‘Veinte años haciendo del margen un lugar’. Bajo ese lema, Candaya celebró en 2024 sus primeros dos decenios de existencia. Una fiesta con mirada hacia el futuro, pero también con doloroso sentir hacia el pasado reciente, ya que apenas un año antes se había marchado Paco Robles, la otra mitad, junto a Olga Martínez, de la editorial. La muerte de Paco, para mayor incertidumbre, había coincidido con «el peor mes de febrero», desde el punto de vista de los números, de la historia de Candaya, y en algún momento Olga y su equipo llegaron a pensar que la aventura tocaba a su fin. Pero unas semanas después, en pleno proceso de promoción de su última propuesta editorial, ‘Casa de nadie’, del argentino Laureano Debat, decidieron seguir adelante. La ‘ruta Candaya’, que es como en la casa denominan al itinerario de presentaciones de cada libro, se convirtió en éxito de ventas y en un gran homenaje a Paco Robles… y la editorial continuó y continúa su andadura con nuevos horizontes. Con números que llaman a la esperanza y algo más. Y con el propósito de crecer y de seguir sacándole margen a los márgenes del español. Antes de conocer a Paco, Olga nunca pudo pensar en llegar a ser un día directora de su propio sello editorial. Procedente de una familia humilde de los Nou Barris, el distrito de los ‘nueve barrios’ del norte de Barcelona, en su casa prácticamente los únicos libros que había era los que su padre compraba para ella, pensando en su futuro, en el Círculo de Lectores. Un objetivo que prendió, ya que a los trece años, después de leer ‘El árbol de la ciencia’, aquella niña inició de su primer recorrido por las librerías de Barcelona en busca de nuevos títulos con los que alimentar su voracidad lectora. El detonante para la creación de la editorial fue cuando conocieron al poeta paraguayo Elvio RomeroAdelantada a su edad, cayó también en el hechizo de ‘La celestina’ y ‘La divina comedia’; más tarde estudió Filología entre Barcelona y Mallorca, y fue, durante 34 años, profesora de Lengua y Literatura ‘periférica’: primero en tres institutos del Maresme (Arenys, Calella y Canet) y más tarde en Villafranca del Penedès. Con sus viajes anuales a Hispanoamérica, al lado de Paco Robles, incluidos trece años de cooperación en Guatemala, se fue forjando la idea de crear un vínculo literario permanente entre las dos partes del Atlántico. «Antes de que existiera Google» acometieron «la empresa loca» de reunir en una web (sololiteratura.com), bajo el título de ‘Literatura Hispanoamericana’, la nómina de los escritores de todos los países de esta hermandad. Allí ya se dieron cuenta de que lo que se leía en Europa, sobre todo en España, no coincidía en absoluto con el canon literario de cada país. Y de que los libros que llegaban aquí (todavía hoy sucede) lo hacían la mayor parte de las veces por razones extraliterarias. El detonante para la creación de la editorial fue cuando conocieron al poeta paraguayo Elvio Romero , uno de los muchos exiliados que salieron de Asunción, cuando la ciudad estaba en estado de sitio, y se refugiaron en Buenos Aires. Romero, el más joven de la generación de Alberti, Neruda y León Felipe, el primer biógrafo, además, de Miguel Hernández, era entonces un nombre absolutamente desconocido en España. Pronto después de él, en los objetivos del nuevo sello se fueron perfilando otros autores como Ednodio Quintero o Juan Villoro… y muchos más. Hasta los 156 títulos con los que cuenta el catálogo en la actualidad. ‘Contra la vida quieta’, antología de poemas de Elvio Romero, fue el primer título de Candaya, y llegó a las librerías en 2004. Un año antes, Olga y Paco había registrado para su editorial este nombre, que tomaron del reino fantástico al que se dirigen Don Quijote y Sancho, a lomos de Clavileño, «para acabar con los hechizos diabólicos del gigante Malambruno». Pensaron primero sólo en autores hispanoamericanos, pero cuando se cruzó en su camino Avelino Hernández y se decidieron a publicar ‘Mientras cenan con nosotros los amigos’ abrieron el abanico. Veintiún años después, Candaya funciona a través de cuatro colecciones (narrativa, ensayo, poesía y ‘abierta’) y cuenta con un equipo de cinco personas, en el que se incluye el hijo de la pareja, Miguel, y el escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa. Todos al margen, dice Martínez, del sistema en general y del mercado editorial en particular. Pero «abriendo brechas que crean espacios cálidos y lugares de encuentro de escritores comprometidos». Comprometidos con el pasado y con el presente, pero sobre todo con la lengua. Cada uno con sus propios «abismos interiores», pero en diálogo entre Europa y América. Y en español, dice, porque si hay una patria común de todos ellos, desde los centros como las periferias, ésa es la lengua. Ni más ni menos. ‘Veinte años haciendo del margen un lugar’. Bajo ese lema, Candaya celebró en 2024 sus primeros dos decenios de existencia. Una fiesta con mirada hacia el futuro, pero también con doloroso sentir hacia el pasado reciente, ya que apenas un año antes se había marchado Paco Robles, la otra mitad, junto a Olga Martínez, de la editorial. La muerte de Paco, para mayor incertidumbre, había coincidido con «el peor mes de febrero», desde el punto de vista de los números, de la historia de Candaya, y en algún momento Olga y su equipo llegaron a pensar que la aventura tocaba a su fin. Pero unas semanas después, en pleno proceso de promoción de su última propuesta editorial, ‘Casa de nadie’, del argentino Laureano Debat, decidieron seguir adelante. La ‘ruta Candaya’, que es como en la casa denominan al itinerario de presentaciones de cada libro, se convirtió en éxito de ventas y en un gran homenaje a Paco Robles… y la editorial continuó y continúa su andadura con nuevos horizontes. Con números que llaman a la esperanza y algo más. Y con el propósito de crecer y de seguir sacándole margen a los márgenes del español. Antes de conocer a Paco, Olga nunca pudo pensar en llegar a ser un día directora de su propio sello editorial. Procedente de una familia humilde de los Nou Barris, el distrito de los ‘nueve barrios’ del norte de Barcelona, en su casa prácticamente los únicos libros que había era los que su padre compraba para ella, pensando en su futuro, en el Círculo de Lectores. Un objetivo que prendió, ya que a los trece años, después de leer ‘El árbol de la ciencia’, aquella niña inició de su primer recorrido por las librerías de Barcelona en busca de nuevos títulos con los que alimentar su voracidad lectora. El detonante para la creación de la editorial fue cuando conocieron al poeta paraguayo Elvio RomeroAdelantada a su edad, cayó también en el hechizo de ‘La celestina’ y ‘La divina comedia’; más tarde estudió Filología entre Barcelona y Mallorca, y fue, durante 34 años, profesora de Lengua y Literatura ‘periférica’: primero en tres institutos del Maresme (Arenys, Calella y Canet) y más tarde en Villafranca del Penedès. Con sus viajes anuales a Hispanoamérica, al lado de Paco Robles, incluidos trece años de cooperación en Guatemala, se fue forjando la idea de crear un vínculo literario permanente entre las dos partes del Atlántico. «Antes de que existiera Google» acometieron «la empresa loca» de reunir en una web (sololiteratura.com), bajo el título de ‘Literatura Hispanoamericana’, la nómina de los escritores de todos los países de esta hermandad. Allí ya se dieron cuenta de que lo que se leía en Europa, sobre todo en España, no coincidía en absoluto con el canon literario de cada país. Y de que los libros que llegaban aquí (todavía hoy sucede) lo hacían la mayor parte de las veces por razones extraliterarias. El detonante para la creación de la editorial fue cuando conocieron al poeta paraguayo Elvio Romero , uno de los muchos exiliados que salieron de Asunción, cuando la ciudad estaba en estado de sitio, y se refugiaron en Buenos Aires. Romero, el más joven de la generación de Alberti, Neruda y León Felipe, el primer biógrafo, además, de Miguel Hernández, era entonces un nombre absolutamente desconocido en España. Pronto después de él, en los objetivos del nuevo sello se fueron perfilando otros autores como Ednodio Quintero o Juan Villoro… y muchos más. Hasta los 156 títulos con los que cuenta el catálogo en la actualidad. ‘Contra la vida quieta’, antología de poemas de Elvio Romero, fue el primer título de Candaya, y llegó a las librerías en 2004. Un año antes, Olga y Paco había registrado para su editorial este nombre, que tomaron del reino fantástico al que se dirigen Don Quijote y Sancho, a lomos de Clavileño, «para acabar con los hechizos diabólicos del gigante Malambruno». Pensaron primero sólo en autores hispanoamericanos, pero cuando se cruzó en su camino Avelino Hernández y se decidieron a publicar ‘Mientras cenan con nosotros los amigos’ abrieron el abanico. Veintiún años después, Candaya funciona a través de cuatro colecciones (narrativa, ensayo, poesía y ‘abierta’) y cuenta con un equipo de cinco personas, en el que se incluye el hijo de la pareja, Miguel, y el escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa. Todos al margen, dice Martínez, del sistema en general y del mercado editorial en particular. Pero «abriendo brechas que crean espacios cálidos y lugares de encuentro de escritores comprometidos». Comprometidos con el pasado y con el presente, pero sobre todo con la lengua. Cada uno con sus propios «abismos interiores», pero en diálogo entre Europa y América. Y en español, dice, porque si hay una patria común de todos ellos, desde los centros como las periferias, ésa es la lengua. Ni más ni menos.
MÁS QUE PALABRAS
Celebró en 2024 dos décadas de existencia, y Olga Martínez continúa su diálogo editor con la literatura de calidad de España e Hispanoamérica
‘Veinte años haciendo del margen un lugar’. Bajo ese lema, Candaya celebró en 2024 sus primeros dos decenios de existencia. Una fiesta con mirada hacia el futuro, pero también con doloroso sentir hacia el pasado reciente, ya que apenas un año antes se … había marchado Paco Robles, la otra mitad, junto a Olga Martínez, de la editorial. La muerte de Paco, para mayor incertidumbre, había coincidido con «el peor mes de febrero», desde el punto de vista de los números, de la historia de Candaya, y en algún momento Olga y su equipo llegaron a pensar que la aventura tocaba a su fin.
Pero unas semanas después, en pleno proceso de promoción de su última propuesta editorial, ‘Casa de nadie’, del argentino Laureano Debat, decidieron seguir adelante. La ‘ruta Candaya’, que es como en la casa denominan al itinerario de presentaciones de cada libro, se convirtió en éxito de ventas y en un gran homenaje a Paco Robles… y la editorial continuó y continúa su andadura con nuevos horizontes. Con números que llaman a la esperanza y algo más. Y con el propósito de crecer y de seguir sacándole margen a los márgenes del español.
Antes de conocer a Paco, Olga nunca pudo pensar en llegar a ser un día directora de su propio sello editorial. Procedente de una familia humilde de los Nou Barris, el distrito de los ‘nueve barrios’ del norte de Barcelona, en su casa prácticamente los únicos libros que había era los que su padre compraba para ella, pensando en su futuro, en el Círculo de Lectores. Un objetivo que prendió, ya que a los trece años, después de leer ‘El árbol de la ciencia’, aquella niña inició de su primer recorrido por las librerías de Barcelona en busca de nuevos títulos con los que alimentar su voracidad lectora.
El detonante para la creación de la editorial fue cuando conocieron al poeta paraguayo Elvio Romero
Adelantada a su edad, cayó también en el hechizo de ‘La celestina’ y ‘La divina comedia’; más tarde estudió Filología entre Barcelona y Mallorca, y fue, durante 34 años, profesora de Lengua y Literatura ‘periférica’: primero en tres institutos del Maresme (Arenys, Calella y Canet) y más tarde en Villafranca del Penedès.
Con sus viajes anuales a Hispanoamérica, al lado de Paco Robles, incluidos trece años de cooperación en Guatemala, se fue forjando la idea de crear un vínculo literario permanente entre las dos partes del Atlántico. «Antes de que existiera Google» acometieron «la empresa loca» de reunir en una web (sololiteratura.com), bajo el título de ‘Literatura Hispanoamericana’, la nómina de los escritores de todos los países de esta hermandad.
Allí ya se dieron cuenta de que lo que se leía en Europa, sobre todo en España, no coincidía en absoluto con el canon literario de cada país. Y de que los libros que llegaban aquí (todavía hoy sucede) lo hacían la mayor parte de las veces por razones extraliterarias.
El detonante para la creación de la editorial fue cuando conocieron al poeta paraguayo Elvio Romero, uno de los muchos exiliados que salieron de Asunción, cuando la ciudad estaba en estado de sitio, y se refugiaron en Buenos Aires. Romero, el más joven de la generación de Alberti, Neruda y León Felipe, el primer biógrafo, además, de Miguel Hernández, era entonces un nombre absolutamente desconocido en España.
Pronto después de él, en los objetivos del nuevo sello se fueron perfilando otros autores como Ednodio Quintero o Juan Villoro… y muchos más. Hasta los 156 títulos con los que cuenta el catálogo en la actualidad.
‘Contra la vida quieta’, antología de poemas de Elvio Romero, fue el primer título de Candaya, y llegó a las librerías en 2004. Un año antes, Olga y Paco había registrado para su editorial este nombre, que tomaron del reino fantástico al que se dirigen Don Quijote y Sancho, a lomos de Clavileño, «para acabar con los hechizos diabólicos del gigante Malambruno».
Pensaron primero sólo en autores hispanoamericanos, pero cuando se cruzó en su camino Avelino Hernández y se decidieron a publicar ‘Mientras cenan con nosotros los amigos’ abrieron el abanico. Veintiún años después, Candaya funciona a través de cuatro colecciones (narrativa, ensayo, poesía y ‘abierta’) y cuenta con un equipo de cinco personas, en el que se incluye el hijo de la pareja, Miguel, y el escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa. Todos al margen, dice Martínez, del sistema en general y del mercado editorial en particular.
Pero «abriendo brechas que crean espacios cálidos y lugares de encuentro de escritores comprometidos». Comprometidos con el pasado y con el presente, pero sobre todo con la lengua. Cada uno con sus propios «abismos interiores», pero en diálogo entre Europa y América. Y en español, dice, porque si hay una patria común de todos ellos, desde los centros como las periferias, ésa es la lengua. Ni más ni menos.
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