Joan Arqué ha asumido la complicadísima tarea de llevar a escena algo tan poco teatral, a priori, como ‘Tirant lo Blanc’, la obra cumbre de la literatura en valenciano adaptada ahora al catalán moderno por Màrius Serra.
]]> Joan Arqué ha asumido la complicadísima tarea de llevar a escena algo tan poco teatral, a priori, como la obra cumbre de la literatura en valenciano
Autoría: Joanot Martorell (versión de Màrius Serra). Dirección: Joan Arqué. Reparto: Rubén de Eguía / Quim Ávila, Moha Amazian, Júlia Genís, Mamadou Diallo, Agnès Jabbour, Clara Mingueza, Judit Neddermann, Ireneu Tranis. Teatro de la Comedia, Madrid. Hasta el 26 de enero.
Joan Arqué ha asumido la complicadísima tarea de llevar a escena algo tan poco teatral, a priori, como ‘Tirant lo Blanc’, la obra cumbre de la literatura en valenciano adaptada ahora al catalán moderno por Màrius Serra.
Como todo el mundo sabrá, se trata de una de las novelas de caballerías más importantes que se hayan escrito en España, firmada por el escritor y noble valenciano Joanot Martorell e indultada en la famosa quema de libros que hacen el cura y el barbero del ‘Quijote’.
Aunque existe desde tiempos inmemoriales una controversia sin resolver en torno a si el autor quiso hacer o no en su obra una parodia del género en el que se encuadra –tal y como haría después Cervantes con el mencionado ‘Quijote’ de manera más descarada–, la novela, sea por el motivo que fuera, presenta algunos elementos muy originales que la hacen despuntar entre casi todas las de su tiempo. Y uno de esos elementos es el humor, que en esta versión para la escena ha quedado, si no desbaratado, sí al menos un tanto escondido.
Si digo que la tarea de llevar el libro a los escenarios es complicada, es porque tiene, como todos los de caballerías, una estructura un tanto caótica y una acción muy precipitada que lleva a los innúmeros personajes a dar continuos saltos abandonando tramas para iniciar otras sin mucho rigor ni concierto. Afortunadamente, la versión de Serra reduce drásticamente esas tramas y centra de manera eficaz y plausible la acción principal; pero, de cara a la representación teatral, hubiera sido conveniente meter más tijera todavía, en beneficio del ritmo y del sentido de la continuidad dramática a los que está acostumbrado el espectador de hoy. Dicho de un modo más llano: casi todo ocurre fuera de plano; sobre el escenario, no pasan suficientes cosas para llenar las dos horas que dura la función. Bien es verdad que en esta propuesta la pura expresión poética es tan importante como la acción, y en este sentido Arqué, apoyado en un correcto elenco, logra crear momentos muy bonitos, dando el debido peso al texto en algunas situaciones y haciendo un uso muy acertado, y muy intensivo, de la música –extraordinario el trabajo de Judit Neddermann en la composición y la interpretación– y del espacio sonoro en general –diseñado por Roger Giménez–. Por desgracia no acompañan esa poesía ni el vestuario ni la luz ni la escenografía, elementos todos concebidos dentro de una abstracción fría y poco elocuente.
Pero quizá lo más llamativo y arriesgado del proyecto sea la perspectiva crítica que atraviesa toda la obra de Martorell en la versión que se ha hecho del texto, salpicada como está de interesantes reflexiones –al margen de la peripecia dramática– que cuestionan la virtud y los objetivos del héroe. Lástima que algunas veces se pierda el distanciamiento, y con ello la belleza literaria, aludiendo a conceptos tan facilones, efectistas y extemporáneos como el heteropatriarcado o la supremacía blanca.
· Lo mejor: La composición musical y el uso que se hace de ella.
· Lo peor: La función hubiera ganado consistencia metiendo más tijera.
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