La literatura dramática está como está en los tiempos que corren. Ni se defiende en virtud de lo que es en puridad, es decir, un género literario más, ni se cuidada lo más mínimo, desde el punto de vista formal, esa dimensión literaria (como jurado de algún que otro premio más o menos importante puedo asegurar que hay demasiada gente concursando que apenas sabe escribir).
]]> Esbec trata como puede de dar sentido escénico a un texto que recuerda en ocasiones, demasiadas, al igualmente aburrido Harold Pinter
Autoría: Jon Fosse. Dirección: José María Esbec. Reparto: Felipe García Vélez, Zaida Alonso y Alberto Amarilla. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu), Madrid. Hasta el 2 de febrero.
La literatura dramática está como está en los tiempos que corren. Ni se defiende en virtud de lo que es en puridad, es decir, un género literario más, ni se cuidada lo más mínimo, desde el punto de vista formal, esa dimensión literaria (como jurado de algún que otro premio más o menos importante puedo asegurar que hay demasiada gente concursando que apenas sabe escribir).
Como consecuencia de todo ello, ni se traduce, ni se edita, ni se lee mucho teatro contemporáneo fuera de ciertos círculos bastante cerrados en los que el interés previo por tal o cual autor suele obedecer a razones ajenas a su calidad literaria.
Era comprensible y esperado, por tanto, que prácticamente nadie supiera aquí nada de Jon Fosse como dramaturgo cuando la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel en 2023. Incluso su narrativa estaba poco traducida y era bastante desconocida en nuestro país.
Desde luego, la concesión de ese Nobel era motivo más que suficiente para que el Teatro Español, apostando como está en los últimos tiempos por el teatro de texto de los siglos XX y XXI, se lanzase a poner en pie alguna obra suya y, cumpliendo así con su función de servicio cultural público, nos lo diera a conocer como autor. Solo así podemos saber y decidir con criterio si el laureado dramaturgo noruego nos interesa o, como es mi caso, no nos interesa. Al menos de momento, porque ‘Viento fuerte’ es, igual que para tantos otros, mi única toma de contacto hasta la fecha con su obra.
En esta función, estática e impenetrable como ella sola, Fosse nos sitúa frente a un Hombre (Felipe García Vélez) apostado en la ventana de un pulcro piso que nos cuenta lo que tal vez ve a través de ella. O lo que imagina. O lo que recuerda. O lo que teme. Su pensamiento se articula en frases cortas –algunos dirán que son versos–, ambiguas, oscuras, tajantes. “Lo importante –dice al principio, y repite al final, el personaje– es que estoy yo, está la ventana y estoy yo mirando por la ventana”. Y no tenemos mucha más información.
Alejado del realismo y la lógica como está el texto, la ventana podría funcionar, o así cabe intuirlo en el inteligente y onírico planteamiento escénico que hace el director José María Esbec, como una vía de escape del personaje hacia lo que puede ser, probablemente, su propio mundo interior, un yo repleto de miedos e incertidumbres en el que desempeñan un papel importante la Mujer (Zaida Alonso), aparentemente la suya, y el Joven (Alberto Amarilla) con el que tiene una relación y que supone una amenaza para su orden preestablecido.
Esbec trata como puede de dar sentido escénico a ese carácter fragmentario y reiterativo de un texto que recuerda en ocasiones, demasiadas, al igualmente aburrido Harold Pinter; y logra mitigar la inacción que lo atraviesa suscitando el interés del público, dentro de una oportuna atmósfera muy aséptica, como la de un laboratorio, por algunos símbolos como la propia ventana, el viento que entra por ella y los cuerpos de los personajes juntándose y separándose en distintos subespacios. Gracias a él, casi más que a la propia obra, podría uno colegir con cierto fundamento al salir del teatro que quizá todo lo que ha visto representado no sea más que el bucle inexorable de la existencia humana, sometida a una permanente renovación de la que no podremos nunca quedar exentos, por más que nos empeñemos en ello al advertir el ocaso.
· Lo mejor: Que un teatro público como el Español se haya preocupado por poner en pie a un Nobel prácticamente desconocido, aunque no sepamos si este texto es realmente representativo de su obra.
· Lo peor: El miedo que da pensar que todos la obras de Fosse puedan ser tan aburridas y, en la concepción de la relación hombre-mujer, tan antiguas como esta.
Teatro