Gabriel García Márquez tardó dieciocho meses en escribir ‘Cien años de soledad’, pero la tarea de adaptar la novela de su vida no es solitaria sino compartida. Para trasladar el Macondo del papel a las imágenes de la serie que Netflix estrena el 11 de diciembre hizo falta, lo primero, mucha gente. Después la inversión, proporcional a la faena hercúlea, y mucho sudor, porque ese lugar ya no forma parte del imaginario del escritor y los lectores sino que cobra vida y trasciende el plano de los sueños. Pero lo que más necesitó el proyecto fue la valentía de atreverse, porque sobre el emblema literario del realismo mágico ha pesado siempre la fama de inadaptable, más aún cuando el escritor colombiano rechazó siempre, en vida, vender sus derechos. «Hay una sensación de sacralidad frente a la obra de García Márquez y meter la mano, cuánto hacerlo con una cosa que aparentemente no solo es inadaptable sino intocable. Lo que teníamos que hacer era un proceso muy obediente y muy juicioso de comprender qué es lo que está diciendo la novela, cuáles son los temas importantes, cuáles son los personajes más importantes, cuáles son sus historias; desglosar de una forma muy minuciosa qué es ‘Cien años de soledad’ y, partiendo de su conocimiento profundo, echarnos con mucha valentía a traducirlo a un lenguaje cinematográfico. No existe nada que no sea adaptable», reconoce a ABC una de las guionistas, Camila Brugés. Lo dice, claro, con la tranquilidad de contar con la aprobación del hijo de Gabo, Rodrigo García , que figura como productor ejecutivo de la serie y estableció, antes de firmar el ambicioso proyecto, ciertas condiciones innegociables para trasladar, y no pervertir, el legado y el deseo de su padre. «Estuvo muy involucrado al principio en las negociaciones con Netflix, dejó lineamientos muy específicos de cómo quería que se abordara: mantenerse muy fieles a la historia, que se rodara en Colombia y con talento colombiano y que se hiciera en español», explica. El «gran presupuesto» y los detalles hicieron el resto. Para lograr la mayor verosimilitud en la manufactura del vestuario de los actores, el equipo de la serie investigó e incluso cosió de la misma manera que lo hacían en 1890. Emularon, además, los métodos de construcción de cada una de las etapas de ese Macondo, que vemos nacer de la imaginación del José Arcadio primigenio a cambiar a medida que Melquiades y los gitanos, las guerras, las enfermedades y la modernidad lo modulan convirtiéndolo en un lugar diferente en cada vistazo y época. «Es una locura», manifiesta Brugés. El Macondo que se ve en la serie ‘Cien años de soledad’ es un pueblo construido a su vez de la nada, después de que el departamento de producción viajara por toda Colombia rastreando las referencias geográficas que Gabo dejó escritas, como si fuera un mapa del tesoro, en sus 417 páginas. «Para nosotros, para los colombianos, era muy claro que Macondo debía estar cerca a la Sierra Nevada de Santa Marta, también porque era la zona donde nació Gabo, donde existe una ciénaga grande que corresponde a esa ciénaga, a ese pantano, en donde se quedan un tiempo sin poder llegar al mar. Es una zona particular de Colombia con poca infraestructura, entonces la producción tenía que buscar un lugar que en términos de fauna, flora, geografía y demás referencias visuales correspondiera, pero que tuviera una ciudad en la que alojar a un equipo de trabajo gigantesco», cuenta Camila Brugés. Una utopía que dejó de serlo al encontrar Ibagué.Noticia Relacionada estandar No El hijo de García Márquez: «La idea de plasmar ‘Cien años de soledad’ en una serie de Netflix no es tan descabellada» Bruno Pardo Porto Gonzalo García Barcha explica a ABC la decisión de vender los derechos de adaptación de la gran novela de Gabo a la plataforma, que estrenará la primera temporada a finales de 2024El rigor ha sido tal que el fantasma de Gabo planea en cada plano de la serie de Netflix casi tanto como el de Prudencio Aguilar acosa a José Arcadio y Úrsula. De forma intensa y hasta pegajosa. Uno incluso puede resbalarse con la cascada de estilo que, como la sangre del perdedor de la batalla de gallos, chorrea en la ficción dirigida por el cineasta argentino Alex García López y que, más allá del poder de las imágenes, es puramente literaria. Los temidos cambiosAcataron las líneas rojas, pero eso no evitó que se tomaran ciertas licencias para poder trasladar, aunque con otras palabras, la dimensión de una novela universal y, a su vez, una obra cumbre de la literatura latinoamericana. No están, por ejemplo, los saltos temporales que tan bien aterrizó García Márquez, capaz de pilotar el Delorean de las palabras mejor que el Halcón Milenario la velocidad de la luz. «La primera decisión que tomamos fue trasladar la historia de manera cronológica para que se entendiera mucho mejor. También, pronto, elegimos tener un narrador, para que pudiera traducir poéticamente, llevar esa poesía del narrador original a la pantalla», asegura otra de las guionistas de la serie, Natalia Santa. Imágenes de la serie de Netflix de ‘Cien años de soledad’ Netflix«Siempre intentamos ceñirnos al material original, porque es una adaptación muy fiel de la novela, pero obviamente hay momentos en donde no es posible seguir la novela, primero porque no cuenta exactamente todo y le basta una línea para mostrar una relación de años, como la de los hermanos José Arcadio y Aureliano. Nosotros tenemos que entrar ahí a crear cosas que la novela no desarrolla o no hace descripciones tan precisas, intentando ser fieles siempre al espíritu de los personajes, al espíritu de la historia, pero creando situaciones que no están del todo escritas en la obra», sostiene la también cineasta colombiana. Y, luego, en sus manos estuvo también el poder de elegir ciertas líneas, ciertos personajes, ciertas relaciones y conflictos. Rellenar huecos, ampliar lagunas, tender, en fin, puentes entre las palabras que nunca se dijeron y las imágenes que finalmente ocuparán las pantallas. La esencia de ‘Cien años de soledad’ sigue inalterable . En el miedo y dolor de unos personajes que aman siempre a medias por temor a alumbrar un hijo con rabo de cerdo; que no viven del todo el presente porque ven, imaginan o anticipan lo que ha de venir en el futuro; rodeados de amigos, vecinos, seguidores o herederos, pero profundamente aislados. Al menos hasta que Úrsula expira su último aliento, la maldición se cumple y las hormigas terminan devorando la cola porcina. Solo así muere el castigo y desaparece esa tragedia tan fértil para el humor negro de Gabo. Para eso han de pasar cien años de soledad o, en su defecto, 57 para que Netflix encuentre oro donde tantos otros encallaron, adapte con éxito la novela inadaptable y hasta se atreva, sacrificando el final –«… porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra»–, a regalar una nueva ocasión de volver a Macondo. «Gabriel García Márquez decía que su historia no cabía en una película y es cierto. No hay poder humano que haga caber ‘Cien años de soledad’ en dos o tres horas, si quieres hacer la película más larga de la historia. Pero Gabo no tenía las condiciones que tenemos ahora para tomar la decisión», sentencia Brugés. Y, de algún modo, le devuelve a los malditos Buendía algo de justicia poética. Gabriel García Márquez tardó dieciocho meses en escribir ‘Cien años de soledad’, pero la tarea de adaptar la novela de su vida no es solitaria sino compartida. Para trasladar el Macondo del papel a las imágenes de la serie que Netflix estrena el 11 de diciembre hizo falta, lo primero, mucha gente. Después la inversión, proporcional a la faena hercúlea, y mucho sudor, porque ese lugar ya no forma parte del imaginario del escritor y los lectores sino que cobra vida y trasciende el plano de los sueños. Pero lo que más necesitó el proyecto fue la valentía de atreverse, porque sobre el emblema literario del realismo mágico ha pesado siempre la fama de inadaptable, más aún cuando el escritor colombiano rechazó siempre, en vida, vender sus derechos. «Hay una sensación de sacralidad frente a la obra de García Márquez y meter la mano, cuánto hacerlo con una cosa que aparentemente no solo es inadaptable sino intocable. Lo que teníamos que hacer era un proceso muy obediente y muy juicioso de comprender qué es lo que está diciendo la novela, cuáles son los temas importantes, cuáles son los personajes más importantes, cuáles son sus historias; desglosar de una forma muy minuciosa qué es ‘Cien años de soledad’ y, partiendo de su conocimiento profundo, echarnos con mucha valentía a traducirlo a un lenguaje cinematográfico. No existe nada que no sea adaptable», reconoce a ABC una de las guionistas, Camila Brugés. Lo dice, claro, con la tranquilidad de contar con la aprobación del hijo de Gabo, Rodrigo García , que figura como productor ejecutivo de la serie y estableció, antes de firmar el ambicioso proyecto, ciertas condiciones innegociables para trasladar, y no pervertir, el legado y el deseo de su padre. «Estuvo muy involucrado al principio en las negociaciones con Netflix, dejó lineamientos muy específicos de cómo quería que se abordara: mantenerse muy fieles a la historia, que se rodara en Colombia y con talento colombiano y que se hiciera en español», explica. El «gran presupuesto» y los detalles hicieron el resto. Para lograr la mayor verosimilitud en la manufactura del vestuario de los actores, el equipo de la serie investigó e incluso cosió de la misma manera que lo hacían en 1890. Emularon, además, los métodos de construcción de cada una de las etapas de ese Macondo, que vemos nacer de la imaginación del José Arcadio primigenio a cambiar a medida que Melquiades y los gitanos, las guerras, las enfermedades y la modernidad lo modulan convirtiéndolo en un lugar diferente en cada vistazo y época. «Es una locura», manifiesta Brugés. El Macondo que se ve en la serie ‘Cien años de soledad’ es un pueblo construido a su vez de la nada, después de que el departamento de producción viajara por toda Colombia rastreando las referencias geográficas que Gabo dejó escritas, como si fuera un mapa del tesoro, en sus 417 páginas. «Para nosotros, para los colombianos, era muy claro que Macondo debía estar cerca a la Sierra Nevada de Santa Marta, también porque era la zona donde nació Gabo, donde existe una ciénaga grande que corresponde a esa ciénaga, a ese pantano, en donde se quedan un tiempo sin poder llegar al mar. Es una zona particular de Colombia con poca infraestructura, entonces la producción tenía que buscar un lugar que en términos de fauna, flora, geografía y demás referencias visuales correspondiera, pero que tuviera una ciudad en la que alojar a un equipo de trabajo gigantesco», cuenta Camila Brugés. Una utopía que dejó de serlo al encontrar Ibagué.Noticia Relacionada estandar No El hijo de García Márquez: «La idea de plasmar ‘Cien años de soledad’ en una serie de Netflix no es tan descabellada» Bruno Pardo Porto Gonzalo García Barcha explica a ABC la decisión de vender los derechos de adaptación de la gran novela de Gabo a la plataforma, que estrenará la primera temporada a finales de 2024El rigor ha sido tal que el fantasma de Gabo planea en cada plano de la serie de Netflix casi tanto como el de Prudencio Aguilar acosa a José Arcadio y Úrsula. De forma intensa y hasta pegajosa. Uno incluso puede resbalarse con la cascada de estilo que, como la sangre del perdedor de la batalla de gallos, chorrea en la ficción dirigida por el cineasta argentino Alex García López y que, más allá del poder de las imágenes, es puramente literaria. Los temidos cambiosAcataron las líneas rojas, pero eso no evitó que se tomaran ciertas licencias para poder trasladar, aunque con otras palabras, la dimensión de una novela universal y, a su vez, una obra cumbre de la literatura latinoamericana. No están, por ejemplo, los saltos temporales que tan bien aterrizó García Márquez, capaz de pilotar el Delorean de las palabras mejor que el Halcón Milenario la velocidad de la luz. «La primera decisión que tomamos fue trasladar la historia de manera cronológica para que se entendiera mucho mejor. También, pronto, elegimos tener un narrador, para que pudiera traducir poéticamente, llevar esa poesía del narrador original a la pantalla», asegura otra de las guionistas de la serie, Natalia Santa. Imágenes de la serie de Netflix de ‘Cien años de soledad’ Netflix«Siempre intentamos ceñirnos al material original, porque es una adaptación muy fiel de la novela, pero obviamente hay momentos en donde no es posible seguir la novela, primero porque no cuenta exactamente todo y le basta una línea para mostrar una relación de años, como la de los hermanos José Arcadio y Aureliano. Nosotros tenemos que entrar ahí a crear cosas que la novela no desarrolla o no hace descripciones tan precisas, intentando ser fieles siempre al espíritu de los personajes, al espíritu de la historia, pero creando situaciones que no están del todo escritas en la obra», sostiene la también cineasta colombiana. Y, luego, en sus manos estuvo también el poder de elegir ciertas líneas, ciertos personajes, ciertas relaciones y conflictos. Rellenar huecos, ampliar lagunas, tender, en fin, puentes entre las palabras que nunca se dijeron y las imágenes que finalmente ocuparán las pantallas. La esencia de ‘Cien años de soledad’ sigue inalterable . En el miedo y dolor de unos personajes que aman siempre a medias por temor a alumbrar un hijo con rabo de cerdo; que no viven del todo el presente porque ven, imaginan o anticipan lo que ha de venir en el futuro; rodeados de amigos, vecinos, seguidores o herederos, pero profundamente aislados. Al menos hasta que Úrsula expira su último aliento, la maldición se cumple y las hormigas terminan devorando la cola porcina. Solo así muere el castigo y desaparece esa tragedia tan fértil para el humor negro de Gabo. Para eso han de pasar cien años de soledad o, en su defecto, 57 para que Netflix encuentre oro donde tantos otros encallaron, adapte con éxito la novela inadaptable y hasta se atreva, sacrificando el final –«… porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra»–, a regalar una nueva ocasión de volver a Macondo. «Gabriel García Márquez decía que su historia no cabía en una película y es cierto. No hay poder humano que haga caber ‘Cien años de soledad’ en dos o tres horas, si quieres hacer la película más larga de la historia. Pero Gabo no tenía las condiciones que tenemos ahora para tomar la decisión», sentencia Brugés. Y, de algún modo, le devuelve a los malditos Buendía algo de justicia poética.
Gabriel García Márquez se negó en vida a vender los derechos de la obra cumbre de su carrera, pero Netflix y su hijo han conseguido reconstruir, a través de las pistas de la novela, el espíritu de Macondo y los Buendía en una serie
Gabriel García Márquez tardó dieciocho meses en escribir ‘Cien años de soledad’, pero la tarea de adaptar la novela de su vida no es solitaria sino compartida. Para trasladar el Macondo del papel a las imágenes de la serie que Netflix estrena el 11 de diciembre…
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