El torero Juan Pedro García Vizcaíno nació en Aznalcóllar (Sevilla), tiene 25 años y habla de su vida profesional como un veterano curtido en mil batallas; mide sus palabras, se muestra retraído y parece conformista, pero pronto se deduce que su actitud no es más que un mecanismo de defensa para evitar suspicacias y quién sabe si reprimendas.
Se anuncia en los carteles como Calerito (“el apelativo viene de mi bisabuelo paterno, que fabricaba cal en el pueblo”, comenta), no recuerda cuándo decidió ser torero, pero sí que a los 6 años se inscribió como alumno en la Escuela Taurina de Espartinas, que dirigía Antonio Ruiz, el padre de Espartaco. Y desde entonces, el toro es su vida.
Y no queda muy claro a lo largo de la conversación si el joven Calerito imaginó alguna vez que la carrera elegida estaría tan rebosante de dificultades. Es cierto, no obstante, que es un triunfador sin recompensa, un torero apartado sin motivo por las empresas a pesar de haber demostrado sus condiciones para la profesión.
El torero lo reconoce, pero al mismo tiempo lo acepta con estoicismo. “Las cosas son como son, y hay que afrontarlas como vienen”, afirma.
“Las cosas son como son, y hay que afrontarlas como vienen, pero estoy en esta profesión para superar los contratiempos”
Fue considerado, y él mismo lo reconoce, un ‘niño prodigio’ del toreo. Su época como novillero sin caballos fue fulgurante y repleta de triunfos, volvió a resurgir con picadores tras unos inicios titubeantes, se ganó por méritos propios una alternativa de lujo en la feria sevillana de San Miguel de 2022, y, después…, el olvido. Pero la ilusión, dice, la mantiene intacta.
“Mi vida actual está dedicada plenamente a la profesión; vivo por y para ella, entreno mañana y tarde y ayudo en el bar de mi familia todo lo que puedo”, asegura.
Carece de antecedentes taurinos y solo su padre es aficionado a los toros; y no sabe por qué, pero siendo un niño dio sus primeros capotazos y a los 7 se puso delante de una becerra a las órdenes de Antonio Ruiz. De la escuela de Espartinas a la de Sevilla, y de ahí al traje de luces.
“Carezco de un recuerdo que me indique el momento en el que decidí ser torero”, explica, “pero desde que tengo uso de razón he sentido el veneno del toro y toda mi vida ha estado y está dedicada a él”.
Calerito recuerda con satisfacción sus triunfos como novillero sin caballos y repasa de memoria cada uno de los certámenes que lo convirtieron en una fundada esperanza; después, ya con picadores, fue el triunfador del Circuito de Novilladas de Andalucía, organizado por la Fundación Toro de Lidia, dio una vuelta al ruedo en su presentación en Las Ventas, y ganó el Racimo de Oro de Cadalso de los Vidrios (Madrid) seis días antes de su alternativa.
El 24 de septiembre de 2022, con el cartel de ‘no hay billetes’ en La Maestranza, recibió el título de matador de toros de manos de José María Manzanares, con Roca Rey como testigo y ante los toros de Victoriano del Río.
“Fue uno de esos días con los que soñamos todos los que queremos ser torero”, señala Calerito; “junto a dos grandes figuras, la plaza llena, corté una oreja y fui el triunfador de la tarde”.
Pregunta. ¿Y después?
Respuesta. Es verdad que era al final de la temporada, y al año siguiente participé en la Copa Chenel, quedé semifinalista y corté las dos orejas a un toro de Concha y Sierra, pero ese triunfo no tuvo la repercusión que yo imaginaba; no tuve suerte en la corrida de seis toreros de la Feria de Abril y la temporada pasó en blanco con solo tres corridas.
“Cuando no dejas de trabajar, la meta se alcanza, pero es duro comprobar que el esfuerzo y los triunfos no se reflejan en el día a día”
P. ¿Contaba con esa dificultad?
R. Contaba con ella, sí, por el diseño actual del sistema de la fiesta de los toros y porque todos notamos el paso de un escalafón a otro; pero creo que he hecho méritos para que no lo fuera tanto. Sinceramente, no me siento recompensado. También estoy convencido de que lo que está para cada uno llega antes o después. Cuando insistes y no dejas de trabajar, la meta se alcanza, pero es duro comprobar que tu esfuerzo y los triunfos no se reflejan en el día a día. Tengo muy claro, no obstante, que yo estoy en esta profesión para superar los contratiempos y espero alcanzar mis metas.
Así llegó la Feria de Sevilla de 2024, 7 de abril, primera corrida del ciclo continuado del abono: Lama de Góngora, Ruiz Muñoz y Calerito con toros de Fermín Bohórquez; y Calerito corta una oreja a cada toro y sale a hombros por la puerta de cuadrillas.
Pero ese triunfo, llamativo sin duda en aquel momento, tampoco le sirvió para despegar.
“Así es. Es duro, no lo niego, y frustrante, pero aquí sigo”, añade; “no es fácil asimilar que los triunfos no se valoren. Pero yo estoy mentalizado para ello, confío mucho en mí y sé que, tarde o temprano, me llegará la recompensa”.
Solo dos corridas más después del triunfo en Sevilla: la confirmación en Madrid, sin suerte ante dos toros de Arauz de Robles y un festejo más en Bayona. Viajó a América y cortó orejas en cuatro festejos, dos en Perú y otros dos en Ecuador. Y todo el año sin apoderado.
Cuenta Calerito que hace poco tiempo ha iniciado un proyecto con Antonio Caba, que fuera prestigioso subalterno en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique y empresario taurino después, “que aún no lo definimos como apoderamiento”, comenta, “pero sí como un trabajo en común para dar motivos para que el teléfono suene”.
Y no olvida a Antonio Ruiz, de quien habla con admiración y orgullo, y a quien brindó uno de los toros que lidió este año en Sevilla. “Espartaco padre ha sido y es la persona más importante de mi carrera. Para mí es una gran suerte contar con él como amigo y consejero, y le estoy muy agradecido por lo mucho que he aprendido de su magisterio”.
P. ¿Y el futuro?
R. Espero volver a Sevilla. Sé que no será fácil porque debo demostrar mucho más después de que el triunfo del año pasado no haya servido. Necesito dar otro golpe en la mesa, convencer de que el triunfo no ha sido casualidad, y que soy un torero al que se le debe dar paso.
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Juan Pedro García es un joven triunfador sin recompensa, apartado por las empresas a pesar de haber demostrado condiciones vestido de luces
El torero Juan Pedro García Vizcaíno nació en Aznalcóllar (Sevilla), tiene 25 años y habla de su vida profesional como un veterano curtido en mil batallas; mide sus palabras, se muestra retraído y parece conformista, pero pronto se deduce que su actitud no es más que un mecanismo de defensa para evitar suspicacias y quién sabe si reprimendas.
Se anuncia en los carteles como Calerito (“el apelativo viene de mi bisabuelo paterno, que fabricaba cal en el pueblo”, comenta), no recuerda cuándo decidió ser torero, pero sí que a los 6 años se inscribió como alumno en la Escuela Taurina de Espartinas, que dirigía Antonio Ruiz, el padre de Espartaco. Y desde entonces, el toro es su vida.
Y no queda muy claro a lo largo de la conversación si el joven Calerito imaginó alguna vez que la carrera elegida estaría tan rebosante de dificultades. Es cierto, no obstante, que es un triunfador sin recompensa, un torero apartado sin motivo por las empresas a pesar de haber demostrado sus condiciones para la profesión.
El torero lo reconoce, pero al mismo tiempo lo acepta con estoicismo. “Las cosas son como son, y hay que afrontarlas como vienen”, afirma.
“Las cosas son como son, y hay que afrontarlas como vienen, pero estoy en esta profesión para superar los contratiempos”
Fue considerado, y él mismo lo reconoce, un ‘niño prodigio’ del toreo. Su época como novillero sin caballos fue fulgurante y repleta de triunfos, volvió a resurgir con picadores tras unos inicios titubeantes, se ganó por méritos propios una alternativa de lujo en la feria sevillana de San Miguel de 2022, y, después…, el olvido. Pero la ilusión, dice, la mantiene intacta.
“Mi vida actual está dedicada plenamente a la profesión; vivo por y para ella, entreno mañana y tarde y ayudo en el bar de mi familia todo lo que puedo”, asegura.
Carece de antecedentes taurinos y solo su padre es aficionado a los toros; y no sabe por qué, pero siendo un niño dio sus primeros capotazos y a los 7 se puso delante de una becerra a las órdenes de Antonio Ruiz. De la escuela de Espartinas a la de Sevilla, y de ahí al traje de luces.
“Carezco de un recuerdo que me indique el momento en el que decidí ser torero”, explica, “pero desde que tengo uso de razón he sentido el veneno del toro y toda mi vida ha estado y está dedicada a él”.
Calerito recuerda con satisfacción sus triunfos como novillero sin caballos y repasa de memoria cada uno de los certámenes que lo convirtieron en una fundada esperanza; después, ya con picadores, fue el triunfador del Circuito de Novilladas de Andalucía, organizado por la Fundación Toro de Lidia, dio una vuelta al ruedo en su presentación en Las Ventas, y ganó el Racimo de Oro de Cadalso de los Vidrios (Madrid) seis días antes de su alternativa.
El 24 de septiembre de 2022, con el cartel de ‘no hay billetes’ en La Maestranza, recibió el título de matador de toros de manos de José María Manzanares, con Roca Rey como testigo y ante los toros de Victoriano del Río.
“Fue uno de esos días con los que soñamos todos los que queremos ser torero”, señala Calerito; “junto a dos grandes figuras, la plaza llena, corté una oreja y fui el triunfador de la tarde”.
Pregunta. ¿Y después?
Respuesta. Es verdad que era al final de la temporada, y al año siguiente participé en la Copa Chenel, quedé semifinalista y corté las dos orejas a un toro de Concha y Sierra, pero ese triunfo no tuvo la repercusión que yo imaginaba; no tuve suerte en la corrida de seis toreros de la Feria de Abril y la temporada pasó en blanco con solo tres corridas.
“Cuando no dejas de trabajar, la meta se alcanza, pero es duro comprobar que el esfuerzo y los triunfos no se reflejan en el día a día”
P. ¿Contaba con esa dificultad?
R. Contaba con ella, sí, por el diseño actual del sistema de la fiesta de los toros y porque todos notamos el paso de un escalafón a otro; pero creo que he hecho méritos para que no lo fuera tanto. Sinceramente, no me siento recompensado. También estoy convencido de que lo que está para cada uno llega antes o después. Cuando insistes y no dejas de trabajar, la meta se alcanza, pero es duro comprobar que tu esfuerzo y los triunfos no se reflejan en el día a día. Tengo muy claro, no obstante, que yo estoy en esta profesión para superar los contratiempos y espero alcanzar mis metas.
Así llegó la Feria de Sevilla de 2024, 7 de abril, primera corrida del ciclo continuado del abono: Lama de Góngora, Ruiz Muñoz y Calerito con toros de Fermín Bohórquez; y Calerito corta una oreja a cada toro y sale a hombros por la puerta de cuadrillas.
Pero ese triunfo, llamativo sin duda en aquel momento, tampoco le sirvió para despegar.
“Así es. Es duro, no lo niego, y frustrante, pero aquí sigo”, añade; “no es fácil asimilar que los triunfos no se valoren. Pero yo estoy mentalizado para ello, confío mucho en mí y sé que, tarde o temprano, me llegará la recompensa”.
Solo dos corridas más después del triunfo en Sevilla: la confirmación en Madrid, sin suerte ante dos toros de Arauz de Robles y un festejo más en Bayona. Viajó a América y cortó orejas en cuatro festejos, dos en Perú y otros dos en Ecuador. Y todo el año sin apoderado.
Cuenta Calerito que hace poco tiempo ha iniciado un proyecto con Antonio Caba, que fuera prestigioso subalterno en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique y empresario taurino después, “que aún no lo definimos como apoderamiento”, comenta, “pero sí como un trabajo en común para dar motivos para que el teléfono suene”.
Y no olvida a Antonio Ruiz, de quien habla con admiración y orgullo, y a quien brindó uno de los toros que lidió este año en Sevilla. “Espartaco padre ha sido y es la persona más importante de mi carrera. Para mí es una gran suerte contar con él como amigo y consejero, y le estoy muy agradecido por lo mucho que he aprendido de su magisterio”.
P. ¿Y el futuro?
R. Espero volver a Sevilla. Sé que no será fácil porque debo demostrar mucho más después de que el triunfo del año pasado no haya servido. Necesito dar otro golpe en la mesa, convencer de que el triunfo no ha sido casualidad, y que soy un torero al que se le debe dar paso.
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