Revisar el trabajo del pasado no es simplemente mirar atrás, sino ver con ojos nuevos. Un camino de regreso, reconexión y reconsideraciones que Bruce Davidson (Oak Park, Illinois, 1933) ha transitado de forma continuada a lo largo de esta última década. La valoración de su propio archivo como un cuerpo de obra que, lejos de permanecer estático, queda abierto a revisiones y actualizaciones ha dado lugar a varias monografías y culmina ahora con The Way Back (Steidl): una recopilación de 128 fotografías inéditas, extraídas de algunas de sus series más conocidas. Imágenes que en su día el autor pasó por alto o decidió descartar, y que años más tarde resurgen para ofrecer una lectura profunda y reflexiva de su mirada.
“He hecho lo que quería hacer, lo he visto todo: la miseria, la celeridad, la gente guapa, los malvados, la generosidad y el odio”, afirma el fotógrafo. “Pero creo que he ido más allá de mi visión… Al corazón de mi propia vida, al corazón de la vida de los demás. Quizás sea lo más importante que he hecho”. Así, su fotografía ha quedado definida por la notable empatía que es capaz de establecer con sus sujetos y la tenacidad con la que ha profundizado en sus indagaciones. Su fascinación por el medio fotográfico comenzó cuando, con tan solo 10 años, su madre le construyó su primer cuarto oscuro en el sótano de su casa. Estudió fotografía en el Rochester Institute of Technology y, más tarde, en Yale. Las instantáneas que tomó allí del equipo de fútbol —retratos cargados de tensión en los vestuarios y en el banquillo— le valieron su primer reportaje en la revista Life.
En Yale, fue alumno de Josef Albers, quien le reprochó que su fotografía era demasiado sentimental. Más tarde, en París, y durante varios meses, seguiría los pasos de Margaret Fauché —viuda de un pintor impresionista poco conocido, Léon Fauché—, dando forma a una serie que pone en práctica su ideal humanista y su manera de relacionarse intensamente con el otro a través de la fotografía. El reportaje se publicó en Esquire. También se lo mostró a Henri Cartier-Bresson, quien se convertiría en su amigo y mentor. En 1958, pasó a ser el miembro más joven de la agencia Magnum.
Su atención a los detalles que ponen en evidencia la complejidad del individuo se convertirá en el sello del artista. Tal y como se muestra en Clyde Beatty Circus, donde la imagen melancólica del payaso y trompetista enano, Jimmy Armstrong, contrasta con la imagen festiva que comúnmente se asocia al circo. En la nueva monografía se incluye una versión inédita de una toma en la que el clown toca la trompeta; en esta, la frontalidad del encuadre, así como el plano más abierto, contribuye a acentuar la soledad y el aislamiento del protagonista, y expande la mirada más allá del personaje para intuir su mundo interior.
Brooklyn Gang nunca trató sobre bandas, sino sobre el hecho de ser adolescente. Así, las largas caladas de sus cigarrillos y sus miradas desafiantes hablan de la vulnerabilidad de sus protagonistas. En Central Park, sin embargo, Davidson logrará mantener una distancia emocional con sus sujetos, de manera que el parque se convierte en un lugar de interacción entre el mundo natural y la humanidad, para ser transformados mutuamente.
En East 100th Street, el fotógrafo hará uso de una cámara de gran formato para, frente a frente, poder humanizar y hacer fuertes a quienes solían ser invisibilizados, mientras en Subway su relación con los sujetos es espontánea y accidental, sin por ello dejar de constituir un retrato psicológico del Nueva York de los ochenta.
Davidson muestra una variedad de formas de acercarse a la sociedad. Fotografía no solo lo que ve, sino también lo que siente frente al individuo o en los espacios que este habita. “Concibo mi trabajo como una serie”, aseguraba. La fuerza de su obra reside en su conjunto.
“Este libro es una despedida, la mirada de un creador de imágenes a su propio paso fotográfico por el mundo”, escribe Paul Roth, el director del Centro de Imagen de la Universidad Metropolitana de Toronto. Es también un “réquiem”, advierte, “una prueba de cómo la visión de una persona, experimentada a lo largo del tiempo, ha dado forma a nuestra comprensión del mundo que nos rodea”. Su mirada ha acompañado nuestra forma de ver durante décadas. Así, “a pesar de la frescura de estas imágenes inéditas, nos resultan familiares”, asegura Roth. “Conocemos a algunas de estas personas; habitan un mundo que recordamos haber visto antes. Y reconocemos una visión, una perspectiva, una forma de ver el mundo”.
‘The Way Back’. Bruce Davidson. Steidl. 144 páginas. 48 euros.
Revisar el trabajo del pasado no es simplemente mirar atrás, sino ver con ojos nuevos. Un camino de regreso, reconexión y reconsideraciones que Bruce Davidson (Oak Park, Illinois, 1933) ha transitado de forma continuada a lo largo de esta última década. La valoración de su propio archivo como un cuerpo de obra que, lejos de permanecer estático, queda abierto a revisiones y actualizaciones ha dado lugar a varias monografías y culmina ahora con The Way Back (Steidl): una recopilación de 128 fotografías inéditas, extraídas de algunas de sus series más conocidas. Imágenes que en su día el autor pasó por alto o decidió descartar, y que años más tarde resurgen para ofrecer una lectura profunda y reflexiva de su mirada.“He hecho lo que quería hacer, lo he visto todo: la miseria, la celeridad, la gente guapa, los malvados, la generosidad y el odio”, afirma el fotógrafo. “Pero creo que he ido más allá de mi visión… Al corazón de mi propia vida, al corazón de la vida de los demás. Quizás sea lo más importante que he hecho”. Así, su fotografía ha quedado definida por la notable empatía que es capaz de establecer con sus sujetos y la tenacidad con la que ha profundizado en sus indagaciones. Su fascinación por el medio fotográfico comenzó cuando, con tan solo 10 años, su madre le construyó su primer cuarto oscuro en el sótano de su casa. Estudió fotografía en el Rochester Institute of Technology y, más tarde, en Yale. Las instantáneas que tomó allí del equipo de fútbol —retratos cargados de tensión en los vestuarios y en el banquillo— le valieron su primer reportaje en la revista Life.En Yale, fue alumno de Josef Albers, quien le reprochó que su fotografía era demasiado sentimental. Más tarde, en París, y durante varios meses, seguiría los pasos de Margaret Fauché —viuda de un pintor impresionista poco conocido, Léon Fauché—, dando forma a una serie que pone en práctica su ideal humanista y su manera de relacionarse intensamente con el otro a través de la fotografía. El reportaje se publicó en Esquire. También se lo mostró a Henri Cartier-Bresson, quien se convertiría en su amigo y mentor. En 1958, pasó a ser el miembro más joven de la agencia Magnum.Su atención a los detalles que ponen en evidencia la complejidad del individuo se convertirá en el sello del artista. Tal y como se muestra en Clyde Beatty Circus, donde la imagen melancólica del payaso y trompetista enano, Jimmy Armstrong, contrasta con la imagen festiva que comúnmente se asocia al circo. En la nueva monografía se incluye una versión inédita de una toma en la que el clown toca la trompeta; en esta, la frontalidad del encuadre, así como el plano más abierto, contribuye a acentuar la soledad y el aislamiento del protagonista, y expande la mirada más allá del personaje para intuir su mundo interior.Brooklyn Gang nunca trató sobre bandas, sino sobre el hecho de ser adolescente. Así, las largas caladas de sus cigarrillos y sus miradas desafiantes hablan de la vulnerabilidad de sus protagonistas. En Central Park, sin embargo, Davidson logrará mantener una distancia emocional con sus sujetos, de manera que el parque se convierte en un lugar de interacción entre el mundo natural y la humanidad, para ser transformados mutuamente.En East 100th Street, el fotógrafo hará uso de una cámara de gran formato para, frente a frente, poder humanizar y hacer fuertes a quienes solían ser invisibilizados, mientras en Subway su relación con los sujetos es espontánea y accidental, sin por ello dejar de constituir un retrato psicológico del Nueva York de los ochenta.Davidson muestra una variedad de formas de acercarse a la sociedad. Fotografía no solo lo que ve, sino también lo que siente frente al individuo o en los espacios que este habita. “Concibo mi trabajo como una serie”, aseguraba. La fuerza de su obra reside en su conjunto.“Este libro es una despedida, la mirada de un creador de imágenes a su propio paso fotográfico por el mundo”, escribe Paul Roth, el director del Centro de Imagen de la Universidad Metropolitana de Toronto. Es también un “réquiem”, advierte, “una prueba de cómo la visión de una persona, experimentada a lo largo del tiempo, ha dado forma a nuestra comprensión del mundo que nos rodea”. Su mirada ha acompañado nuestra forma de ver durante décadas. Así, “a pesar de la frescura de estas imágenes inéditas, nos resultan familiares”, asegura Roth. “Conocemos a algunas de estas personas; habitan un mundo que recordamos haber visto antes. Y reconocemos una visión, una perspectiva, una forma de ver el mundo”.‘The Way Back’. Bruce Davidson. Steidl. 144 páginas. 48 euros. Seguir leyendo
Revisar el trabajo del pasado no es simplemente mirar atrás, sino ver con ojos nuevos. Un camino de regreso, reconexión y reconsideraciones que Bruce Davidson (Oak Park, Illinois, 1933) ha transitado de forma continuada a lo largo de esta última década. La valoración de su propio archivo como un cuerpo de obra que, lejos de permanecer estático, queda abierto a revisiones y actualizaciones ha dado lugar a varias monografías y culmina ahora con The Way Back (Steidl): una recopilación de 128 fotografías inéditas, extraídas de algunas de sus series más conocidas. Imágenes que en su día el autor pasó por alto o decidió descartar, y que años más tarde resurgen para ofrecer una lectura profunda y reflexiva de su mirada.
“He hecho lo que quería hacer, lo he visto todo: la miseria, la celeridad, la gente guapa, los malvados, la generosidad y el odio”, afirma el fotógrafo. “Pero creo que he ido más allá de mi visión… Al corazón de mi propia vida, al corazón de la vida de los demás. Quizás sea lo más importante que he hecho”. Así, su fotografía ha quedado definida por la notable empatía que es capaz de establecer con sus sujetos y la tenacidad con la que ha profundizado en sus indagaciones. Su fascinación por el medio fotográfico comenzó cuando, con tan solo 10 años, su madre le construyó su primer cuarto oscuro en el sótano de su casa. Estudió fotografía en el Rochester Institute of Technology y, más tarde, en Yale. Las instantáneas que tomó allí del equipo de fútbol —retratos cargados de tensión en los vestuarios y en el banquillo— le valieron su primer reportaje en la revista Life.






En Yale, fue alumno de Josef Albers, quien le reprochó que su fotografía era demasiado sentimental. Más tarde, en París, y durante varios meses, seguiría los pasos de Margaret Fauché —viuda de un pintor impresionista poco conocido, Léon Fauché—, dando forma a una serie que pone en práctica su ideal humanista y su manera de relacionarse intensamente con el otro a través de la fotografía. El reportaje se publicó en Esquire. También se lo mostró a Henri Cartier-Bresson, quien se convertiría en su amigo y mentor. En 1958, pasó a ser el miembro más joven de la agencia Magnum.
Su atención a los detalles que ponen en evidencia la complejidad del individuo se convertirá en el sello del artista. Tal y como se muestra en Clyde Beatty Circus, donde la imagen melancólica del payaso y trompetista enano, Jimmy Armstrong, contrasta con la imagen festiva que comúnmente se asocia al circo. En la nueva monografía se incluye una versión inédita de una toma en la que el clown toca la trompeta; en esta, la frontalidad del encuadre, así como el plano más abierto, contribuye a acentuar la soledad y el aislamiento del protagonista, y expande la mirada más allá del personaje para intuir su mundo interior.

Brooklyn Gang nunca trató sobre bandas, sino sobre el hecho de ser adolescente. Así, las largas caladas de sus cigarrillos y sus miradas desafiantes hablan de la vulnerabilidad de sus protagonistas. En Central Park, sin embargo, Davidson logrará mantener una distancia emocional con sus sujetos, de manera que el parque se convierte en un lugar de interacción entre el mundo natural y la humanidad, para ser transformados mutuamente.
En East 100th Street, el fotógrafo hará uso de una cámara de gran formato para, frente a frente, poder humanizar y hacer fuertes a quienes solían ser invisibilizados, mientras en Subway su relación con los sujetos es espontánea y accidental, sin por ello dejar de constituir un retrato psicológico del Nueva York de los ochenta.

Davidson muestra una variedad de formas de acercarse a la sociedad. Fotografía no solo lo que ve, sino también lo que siente frente al individuo o en los espacios que este habita. “Concibo mi trabajo como una serie”, aseguraba. La fuerza de su obra reside en su conjunto.
“Este libro es una despedida, la mirada de un creador de imágenes a su propio paso fotográfico por el mundo”, escribe Paul Roth, el director del Centro de Imagen de la Universidad Metropolitana de Toronto. Es también un “réquiem”, advierte, “una prueba de cómo la visión de una persona, experimentada a lo largo del tiempo, ha dado forma a nuestra comprensión del mundo que nos rodea”. Su mirada ha acompañado nuestra forma de ver durante décadas. Así, “a pesar de la frescura de estas imágenes inéditas, nos resultan familiares”, asegura Roth. “Conocemos a algunas de estas personas; habitan un mundo que recordamos haber visto antes. Y reconocemos una visión, una perspectiva, una forma de ver el mundo”.
‘The Way Back’. Bruce Davidson. Steidl. 144 páginas. 48 euros.
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