Es curioso que alguien tan respetado y popular mundialmente sea el personaje de una película titulada ‘A Complete Unknown’, y aunque su director, James Mangold, lo recoja a su llegada a Nueva York cuando aún no era nadie y resuma el lustro (1961-1966) que le dio lustre, da la impresión de que, en realidad, quiere subrayar el anhelo de Bob Dylan por no dejarse conocer y ser otro en cuanto lo reconocían. Un modo ingenuo de rebeldía en alguien que siempre sudó insumisión. Mangold no cuenta su vida, o al menos no lo hace con celosa precisión, sino que lo cuenta a él por dentro, su atracción gravitatoria que lo hizo estrella, un tipo con encanto, talento, diseño de interiores, que le sacaba letra a la guitarra y música a la máquina de escribir. Ese tiempo joven en Nueva York lo captura Mangold con gran puntuación de atmósfera y clima, su devoción por Woody Guthrie (Scoot McNairy), su imán para Pete Seeger (Edward Norton), su ‘clic’ instantáneo con Joan Baez (Monica Barbaro) y su pie a tierra con el bonito personaje que interpreta Elle Fanning, Sylvie Russo, el único no real de la historia y que ‘sustituye’ a Suze Rotolo, su primera pareja. La película sólo recoge apenas un décimo del Bob Dylan total y ello puede resultarle escaso, o incluso traumático, a tanto ‘dylanólogo’ que habrá por el mundo, pero, desde un punto de vista cinematográfico, acierta en los colores personales y pasionales: lo que no recoge de todo su tiempo, lo recoge de toda su alma. Noticia Relacionada ‘A complete unknown’ estandar Si La gran epopeya de un desconocido Bob Dylan Lucía Cabanelas La película, dirigida por James Mangold y protagonizada por Timothée Chalamet, deconstruye el mito del bardo norteamericano a través de sus iniciosHay un Bob Dylan total en esta película parcial, y a ello también contribuye el ‘espíritu Chalamet’, un actor con tendencia a la tensión baja y que deja en la pantalla muchos reflejos propios reconocibles (sus ‘tics’), pero también esas dos ideas base de la personalidad de Dylan, su laborioso e incansable talento y su inconformismo. Nadie tiene el mismo número de lija en la voz que Dylan, pero Chalamet canta en la película y casi tan desafinado como él. Se aprecia cómo se ha metido dentro, en su guitarra, en su armónica, en su atavío. También cantan lo suyo, y bien, Edward Norton, como Pete Seeger, y Mónica Barbaro, como Joan Baez. Un alarde. Otro punto que resuelve Mangold con mucho sentido cinematográfico es el de las mutaciones de Bob Dylan para no dejarse atrapar, su evolución del ‘folk’, del ‘activismo social’, hacia el ‘rock’ y sus controversias ‘eléctricas’ en el Festival Folk de Newport… Narrado con sencillez todo eso de que los tiempos están cambiando, dejando ver en él tanto la necesidad como la arrogancia de imponerse a sí mismo, al mundo, a la dictadura de sus canciones, que no sean ellas las que lo cantan a él, como si tuviera que renovarlas, removerlas, en cada actuación para no odiarlas. Difícil de conocer, sí. Es curioso que alguien tan respetado y popular mundialmente sea el personaje de una película titulada ‘A Complete Unknown’, y aunque su director, James Mangold, lo recoja a su llegada a Nueva York cuando aún no era nadie y resuma el lustro (1961-1966) que le dio lustre, da la impresión de que, en realidad, quiere subrayar el anhelo de Bob Dylan por no dejarse conocer y ser otro en cuanto lo reconocían. Un modo ingenuo de rebeldía en alguien que siempre sudó insumisión. Mangold no cuenta su vida, o al menos no lo hace con celosa precisión, sino que lo cuenta a él por dentro, su atracción gravitatoria que lo hizo estrella, un tipo con encanto, talento, diseño de interiores, que le sacaba letra a la guitarra y música a la máquina de escribir. Ese tiempo joven en Nueva York lo captura Mangold con gran puntuación de atmósfera y clima, su devoción por Woody Guthrie (Scoot McNairy), su imán para Pete Seeger (Edward Norton), su ‘clic’ instantáneo con Joan Baez (Monica Barbaro) y su pie a tierra con el bonito personaje que interpreta Elle Fanning, Sylvie Russo, el único no real de la historia y que ‘sustituye’ a Suze Rotolo, su primera pareja. La película sólo recoge apenas un décimo del Bob Dylan total y ello puede resultarle escaso, o incluso traumático, a tanto ‘dylanólogo’ que habrá por el mundo, pero, desde un punto de vista cinematográfico, acierta en los colores personales y pasionales: lo que no recoge de todo su tiempo, lo recoge de toda su alma. Noticia Relacionada ‘A complete unknown’ estandar Si La gran epopeya de un desconocido Bob Dylan Lucía Cabanelas La película, dirigida por James Mangold y protagonizada por Timothée Chalamet, deconstruye el mito del bardo norteamericano a través de sus iniciosHay un Bob Dylan total en esta película parcial, y a ello también contribuye el ‘espíritu Chalamet’, un actor con tendencia a la tensión baja y que deja en la pantalla muchos reflejos propios reconocibles (sus ‘tics’), pero también esas dos ideas base de la personalidad de Dylan, su laborioso e incansable talento y su inconformismo. Nadie tiene el mismo número de lija en la voz que Dylan, pero Chalamet canta en la película y casi tan desafinado como él. Se aprecia cómo se ha metido dentro, en su guitarra, en su armónica, en su atavío. También cantan lo suyo, y bien, Edward Norton, como Pete Seeger, y Mónica Barbaro, como Joan Baez. Un alarde. Otro punto que resuelve Mangold con mucho sentido cinematográfico es el de las mutaciones de Bob Dylan para no dejarse atrapar, su evolución del ‘folk’, del ‘activismo social’, hacia el ‘rock’ y sus controversias ‘eléctricas’ en el Festival Folk de Newport… Narrado con sencillez todo eso de que los tiempos están cambiando, dejando ver en él tanto la necesidad como la arrogancia de imponerse a sí mismo, al mundo, a la dictadura de sus canciones, que no sean ellas las que lo cantan a él, como si tuviera que renovarlas, removerlas, en cada actuación para no odiarlas. Difícil de conocer, sí.
Mangold no cuenta su vida sino que lo cuenta a él por dentro, un tipo con encanto, talento, que le sacaba letra a la guitarra y música a la máquina de escribir
Es curioso que alguien tan respetado y popular mundialmente sea el personaje de una película titulada ‘A Complete Unknown’, y aunque su director, James Mangold, lo recoja a su llegada a Nueva York cuando aún no era nadie y resuma el lustro (1961-1966) … que le dio lustre, da la impresión de que, en realidad, quiere subrayar el anhelo de Bob Dylan por no dejarse conocer y ser otro en cuanto lo reconocían. Un modo ingenuo de rebeldía en alguien que siempre sudó insumisión.
Mangold no cuenta su vida, o al menos no lo hace con celosa precisión, sino que lo cuenta a él por dentro, su atracción gravitatoria que lo hizo estrella, un tipo con encanto, talento, diseño de interiores, que le sacaba letra a la guitarra y música a la máquina de escribir. Ese tiempo joven en Nueva York lo captura Mangold con gran puntuación de atmósfera y clima, su devoción por Woody Guthrie (Scoot McNairy), su imán para Pete Seeger (Edward Norton), su ‘clic’ instantáneo con Joan Baez (Monica Barbaro) y su pie a tierra con el bonito personaje que interpreta Elle Fanning, Sylvie Russo, el único no real de la historia y que ‘sustituye’ a Suze Rotolo, su primera pareja. La película sólo recoge apenas un décimo del Bob Dylan total y ello puede resultarle escaso, o incluso traumático, a tanto ‘dylanólogo’ que habrá por el mundo, pero, desde un punto de vista cinematográfico, acierta en los colores personales y pasionales: lo que no recoge de todo su tiempo, lo recoge de toda su alma.
Hay un Bob Dylan total en esta película parcial, y a ello también contribuye el ‘espíritu Chalamet’, un actor con tendencia a la tensión baja y que deja en la pantalla muchos reflejos propios reconocibles (sus ‘tics’), pero también esas dos ideas base de la personalidad de Dylan, su laborioso e incansable talento y su inconformismo. Nadie tiene el mismo número de lija en la voz que Dylan, pero Chalamet canta en la película y casi tan desafinado como él. Se aprecia cómo se ha metido dentro, en su guitarra, en su armónica, en su atavío. También cantan lo suyo, y bien, Edward Norton, como Pete Seeger, y Mónica Barbaro, como Joan Baez. Un alarde.
Otro punto que resuelve Mangold con mucho sentido cinematográfico es el de las mutaciones de Bob Dylan para no dejarse atrapar, su evolución del ‘folk’, del ‘activismo social’, hacia el ‘rock’ y sus controversias ‘eléctricas’ en el Festival Folk de Newport… Narrado con sencillez todo eso de que los tiempos están cambiando, dejando ver en él tanto la necesidad como la arrogancia de imponerse a sí mismo, al mundo, a la dictadura de sus canciones, que no sean ellas las que lo cantan a él, como si tuviera que renovarlas, removerlas, en cada actuación para no odiarlas. Difícil de conocer, sí.
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