La figura de Cleopatra ha visitado a menudo los escenarios, desde Shakespeare a Haendel, pero la reina egipcia -«¡Qué nariz!», se admiraba Astérix en una de sus historietas!- tiene en nuestros días el rostro, bellísimo, de Liz Taylor , protagonista de una icónica película que dirigió Joseph L. Mankiewicz hace algo más de sesenta años. La figura de una mujer poderosa en un mundo masculino, extraordinariamente culta e inteligente, y convertida con el paso de los siglos en una verdadera leyenda, es un atractivo irresistible para los creadores.Lo saben bien en Mérida, en cuyo teatro romano ha estado dos veces solo en los últimos diez años: en 2015, de la mano de Emilio Hernández, con una obra, ‘César y Cleopatra’, en la que desdoblaba a los dos protagonistas en dos parejas, una joven y otra madura; y en 2021 de la mano de William Shakespeare : su obra ‘ Antonio y Cleopatra ‘ se presentó dirigida por José Carlos Plaza y con Ana Belén y Lluís Homar como protagonistas.En estos tiempos en los que todo se convierte en teatro musical (no siempre para bien), también lo ha hecho la figura de Cleopatra, en la que este género apenas se había fijado hasta ahora. El autor Florián Recio (Almendralejo, 1962) lleva a la reina egipcia hasta el momento en que Marco Antonio, cinco años después de haber abandonado Egipto, regresa para pedir la ayuda de Cleopatra en su enfrentamiento con Octavio. Recio trenza un relato que mezcla conspiraciones, aspiraciones y la historia de amor. El título es significativo: ‘Cleopatra enamorada’, pero no se nos presenta a una mujer únicamente dominada por el amor, sino a una reina que piensa en el futuro de su reino y también en el futuro de sus hijos -la obra trae a escena a Cesario, hijo de Julio César, y a Selene, hija de Marco Antonio-; Recio desvela sin embargo la fragilidad de Cleopatra más que su soberanía, su dulzura más que su majestuosidad, sus inseguridades más que su majestad. A su lado, dibuja a un Marco Antonio despreocupado, ligero y mundano, más preocupado por lograr el placer que por sus obligaciones militares. Completan el friso de personajes los dos hijos de Cleopatra; su esclava Marfisa, al tiempo traidora y traicionada; Berenice, la sacerdotisa; y Demetrio, el militar desleal que provoca con sus acciones el trágico final (se echa de menos el áspid con cuyo veneno, cuenta la leyenda, se quitó la vida Cleopatra). La obra, que se escapa por vericuetos explicativos que le restan ritmo, está planteada con agilidad, aunque no da la sensación de que la música esté ensamblada en el relato, sino añadida. Shuarma , líder de Los Elefantes, ha escrito las canciones que defiende un exiguo grupo de músicos (teclado, guitarra, bajo y batería); la música es simple, con escaso protagonismo en el espectáculo -no hay, salvo en una ocasión, ‘grandes números musicales’, y en ella se reconocen armonías y estructuras que Shuarma empleaba ya en su anterior aventura escénica (‘ Antoine ‘, sobre la vida de Saint-Exupery). Ignasi Vidal, con muy poco tiempo de preparación, ha dibujado un espectáculo ágil y bien hilado -que el público, que abarrotaba las gradas, aplaudió con ganas al concluir-, y para ello ha contado con un excelente elenco en el que destacan Natalia Millán , que le presta su naturalidad y su frescura habitual a una Cleopatra prismática y llena de humanidad; Paco Morales , sibilino conspirador, y la pareja de jóvenes príncipes, Iván Clemente y Habana Rubio . La figura de Cleopatra ha visitado a menudo los escenarios, desde Shakespeare a Haendel, pero la reina egipcia -«¡Qué nariz!», se admiraba Astérix en una de sus historietas!- tiene en nuestros días el rostro, bellísimo, de Liz Taylor , protagonista de una icónica película que dirigió Joseph L. Mankiewicz hace algo más de sesenta años. La figura de una mujer poderosa en un mundo masculino, extraordinariamente culta e inteligente, y convertida con el paso de los siglos en una verdadera leyenda, es un atractivo irresistible para los creadores.Lo saben bien en Mérida, en cuyo teatro romano ha estado dos veces solo en los últimos diez años: en 2015, de la mano de Emilio Hernández, con una obra, ‘César y Cleopatra’, en la que desdoblaba a los dos protagonistas en dos parejas, una joven y otra madura; y en 2021 de la mano de William Shakespeare : su obra ‘ Antonio y Cleopatra ‘ se presentó dirigida por José Carlos Plaza y con Ana Belén y Lluís Homar como protagonistas.En estos tiempos en los que todo se convierte en teatro musical (no siempre para bien), también lo ha hecho la figura de Cleopatra, en la que este género apenas se había fijado hasta ahora. El autor Florián Recio (Almendralejo, 1962) lleva a la reina egipcia hasta el momento en que Marco Antonio, cinco años después de haber abandonado Egipto, regresa para pedir la ayuda de Cleopatra en su enfrentamiento con Octavio. Recio trenza un relato que mezcla conspiraciones, aspiraciones y la historia de amor. El título es significativo: ‘Cleopatra enamorada’, pero no se nos presenta a una mujer únicamente dominada por el amor, sino a una reina que piensa en el futuro de su reino y también en el futuro de sus hijos -la obra trae a escena a Cesario, hijo de Julio César, y a Selene, hija de Marco Antonio-; Recio desvela sin embargo la fragilidad de Cleopatra más que su soberanía, su dulzura más que su majestuosidad, sus inseguridades más que su majestad. A su lado, dibuja a un Marco Antonio despreocupado, ligero y mundano, más preocupado por lograr el placer que por sus obligaciones militares. Completan el friso de personajes los dos hijos de Cleopatra; su esclava Marfisa, al tiempo traidora y traicionada; Berenice, la sacerdotisa; y Demetrio, el militar desleal que provoca con sus acciones el trágico final (se echa de menos el áspid con cuyo veneno, cuenta la leyenda, se quitó la vida Cleopatra). La obra, que se escapa por vericuetos explicativos que le restan ritmo, está planteada con agilidad, aunque no da la sensación de que la música esté ensamblada en el relato, sino añadida. Shuarma , líder de Los Elefantes, ha escrito las canciones que defiende un exiguo grupo de músicos (teclado, guitarra, bajo y batería); la música es simple, con escaso protagonismo en el espectáculo -no hay, salvo en una ocasión, ‘grandes números musicales’, y en ella se reconocen armonías y estructuras que Shuarma empleaba ya en su anterior aventura escénica (‘ Antoine ‘, sobre la vida de Saint-Exupery). Ignasi Vidal, con muy poco tiempo de preparación, ha dibujado un espectáculo ágil y bien hilado -que el público, que abarrotaba las gradas, aplaudió con ganas al concluir-, y para ello ha contado con un excelente elenco en el que destacan Natalia Millán , que le presta su naturalidad y su frescura habitual a una Cleopatra prismática y llena de humanidad; Paco Morales , sibilino conspirador, y la pareja de jóvenes príncipes, Iván Clemente y Habana Rubio .
La figura de Cleopatra ha visitado a menudo los escenarios, desde Shakespeare a Haendel, pero la reina egipcia -«¡Qué nariz!», se admiraba Astérix en una de sus historietas!- tiene en nuestros días el rostro, bellísimo, de Liz Taylor, protagonista de una icónica película … que dirigió Joseph L. Mankiewicz hace algo más de sesenta años. La figura de una mujer poderosa en un mundo masculino, extraordinariamente culta e inteligente, y convertida con el paso de los siglos en una verdadera leyenda, es un atractivo irresistible para los creadores.
Lo saben bien en Mérida, en cuyo teatro romano ha estado dos veces solo en los últimos diez años: en 2015, de la mano de Emilio Hernández, con una obra, ‘César y Cleopatra’, en la que desdoblaba a los dos protagonistas en dos parejas, una joven y otra madura; y en 2021 de la mano de William Shakespeare: su obra ‘Antonio y Cleopatra‘ se presentó dirigida por José Carlos Plaza y con Ana Belén y Lluís Homar como protagonistas.
En estos tiempos en los que todo se convierte en teatro musical (no siempre para bien), también lo ha hecho la figura de Cleopatra, en la que este género apenas se había fijado hasta ahora. El autor Florián Recio (Almendralejo, 1962) lleva a la reina egipcia hasta el momento en que Marco Antonio, cinco años después de haber abandonado Egipto, regresa para pedir la ayuda de Cleopatra en su enfrentamiento con Octavio. Recio trenza un relato que mezcla conspiraciones, aspiraciones y la historia de amor.
El título es significativo: ‘Cleopatra enamorada’, pero no se nos presenta a una mujer únicamente dominada por el amor, sino a una reina que piensa en el futuro de su reino y también en el futuro de sus hijos -la obra trae a escena a Cesario, hijo de Julio César, y a Selene, hija de Marco Antonio-; Recio desvela sin embargo la fragilidad de Cleopatra más que su soberanía, su dulzura más que su majestuosidad, sus inseguridades más que su majestad. A su lado, dibuja a un Marco Antonio despreocupado, ligero y mundano, más preocupado por lograr el placer que por sus obligaciones militares. Completan el friso de personajes los dos hijos de Cleopatra; su esclava Marfisa, al tiempo traidora y traicionada; Berenice, la sacerdotisa; y Demetrio, el militar desleal que provoca con sus acciones el trágico final (se echa de menos el áspid con cuyo veneno, cuenta la leyenda, se quitó la vida Cleopatra).
La obra, que se escapa por vericuetos explicativos que le restan ritmo, está planteada con agilidad, aunque no da la sensación de que la música esté ensamblada en el relato, sino añadida. Shuarma, líder de Los Elefantes, ha escrito las canciones que defiende un exiguo grupo de músicos (teclado, guitarra, bajo y batería); la música es simple, con escaso protagonismo en el espectáculo -no hay, salvo en una ocasión, ‘grandes números musicales’, y en ella se reconocen armonías y estructuras que Shuarma empleaba ya en su anterior aventura escénica (‘Antoine‘, sobre la vida de Saint-Exupery).
Ignasi Vidal, con muy poco tiempo de preparación, ha dibujado un espectáculo ágil y bien hilado -que el público, que abarrotaba las gradas, aplaudió con ganas al concluir-, y para ello ha contado con un excelente elenco en el que destacan Natalia Millán, que le presta su naturalidad y su frescura habitual a una Cleopatra prismática y llena de humanidad; Paco Morales, sibilino conspirador, y la pareja de jóvenes príncipes, Iván Clemente y Habana Rubio.
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