamos o apartamos la vista, según el momento… Pónganse ciegos, y no mueran en el intento, de Carlos Aires.
La catástrofe sobrevuela por encima de nuestras cabezas. De hecho, lo hace de manera literal en la instalación ‘Blind’, de Carlos Aires (Ronda, 1974) en la sede de Sabrina Amrani en Carabanchel. Y a nosotros parece que nos da lo mismo.
Por eso, … el creador andaluz nos pone a prueba con esta potente pieza que en su tercera versión (la preparó para el CACMálaga hará ya más de una década y recaló después en Centro de Arte de Alcobendas) se hace si cabe más grande, y, con ella, la angustia que genera.
Les pongo sobre aviso: decenas, centenas de festivos farolillos con escenas de lo más variopinto, en las que el concepto ‘catástrofe’ sería lo que las aglutina, término que Aires empleó como #hastag en multitud de archivos y repositorios de imágenes (entre ellos, y principalmente, el histórico e inabarcable de ABC). Por eso, y por el capricho de los algoritmos, da pie a que en ellas se encuentren heridos, mutilados, afectados de la realidad pero también de la ficción; hasta escenas pornográficas (por algo el orgasmo es ‘la pequeña muerte’ en francés)…
Todo aquello de lo que de natural, nuestra mirada debería retirarse por pura supervivencia. Pero ahí estamos: contemplando, anestesiados, como si nada, recibiendo el flujo constante de las redes como si realmente fuéramos capaces de controlarlo. Y entonces (les hago spoiler) se hace el apagón. Sucede cada tres minutos. Durante uno, nos quedamos a ciegas. Y percibimos, ¡así de miserables somos!, que nos sentimos más cómodos con los ojos abiertos ante el desastre que cegados en la oscuridad.

_2025-detail7-U14270517148SWi-464x329@diario_abc.jpg)

De arriba abajo, el político ‘The End: A Love Song’, la versión de la pieza compuesta con sangre del artista; y detalle de una de las obras de ‘Mirrors’
ABC
Cegados. Siempre hay mucho de autobiográfico en lo de Carlos Aires. El propio artista sufrió el año pasado un percance que a punto le deja ciego. Y quedarse ciego es casi como morir en vida. Y la muerte, esa que ha rondado siempre la labor de este autor (cuenta la leyenda, y no es broma, que el artista carga exposición tras exposición con su propio ataúd, que expuso en la anterior comparecencia en esta misma galería, la primera, con aquella memorable instalación, ‘The End’, que estos días recala en la Fundación DIDAC de Santiago de Compostela), tiene mucho que decir también en esta propuesta.
Muerte del amigo, que antes de suicidarse deja una carta en la que pide a los seres queridos no dejar de bailar el ‘Blind’ de Hercules and Love Affair. Y que cita a Rilke, el poeta que en la ciudad natal de Aires asumió la muerte no como fin sino como compañero de viaje en la vida.
Muerte y música que son sinónimos de Carlos Aires, quien ha grabado títulos de canciones sobre cuchillos y ha reproducido las letras de las palabras de letras de canciones en papel moneda. Lo hace aquí de nuevo en una especie de altar barroco (la sangre tira, y Aires es muy andaluz) con la letra de ‘The End’, de Doors (es la pieza ‘The End: A Love Song’), mientras emplea su propia sangre (y la del coleccionista que se preste) para reescribir la partitura de este himno mítico. Recordemos que Carlos vivió la resaca de esa generación de homosexuales que temió al sida, que se transmitía por la sangre, y que no olvida que en países como EE.UU. le está prohibido aún donar sangre a estas personas. Sangre no como vida, sino como muerte.
Carlos Aires
‘Blind’. Galería Sabrina Amrani. Madrid. C/ Salaberry, 52. Hasta el 12 de abril
Y fundido a negro. Negro negrísimo. Otra vez: aún quedan tres piezas con siluetas de ese color (de desastres, de placeres, de países) que funcionan como espejos en los que buscamos o apartamos la vista, según el momento… Pónganse ciegos, y no mueran en el intento, de Carlos Aires.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura