En El asesinato del profesor Schlick, el filósofo y divulgador David Edmonds cuenta la historia del Círculo de Viena. Los pensadores que formaban parte del grupo, asociados al empirismo o positivismo lógico, se reunían en la ciudad austriaca en los años veinte y treinta del siglo pasado. Eran muy distintos y a veces ni se llevaban bien, pero compartían algunos objetivos. Entre ellos, estaba que la filosofía estuviera al servicio de la ciencia y se alejara de la metafísica, y de sus afirmaciones imposibles de verificar y, por tanto, carentes de sentido.
Les preocupaban la lógica, el lenguaje y la metodología de la ciencia; no les interesaba mucho la historia de la filosofía. Querían distinguir entre las ciencias empíricas y otras formas de investigación. Admiraban a Bertrand Russell, eran herederos de Ernst Mach, les horrorizaba Martin Heidegger. Les apasionaban los avances en física: además, los descubrimientos de su idolatrado Albert Einstein habían derribado las teorías de su detestado Immanuel Kant. Se reunían en una ciudad en la que Karl Kraus analizaba la prensa, Gustav Klimt pintaba sus cuadros, Hans Kelsen reflexionaba sobre el derecho constitucional y Sigmund Freud pasaba consulta (se había marchado poco antes Lenin, crítico de autores del Círculo de Viena). Era la ciudad que produjo a Herzl, Hayek, Billy Wilder, Mahler, Loos y Musil (y Hitler); y también un enclave progresista en un país católico y conservador.
Edmonds ha escrito un libro sobre una corriente filosófica que fue muy influyente pero anda algo olvidada, traza una vistosa galería de personajes y repasa un periodo convulso. Entre las figuras centrales están el físico y fundador del Círculo Moritz Schlik, el brillante Rudolf Carnap o el marxista Otto Neurath (a quien debemos los isotipos: representaciones pictóricas para traducir información y estadísticas a imágenes). Wittgenstein les fascinó; pronto hubo figuras extranjeras que los tradujeron o visitaron: Russell, el prodigio malogrado Frank Ramsey, Alfred J. Ayer (que popularizó ideas del grupo en Lenguaje, verdad y lógica) o Charles Morris. También formaron parte del círculo lógicos como Gödel y Tarski. El grupo contaba con mujeres destacadas como Olga Hahn-Neurath, Rose Rand, Olga Taussky y Marie Reidemeister. Karl Popper dijo que él tenía alguna responsabilidad en la muerte del positivismo lógico: el sentido metafórico contrasta con un asesinato real, el del profesor Schlick a manos de un estudiante trastornado que luego, para tener una condena más leve, dijo haber matado al pensador porque su filosofía judaizante era peligrosa.
Dos heroínas británicas fueron fundamentales en la escapada de muchos pensadores: Esther Simpson, que ayudó a huir a 1.500 académicos despedidos por los nazis (entre ellos, 16 futuros ganadores del Premio Nobel), y la filósofa Susan Stebbing, cofundadora de la revista Analysis
Muchos miembros del Círculo (aunque no Schlick) eran izquierdistas y judíos. Y sus ideas, que pueden verse como una continuación radical del proyecto ilustrado, suponían una amenaza para los defensores de cosmovisiones irracionales, instintivas y nacionalistas, y un desafío a la tradición filosófica alemana. Todos tuvieron que huir ante el ascenso del nazismo; dos heroínas británicas fueron fundamentales en la escapada de muchos: Esther Simpson, secretaria adjunta del Consejo de Ayuda Académica que ayudó a huir a 1.500 académicos despedidos por los nazis (entre ellos, 16 futuros ganadores del Premio Nobel), y la filósofa Susan Stebbing, cofundadora de la revista Analysis, que ayudó a difundir sus ideas. Algunos tuvieron vidas prósperas y gozaron de reconocimiento; la trayectoria de otros es trágica.
Dave Edmonds reconstruye con energía, pulso narrativo y talento para el retrato las biografías y el legado de un grupo lleno de figuras fascinantes. Muestra de manera accesible las grandes aportaciones, dilemas y aporías de su pensamiento, y ofrece una lectura tan interesante como entretenida.
En El asesinato del profesor Schlick, el filósofo y divulgador David Edmonds cuenta la historia del Círculo de Viena. Los pensadores que formaban parte del grupo, asociados al empirismo o positivismo lógico, se reunían en la ciudad austriaca en los años veinte y treinta del siglo pasado. Eran muy distintos y a veces ni se llevaban bien, pero compartían algunos objetivos. Entre ellos, estaba que la filosofía estuviera al servicio de la ciencia y se alejara de la metafísica, y de sus afirmaciones imposibles de verificar y, por tanto, carentes de sentido. Les preocupaban la lógica, el lenguaje y la metodología de la ciencia; no les interesaba mucho la historia de la filosofía. Querían distinguir entre las ciencias empíricas y otras formas de investigación. Admiraban a Bertrand Russell, eran herederos de Ernst Mach, les horrorizaba Martin Heidegger. Les apasionaban los avances en física: además, los descubrimientos de su idolatrado Albert Einstein habían derribado las teorías de su detestado Immanuel Kant. Se reunían en una ciudad en la que Karl Kraus analizaba la prensa, Gustav Klimt pintaba sus cuadros, Hans Kelsen reflexionaba sobre el derecho constitucional y Sigmund Freud pasaba consulta (se había marchado poco antes Lenin, crítico de autores del Círculo de Viena). Era la ciudad que produjo a Herzl, Hayek, Billy Wilder, Mahler, Loos y Musil (y Hitler); y también un enclave progresista en un país católico y conservador.Edmonds ha escrito un libro sobre una corriente filosófica que fue muy influyente pero anda algo olvidada, traza una vistosa galería de personajes y repasa un periodo convulso. Entre las figuras centrales están el físico y fundador del Círculo Moritz Schlik, el brillante Rudolf Carnap o el marxista Otto Neurath (a quien debemos los isotipos: representaciones pictóricas para traducir información y estadísticas a imágenes). Wittgenstein les fascinó; pronto hubo figuras extranjeras que los tradujeron o visitaron: Russell, el prodigio malogrado Frank Ramsey, Alfred J. Ayer (que popularizó ideas del grupo en Lenguaje, verdad y lógica) o Charles Morris. También formaron parte del círculo lógicos como Gödel y Tarski. El grupo contaba con mujeres destacadas como Olga Hahn-Neurath, Rose Rand, Olga Taussky y Marie Reidemeister. Karl Popper dijo que él tenía alguna responsabilidad en la muerte del positivismo lógico: el sentido metafórico contrasta con un asesinato real, el del profesor Schlick a manos de un estudiante trastornado que luego, para tener una condena más leve, dijo haber matado al pensador porque su filosofía judaizante era peligrosa.Dos heroínas británicas fueron fundamentales en la escapada de muchos pensadores: Esther Simpson, que ayudó a huir a 1.500 académicos despedidos por los nazis (entre ellos, 16 futuros ganadores del Premio Nobel), y la filósofa Susan Stebbing, cofundadora de la revista AnalysisMuchos miembros del Círculo (aunque no Schlick) eran izquierdistas y judíos. Y sus ideas, que pueden verse como una continuación radical del proyecto ilustrado, suponían una amenaza para los defensores de cosmovisiones irracionales, instintivas y nacionalistas, y un desafío a la tradición filosófica alemana. Todos tuvieron que huir ante el ascenso del nazismo; dos heroínas británicas fueron fundamentales en la escapada de muchos: Esther Simpson, secretaria adjunta del Consejo de Ayuda Académica que ayudó a huir a 1.500 académicos despedidos por los nazis (entre ellos, 16 futuros ganadores del Premio Nobel), y la filósofa Susan Stebbing, cofundadora de la revista Analysis, que ayudó a difundir sus ideas. Algunos tuvieron vidas prósperas y gozaron de reconocimiento; la trayectoria de otros es trágica.Dave Edmonds reconstruye con energía, pulso narrativo y talento para el retrato las biografías y el legado de un grupo lleno de figuras fascinantes. Muestra de manera accesible las grandes aportaciones, dilemas y aporías de su pensamiento, y ofrece una lectura tan interesante como entretenida. Seguir leyendo
En El asesinato del profesor Schlick, el filósofo y divulgador David Edmonds cuenta la historia del Círculo de Viena. Los pensadores que formaban parte del grupo, asociados al empirismo o positivismo lógico, se reunían en la ciudad austriaca en los años veinte y treinta del siglo pasado. Eran muy distintos y a veces ni se llevaban bien, pero compartían algunos objetivos. Entre ellos, estaba que la filosofía estuviera al servicio de la ciencia y se alejara de la metafísica, y de sus afirmaciones imposibles de verificar y, por tanto, carentes de sentido.
Les preocupaban la lógica, el lenguaje y la metodología de la ciencia; no les interesaba mucho la historia de la filosofía. Querían distinguir entre las ciencias empíricas y otras formas de investigación. Admiraban a Bertrand Russell, eran herederos de Ernst Mach, les horrorizaba Martin Heidegger. Les apasionaban los avances en física: además, los descubrimientos de su idolatrado Albert Einstein habían derribado las teorías de su detestado Immanuel Kant. Se reunían en una ciudad en la que Karl Kraus analizaba la prensa, Gustav Klimt pintaba sus cuadros, Hans Kelsen reflexionaba sobre el derecho constitucional y Sigmund Freud pasaba consulta (se había marchado poco antes Lenin, crítico de autores del Círculo de Viena). Era la ciudad que produjo a Herzl, Hayek, Billy Wilder, Mahler, Loos y Musil (y Hitler); y también un enclave progresista en un país católico y conservador.
Edmonds ha escrito un libro sobre una corriente filosófica que fue muy influyente pero anda algo olvidada, traza una vistosa galería de personajes y repasa un periodo convulso. Entre las figuras centrales están el físico y fundador del Círculo Moritz Schlik, el brillante Rudolf Carnap o el marxista Otto Neurath (a quien debemos los isotipos: representaciones pictóricas para traducir información y estadísticas a imágenes). Wittgenstein les fascinó; pronto hubo figuras extranjeras que los tradujeron o visitaron: Russell, el prodigio malogrado Frank Ramsey, Alfred J. Ayer (que popularizó ideas del grupo en Lenguaje, verdad y lógica) o Charles Morris. También formaron parte del círculo lógicos como Gödel y Tarski. El grupo contaba con mujeres destacadas como Olga Hahn-Neurath, Rose Rand, Olga Taussky y Marie Reidemeister. Karl Popper dijo que él tenía alguna responsabilidad en la muerte del positivismo lógico: el sentido metafórico contrasta con un asesinato real, el del profesor Schlick a manos de un estudiante trastornado que luego, para tener una condena más leve, dijo haber matado al pensador porque su filosofía judaizante era peligrosa.
Dos heroínas británicas fueron fundamentales en la escapada de muchos pensadores: Esther Simpson, que ayudó a huir a 1.500 académicos despedidos por los nazis (entre ellos, 16 futuros ganadores del Premio Nobel), y la filósofa Susan Stebbing, cofundadora de la revista Analysis
Muchos miembros del Círculo (aunque no Schlick) eran izquierdistas y judíos. Y sus ideas, que pueden verse como una continuación radical del proyecto ilustrado, suponían una amenaza para los defensores de cosmovisiones irracionales, instintivas y nacionalistas, y un desafío a la tradición filosófica alemana. Todos tuvieron que huir ante el ascenso del nazismo; dos heroínas británicas fueron fundamentales en la escapada de muchos: Esther Simpson, secretaria adjunta del Consejo de Ayuda Académica que ayudó a huir a 1.500 académicos despedidos por los nazis (entre ellos, 16 futuros ganadores del Premio Nobel), y la filósofa Susan Stebbing, cofundadora de la revista Analysis, que ayudó a difundir sus ideas. Algunos tuvieron vidas prósperas y gozaron de reconocimiento; la trayectoria de otros es trágica.
Dave Edmonds reconstruye con energía, pulso narrativo y talento para el retrato las biografías y el legado de un grupo lleno de figuras fascinantes. Muestra de manera accesible las grandes aportaciones, dilemas y aporías de su pensamiento, y ofrece una lectura tan interesante como entretenida.
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