El madrileño Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008) ha sido el presidente del Gobierno más breve desde la vuelta de la democracia a España. Estuvo al frente del Ejecutivo 21 meses (febrero de 1981 a diciembre de 1982), aprisionados entre el periodo del carismático Adolfo Suárez, al que sucedió, y la histórica y larga etapa del socialista Felipe González. En plena conmoción de la sociedad española por la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, a Calvo-Sotelo le tocó hacer frente a una complicadísima situación, en la que había que consolidar el régimen democrático mirando de reojo a los militares, afrontar los asesinatos de ETA; y una crisis económica con una inflación del 15% por los precios del petróleo. “Un diluvio económico”, como lo califican los catedráticos de Historia Contemporánea José-Vidal Pelaz López, de la Universidad de Valladolid, y Pablo Pérez López, de la de Navarra, en su exhaustivo ensayo Consolidar el régimen. El Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo (1981-1982), de la editorial Marcial Pons.
En el libro, los autores dan valor y lustre a un lapso que no debe convertirse “en el eslabón perdido de la Transición”, dicen. Fue el momento del encaje de bolillos de un Estado con 17 autonomías nacientes que, como aún hoy se ve, sigue sin contentar al nacionalismo catalán pese a las cesiones. Con todo, para los historiadores se pusieron “las bases del Estado de las Autonomías”. Asimismo, se recuerda la crisis sanitaria del aceite de la colza, que llegaría a causar 400 muertos y persiguió a un Gobierno que no asumió responsabilidades.
Todo ello con un partido de Gobierno, la Unión de Centro Democrático (UCD), que en seguida entró en descomposición por sus personalismos y luchas internas entre las diferentes familias, desde los azules a los socialdemócratas. “¿Qué podía proponerse a sí mismo y al país un presidente llegado a la Moncloa en esas circunstancias?“, se preguntaba Calvo-Sotelo. Y en una legislatura acortada tras la dimisión de Suárez a finales de enero de 1981. Al haraquiri que se hizo la UCD le ponen los autores varios responsables, como el propio Suárez, que no terminaba de irse del partido ni cejaba en su intento de tutelar la labor de su sucesor.
Este era un tecnócrata, conservador, culto (con una biblioteca con 15.000 volúmenes), políglota (hablaba inglés, francés y alemán), adusto, al que rara vez se le vio sonreír, que fortaleció la democracia, destacan los autores. También encarriló a España en el orden internacional con su ingreso en la OTAN, en junio de 1982, para romper con décadas de aislamiento, y a la espera de las negociaciones para el ingreso en la Comunidad Económica Europea. Igualmente, contribuyó a subordinar de una vez el poder militar al político (ordenó recurrir al Tribunal Supremo las sentencias a los condenados del 23-F por considerarlas benévolas). Y en su etapa se logró el regreso del Guernica a España.
El libro aporta fuentes inéditas, como los papeles del archivo del presidente facilitados por su familia y los borradores de sus informes y discursos, en los que se constata su minuciosidad a la hora de la preparación. Además, han entrevistado a varios de sus colaboradores monclovitas, hay referencias a sus libros de memorias y a lo que se publicaba entonces en la prensa, en especial, en este periódico.
Calvo-Sotelo tenía experiencia en entidades ligadas a bancos y había formado parte de diferentes gabinetes de la Monarquía juancarlista, hasta llegar a vicepresidente segundo de Suárez. En una reunión entre los principales hombres del partido y del Gobierno se votó a Calvo-Sotelo como sucesor de Suárez, pero el elegido renunció a liderar también el partido, “un error grave”, como él mismo reconocería, y que intentó subsanar tomando las riendas cuando el barco se iba a pique.
Para liderar la UCD fue designado Agustín Rodríguez Sahagún, suarista, con el que Calvo-Sotelo sostuvo “unas relaciones difíciles desde el primer momento” por el intento del primero de “tutelar la acción gubernamental, considerado inaceptable desde Moncloa”, destacan los historiadores. En esta situación, las disputas intestinas por la ley del divorcio y la posición poco amistosa de TVE con el Gobierno en varios asuntos acabaron dinamitando el partido. Paralelamente, la distancia entre Calvo-Sotelo y Suaréz fue cada vez más “insalvable”.
El nuevo presidente quiso transmitir el mensaje de que con la despedida de Suárez la Transición había terminado y que, por lo tanto, con él se iniciaba una nueva etapa. Tras una primera votación de investidura en la que no consiguió la mayoría necesaria, la segunda, fijada para el 23 de febrero de 1981, pasó a la historia de España por el sobresalto de la tejerada, que Calvo-Sotelo definió como “tres minutos dramáticos y 17 horas grotescas”. El 25 de febrero se reanudó la normalidad y por fin fue designado presidente con 54 años.
La otra “tenaza antidemocrática” fue el terrorismo, especialmente por ETA, con su importante apoyo social en el País Vasco, la ambigüedad del Partido Nacionalista Vasco y la negativa de la Francia de Miterrand a colaborar con España. En el libro se subraya, al menos, la negociación con la rama ETA político militar, “los posibilistas”, que abandonaron las armas. Pese a todo, ETA asesinó a 63 personas en esos dos años de su presidencia.
Los malos resultados en las elecciones autonómicas en Galicia y Andalucía llevaron a Calvo-Sotelo a dimitir al frente de un partido roto a derecha e izquierda. A continuación, adelantó las elecciones, las que traerían el arrollador triunfo del PSOE y el descalabro de UCD, que pasó de 168 escaños a 12. Las últimas páginas del libro cuentan la larga transmisión de poderes, “caracterizada por la colaboración”. Años después, Calvo-Sotelo reiteraría que la herencia que dejó a González fue mucho mejor que la que había recibido él.
Los catedráticos de Historia Contemporánea José-Vidal Pelaz y Pablo Pérez aportan fuentes inéditas para reconstruir un episodio reciente de la historia de España que merece ser mejor conocido
El madrileño Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008) ha sido el presidente del Gobierno más breve desde la vuelta de la democracia a España. Estuvo al frente del Ejecutivo 21 meses (febrero de 1981 a diciembre de 1982), aprisionados entre el periodo del carismático Adolfo Suárez, al que sucedió, y la histórica y larga etapa del socialista Felipe González. En plena conmoción de la sociedad española por la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, a Calvo-Sotelo le tocó hacer frente a una complicadísima situación, en la que había que consolidar el régimen democrático mirando de reojo a los militares, afrontar los asesinatos de ETA; y una crisis económica con una inflación del 15% por los precios del petróleo. “Un diluvio económico”, como lo califican los catedráticos de Historia Contemporánea José-Vidal Pelaz López, de la Universidad de Valladolid, y Pablo Pérez López, de la de Navarra, en su exhaustivo ensayo Consolidar el régimen. El Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo (1981-1982), de la editorial Marcial Pons.
En el libro, los autores dan valor y lustre a un lapso que no debe convertirse “en el eslabón perdido de la Transición”, dicen. Fue el momento del encaje de bolillos de un Estado con 17 autonomías nacientes que, como aún hoy se ve, sigue sin contentar al nacionalismo catalán pese a las cesiones. Con todo, para los historiadores se pusieron “las bases del Estado de las Autonomías”. Asimismo, se recuerda la crisis sanitaria del aceite de la colza, que llegaría a causar 400 muertos y persiguió a un Gobierno que no asumió responsabilidades.

Todo ello con un partido de Gobierno, la Unión de Centro Democrático (UCD), que en seguida entró en descomposición por sus personalismos y luchas internas entre las diferentes familias, desde los azules a los socialdemócratas. “¿Qué podía proponerse a sí mismo y al país un presidente llegado a la Moncloa en esas circunstancias?“, se preguntaba Calvo-Sotelo. Y en una legislatura acortada tras la dimisión de Suárez a finales de enero de 1981. Al haraquiri que se hizo la UCD le ponen los autores varios responsables, como el propio Suárez, que no terminaba de irse del partido ni cejaba en su intento de tutelar la labor de su sucesor.
Este era un tecnócrata, conservador, culto (con una biblioteca con 15.000 volúmenes), políglota (hablaba inglés, francés y alemán), adusto, al que rara vez se le vio sonreír, que fortaleció la democracia, destacan los autores. También encarriló a España en el orden internacional con su ingreso en la OTAN, en junio de 1982, para romper con décadas de aislamiento, y a la espera de las negociaciones para el ingreso en la Comunidad Económica Europea. Igualmente, contribuyó a subordinar de una vez el poder militar al político (ordenó recurrir al Tribunal Supremo las sentencias a los condenados del 23-F por considerarlas benévolas). Y en su etapa se logró el regreso del Guernica a España.

El libro aporta fuentes inéditas, como los papeles del archivo del presidente facilitados por su familia y los borradores de sus informes y discursos, en los que se constata su minuciosidad a la hora de la preparación. Además, han entrevistado a varios de sus colaboradores monclovitas, hay referencias a sus libros de memorias y a lo que se publicaba entonces en la prensa, en especial, en este periódico.
Calvo-Sotelo tenía experiencia en entidades ligadas a bancos y había formado parte de diferentes gabinetes de la Monarquía juancarlista, hasta llegar a vicepresidente segundo de Suárez. En una reunión entre los principales hombres del partido y del Gobierno se votó a Calvo-Sotelo como sucesor de Suárez, pero el elegido renunció a liderar también el partido, “un error grave”, como él mismo reconocería, y que intentó subsanar tomando las riendas cuando el barco se iba a pique.

Para liderar la UCD fue designado Agustín Rodríguez Sahagún, suarista, con el que Calvo-Sotelo sostuvo “unas relaciones difíciles desde el primer momento” por el intento del primero de “tutelar la acción gubernamental, considerado inaceptable desde Moncloa”, destacan los historiadores. En esta situación, las disputas intestinas por la ley del divorcio y la posición poco amistosa de TVE con el Gobierno en varios asuntos acabaron dinamitando el partido. Paralelamente, la distancia entre Calvo-Sotelo y Suaréz fue cada vez más “insalvable”.
El nuevo presidente quiso transmitir el mensaje de que con la despedida de Suárez la Transición había terminado y que, por lo tanto, con él se iniciaba una nueva etapa. Tras una primera votación de investidura en la que no consiguió la mayoría necesaria, la segunda, fijada para el 23 de febrero de 1981, pasó a la historia de España por el sobresalto de la tejerada, que Calvo-Sotelo definió como “tres minutos dramáticos y 17 horas grotescas”. El 25 de febrero se reanudó la normalidad y por fin fue designado presidente con 54 años.

La otra “tenaza antidemocrática” fue el terrorismo, especialmente por ETA, con su importante apoyo social en el País Vasco, la ambigüedad del Partido Nacionalista Vasco y la negativa de la Francia de Miterrand a colaborar con España. En el libro se subraya, al menos, la negociación con la rama ETA político militar, “los posibilistas”, que abandonaron las armas. Pese a todo, ETA asesinó a 63 personas en esos dos años de su presidencia.
Los malos resultados en las elecciones autonómicas en Galicia y Andalucía llevaron a Calvo-Sotelo a dimitir al frente de un partido roto a derecha e izquierda. A continuación, adelantó las elecciones, las que traerían el arrollador triunfo del PSOE y el descalabro de UCD, que pasó de 168 escaños a 12. Las últimas páginas del libro cuentan la larga transmisión de poderes, “caracterizada por la colaboración”. Años después, Calvo-Sotelo reiteraría que la herencia que dejó a González fue mucho mejor que la que había recibido él.

José-Vidal Pelaz López y Pablo Pérez López
Marcial Pons, 2025
438 páginas. 36 euros
EL PAÍS