Cuidado con Quevedo: este podría ser un buen lema en el Siglo de Oro, porque Quevedo era un personaje de armas tomar, capaz de escribir sobre todo y contra todos. Así lo dice la fama y así lo prueba la verdad, pues participa en todas las disputas habidas y por haber : política (‘Lince de Italia y zahorí español’) y religión (‘Su espada por Santiago’) son dos de sus temas predilectos, pero, cuando conviene, también se atreve con los enemigos de fuera (Francia ‘avant tout’) y de casa (’La rebelión de Cataluña no es por el güevo ni por el fuero’). Amén de Góngora , claro, a quien lanza varios dardos poéticos de antología en uno de los intercambios de golpes (‘dissing’, se diría hoy) más famosos de la literatura universal. Y, por si fuera poco, parece seguir disparando más allá de la muerte.Desde hace poco Quevedo cuenta con un texto nuevo, que ha reaparecido casi por arte de magia: ‘ Desconsuelos de los dichosos, para que reconozcan los peligros de serlo y sepan prevenirlos’ (1633) de Quevedo y publicado por Iberoamericana-Vervuert. El hallazgo se debe a los profesores Antonio Azaustre Galiana y José Manuel Rico García, dos filólogos de raza que ya habían rescatado el ‘Memorial dado a la Inquisición General sobre los libros del Monte Santo de Granada’ (1632-1639).La clave de ‘Desconsuelos’ está en las ideas políticas de Quevedo, que llevan de la mano sus idas y venidas con OlivaresSe trata de un texto de consejos políticos para privados (o validos, los primeros ministros de moda en la época) que se define como «oración» (como ‘discurso’) y se presenta como un «Diálogo del Sentido y la Razón» a la manera de Séneca , al tiempo que forma un díptico con otro texto muy similar escrito al alimón (‘De los remedios de cualquiera fortuna’, 1633) y se organiza en 17 puntos de asuntos sentenciosos. En un perfecto ejemplo de buen quehacer, apareció un poco por casualidad con la fortuna de los maestros: estos detectives de las letras encontraron ‘Desconsuelos’ en una carpeta de la ‘Collection Tiran’ de los Archivos Nacionales de Francia, lo identificaron con La «felicidad desdichada» citado en la primera biografía de Quevedo (Tarsia, ‘Vida de Quevedo’, 1663) como uno de «los libros y papeles» que le quitaron cuando le encarcelaron.Y, pese a la tachadura del nombre «Francisco de Quevedo», confirman la autoría por el gran parecido con otras obras quevedianas desde el título paradójico (valga ‘La caída para levantarse’) y el apellido explicativo (‘La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas’), además de un amplio abanico de motivos y frases, el estilo y las estrategias de argumentación.La clave de ‘Desconsuelos’ está en las ideas políticas de Quevedo, que llevan de la mano sus idas y venidas con Olivares. Así se explica su escritura: alejado de la corte, se integra en la composición frenética de varios textos cortantes (‘Execración contra los judíos’ y ‘La cuna y la sepultura’) desde el refugio de la casa del duque de Medinaceli, un noble que encabezaba la oposición a Olivares. Más importante todavía es que esta obrilla recuperada se dirige a don Fadrique de Toledo, capitán general de la Armada del Mar Océano en un momento en el que se las tenía tiesas con Olivares: esta dedicatoria al héroe naval del momento es, por tanto, un ejercicio de defensa y una toma de posición, un desafío de Quevedo al rescate de un personaje que ya se encontraba en el blanco de Olivares y caería en desgracia en 1634. Y es que Olivares no se andaba con chiquitas : ya se había salido con la suya atribuyéndose la gloria de la recuperación de Bahía con el lienzo de Maíno (1634-1635), donde se le presenta coronado en una apoteosis militar, frente al cuadro redentor de Félix Castelo restaurado para una gran exposición en el Museo Naval de Madrid y ponía las cosas en su sitio, devolviendo al centro a don Fadrique de Toledo. A quien, por cierto, Quevedo le dedica un soneto funeral muy elogioso («Venerable túmulo de don Fadrique de Toledo»), con alguna que otra pulla contra el valido.Este feliz descubrimiento confirma, el perfil del autor de ‘El Buscón’ como «flagelo» de todo y de todos, según lo define Cervantes en el ‘Viaje del Parnaso’Si al principio Quevedo tenía grandes esperanzas puestas en el valido que parecían cumplirse en el ‘annus mirabilis’ de 1625, tras algún más y varios menos llega el desengaño: las advertencias generales se convierten en críticas que explotan en ‘La Hora de todos’ y la ‘Fortuna con seso’ (1635). En este contexto, ‘Desconsuelos’ pertenece a un período de abierto enfrentamiento de Quevedo con Olivares, cuya política comenta y critica en varios pasajes.Por todo esto, las recreaciones posteriores en libros y películas muestran a Quevedo como un criticón de las letras. Quizá el mejor retrato se halle en ‘El capitán Alatriste’ (1996-2011, 7 libros) de Arturo Pérez-Reverte, donde se le pinta como el mejor amigo para escribir un soneto satírico y batirse en duelo con quien haga falta. El feliz descubrimiento de ‘Desconsuelos’ confirma, matiza y enriquece el perfil de Quevedo como «flagelo» de todo y de todos, según lo define Cervantes en el ‘Viaje del Parnaso’. Allá donde esté, seguro que Quevedo sonríe por la recuperación de una de sus armas: con el colmillo afilado, eso sí.Adrián J. Sáez es profesor de la Università Ca’ Foscari Venezia Cuidado con Quevedo: este podría ser un buen lema en el Siglo de Oro, porque Quevedo era un personaje de armas tomar, capaz de escribir sobre todo y contra todos. Así lo dice la fama y así lo prueba la verdad, pues participa en todas las disputas habidas y por haber : política (‘Lince de Italia y zahorí español’) y religión (‘Su espada por Santiago’) son dos de sus temas predilectos, pero, cuando conviene, también se atreve con los enemigos de fuera (Francia ‘avant tout’) y de casa (’La rebelión de Cataluña no es por el güevo ni por el fuero’). Amén de Góngora , claro, a quien lanza varios dardos poéticos de antología en uno de los intercambios de golpes (‘dissing’, se diría hoy) más famosos de la literatura universal. Y, por si fuera poco, parece seguir disparando más allá de la muerte.Desde hace poco Quevedo cuenta con un texto nuevo, que ha reaparecido casi por arte de magia: ‘ Desconsuelos de los dichosos, para que reconozcan los peligros de serlo y sepan prevenirlos’ (1633) de Quevedo y publicado por Iberoamericana-Vervuert. El hallazgo se debe a los profesores Antonio Azaustre Galiana y José Manuel Rico García, dos filólogos de raza que ya habían rescatado el ‘Memorial dado a la Inquisición General sobre los libros del Monte Santo de Granada’ (1632-1639).La clave de ‘Desconsuelos’ está en las ideas políticas de Quevedo, que llevan de la mano sus idas y venidas con OlivaresSe trata de un texto de consejos políticos para privados (o validos, los primeros ministros de moda en la época) que se define como «oración» (como ‘discurso’) y se presenta como un «Diálogo del Sentido y la Razón» a la manera de Séneca , al tiempo que forma un díptico con otro texto muy similar escrito al alimón (‘De los remedios de cualquiera fortuna’, 1633) y se organiza en 17 puntos de asuntos sentenciosos. En un perfecto ejemplo de buen quehacer, apareció un poco por casualidad con la fortuna de los maestros: estos detectives de las letras encontraron ‘Desconsuelos’ en una carpeta de la ‘Collection Tiran’ de los Archivos Nacionales de Francia, lo identificaron con La «felicidad desdichada» citado en la primera biografía de Quevedo (Tarsia, ‘Vida de Quevedo’, 1663) como uno de «los libros y papeles» que le quitaron cuando le encarcelaron.Y, pese a la tachadura del nombre «Francisco de Quevedo», confirman la autoría por el gran parecido con otras obras quevedianas desde el título paradójico (valga ‘La caída para levantarse’) y el apellido explicativo (‘La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas’), además de un amplio abanico de motivos y frases, el estilo y las estrategias de argumentación.La clave de ‘Desconsuelos’ está en las ideas políticas de Quevedo, que llevan de la mano sus idas y venidas con Olivares. Así se explica su escritura: alejado de la corte, se integra en la composición frenética de varios textos cortantes (‘Execración contra los judíos’ y ‘La cuna y la sepultura’) desde el refugio de la casa del duque de Medinaceli, un noble que encabezaba la oposición a Olivares. Más importante todavía es que esta obrilla recuperada se dirige a don Fadrique de Toledo, capitán general de la Armada del Mar Océano en un momento en el que se las tenía tiesas con Olivares: esta dedicatoria al héroe naval del momento es, por tanto, un ejercicio de defensa y una toma de posición, un desafío de Quevedo al rescate de un personaje que ya se encontraba en el blanco de Olivares y caería en desgracia en 1634. Y es que Olivares no se andaba con chiquitas : ya se había salido con la suya atribuyéndose la gloria de la recuperación de Bahía con el lienzo de Maíno (1634-1635), donde se le presenta coronado en una apoteosis militar, frente al cuadro redentor de Félix Castelo restaurado para una gran exposición en el Museo Naval de Madrid y ponía las cosas en su sitio, devolviendo al centro a don Fadrique de Toledo. A quien, por cierto, Quevedo le dedica un soneto funeral muy elogioso («Venerable túmulo de don Fadrique de Toledo»), con alguna que otra pulla contra el valido.Este feliz descubrimiento confirma, el perfil del autor de ‘El Buscón’ como «flagelo» de todo y de todos, según lo define Cervantes en el ‘Viaje del Parnaso’Si al principio Quevedo tenía grandes esperanzas puestas en el valido que parecían cumplirse en el ‘annus mirabilis’ de 1625, tras algún más y varios menos llega el desengaño: las advertencias generales se convierten en críticas que explotan en ‘La Hora de todos’ y la ‘Fortuna con seso’ (1635). En este contexto, ‘Desconsuelos’ pertenece a un período de abierto enfrentamiento de Quevedo con Olivares, cuya política comenta y critica en varios pasajes.Por todo esto, las recreaciones posteriores en libros y películas muestran a Quevedo como un criticón de las letras. Quizá el mejor retrato se halle en ‘El capitán Alatriste’ (1996-2011, 7 libros) de Arturo Pérez-Reverte, donde se le pinta como el mejor amigo para escribir un soneto satírico y batirse en duelo con quien haga falta. El feliz descubrimiento de ‘Desconsuelos’ confirma, matiza y enriquece el perfil de Quevedo como «flagelo» de todo y de todos, según lo define Cervantes en el ‘Viaje del Parnaso’. Allá donde esté, seguro que Quevedo sonríe por la recuperación de una de sus armas: con el colmillo afilado, eso sí.Adrián J. Sáez es profesor de la Università Ca’ Foscari Venezia
Cuidado con Quevedo: este podría ser un buen lema en el Siglo de Oro, porque Quevedo era un personaje de armas tomar, capaz de escribir sobre todo y contra todos. Así lo dice la fama y así lo prueba la verdad, pues participa en todas … las disputas habidas y por haber: política (‘Lince de Italia y zahorí español’) y religión (‘Su espada por Santiago’) son dos de sus temas predilectos, pero, cuando conviene, también se atreve con los enemigos de fuera (Francia ‘avant tout’) y de casa (’La rebelión de Cataluña no es por el güevo ni por el fuero’).
Amén de Góngora, claro, a quien lanza varios dardos poéticos de antología en uno de los intercambios de golpes (‘dissing’, se diría hoy) más famosos de la literatura universal. Y, por si fuera poco, parece seguir disparando más allá de la muerte.
Desde hace poco Quevedo cuenta con un texto nuevo, que ha reaparecido casi por arte de magia: ‘Desconsuelos de los dichosos, para que reconozcan los peligros de serlo y sepan prevenirlos’ (1633) de Quevedo y publicado por Iberoamericana-Vervuert. El hallazgo se debe a los profesores Antonio Azaustre Galiana y José Manuel Rico García, dos filólogos de raza que ya habían rescatado el ‘Memorial dado a la Inquisición General sobre los libros del Monte Santo de Granada’ (1632-1639).
La clave de ‘Desconsuelos’ está en las ideas políticas de Quevedo, que llevan de la mano sus idas y venidas con Olivares
Se trata de un texto de consejos políticos para privados (o validos, los primeros ministros de moda en la época) que se define como «oración» (como ‘discurso’) y se presenta como un «Diálogo del Sentido y la Razón» a la manera de Séneca, al tiempo que forma un díptico con otro texto muy similar escrito al alimón (‘De los remedios de cualquiera fortuna’, 1633) y se organiza en 17 puntos de asuntos sentenciosos.
En un perfecto ejemplo de buen quehacer, apareció un poco por casualidad con la fortuna de los maestros: estos detectives de las letras encontraron ‘Desconsuelos’ en una carpeta de la ‘Collection Tiran’ de los Archivos Nacionales de Francia, lo identificaron con La «felicidad desdichada» citado en la primera biografía de Quevedo (Tarsia, ‘Vida de Quevedo’, 1663) como uno de «los libros y papeles» que le quitaron cuando le encarcelaron.
Y, pese a la tachadura del nombre «Francisco de Quevedo», confirman la autoría por el gran parecido con otras obras quevedianas desde el título paradójico (valga ‘La caída para levantarse’) y el apellido explicativo (‘La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas’), además de un amplio abanico de motivos y frases, el estilo y las estrategias de argumentación.
La clave de ‘Desconsuelos’ está en las ideas políticas de Quevedo, que llevan de la mano sus idas y venidas con Olivares. Así se explica su escritura: alejado de la corte, se integra en la composición frenética de varios textos cortantes (‘Execración contra los judíos’ y ‘La cuna y la sepultura’) desde el refugio de la casa del duque de Medinaceli, un noble que encabezaba la oposición a Olivares.
Más importante todavía es que esta obrilla recuperada se dirige a don Fadrique de Toledo, capitán general de la Armada del Mar Océano en un momento en el que se las tenía tiesas con Olivares: esta dedicatoria al héroe naval del momento es, por tanto, un ejercicio de defensa y una toma de posición, un desafío de Quevedo al rescate de un personaje que ya se encontraba en el blanco de Olivares y caería en desgracia en 1634.
Y es que Olivares no se andaba con chiquitas: ya se había salido con la suya atribuyéndose la gloria de la recuperación de Bahía con el lienzo de Maíno (1634-1635), donde se le presenta coronado en una apoteosis militar, frente al cuadro redentor de Félix Castelo restaurado para una gran exposición en el Museo Naval de Madrid y ponía las cosas en su sitio, devolviendo al centro a don Fadrique de Toledo. A quien, por cierto, Quevedo le dedica un soneto funeral muy elogioso («Venerable túmulo de don Fadrique de Toledo»), con alguna que otra pulla contra el valido.
Este feliz descubrimiento confirma, el perfil del autor de ‘El Buscón’ como «flagelo» de todo y de todos, según lo define Cervantes en el ‘Viaje del Parnaso’
Si al principio Quevedo tenía grandes esperanzas puestas en el valido que parecían cumplirse en el ‘annus mirabilis’ de 1625, tras algún más y varios menos llega el desengaño: las advertencias generales se convierten en críticas que explotan en ‘La Hora de todos’ y la ‘Fortuna con seso’ (1635). En este contexto, ‘Desconsuelos’ pertenece a un período de abierto enfrentamiento de Quevedo con Olivares, cuya política comenta y critica en varios pasajes.
Por todo esto, las recreaciones posteriores en libros y películas muestran a Quevedo como un criticón de las letras. Quizá el mejor retrato se halle en ‘El capitán Alatriste’ (1996-2011, 7 libros) de Arturo Pérez-Reverte, donde se le pinta como el mejor amigo para escribir un soneto satírico y batirse en duelo con quien haga falta.
El feliz descubrimiento de ‘Desconsuelos’ confirma, matiza y enriquece el perfil de Quevedo como «flagelo» de todo y de todos, según lo define Cervantes en el ‘Viaje del Parnaso’. Allá donde esté, seguro que Quevedo sonríe por la recuperación de una de sus armas: con el colmillo afilado, eso sí.
Adrián J. Sáez es profesor de la Università Ca’ Foscari Venezia
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