Es una de esas noches en que todo vale. De camino al Movistar Arena me cruzo con gente pertrechada, con bufanda y plumas, y otros en manga corta. Ya se asoma la primavera y las hormonas son muy personales, cada loco con su tema, pero yo tengo ganas de Sol y me visto ligero. Hoy le toca a Carolina Durante, que ha ascendido meteóricamente (como Calleja), y ya conquista grandes plazas. Es su segundo Movistar, que antes era el mítico Wizink, y esta vez está más lleno.Arrancan con ‘Joderse la vida’, un rápido y pachangero rock que da paso a ‘Aaaaaa#$!&’ que es más, mejor, y forma los primeros pogos.Noticia Relacionada estandar Si Carolina Durante y Alcalá Norte: manual de instrucciones para sobrevivir al ‘hype’ Nacho Serrano ABC reúne a dos de los grupos de mayor éxito del circuito indie nacionalSon seis: cantante, batería, bajista, dos guitarras y uno a las teclas. Cada uno viste de una forma, se mueve de otra; no parece haber orden, coreografías, estilismo ni simetría. Me ronda una idea, algo que aún no alcanzo. El muro sonoro de las guitarras, ese aura de niños pijos rebeldes, letras suicidas, viciosas, calientes… Divago. Pero entonces sigue ‘Misil’, canción de sección rítmica que arrolla todo lo que se antepone y suena, aquí tan cerca del escenario, realmente homónima. El publico podría ser el de una discoteca: no hay canas, calvas o hernias. Desde la primera nota, el Movistar Arena es una orgía de cantantes amateurs, sudor y cervezas que vuelan. Es, para simplificar, una fiesta. La primera con momentos «lentos» (aunque luego se lanza), me gusta mucho. ‘El parque de las balas’, me rasca un poco y me recuerda que debo llamar más a mis colegas, les echo de menos. No sé cómo pero es cierto que la vida se escapa: tenía razón mi Madre. Jamás podría hacerse esta crónica sin hablar de Diego Ibañez, cantante y líder de la banda. Se mueve como si tuviese la hernia que le falta al público, está muy lejos de ser Brad Pitt y ha olvidado peinarse.Aún así, o quizá por eso, atrae los ojos de todas las muchachas y los flashes de todos los móviles. Cuando habla entre canciones (poco), parece un tipo tímido, extraño y desubicado. Cuando canta, salvando las distancias y excusándome ante los puretas, recuerda a Mick Jagger: no por brillante, si no por auténtico. Es pura energía, pasión y carisma, con un talento extraño e irrepetible.Noticia Relacionada estandar No «Querer vivir de la música es un suicidio»: ‘No sonamos mal’, anatomía de una generación con la desilusión intacta Nacho Serrano Un libro disecciona la realidad tras los focos en la nueva escena de bandas de guitarras como Carolina Durante, Camellos, Alcalá Norte o GinebrasHacia la mitad suena ‘Cayetano’, canción que les lanzó a la fama, y el viejo Wizink estalla. Durante un instante dejan de existir la muerte, Trump y Zelensky, los impuestos y mi exnovia. Durante apenas un instante, todo está en su sitio. Tras una hora llega la primera balada, ‘Colores’, detalle que agradezco por lo bajini. Al Movistar Arena se le cae una lagrimilla y le crecen los flashes. Al poco, y en un giro dramático de los acontecimientos, Ibañez detiene el concierto para arreglar unos problemas internos de sonido. La banda se retira del escenario, y tras 10 minutos que al fan se le hacen cortos, vuelve con ‘Elige tu propia aventura’, otro tempo lento que suena bien y les consolida. En esta segunda mitad triunfan ‘La noche de los muertos vivientes’, y ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’, con «Barry B», dos temas de estilo, concisos, rudos y rebeldes. No se les puede acusar de ser transgresores musicalmente; todas las canciones son iguales. Dominan la batería y las guitarras, el bajista toca con púa y el teclas colorea esos espacios invisibles detrás de la música. Es en ‘Hamburguesas’, que tiene un sintetizador noventero, cuando esa idea que me lleva rondando toda la noche me explota en la cara. Carolina Durante son 6 «punkies» como hacía décadas que no teníamos en este país. Son The Clash, quizá Hombres G si fumasen más María. Son unos tipos a los que les da todo igual y tocan como si estuviesen en una sala pequeña. «Esto somos, si no te gusta, ahí está la puerta.» Ante eso uno no puede si no aplaudir; en un mundo en el que todo está medido y calculado, ¡que vivan los locos! Cierran el concierto con ‘Las canciones de Juanita’, e Ibañez se da un baño de masas, de nuevo evocando al Jagger más entregado. Justo cuando la masa le devuelve al escenario, el batería redobla y el concierto acaba a las 23:00, ni un segundo más. La pista se ilumina y la gente pide un bis, aunque en vano.El Movistar Arena se vacía y en la huérfana pista queda el aroma de algo grande e intangible. Mis amigos Juan, Irene y los demás, tienen un brillo en los ojos cuando remontan las escaleras de la puerta 10. Yo me quedo pensando, a varios kilómetros de distancia, si no será eso la belleza: algo grande, breve e intangible. ¿Quién sabe? Es una de esas noches en que todo vale. De camino al Movistar Arena me cruzo con gente pertrechada, con bufanda y plumas, y otros en manga corta. Ya se asoma la primavera y las hormonas son muy personales, cada loco con su tema, pero yo tengo ganas de Sol y me visto ligero. Hoy le toca a Carolina Durante, que ha ascendido meteóricamente (como Calleja), y ya conquista grandes plazas. Es su segundo Movistar, que antes era el mítico Wizink, y esta vez está más lleno.Arrancan con ‘Joderse la vida’, un rápido y pachangero rock que da paso a ‘Aaaaaa#$!&’ que es más, mejor, y forma los primeros pogos.Noticia Relacionada estandar Si Carolina Durante y Alcalá Norte: manual de instrucciones para sobrevivir al ‘hype’ Nacho Serrano ABC reúne a dos de los grupos de mayor éxito del circuito indie nacionalSon seis: cantante, batería, bajista, dos guitarras y uno a las teclas. Cada uno viste de una forma, se mueve de otra; no parece haber orden, coreografías, estilismo ni simetría. Me ronda una idea, algo que aún no alcanzo. El muro sonoro de las guitarras, ese aura de niños pijos rebeldes, letras suicidas, viciosas, calientes… Divago. Pero entonces sigue ‘Misil’, canción de sección rítmica que arrolla todo lo que se antepone y suena, aquí tan cerca del escenario, realmente homónima. El publico podría ser el de una discoteca: no hay canas, calvas o hernias. Desde la primera nota, el Movistar Arena es una orgía de cantantes amateurs, sudor y cervezas que vuelan. Es, para simplificar, una fiesta. La primera con momentos «lentos» (aunque luego se lanza), me gusta mucho. ‘El parque de las balas’, me rasca un poco y me recuerda que debo llamar más a mis colegas, les echo de menos. No sé cómo pero es cierto que la vida se escapa: tenía razón mi Madre. Jamás podría hacerse esta crónica sin hablar de Diego Ibañez, cantante y líder de la banda. Se mueve como si tuviese la hernia que le falta al público, está muy lejos de ser Brad Pitt y ha olvidado peinarse.Aún así, o quizá por eso, atrae los ojos de todas las muchachas y los flashes de todos los móviles. Cuando habla entre canciones (poco), parece un tipo tímido, extraño y desubicado. Cuando canta, salvando las distancias y excusándome ante los puretas, recuerda a Mick Jagger: no por brillante, si no por auténtico. Es pura energía, pasión y carisma, con un talento extraño e irrepetible.Noticia Relacionada estandar No «Querer vivir de la música es un suicidio»: ‘No sonamos mal’, anatomía de una generación con la desilusión intacta Nacho Serrano Un libro disecciona la realidad tras los focos en la nueva escena de bandas de guitarras como Carolina Durante, Camellos, Alcalá Norte o GinebrasHacia la mitad suena ‘Cayetano’, canción que les lanzó a la fama, y el viejo Wizink estalla. Durante un instante dejan de existir la muerte, Trump y Zelensky, los impuestos y mi exnovia. Durante apenas un instante, todo está en su sitio. Tras una hora llega la primera balada, ‘Colores’, detalle que agradezco por lo bajini. Al Movistar Arena se le cae una lagrimilla y le crecen los flashes. Al poco, y en un giro dramático de los acontecimientos, Ibañez detiene el concierto para arreglar unos problemas internos de sonido. La banda se retira del escenario, y tras 10 minutos que al fan se le hacen cortos, vuelve con ‘Elige tu propia aventura’, otro tempo lento que suena bien y les consolida. En esta segunda mitad triunfan ‘La noche de los muertos vivientes’, y ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’, con «Barry B», dos temas de estilo, concisos, rudos y rebeldes. No se les puede acusar de ser transgresores musicalmente; todas las canciones son iguales. Dominan la batería y las guitarras, el bajista toca con púa y el teclas colorea esos espacios invisibles detrás de la música. Es en ‘Hamburguesas’, que tiene un sintetizador noventero, cuando esa idea que me lleva rondando toda la noche me explota en la cara. Carolina Durante son 6 «punkies» como hacía décadas que no teníamos en este país. Son The Clash, quizá Hombres G si fumasen más María. Son unos tipos a los que les da todo igual y tocan como si estuviesen en una sala pequeña. «Esto somos, si no te gusta, ahí está la puerta.» Ante eso uno no puede si no aplaudir; en un mundo en el que todo está medido y calculado, ¡que vivan los locos! Cierran el concierto con ‘Las canciones de Juanita’, e Ibañez se da un baño de masas, de nuevo evocando al Jagger más entregado. Justo cuando la masa le devuelve al escenario, el batería redobla y el concierto acaba a las 23:00, ni un segundo más. La pista se ilumina y la gente pide un bis, aunque en vano.El Movistar Arena se vacía y en la huérfana pista queda el aroma de algo grande e intangible. Mis amigos Juan, Irene y los demás, tienen un brillo en los ojos cuando remontan las escaleras de la puerta 10. Yo me quedo pensando, a varios kilómetros de distancia, si no será eso la belleza: algo grande, breve e intangible. ¿Quién sabe?
Es una de esas noches en que todo vale. De camino al Movistar Arena me cruzo con gente pertrechada, con bufanda y plumas, y otros en manga corta. Ya se asoma la primavera y las hormonas son muy personales, cada loco con su tema, … pero yo tengo ganas de Sol y me visto ligero.
Hoy le toca a Carolina Durante, que ha ascendido meteóricamente (como Calleja), y ya conquista grandes plazas. Es su segundo Movistar, que antes era el mítico Wizink, y esta vez está más lleno.
Arrancan con ‘Joderse la vida’, un rápido y pachangero rock que da paso a ‘Aaaaaa#$!&’ que es más, mejor, y forma los primeros pogos.
Son seis: cantante, batería, bajista, dos guitarras y uno a las teclas. Cada uno viste de una forma, se mueve de otra; no parece haber orden, coreografías, estilismo ni simetría.
Me ronda una idea, algo que aún no alcanzo. El muro sonoro de las guitarras, ese aura de niños pijos rebeldes, letras suicidas, viciosas, calientes… Divago.
Pero entonces sigue ‘Misil’, canción de sección rítmica que arrolla todo lo que se antepone y suena, aquí tan cerca del escenario, realmente homónima.
El publico podría ser el de una discoteca: no hay canas, calvas o hernias. Desde la primera nota, el Movistar Arena es una orgía de cantantes amateurs, sudor y cervezas que vuelan. Es, para simplificar, una fiesta.
La primera con momentos «lentos» (aunque luego se lanza), me gusta mucho. ‘El parque de las balas’, me rasca un poco y me recuerda que debo llamar más a mis colegas, les echo de menos. No sé cómo pero es cierto que la vida se escapa: tenía razón mi Madre.
Jamás podría hacerse esta crónica sin hablar de Diego Ibañez, cantante y líder de la banda. Se mueve como si tuviese la hernia que le falta al público, está muy lejos de ser Brad Pitt y ha olvidado peinarse.
Aún así, o quizá por eso, atrae los ojos de todas las muchachas y los flashes de todos los móviles. Cuando habla entre canciones (poco), parece un tipo tímido, extraño y desubicado. Cuando canta, salvando las distancias y excusándome ante los puretas, recuerda a Mick Jagger: no por brillante, si no por auténtico. Es pura energía, pasión y carisma, con un talento extraño e irrepetible.
Hacia la mitad suena ‘Cayetano’, canción que les lanzó a la fama, y el viejo Wizink estalla. Durante un instante dejan de existir la muerte, Trump y Zelensky, los impuestos y mi exnovia. Durante apenas un instante, todo está en su sitio.
Tras una hora llega la primera balada, ‘Colores’, detalle que agradezco por lo bajini. Al Movistar Arena se le cae una lagrimilla y le crecen los flashes.
Al poco, y en un giro dramático de los acontecimientos, Ibañez detiene el concierto para arreglar unos problemas internos de sonido. La banda se retira del escenario, y tras 10 minutos que al fan se le hacen cortos, vuelve con ‘Elige tu propia aventura’, otro tempo lento que suena bien y les consolida.
En esta segunda mitad triunfan ‘La noche de los muertos vivientes’, y ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’, con «Barry B», dos temas de estilo, concisos, rudos y rebeldes.
No se les puede acusar de ser transgresores musicalmente; todas las canciones son iguales. Dominan la batería y las guitarras, el bajista toca con púa y el teclas colorea esos espacios invisibles detrás de la música. Es en ‘Hamburguesas’, que tiene un sintetizador noventero, cuando esa idea que me lleva rondando toda la noche me explota en la cara.
Carolina Durante son 6 «punkies» como hacía décadas que no teníamos en este país. Son The Clash, quizá Hombres G si fumasen más María. Son unos tipos a los que les da todo igual y tocan como si estuviesen en una sala pequeña. «Esto somos, si no te gusta, ahí está la puerta.» Ante eso uno no puede si no aplaudir; en un mundo en el que todo está medido y calculado, ¡que vivan los locos!
Cierran el concierto con ‘Las canciones de Juanita’, e Ibañez se da un baño de masas, de nuevo evocando al Jagger más entregado. Justo cuando la masa le devuelve al escenario, el batería redobla y el concierto acaba a las 23:00, ni un segundo más. La pista se ilumina y la gente pide un bis, aunque en vano.
El Movistar Arena se vacía y en la huérfana pista queda el aroma de algo grande e intangible.
Mis amigos Juan, Irene y los demás, tienen un brillo en los ojos cuando remontan las escaleras de la puerta 10. Yo me quedo pensando, a varios kilómetros de distancia, si no será eso la belleza: algo grande, breve e intangible.
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