En dos décadas, Dani Rovira ha pasado de cómico (a secas) a cómico, actor, improvisador, activista, animalista… Todo lo que se le ponga por delante. «Uno se va dejando empapar en la vida», dice quien define su carrera «como la de Juan Palomo». Guisó, se lo comió y matiza «con muchas comillas»: «Como actor soy un mercenario».
]]> Llega a Madrid con ‘Vale la pena’, en el Teatro La Latina, un monólogo en el que hace terapia con el público (y viceversa)
En dos décadas, Dani Rovira ha pasado de cómico (a secas) a cómico, actor, improvisador, activista, animalista… Todo lo que se le ponga por delante. «Uno se va dejando empapar en la vida», dice quien define su carrera «como la de Juan Palomo». Guisó, se lo comió y matiza «con muchas comillas»: «Como actor soy un mercenario».
–¿Y eso?
–Una carrera se diseña más por los noes que por los síes. Ahora soy más exigente con los proyectos que me interesan y tocan ciertos temas.
–Decir «no» es un privilegio en esa profesión. ¿Se ha sentido un intruso?
–Todos los que salimos de la comedia hemos tenido el síndrome del impostor en algún momento. He tenido un sueño recurrente que era volver al colegio a hacer las asignaturas que me tenían frito, y luego, en terapia, he aprendido que tiene que ver con esto. La verdad es que soy un privilegiado, pero como me he dedicado al escenario, he ido poniendo los huevos en diferentes cestas. Me encanta el cine, pero no me va la vida en ello y eso me da la oportunidad de que si se va al traste me puedo subir a dos cajas de Coca Cola y hacer un monólogo en un bar. Al no depender de ello, uno intenta ser más selectivo. Antes lo cogía todo, ahora, con un proyecto al año me vale.
«La izquierda se ha convertido en una especie de corsé de lo absolutamente correcto»Dani Rovira
Lejos quedan los tiempos de ir de pub en pub para un Rovira que llena teatros. El último, el de La Latina (Madrid), donde desembarca ahora con ‘Vale la pena’, un monólogo que surge de un bache de los «gordos»: del combo de una depresión, un linfoma de Hodgkin y de varias pérdidas ha derivado en una función que mezcla la tristeza con la emoción y, por supuesto, la risa.
–¿Qué ‘Vale la pena’?
–A veces, hay que pasar por momentos complicados, duros, tristes, porque lo que viene después merece la pena. Y la pena, como concepto, también merece su atención y que la tengamos presente porque vivimos en sociedades con ciertas emociones que han quedado como tabú. Si estás alegre, a nadie le molesta, pero si tienes miedo, te sientes vulnerable, lloras o estás triste porque tu cabeza no va bien… Eso ya no gusta y ese conjunto de cosas negativas te puede llevar a trastornos mentales que seguimos escondiendo.

–Y más, siendo hombre, que históricamente no ha estado «permitido».
–Claro, aunque no nos flipemos, en el heteropatriarcado la víctima siempre ha sido la mujer. Hay una frase que ha pervivido 500 años y que se ha dado por normal: es la de, cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada y Boabdil tuvo que irse, «llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre». Es horrible por los dos lados. Suena muy épica, pero ¡joder con la madre de Boabdil! También es cierto que es injusto mirar el pasado con los ojos del presente.
–¿Y qué no ‘Vale la pena’?
–Todo lo malo que nos ofrece la vida de manera gratuita. No vale sufrir por sufrir. Si te tienes que enfrentar un acontecimiento «heavy», duro, jodido, que valga la pena. Como me ha pasado a mí en estos 3-4 años. Si no sacas nada en claro… Cuando estás en el pozo y no ves la luz es una mierda. Como dijo Meryl Streep, cojamos esa rabia para hacer arte. Y eso es lo que hago en este «show». Hay un punto de inflexión que es la pandemia, que hizo cimbrear los cimientos de mucha gente.
«Me encanta el cine, pero no me va la vida en ello»Dani Rovira
–»Saldremos mejor», se decía…
–El que era gilipollas salió más gilipollas y la buena gente salió siendo más buena gente. Todo ese odio que se generó a nivel era una emoción fantasma. Lo que la peña está es muy triste. Se confunden sentimientos. Hay una pátina de tristeza que la noto. Como yo lo he pasado, decidí hacer un «show» con ello. Realmente no sé qué objetivo busco. Tal vez, ganarme la vida un par de años más. Si dejamos de ser prosaicos y yendo más allá de lo de siempre: hora y media en la que se te olvidan los problemas…, aquí se ofrece decir «oye, que yo también he pasado por esto y te voy a contar mis herramientas. Quédate con lo que te sirva».
–En el «Club de la Comedia», hace años, aseguraba que usaba al público de terapia.
–Entonces era una gracia y ahora es verdad. Este «show» me provoca mucha catarsis. Me emociono.
–¿Qué ve en el Dani de hace veinte años, ese que, en las actuaciones, se llamaba a sí mismo «gilipollas»?
–No me traiciono a mí mismo. El otro día vi ‘Odio’ [su «show» anterior] y no me gustó. Pero no porque no fuera bueno, sino porque lo escribí hace seis o siete años y estaba en otro viaje diferente. Mi comedia ha evolucionado a otro sitio que no sé si es mejor. También está el paso del tiempo. Si pongo mi primer monólogo en el «prime time» de hoy nos iríamos todos los cómicos a la mierda. Lo bonito es que hay un revisionismo de uno mismo hacia las diferentes sensibilidades; y más que una putada, me parece un reto bonito. Es como las reglas de un partido de fútbol: el fuera de juego hace que el delantero tenga que poner un plus para marcar gol.

–¿Qué máscaras se le han caído por el camino?
–Muchas. Desde pequeños nos las ponemos inconscientemente. No son opuestas a nosotros, pero sí son matices de un personaje que vas diseñando para gustar a tu madre, a tu padre, a tus parejas, a las redes… Cuando creces y haces terapia te das cuenta de los patrones de comportamiento que has generado por todo eso. Ahora, con 44 años, me siento, analizo y me quito máscaras porque no me pertenecen. Es un proceso jodido, pero muy liberador. Uno entra en un proceso así cuando hay una hostia vital. El resultado es más autenticidad, pero no soy mejor ni peor persona. Distingo mi ego o mi miedo. No sé si hubiera llegado a este punto sin todo lo que me pasó. En ese momento me cagué en las muelas de todo el mundo. Fue como cuando una larva se mete en la crisálida y lo ve todo oscuro, pero hay un plan que te dice que ahora eres un capullo y que vas a salir siendo una mariposa. En mi caso, como terapia, me gusta dialogar.
–Justo lo que falta en la calle.
–Total. Diálogo hay, pero de dos personas subidas a un burro y nadie tiene pensado poner un pie en el suelo. Una cosa es una conversación con un amigo para hablar de lo humano y lo divino; y luego están los conflictos, que no son malos, sí lo es la manera torpe que tenemos de resolverlos. Si el objetivo es ver quién lleva razón, ahí no me vas a ver. Si hay que intentar entender por qué ha sucedido un acontecimiento, sí. Teniendo el ego en un baúl. Mucha gente no está dispuesta a bajarse de sus axiomas. Se ha perdido el matiz y solo valen los vídeos de «zasca». Se hace política a través de tuits. El mundo es gris. No hay nada blanco ni negro. La política debe hacer un ejercicio de madurez. La conclusión es que nos encanta la razón. ¿Pero qué es la razón?…
«Ahora soy más auténtico, pero no mejor persona»Dani Rovira
–¿Con la supuesta muerte de lo «woke» saldremos de lo políticamente correcto?
–Un programa como «La Revuelta», que me parece un éxito, le está dando a TVE ese punto macarra y subversivo desde la inteligencia. Puede ir una tía con siete enfermedades raras y la cosa no está en lo que dicen sino en cómo lo dicen. Dudo que nadie me pueda dar un corte en el que hayan patinado. Eso solo lo puede decir gente del otro hemisferio. Por otro lado, creo que la izquierda se ha convertido en una especie de corsé de lo absolutamente correcto. La expresión «políticamente correcto» deberíamos de cambiarla y pondría cualquier otra profesión: «maestristicamente», «taxisticamente», «ferreristicamente»… El ferretero de mi barrio es más correcto e íntegro que la mayoría de políticos.
Teatro