Desde luego, supone toda una declaración de intenciones que sea Carlos Arniches el autor elegido por Juan Carlos Pérez de la Fuente para encarar su primera dirección escénica desde que está al frente de Teatro Fernán Gómez. Inmunizado contra los timoratos prejuicios y las modas banales que tanto daño hacen hoy al teatro, y sin tener en cuenta ideologías ni tendencias estilísticas, el de Talamanca de Jarama sigue empeñado, y son ya muchos años sin dejarse vencer por el desaliento, en dar a los autores que han sido importantes en la historia y en la evolución de nuestra literatura dramática el merecido espacio que podrían hoy seguir ocupando si no fuéramos tan tontos, olvidadizos o desagradecidos.
]]> Juan Carlos Pérez de la Fuente está decidido a demostrar que el autor fue algo más que un escritor de simpáticos sainetes castizos
Autoría: Carlos Arniches (versión de Ignacio Gª May). Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Reparto: Daniel Albaladejo, Críspulo Cabezas, Daniel Diges, Silvia de Pé… Teatro Fernán Gómez, Madrid. Hasta el 20 de abril.
Desde luego, supone toda una declaración de intenciones que sea Carlos Arniches el autor elegido por Juan Carlos Pérez de la Fuente para encarar su primera dirección escénica desde que está al frente de Teatro Fernán Gómez. Inmunizado contra los timoratos prejuicios y las modas banales que tanto daño hacen hoy al teatro, y sin tener en cuenta ideologías ni tendencias estilísticas, el de Talamanca de Jarama sigue empeñado, y son ya muchos años sin dejarse vencer por el desaliento, en dar a los autores que han sido importantes en la historia y en la evolución de nuestra literatura dramática el merecido espacio que podrían hoy seguir ocupando si no fuéramos tan tontos, olvidadizos o desagradecidos.
Decidido a demostrar que Arniches fue algo más que un escritor de simpáticos sainetes castizos, y que su espíritu crítico era en verdad lo que alimentaba cualquiera de sus obras, ha cogido una de las más logradas del autor alicantino, ‘La señorita de Trevélez’, y nos la ha puesto delante de los ojos despojada del viciado costumbrismo en el que la habíamos encasillado para que podamos ver, sin estorbos, la voluntad regeneracionista que late en la trama y el asombroso ingenio de su comicidad grotesca. Por lo acendrados que están la historia y los personajes en él, cualquiera que vea este atinadísimo montaje podrá advertir en la obra un antecedente del esperpento de Valle-Inclán, en lo que concierne al fondo, y del humorismo surrealista de Jardiel en lo que atañe a la forma. Lo primero tiene que ver con hacer que los personajes y sus actos nos parezcan desmesurados y en muchos aspectos detestables, moviéndonos así, tan ridículos y estrafalarios como los vemos, a adecuarlos en la imaginación a principios más éticos, más puramente humanos. Lo segundo se percibe en que los personajes sacrifican su credibilidad, en cuanto tales, en favor de una creatividad lingüística de la que son meros instrumentos, es decir, del puro juego verbal sin tasa; muchos de ellos se expresan de pronto, como llevados por un torrente, de una manera que no corresponde en absoluto con sus rasgos sociales, culturales o psicológicos. Por encima de su idiosincrasia, prima para Arniches la belleza o la gracia literaria que pueden ser capaces de generar expresándose en una determinada situación.
La obra, como todo el mundo sabrá, es básicamente la historia de la burla y el escarnio a la que es sometida una mujer poco agraciada físicamente en una pequeña localidad de provincias por parte de un grupo de idiotas a los que la supuesta broma se les termina yendo de las manos. La versión que firma Ignacio García May rezuma ya inteligencia y talento de principio a fin. Por un lado, ha favorecido la continuidad y el ritmo eliminando algunas réplicas repetitivas, fundiendo personajes -atrevida y muy eficaz solución la de dejar en uno solo a Tito Guiloya y a Picavea- y limando referencias que hoy serían de difícil comprensión para el público. Por otro lado, ha añadido una especie de prólogo con una escena del Tenorio insertada en la trama -no sé si esto habrá sido o no idea del director- que permite relacionar el mito del burlador con la conducta de los personajes de Arniches y que puede hacernos pensar en cómo ese machito que se excita por ser dueño de los designios ajenos, más si estos son de una mujer, ha seguido presente hasta nuestros días en la sociedad. Además, todas las características formales y conceptuales de Arniches que he mencionado no están sino potenciadas: es genial la disparatada alusión a unos versos de Argensola que se ha sacado García May de la manga, y que parece cosa del propio Arniches, como lo es hacer que la crítica a la inmoralidad de la burguesía ociosa e inculta se haga extensiva también a esos otros que, siendo cultos, callan y consienten por cobardía.
Con todo esto, tal y como decía al principio, Pérez de la Fuente ha construido un sólido espectáculo, muy cohesionado en todos sus aspectos artísticos (muy buen trabajo en el vestuario y la iluminación) y nada fácil de ejecutar si tenemos en cuenta que el director se aparta del realismo y opta por dar un carácter muy simbólico no solo a los elementos que utiliza, sino también a las escenas en su propia concepción. Todo está planteado en una suerte de expresionismo -tan eficaz como novedoso en un texto de estas características- que obliga a algunos actores, por cierto, a moverse y a decir el texto como si formaran un extemporáneo y potente coro griego. Por suerte ha contado con un fabuloso elenco en el que llamaba a priori la atención su heterogeneidad. Están todos soberbios, y muy bien acomodados a la naturaleza de la propuesta, aunque destacan, por tener más peso en la acción y más texto, Daniel Albaladejo, José Ramón Iglesias, Críspulo Cabezas, Silvia de Pé y Rodrigo Sáenz de Heredia. Incluso Daniel Diges, al que sorprende mucho ver haciendo teatro de texto, se maneja con admirable soltura en el terreno cómico, si bien hubiera sido conveniente que diera a su personaje un poquito más de dureza en las escenas iniciales.
· Lo mejor: La osadía y capacidad del director para mostrar la verdadera esencia de Arniches fuera del código en el que siempre lo habíamos visto.
· Lo peor: Fuera del realismo resulta muy difícil representar con eficacia las escenas de los balcones del primer acto.
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