Los escritores Made in USA tienen como presa inalcanzable eso que h an dado en llamar la ‘Great American Novel’ (ese sólido fantasma cuyas radiaciones comienzan a detectarse y a influenciar desde ‘La letra escarlata’, ‘Moby-Dick’, ‘Las aventuras de Huckleberry Fin’ y ‘El retrato de una dama’ y sus múltiples variaciones y combinaciones hasta más o menos nuestros días con Saul Bellow, John Updike, Philip Roth, David Foster Wallace y Jonathan Franzen). Así, todos los años necesitan patentar al menos una (la de este 2025 probablemente ya sea ‘Playworld’ de Adam Ross). Los escritores Made in the UK, por su parte, tienen algo que aspira a similar contundencia y es eso que entienden como la ‘State of the Nation Novel’: un tan nutritivo como vigoroso potaje en más de una ocasión indigesto —léase, por lo general, el mal estado de la nación— que combina denuncia con picaresca con construcción-demolición de clases sociales y que ya estaba en William Makepeace Tackeray y Anthony Trollope y George Eliot y Charles Dickens . NOVELA ‘Caledonian Road’ Autor Andrew O´Hagan Editorial Libros del Asteroide Año 2025 Páginas 672 Precio 29,95 euros 4Algo que —pasando por Ford Madox Ford y Evelyn Waugh y Anthony Powell y Colin McInnes— llega hasta el Salman Rushdie de ‘Hijos de la medianoche’, el Martin Amis de ‘Dinero’ y ‘Campos de Londres’ y ‘Lionel Asbo’, la Zadie Smith de ‘Dientes blancos’ y el Allan Hollinghurst de ‘La línea de belleza’. ‘Caledonian Road’, de Andrew O’Hagan (Glasgow, 1968), tiene algo de bienvenida rareza combinando un tanto de ambos mundos y coordenadas y transcurriendo y discurriendo por una amplia avenida en la que parecen converger y arder ‘La feria de las vanidades’ con ‘La hoguera de las vanidades’ con modales de alta literatura y volador ‘best-seller’ de aeropuerto. Un paisaje de imperio en decadencia que por capítulos suena a uno de esos retro-melancólicos álbumes de The Kinks cantándole a lo que fue y ya no será y por otros parece aullar y denunciar con la furia de The Who a la altura de ‘Won’t Get Fooled Again’ danzando sobre las muy acomodadas pero a la vez incómodas tierras baldías con la resaca del Brexit y el confinamiento pandémico.Elenco multicultural tan nutrido que obliga a la lista de personajes ‘à la Agatha Christie’. Aquí no hay cadáveres aunque sí demasiados esqueletos en el armario Y no puede decirse que la ambición de O’Hagan (tres vez nominado al Booker y una de las indiscutidas estrellas literarias de su generación ) no baile bien en los salones y jardines de esta novela amplia y populosa con un elenco multicultural tan nutrido que obliga a la lista de personajes ‘à la Agatha Christie’. Pero aquí no hay cadáveres en la biblioteca aunque sí demasiados esqueletos en el armario; y ya nos lo advierte el gran Robert Louis Stevenson desde el muy bien escogido epígrafe de esta novela: «A partir de cierto punto, con cada paso que damos en la vida, descubrimos que el hielo bajo nuestros pies se vuelve más frágil, mientras alrededor y detrás nuestros contemporáneos lo cruzan». Y nuestro patinador/anfitrión protagónico es Campbell Flynn: cincuenta y dos años y académico de renombre pero también reconocible y tertuliano escritor/historiador artístico al que todo le va bien (ya está listo para publicar una suerte de súper-ventas manual de auto-ayuda masculina con el título-gancho de ‘¿Por qué los hombres lloran en el coche?’) tan solo para que el lector de inmediato sospeche que, enseguida, tendrá lugar eso conocido como ‘los acontecimientos se precipitan’. Así, Flynn —en una suerte de caos centrífugo que incluye desde volátiles hijos de oligarcas ruso y ‘hackers’ de ‘dark web’ y corruptos y corruptores aristócratas británicos y actores desesperados y traficantes de arte y artistas traficantes y periodistas en busca de exclusivas que no tienen por qué ser del todo ciertas y, por supuesto, miserables en la miseria— se mueve entre ‘pent-houses’ encandiladores y sótanos infestados de aguas cloacales dedicando apenas «un milisegundo a reflexionar que ‘sociedad’ es una palabra que solo emplean las personas que nunca tratan con nadie que no sea igual a ellos».Así, ‘Caledonian Road’ —una de esas novelas que se leen entre la carcajada y el espanto— no es otra cosa que la épica íntima y la saga existencial de un hombre que se la pasa tratando con personas tan diferentes a él. El dilema y la gracia —el quid de la cuestión y la gran grieta en el estado de su nación particular, sintiéndose una «presencia líquida» y «alguien nunca del todo terminado» y cada vez más consciente de que jamás podrá escapar de los fantasmas de su humilde infancia galesa y a su condición de soberbio impostor e infiltrado— es que Campbell Flynn no sabe muy bien quién es él. Afortunada y talentosamente, O’Hagan sí lo sabe. Y nos lo presenta y cuenta aunque, en más de un momento, nos inquiete y nos cueste tanto el reconocer conocerlo. Los escritores Made in USA tienen como presa inalcanzable eso que h an dado en llamar la ‘Great American Novel’ (ese sólido fantasma cuyas radiaciones comienzan a detectarse y a influenciar desde ‘La letra escarlata’, ‘Moby-Dick’, ‘Las aventuras de Huckleberry Fin’ y ‘El retrato de una dama’ y sus múltiples variaciones y combinaciones hasta más o menos nuestros días con Saul Bellow, John Updike, Philip Roth, David Foster Wallace y Jonathan Franzen). Así, todos los años necesitan patentar al menos una (la de este 2025 probablemente ya sea ‘Playworld’ de Adam Ross). Los escritores Made in the UK, por su parte, tienen algo que aspira a similar contundencia y es eso que entienden como la ‘State of the Nation Novel’: un tan nutritivo como vigoroso potaje en más de una ocasión indigesto —léase, por lo general, el mal estado de la nación— que combina denuncia con picaresca con construcción-demolición de clases sociales y que ya estaba en William Makepeace Tackeray y Anthony Trollope y George Eliot y Charles Dickens . NOVELA ‘Caledonian Road’ Autor Andrew O´Hagan Editorial Libros del Asteroide Año 2025 Páginas 672 Precio 29,95 euros 4Algo que —pasando por Ford Madox Ford y Evelyn Waugh y Anthony Powell y Colin McInnes— llega hasta el Salman Rushdie de ‘Hijos de la medianoche’, el Martin Amis de ‘Dinero’ y ‘Campos de Londres’ y ‘Lionel Asbo’, la Zadie Smith de ‘Dientes blancos’ y el Allan Hollinghurst de ‘La línea de belleza’. ‘Caledonian Road’, de Andrew O’Hagan (Glasgow, 1968), tiene algo de bienvenida rareza combinando un tanto de ambos mundos y coordenadas y transcurriendo y discurriendo por una amplia avenida en la que parecen converger y arder ‘La feria de las vanidades’ con ‘La hoguera de las vanidades’ con modales de alta literatura y volador ‘best-seller’ de aeropuerto. Un paisaje de imperio en decadencia que por capítulos suena a uno de esos retro-melancólicos álbumes de The Kinks cantándole a lo que fue y ya no será y por otros parece aullar y denunciar con la furia de The Who a la altura de ‘Won’t Get Fooled Again’ danzando sobre las muy acomodadas pero a la vez incómodas tierras baldías con la resaca del Brexit y el confinamiento pandémico.Elenco multicultural tan nutrido que obliga a la lista de personajes ‘à la Agatha Christie’. Aquí no hay cadáveres aunque sí demasiados esqueletos en el armario Y no puede decirse que la ambición de O’Hagan (tres vez nominado al Booker y una de las indiscutidas estrellas literarias de su generación ) no baile bien en los salones y jardines de esta novela amplia y populosa con un elenco multicultural tan nutrido que obliga a la lista de personajes ‘à la Agatha Christie’. Pero aquí no hay cadáveres en la biblioteca aunque sí demasiados esqueletos en el armario; y ya nos lo advierte el gran Robert Louis Stevenson desde el muy bien escogido epígrafe de esta novela: «A partir de cierto punto, con cada paso que damos en la vida, descubrimos que el hielo bajo nuestros pies se vuelve más frágil, mientras alrededor y detrás nuestros contemporáneos lo cruzan». Y nuestro patinador/anfitrión protagónico es Campbell Flynn: cincuenta y dos años y académico de renombre pero también reconocible y tertuliano escritor/historiador artístico al que todo le va bien (ya está listo para publicar una suerte de súper-ventas manual de auto-ayuda masculina con el título-gancho de ‘¿Por qué los hombres lloran en el coche?’) tan solo para que el lector de inmediato sospeche que, enseguida, tendrá lugar eso conocido como ‘los acontecimientos se precipitan’. Así, Flynn —en una suerte de caos centrífugo que incluye desde volátiles hijos de oligarcas ruso y ‘hackers’ de ‘dark web’ y corruptos y corruptores aristócratas británicos y actores desesperados y traficantes de arte y artistas traficantes y periodistas en busca de exclusivas que no tienen por qué ser del todo ciertas y, por supuesto, miserables en la miseria— se mueve entre ‘pent-houses’ encandiladores y sótanos infestados de aguas cloacales dedicando apenas «un milisegundo a reflexionar que ‘sociedad’ es una palabra que solo emplean las personas que nunca tratan con nadie que no sea igual a ellos».Así, ‘Caledonian Road’ —una de esas novelas que se leen entre la carcajada y el espanto— no es otra cosa que la épica íntima y la saga existencial de un hombre que se la pasa tratando con personas tan diferentes a él. El dilema y la gracia —el quid de la cuestión y la gran grieta en el estado de su nación particular, sintiéndose una «presencia líquida» y «alguien nunca del todo terminado» y cada vez más consciente de que jamás podrá escapar de los fantasmas de su humilde infancia galesa y a su condición de soberbio impostor e infiltrado— es que Campbell Flynn no sabe muy bien quién es él. Afortunada y talentosamente, O’Hagan sí lo sabe. Y nos lo presenta y cuenta aunque, en más de un momento, nos inquiete y nos cueste tanto el reconocer conocerlo.
Los escritores Made in USA tienen como presa inalcanzable eso que han dado en llamar la ‘Great American Novel’ (ese sólido fantasma cuyas radiaciones comienzan a detectarse y a influenciar desde ‘La letra escarlata’, ‘Moby-Dick’, ‘Las aventuras de Huckleberry Fin’ y ‘El retrato … de una dama’ y sus múltiples variaciones y combinaciones hasta más o menos nuestros días con Saul Bellow, John Updike, Philip Roth, David Foster Wallace y Jonathan Franzen).
Así, todos los años necesitan patentar al menos una (la de este 2025 probablemente ya sea ‘Playworld’ de Adam Ross). Los escritores Made in the UK, por su parte, tienen algo que aspira a similar contundencia y es eso que entienden como la ‘State of the Nation Novel’: un tan nutritivo como vigoroso potaje en más de una ocasión indigesto —léase, por lo general, el mal estado de la nación— que combina denuncia con picaresca con construcción-demolición de clases sociales y que ya estaba en William Makepeace Tackeray y Anthony Trollope y George Eliot y Charles Dickens.

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Autor
Andrew O´Hagan -
Editorial
Libros del Asteroide -
Año
2025 -
Páginas
672 -
Precio
29,95 euros
Algo que —pasando por Ford Madox Ford y Evelyn Waugh y Anthony Powell y Colin McInnes— llega hasta el Salman Rushdie de ‘Hijos de la medianoche’, el Martin Amis de ‘Dinero’ y ‘Campos de Londres’ y ‘Lionel Asbo’, la Zadie Smith de ‘Dientes blancos’ y el Allan Hollinghurst de ‘La línea de belleza’.
‘Caledonian Road’, de Andrew O’Hagan (Glasgow, 1968), tiene algo de bienvenida rareza combinando un tanto de ambos mundos y coordenadas y transcurriendo y discurriendo por una amplia avenida en la que parecen converger y arder ‘La feria de las vanidades’ con ‘La hoguera de las vanidades’ con modales de alta literatura y volador ‘best-seller’ de aeropuerto.
Un paisaje de imperio en decadencia que por capítulos suena a uno de esos retro-melancólicos álbumes de The Kinks cantándole a lo que fue y ya no será y por otros parece aullar y denunciar con la furia de The Who a la altura de ‘Won’t Get Fooled Again’ danzando sobre las muy acomodadas pero a la vez incómodas tierras baldías con la resaca del Brexit y el confinamiento pandémico.
Elenco multicultural tan nutrido que obliga a la lista de personajes ‘à la Agatha Christie’. Aquí no hay cadáveres aunque sí demasiados esqueletos en el armario
Y no puede decirse que la ambición de O’Hagan (tres vez nominado al Booker y una de las indiscutidas estrellas literarias de su generación) no baile bien en los salones y jardines de esta novela amplia y populosa con un elenco multicultural tan nutrido que obliga a la lista de personajes ‘à la Agatha Christie’. Pero aquí no hay cadáveres en la biblioteca aunque sí demasiados esqueletos en el armario; y ya nos lo advierte el gran Robert Louis Stevenson desde el muy bien escogido epígrafe de esta novela: «A partir de cierto punto, con cada paso que damos en la vida, descubrimos que el hielo bajo nuestros pies se vuelve más frágil, mientras alrededor y detrás nuestros contemporáneos lo cruzan».
Y nuestro patinador/anfitrión protagónico es Campbell Flynn: cincuenta y dos años y académico de renombre pero también reconocible y tertuliano escritor/historiador artístico al que todo le va bien (ya está listo para publicar una suerte de súper-ventas manual de auto-ayuda masculina con el título-gancho de ‘¿Por qué los hombres lloran en el coche?’) tan solo para que el lector de inmediato sospeche que, enseguida, tendrá lugar eso conocido como ‘los acontecimientos se precipitan’.
Así, Flynn —en una suerte de caos centrífugo que incluye desde volátiles hijos de oligarcas ruso y ‘hackers’ de ‘dark web’ y corruptos y corruptores aristócratas británicos y actores desesperados y traficantes de arte y artistas traficantes y periodistas en busca de exclusivas que no tienen por qué ser del todo ciertas y, por supuesto, miserables en la miseria— se mueve entre ‘pent-houses’ encandiladores y sótanos infestados de aguas cloacales dedicando apenas «un milisegundo a reflexionar que ‘sociedad’ es una palabra que solo emplean las personas que nunca tratan con nadie que no sea igual a ellos».
Así, ‘Caledonian Road’ —una de esas novelas que se leen entre la carcajada y el espanto— no es otra cosa que la épica íntima y la saga existencial de un hombre que se la pasa tratando con personas tan diferentes a él. El dilema y la gracia —el quid de la cuestión y la gran grieta en el estado de su nación particular, sintiéndose una «presencia líquida» y «alguien nunca del todo terminado» y cada vez más consciente de que jamás podrá escapar de los fantasmas de su humilde infancia galesa y a su condición de soberbio impostor e infiltrado— es que Campbell Flynn no sabe muy bien quién es él.
Afortunada y talentosamente, O’Hagan sí lo sabe.
Y nos lo presenta y cuenta aunque, en más de un momento, nos inquiete y nos cueste tanto el reconocer conocerlo.
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