Enmarcada en un tipo de teatro poético que no se ve demasiado en los escenarios hoy, por no decir que apenas se ve, se ha estrenado en La Abadía una obra muy interesante firmada por Paula Paz que parte de algunos materiales literarios de la poeta Carmen Conde, a quien da vida Manuela Velasco. Aunque esos materiales tienen distinto origen y naturaleza, constituyen el eje de la función las cartas que en 1935 empezó a escribir, a modo de invocación esotérica, a una Katherine Mansfield que había fallecido diez años atrás y que, interpretada por la bailarina Estela Merlos, aparece sobre el escenario concebida con mucho acierto por la directora en forma de vaporosa ilusión. Las mencionadas cartas se complementan con fragmentos del discurso de ingreso de Conde en la Real Academia y algunos textos y poemas suyos, los cuales dialogan con otros de Mansfield que suenan pregrabados a lo largo del espectáculo en su lengua original -el inglés- con sobretítulos en castellano la mayoría de las veces. Y es este el primer escollo, precisamente, de ‘El sillón K’: la dificultad que tendrá quien no domine el inglés para meter en un mismo plano visual las acciones de Merlos y unos sobretítulos muy creativos -incluso la tipografía ha sido primorosamente elegida- que, no obstante, se expanden más de lo conveniente por toda la escenografía.
]]> Enmarcada en un tipo de teatro poético que no se ve demasiado en los escenarios hoy, se ha estrenado una obra muy interesante firmada por Paula Paz
Dramaturgia y dirección: Paula Paz. Reparto: Manuela Velasco y Estela Merlos. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 2 de enero.
Enmarcada en un tipo de teatro poético que no se ve demasiado en los escenarios hoy, por no decir que apenas se ve, se ha estrenado en La Abadía una obra muy interesante firmada por Paula Paz que parte de algunos materiales literarios de la poeta Carmen Conde, a quien da vida Manuela Velasco. Aunque esos materiales tienen distinto origen y naturaleza, constituyen el eje de la función las cartas que en 1935 empezó a escribir, a modo de invocación esotérica, a una Katherine Mansfield que había fallecido diez años atrás y que, interpretada por la bailarina Estela Merlos, aparece sobre el escenario concebida con mucho acierto por la directora en forma de vaporosa ilusión. Las mencionadas cartas se complementan con fragmentos del discurso de ingreso de Conde en la Real Academia y algunos textos y poemas suyos, los cuales dialogan con otros de Mansfield que suenan pregrabados a lo largo del espectáculo en su lengua original -el inglés- con sobretítulos en castellano la mayoría de las veces. Y es este el primer escollo, precisamente, de ‘El sillón K’: la dificultad que tendrá quien no domine el inglés para meter en un mismo plano visual las acciones de Merlos y unos sobretítulos muy creativos -incluso la tipografía ha sido primorosamente elegida- que, no obstante, se expanden más de lo conveniente por toda la escenografía.
La otra dificultad para el público será seguramente entender el verdadero sentido de algunos textos -los menos, afortunadamente-, dada la heterogeneidad de los mismos. La creación artística es en la dramaturgia el tema fundamental, y este sí está expresado con claridad y belleza, pero hay otros asuntos, como las relaciones homosexuales de Conde o el fallecimiento de su hija al nacer, que llegarán de manera confusa a quien no conozca la biografía de la protagonista. Por otra parte, esos textos seleccionados poseen en su mayoría un carácter eminentemente meditativo y racional, al que Velasco se pliega bien en su interpretación, pero algunos no son demasiado líricos. En realidad, es en la propuesta escénica como tal, en la conjunción simbólica de sus distintos lenguajes -textual, musical, dancístico y visual-, donde hay más; una propuesta que ha sido concebida en todos sus detalles con elegancia, sensibilidad y destreza incuestionables.
· Lo mejor: Todo está cuidado y presentado al detalle, con elegancia y sensibilidad.
· Lo peor: Falta cierto lirismo en algunos textos y eso hace que el conjunto llegue un poco frío.
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