Verano de 1614, un Cervantes cansado, acuciado por las deudas, su editor y la publicación del Quijote de Avellaneda, afronta con prisas la segunda parte de su obra. El Ingenioso Hidalgo y Sancho tomarán el camino de Barcelona en lugar de encaminarse a Zaragoza. «La Ciudad Condal actúa para Cervantes como un comodín, un conjuro, un mandala», señala la escritora, académica y cervantista Carme Riera. Cuando sobreviene la fatiga «es más fácil recordar que imaginar». Los biógrafos de Cervantes establecieron su primera estancia barcelonesa en 1569 cuando contaba veintidós años y huía de Madrid a Italia. Martín de Riquer va más allá en la cronología: verano de 1610 en la casa que hoy lleva su nombre del paseo de Colón, número 2. Riera propone el paréntesis que va de 1569 a octubre de 1571. Según esa hipótesis, Cervantes no se enroló en las naves de Lepanto en Italia sino en España, concretamente en la Ciudad Condal: «El día de San Juan estaba en Barcelona, estaba entre los soldados que seguían a Juan de Austria», apunta. De la nostalgia de aquel verano de 1571 provendrían muchos detalles de la segunda parte del Quijote: los balcones, las cabezas cortadas, el bandolerismo y la noche de San Juan, solsticio de verano propicio a los sortilegios. «En la playa de Barcelona don Quijote caerá derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, pero gracias al amor por Dulcinea conseguirá ser un héroe a la altura de lo que él espera», añade Riera. Pese a asociar Barcelona con la desventura Cervantes escribe el conocido elogio: «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única». De las imprentas barcelonesas salieron en 1617 la primera y segunda parte del Quijote: «Barcelona es la ciudad cervantina por excelencia», proclama la escritora y académica que siempre ha pedido una mayor vinculación de Barcelona con Cervantes.Vinculación consolidada con el encuentro de la Red de Ciudades Cervantinas en Barcelona, ocho años después de la reunión en el Salón de Plenos de Alcalá de Henares, advirtió su director, José Manuel Lucía Megías . La Red promueve actividades conjuntas para el desarrollo educativo, cultural, turístico y económico de una cuarentena de ciudades mediante la difusión de la vida y las obras cervantinas. «Correspondencia grata de firmes amistades» que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni , corrobora con la beca de creación e investigación Miguel de Cervantes y la escultura de Quijote y Sancho del barcelonés Julio González, emblema de un encuentro que, con la colaboración del Instituto Cervantes que dirige Luis García Montero , amplía la nómina internacional de ciudades cervantinas. «Yo sé quién soy» es el lema de esta Red tejida con las artes del diálogo y el respeto, recalca José Manuel Lucía Megías. El encuentro se completa con una sesión de trabajo y visitas a la Sala Cervantina de la Biblioteca de Cataluña y la Galera Real de Lepanto. Verano de 1614, un Cervantes cansado, acuciado por las deudas, su editor y la publicación del Quijote de Avellaneda, afronta con prisas la segunda parte de su obra. El Ingenioso Hidalgo y Sancho tomarán el camino de Barcelona en lugar de encaminarse a Zaragoza. «La Ciudad Condal actúa para Cervantes como un comodín, un conjuro, un mandala», señala la escritora, académica y cervantista Carme Riera. Cuando sobreviene la fatiga «es más fácil recordar que imaginar». Los biógrafos de Cervantes establecieron su primera estancia barcelonesa en 1569 cuando contaba veintidós años y huía de Madrid a Italia. Martín de Riquer va más allá en la cronología: verano de 1610 en la casa que hoy lleva su nombre del paseo de Colón, número 2. Riera propone el paréntesis que va de 1569 a octubre de 1571. Según esa hipótesis, Cervantes no se enroló en las naves de Lepanto en Italia sino en España, concretamente en la Ciudad Condal: «El día de San Juan estaba en Barcelona, estaba entre los soldados que seguían a Juan de Austria», apunta. De la nostalgia de aquel verano de 1571 provendrían muchos detalles de la segunda parte del Quijote: los balcones, las cabezas cortadas, el bandolerismo y la noche de San Juan, solsticio de verano propicio a los sortilegios. «En la playa de Barcelona don Quijote caerá derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, pero gracias al amor por Dulcinea conseguirá ser un héroe a la altura de lo que él espera», añade Riera. Pese a asociar Barcelona con la desventura Cervantes escribe el conocido elogio: «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única». De las imprentas barcelonesas salieron en 1617 la primera y segunda parte del Quijote: «Barcelona es la ciudad cervantina por excelencia», proclama la escritora y académica que siempre ha pedido una mayor vinculación de Barcelona con Cervantes.Vinculación consolidada con el encuentro de la Red de Ciudades Cervantinas en Barcelona, ocho años después de la reunión en el Salón de Plenos de Alcalá de Henares, advirtió su director, José Manuel Lucía Megías . La Red promueve actividades conjuntas para el desarrollo educativo, cultural, turístico y económico de una cuarentena de ciudades mediante la difusión de la vida y las obras cervantinas. «Correspondencia grata de firmes amistades» que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni , corrobora con la beca de creación e investigación Miguel de Cervantes y la escultura de Quijote y Sancho del barcelonés Julio González, emblema de un encuentro que, con la colaboración del Instituto Cervantes que dirige Luis García Montero , amplía la nómina internacional de ciudades cervantinas. «Yo sé quién soy» es el lema de esta Red tejida con las artes del diálogo y el respeto, recalca José Manuel Lucía Megías. El encuentro se completa con una sesión de trabajo y visitas a la Sala Cervantina de la Biblioteca de Cataluña y la Galera Real de Lepanto.
La escritora y académica abre en el ayuntamiento barcelonés el III Encuentro Internacional de la Red de Ciudades Cervantinas
Verano de 1614, un Cervantes cansado, acuciado por las deudas, su editor y la publicación del Quijote de Avellaneda, afronta con prisas la segunda parte de su obra. El Ingenioso Hidalgo y Sancho tomarán el camino de Barcelona en lugar de encaminarse a Zaragoza. «La Ciudad Condal actúa para Cervantes como un comodín, un conjuro, un mandala», señala la escritora, académica y cervantista Carme Riera. Cuando sobreviene la fatiga «es más fácil recordar que imaginar».
Los biógrafos de Cervantes establecieron su primera estancia barcelonesa en 1569 cuando contaba veintidós años y huía de Madrid a Italia. Martín de Riquer va más allá en la cronología: verano de 1610 en la casa que hoy lleva su nombre del paseo de Colón, número 2. Riera propone el paréntesis que va de 1569 a octubre de 1571. Según esa hipótesis, Cervantes no se enroló en las naves de Lepanto en Italia sino en España, concretamente en la Ciudad Condal: «El día de San Juan estaba en Barcelona, estaba entre los soldados que seguían a Juan de Austria», apunta.
De la nostalgia de aquel verano de 1571 provendrían muchos detalles de la segunda parte del Quijote: los balcones, las cabezas cortadas, el bandolerismo y la noche de San Juan, solsticio de verano propicio a los sortilegios. «En la playa de Barcelona don Quijote caerá derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, pero gracias al amor por Dulcinea conseguirá ser un héroe a la altura de lo que él espera», añade Riera.
Pese a asociar Barcelona con la desventura Cervantes escribe el conocido elogio: «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única». De las imprentas barcelonesas salieron en 1617 la primera y segunda parte del Quijote: «Barcelona es la ciudad cervantina por excelencia», proclama la escritora y académica que siempre ha pedido una mayor vinculación de Barcelona con Cervantes.
Vinculación consolidada con el encuentro de la Red de Ciudades Cervantinas en Barcelona, ocho años después de la reunión en el Salón de Plenos de Alcalá de Henares, advirtió su director, José Manuel Lucía Megías. La Red promueve actividades conjuntas para el desarrollo educativo, cultural, turístico y económico de una cuarentena de ciudades mediante la difusión de la vida y las obras cervantinas.
«Correspondencia grata de firmes amistades» que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, corrobora con la beca de creación e investigación Miguel de Cervantes y la escultura de Quijote y Sancho del barcelonés Julio González, emblema de un encuentro que, con la colaboración del Instituto Cervantes que dirige Luis García Montero, amplía la nómina internacional de ciudades cervantinas. «Yo sé quién soy» es el lema de esta Red tejida con las artes del diálogo y el respeto, recalca José Manuel Lucía Megías.
El encuentro se completa con una sesión de trabajo y visitas a la Sala Cervantina de la Biblioteca de Cataluña y la Galera Real de Lepanto.
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