Aunque la sinopsis oficial de Manual de señoritas sitúe la acción de esta comedia romántica de Netflix en el Madrid de 1880, es difícil imaginar a Fortunata, Jacinta, Tristana, Doña Perfecta o a cualquiera de los personajes de Benito Pérez Galdós vestidos con esas prendas y esos colores pastel tan intensos. Esta historia de carabinas, señoritas, amoríos, secretos y deseos ocultos, aderezada con mucho desenfado y algo de gamberrismo, en realidad no está situada en ninguna ciudad ni en ningún año, aclara Gema R. Neira, creadora de la serie junto a María José Rustarazo. Así podían levantar de cero un universo propio y crear su propio cuento de hadas. Uno en el que la protagonista habla a cámara y planta cara al narrador y en el que lo mismo puede sonar Locomía para hablar del lenguaje del abanico que Me cago en el amor, de Tonino Carotone, para recordar una relación que terminó regular.
La comedia romántica de Netflix protagonizada por Nadia de Santiago y Álvaro Mel da un giro a las historias de época en su narrativa y en su estética
Aunque la sinopsis oficial de Manual de señoritas sitúe la acción de esta comedia romántica de Netflix en el Madrid de 1880, es difícil imaginar a Fortunata, Jacinta, Tristana, Doña Perfecta o a cualquiera de los personajes de Benito Pérez Galdós vestidos con esas prendas y esos colores pastel tan intensos. Esta historia de carabinas, señoritas, amoríos, secretos y deseos ocultos, aderezada con mucho desenfado y algo de gamberrismo, en realidad no está situada en ninguna ciudad ni en ningún año, aclara Gema R. Neira, creadora de la serie junto a María José Rustarazo. Así podían levantar de cero un universo propio y crear su propio cuento de hadas. Uno en el que la protagonista habla a cámara y planta cara al narrador y en el que lo mismo puede sonar Locomía para hablar del lenguaje del abanico que Me cago en el amor, de Tonino Carotone, para recordar una relación que terminó regular.
Con Manual para señoritas, protagonizada por Nadia de Santiago y Álvaro Mel, Gema R. Neira, que ha estado detrás de títulos como Velvet, La Favorita 1922, Un asunto privado, Las chicas del cable o Gran Hotel, quería reavivar su amor por las series de época renovando tanto el fondo como la forma. Su objetivo y el de Rustarazo era imprimir velocidad a una historia narrada con elementos visuales y gráficos poco habituales en estas tramas, con mucha ironía y muy conectada con el público actual. “Trabajamos con todos los equipos, arte, vestuario, maquillaje y peluquería, actores… para que entendieran eso: las cosas no tenían que ser de época, sino parecerlo”, explica por teléfono. Fondo y forma tenían que ir de la mano.
Como se trataba de una comedia, decidieron que huirían de los colores oscuros que caracterizaban el final del siglo XIX en España para contar con una paleta de colores pastel vivos que fueran los dominantes en el vestuario y la decoración. “Queríamos apoyar la comedia con una estética visual muy bonita que fuera como lo que intenta hacer la serie: contar una historia de amor preciosa mientras nos reímos de la historia de amor pero la disfrutamos a la vez”, dice Neira.

Un aspecto importante para ello, y uno de los que más destaca cuando se ve Manual para señoritas, es el vestuario. La idea era tomar los patrones de la época pero simplificarlos y conectarlos con la actualidad. El diseñador Pepe Reyes investigó la moda de la época gracias al Museo del Traje y su propio trabajo de documentación para extraer la esencia y luego reinterpretarla y adaptarla. También se empapó de historias ambientadas a finales del siglo XIX, como la película La edad de la inocencia o la serie Fortunata y Jacinta, para luego darle su propia identidad. Por ejemplo, su corsetería es más flexible que la que usaban entonces y las enaguas y el polisón son más ligeros.
La inspiración para sus diseños la encontró Reyes en la pintura impresionista de Degas, Monet, Renoir o Manet, donde domina la paleta cromática de la serie. El vestuario y sus colores ayudan a definir la personalidad de cada personaje y diferenciar las casas implicadas en la historia. Por ejemplo, es fácil distinguir a las tres hermanas Mencía por su vestuario. Cristina, la mayor (interpretada por Isa Montalbán), viste de blanco con toques rojos para simbolizar la inocencia y su lado pasional. Sara (Zoe Bonafonte), que quiere ser médica, lleva lo que entonces era una prenda varonil, el chaleco, pero con colores, cortes y tejidos femeninos. “Ella no quiere ocupar el puesto de una profesión de hombres, sino que quiere ocupar su puesto como mujer, por eso queríamos potenciar su feminidad”, explica Reyes. Carlota, la pequeña (Iratxe Emparan), es una adolescente rebelde que adora el negro. Para ella se idearon unas botas negras con libélulas pintadas al estilo de las All Stars modernas. En cambio, el vestuario de las carabinas usa tejidos más apropiados para el trabajo y un estilo que transpira más rectitud frente a la sensualidad de las jóvenes en busca de marido.

El 80% del vestuario de Manual para señoritas se confeccionó para la serie, y muchas de las prendas alquiladas se tuvieron que adaptar para que encajaran con la estética de la historia. En total, Reyes calcula a ojo que elaboraron más de 300 piezas. “Creativamente, este proyecto era un bombón, pero tienes que tener límites porque se te puede ir la mano fácilmente. El reto fue poner medida a la exaltación de la creatividad”, dice el diseñador.
El deseo de que Manual para señoritas se situara en un universo propio hizo que Gema R. Neira huyera de referentes claros. Pero de lo que más quería distanciarse era de sus propias series. Por eso, cuando buscaron localizaciones para los exteriores, con el fin de no repetir espacios ya vistos en otros títulos de la productora Bambú, optaron por los edificios modernistas de Barcelona. Los exteriores de la casa Mencía y la universidad son los del complejo Sant Pau, y esa estética modernista se replicó en interiores que se construyeron en un plató para poder dar con el estilo buscado. Las plazas, calles y jardines de la ficción son los de Aranjuez y la Granja de San Ildefonso. Y a todo ello se suman más edificios modernistas elaborados con efectos visuales.

La falta de un referente claro fue uno de los mayores retos para Neira en la puesta en marcha de la serie. “Tiene la mirada a cámara de Fleabag, algo de gamberro y el movimiento de Enola Holmes, los colores de la película Emma… Vas sumando cosas pero no es 100% ninguna de ellas”, explica. “Hay gente del equipo que me ha dicho ahora que han visto los capítulos y que no eran conscientes de lo que estábamos haciendo, que pensaban que era algo más light”.
Ha sido frecuente la comparación de Manual para señoritas con Los Bridgerton. Ambas son historias de época con el romance en el centro; ambas tienen un enfoque contemporáneo; incluso en ambas se celebran bailes con música del siglo XXI (en Los Bridgerton son versiones con orquesta de cámara y en la serie española suenan los temas originales). Sin embargo, Neira niega que Los Bridgerton fuera un referente y se distancia en tono, trama y paleta cromática. “No la usamos como referencia nunca. Aunque ojalá tener el éxito que ha tenido Los Bridgerton”, añade.
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