Carles Sans está ‘Por fin solo’ sobre los escenarios, sin sus compañeros de Tricicle, Paco Mir y Joan Gràcia. Desde que acordaron deponer las risas y entregar las carcajadas como el trío cómico que fueron durante décadas, Sans optó por probar qué sucedería si emprendía carrera en solitario a estas alturas de la vida. Y sucedió que creó un monólogo, este ‘Por fin solo’, con el que ha recorrido un buen puñado de escenarios antes de recalar en el Teatro Bellas Artes de Madrid, donde está hasta el día Reyes haciendo que el público se parta de risa. Después todavía le quedará como colofón una estancia en Barcelona, con la que prácticamente cerrará la gira.En el espectáculo relata «anécdotas de cuarenta años de profesión, todas ellas reales». El éxito, dice, «radica no solamente en las historias, sino en cómo las explico». Confiesa que hace unos días se puso a mirar los comentarios de los espectadores en una plataforma: «No acostumbro a hacerlo, pero me avisaron de que eran muy buenos». Tiene un 9’5 de puntuación global, de lo que se deduce que lo de hablar se le da tan bien como lo de gesticular.Noticia Relacionada entrevista estandar Si Carles Sans (Tricicle): «En su afán por denunciar lo que no está bien, a veces puede que algunos se pasen de frenada» Fernando Rodríguez Murube El humorista catalán regresa este viernes 11 de octubre en el Cartuja Center con su espectáculo ‘¡Por fin solo!’Da la casualidad de que en su monólogo un buen puñado de las risas se deben a los avatares de las giras con Tricicle y a los viajes que hicieron juntos. Bueno, juntos… A ver. Juntos, lo que es juntos, no iban siempre. A Carles Sans, durante mucho tiempo, le dio pánico volar. Pero pánico, pánico. Pánico de verdad: «No me metías en un avión de ninguna manera». Tanto es así que, mientras Joan y Paco se iban tranquilamente de aeropuerto en aeropuerto, él se trasladaba en su coche. Tal como lo leen.En una ocasión, fue conduciendo hasta Atenas. Ese, dice, fue el peor viaje de todos. Tuvo dos pinchazos entre Barcelona y Brindisi, el puerto del sur de Italia en el que tenía que embarcar hasta la capital helena. «Una vez en Atenas, aparqué el coche cerca del teatro en el que actuábamos, y al volver de la función nos lo encontramos sin las placas de matrícula». Recuerda su estupor al hallar su vehículo de tal guisa: «Hasta donde yo sabía, se robaban coches, pero las matrículas…». Y resulta que allí, al menos por aquella época (años ochenta), el sistema era este: «En lugar de llevarse el coche la grúa, se te llevaban las placas de matrícula». Había que ir a buscarlas a la policía.Podemos imaginar a los tres miembros de Tricicle en la comisaría griega: «Era como la película ‘El expreso de medianoche’, cuando encierran a aquel tío en una prisión turca». Estaban rodeados de «policías con panzas inmensas comiendo bocadillos aceitosos, atendiéndote en una habitación cutre». Una vez logró recuperar el coche, tocaba emprender el periplo de vuelta. El trayecto marítimo Atenas-Brindisi fue «memorable», ya que le tocó capear «un temporal que la gente iba por el suelo del barco, con los ojos en blanco». «Nunca he pasado un mareo igual», asegura.Ese viajecito en coche y barco no aparece en su espectáculo, pero en el monólogo sí que cuenta otra aventura en avión. «Yo he protagonizado uno de los ridículos más espectaculares de la historia de la aviación», dice con toda la convicción del mundo. «Estábamos despegando en Nueva York, en un Jumbo de esos, y de repente tuve la impresión de que el motor hacía un ruido extraño y se apagaba. Pensé que tenía que avisar inmediatamente a la tripulación, pero no nos podíamos levantar del asiento porque estábamos despegando. No se me ocurrió otra cosa que ponerme a gatear por el pasillo e ir a cuatro patas hasta donde estaba la azafata». Por si fuera poco hilarante, dice que al explicarlo en ‘Por fin solo’ le añade «sal y pimienta».Se le nota que disfruta haciendo reír: «Mi vida ha girado en torno al sentido del humor, no la concibo sin él». Para él, la risa «es una manera de vivir». Se siente afortunado, además, por haber podido hacer una carrera profesional de esa vocación de payaso: «Yo he tenido, además, la gran suerte de poder vivir de esto, lo que es maravilloso». Carles Sans está ‘Por fin solo’ sobre los escenarios, sin sus compañeros de Tricicle, Paco Mir y Joan Gràcia. Desde que acordaron deponer las risas y entregar las carcajadas como el trío cómico que fueron durante décadas, Sans optó por probar qué sucedería si emprendía carrera en solitario a estas alturas de la vida. Y sucedió que creó un monólogo, este ‘Por fin solo’, con el que ha recorrido un buen puñado de escenarios antes de recalar en el Teatro Bellas Artes de Madrid, donde está hasta el día Reyes haciendo que el público se parta de risa. Después todavía le quedará como colofón una estancia en Barcelona, con la que prácticamente cerrará la gira.En el espectáculo relata «anécdotas de cuarenta años de profesión, todas ellas reales». El éxito, dice, «radica no solamente en las historias, sino en cómo las explico». Confiesa que hace unos días se puso a mirar los comentarios de los espectadores en una plataforma: «No acostumbro a hacerlo, pero me avisaron de que eran muy buenos». Tiene un 9’5 de puntuación global, de lo que se deduce que lo de hablar se le da tan bien como lo de gesticular.Noticia Relacionada entrevista estandar Si Carles Sans (Tricicle): «En su afán por denunciar lo que no está bien, a veces puede que algunos se pasen de frenada» Fernando Rodríguez Murube El humorista catalán regresa este viernes 11 de octubre en el Cartuja Center con su espectáculo ‘¡Por fin solo!’Da la casualidad de que en su monólogo un buen puñado de las risas se deben a los avatares de las giras con Tricicle y a los viajes que hicieron juntos. Bueno, juntos… A ver. Juntos, lo que es juntos, no iban siempre. A Carles Sans, durante mucho tiempo, le dio pánico volar. Pero pánico, pánico. Pánico de verdad: «No me metías en un avión de ninguna manera». Tanto es así que, mientras Joan y Paco se iban tranquilamente de aeropuerto en aeropuerto, él se trasladaba en su coche. Tal como lo leen.En una ocasión, fue conduciendo hasta Atenas. Ese, dice, fue el peor viaje de todos. Tuvo dos pinchazos entre Barcelona y Brindisi, el puerto del sur de Italia en el que tenía que embarcar hasta la capital helena. «Una vez en Atenas, aparqué el coche cerca del teatro en el que actuábamos, y al volver de la función nos lo encontramos sin las placas de matrícula». Recuerda su estupor al hallar su vehículo de tal guisa: «Hasta donde yo sabía, se robaban coches, pero las matrículas…». Y resulta que allí, al menos por aquella época (años ochenta), el sistema era este: «En lugar de llevarse el coche la grúa, se te llevaban las placas de matrícula». Había que ir a buscarlas a la policía.Podemos imaginar a los tres miembros de Tricicle en la comisaría griega: «Era como la película ‘El expreso de medianoche’, cuando encierran a aquel tío en una prisión turca». Estaban rodeados de «policías con panzas inmensas comiendo bocadillos aceitosos, atendiéndote en una habitación cutre». Una vez logró recuperar el coche, tocaba emprender el periplo de vuelta. El trayecto marítimo Atenas-Brindisi fue «memorable», ya que le tocó capear «un temporal que la gente iba por el suelo del barco, con los ojos en blanco». «Nunca he pasado un mareo igual», asegura.Ese viajecito en coche y barco no aparece en su espectáculo, pero en el monólogo sí que cuenta otra aventura en avión. «Yo he protagonizado uno de los ridículos más espectaculares de la historia de la aviación», dice con toda la convicción del mundo. «Estábamos despegando en Nueva York, en un Jumbo de esos, y de repente tuve la impresión de que el motor hacía un ruido extraño y se apagaba. Pensé que tenía que avisar inmediatamente a la tripulación, pero no nos podíamos levantar del asiento porque estábamos despegando. No se me ocurrió otra cosa que ponerme a gatear por el pasillo e ir a cuatro patas hasta donde estaba la azafata». Por si fuera poco hilarante, dice que al explicarlo en ‘Por fin solo’ le añade «sal y pimienta».Se le nota que disfruta haciendo reír: «Mi vida ha girado en torno al sentido del humor, no la concibo sin él». Para él, la risa «es una manera de vivir». Se siente afortunado, además, por haber podido hacer una carrera profesional de esa vocación de payaso: «Yo he tenido, además, la gran suerte de poder vivir de esto, lo que es maravilloso».
El peor viaje de mi vida
El fundador de Tricicle tenía un miedo terrible a volar. «No me metías en un avión de ninguna manera», cuenta él, entre risa y risa
Carles Sans está ‘Por fin solo’ sobre los escenarios, sin sus compañeros de Tricicle, Paco Mir y Joan Gràcia. Desde que acordaron deponer las risas y entregar las carcajadas como el trío cómico que fueron durante décadas, Sans optó por probar qué sucedería si emprendía …
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